jueves, 28 de agosto de 2014

CURVA SESENTA Y CUATRO


CURVA SESENTA Y CUATRO

El tiempo me conmina a que me pare
a contemplar lo hermoso del camino
-¡que son sesenta y cuatro ya las curvas!-
con mirada pausada. Pasa el río
arrastrando las muestras más diversas,
los restos que son hijos, son palabras,
son hijos de mis hijos, son familia,
son causas sin sentido, y con sentido,
son búsqueda sin pausa de certezas
que siempre son esquivas pero incitan
a perseguir su causa sin descanso.

Miro de frente al tiempo, cara a cara,
y le rindo homenaje por prestarme
esas pequeñas cosas que me afirman
en esta voluntad innegociable
de perseguir la vida cuando al alba
descubro que  el futuro es cada día,
que necesito estar y hacerme cargo
de todo lo que existe y me conforma;
porque vivo y existo y formo parte
de mis vivos, mis muertos, mis congéneres.

Sesenta y cuatro guiños en el tiempo,
en la conciencia gris del universo.

El río se hará mar cuando sea el caso
y el mar convocará a todas las aguas
que quedaron atrás o que partieron

y aguardan ver sus brazos en mis brazos.

martes, 26 de agosto de 2014

CIEN CRONOPIOS Y UNA FAMA



Yo llegué al boom de la narración latinoamericana por pura casualidad y por inercia, por necesidades académicas y por moda. ¿Quién podía no leer novelas y relatos de los autores del otro lado del charco si uno trataba de licenciarse en el arte del español?
Pero, como me ha sucedido en casi todo, me han llegado las cosas siempre por aluvión, por descubrimiento personal y creo que siempre un poco a destiempo. En mis años juveniles, el ambiente que me rodeaba poco tenía que ver con el descubrimiento de la fantasía o el choque de las culturas, la magia o la interpretación de otros mundos. No tenía poco con dejarme llevar por la inercia de la supervivencia y por mantenerme a la expectativa de lo más inmediato y personal. ¿Quién podía hablarme o ponerme en contacto con los mundos de la letra impresa y de la creación? Hoy hago memoria de aquellos tiempos de penuria casi con ternura y compasión de mí mismo.
Se cumple el centenario del nacimiento de uno de los impulsores de aquel arrebato, Julio Cortázar. Su Rayuela fue uno de esos fogonazos que me dejaron perplejo y que me enseñaron que el juego es algo más que jitanjáfora y que la distribución lineal de un contenido se quedaba corta a poco que se trabajara sobre ella y que se le quisiera dar intención y alcance hasta multiplicar sus posibilidades. Después vinieron la “Historia de Manuel”, y todo su mundo mágico de las narraciones breves.
Tuve ocasión de volver a estas creaciones alguna vez más, y hace tan solo un año (¿o tal vez dos?) releí sus Cuentos Completos, publicados por Alfaguara. En ellos se esconde todo su mundo y todo un universo de fantasía y de pensamiento. Son más de mil páginas donde escoger posibilidades y fantasías, realidades y esperanzas, proyectos y fracasos.
Es verdad que algunas referencias se me van un poco de las manos, por partir de elementos de realidad geográfica hispanoamericana; a veces incluso se me revuelven expresiones o enlaces sintácticos que no son propios del español peninsular. Poco es eso comparado con el mundo interminable que abarca su producción. Y qué interesante resulta la aportación de estos relatos comparados con los que tradicionalmente se hacen llegar a los más jóvenes en nuestros países europeos.
Cortázar supuso además para al menos dos generaciones algo más que un creador especial, pues su alcance social y humano lo convirtió en un símbolo más extenso y atractivo. Estos valores se diluyen con el paso del tiempo, pero, para los que creemos que, en alguna medida, la personalidad y la persona van unidas a la obra creada, esto supone un plus de admiración.

Hoy muchos jugaremos a la rayuela pensando en esa otra rayuela literaria y veremos a Cortázar subido en cronopios y famas. Seguro que ganarán los cronopios en esta rayuela imaginativa. En la rayuela de la vida ya es otro cantar. 

lunes, 25 de agosto de 2014

CON FALDAS Y A REZAR


Los calores de agosto dan para muchas cosas, pero pocas tan refrescantes como la de sumergirse en la extraordinaria piscina que Béjar tiene en el paraje de la Cerrallana. Yo ando con la ocupación de los primeros días de vida de Rubén y su asentamiento en esta mezcla extraña de novedades que ya lo acompañan. No obstante, en cuanto podemos, nos escapamos a disfrutar del agua, a sumergirnos y a emerger (emerger es esto: salir del agua, no lo que tontamente se escribe en las ambulancias y en los centros de salud, que tienen salidas de “emergencia” hasta en el último piso, aunque no llueva nunca) del agua y sentirnos como peces. Después está el airecillo que orea toda la atalaya, y viene la charla con los que comparten recreo, y aparecen los asuntos más diversos encima del tapete verde para desollar al mundo si hace falta.
Hoy, entre otros, surgió el asunto de la situación femenina. Era un poco tarde y yo no tenía ganas de abrir un melón de tanto peso, pero me apresuré a indicar que se tuviera en cuenta el efecto que la religión ha producido en la valoración de la mujer a los largo de los siglos. Este país se halla en eso que genéricamente llamamos el occidente y, como se hartan de recordar muchos próceres de derecha, Europa no se entiende sin sus raíces cristianas. Naturalmente que tienen razón en esa afirmación, pero se les olvida recordar algunas otras cosas. La primera y fundamental es que nadie puede asegurar que con otras bases y otro desarrollo el asunto hubiera resultado mejor o peor: eso es jugar a las conjeturas en un periodo demasiado largo. La segunda es que otros desarrollos de la misma doctrina tal vez nos habrían llevado a otras situaciones en el presente. La tercera es la del reconocimiento de que, en el asunto de la valoración femenina, las culturas que se derivan del Libro, es decir, la judeocristiana y la musulmana, no se caracterizan precisamente por poner a las mujeres en un pedestal sino todo lo contrario. Repásese la Historia, descríbase sin pasión el presente y extráiganse consecuencias lógicas. Y a ver qué pasa.
No sirve de mucho afirmar que en el occidente las mujeres están mejor consideradas que en los países islámicos. En mi pueblo a eso se lo llama “mal de muchos, consuelo de tontos”.
El siguiente paso es analizar cuántas mujeres (y hombres) contribuyen con su defensa a que se mantenga esa escala de valores. Y si queda algo de tiempo, obsérvese qué tendencia social y política es la que predomina entre esas y esos defensores. Y, de nuevo, a ver qué pasa.
Tal vez luego todo se trate de sustituir por acusaciones de falso machismo o de instintivos calificativos de misoginia. Qué le vamos a hacer.
En nombre de la religión no solo se mata a mansalva y a la luz del día, también se hace con cuello blanco y de manera más sutil.

El tiempo ni dio para más que para dejarlo apuntado. Las líneas de esta ventana tampoco. Pero apuntado queda.

domingo, 24 de agosto de 2014

EN EL NACIMIENTO DE RUBÉN


EN EL NACIMIENTO DE RUBÉN

La vida se asomó por la ventana
conforme a lo acordado y convenido,
y ya todo fue aurora y fue latido
y fue fulgor y resplandor de llama.

El silencio y lo oscuro de la nada
ahora eran carne  en confesión de niño,
pues eran de la vida los vagidos
primeros que el futuro inauguraban.

Fue en Ávila, en agosto, día veinte.
Rubén, en su inocencia, se hacía cargo
del vértigo total de cada día.

El tiempo se encogió solo en presente,
lo dulce se hizo mezcla con lo amargo
y echó a rodar la rueda de la vida.

Que los dioses te lleven de la mano

en tu vida común de ciudadano.

sábado, 23 de agosto de 2014

martes, 19 de agosto de 2014

DATOS QUE HIEREN


A pesar del calor del mes de agosto y de la calma chicha, los datos siguen fluyendo y, en una sociedad variada como la nuestra, termina por saberse casi todo. Sobre todo si se pone un poco de empeño y no se deja uno avasallar por la velocidad con la que se solapan los acontecimientos.
Algo bien distinto es estar dispuesto a pasar del nivel de la descripción al de la comprensión y al de las consecuencias, al de la interpretación y al de la toma de decisiones personales y colectivas. Esto ya es harina de otro costal y a veces se antoja sembrar cotufas en el golfo. Y, sobre todo, estar dispuesto a seleccionar, porque en ello empieza la manipulación de la realidad.
Ayer leía en un periódico que una encuesta revelaba que los españoles andamos más preocupados por el tiempo atmosférico del día siguiente que por la enorme cantidad de guerras y conflictos que se cuecen por el mundo. Absolutamente revelador. Y hoy se comentaba en otro medio que UN MILLÓN DE JÓVENES  se ha marchado de España en los dos últimos años.
Cualquiera de los dos datos es para echarse a temblar. Y, como se pedía antes, no por el hecho en sí sino por la cantidad de inferencias que de él se extraen. Por ejemplo, léase el segundo y piénsese:
a)      ¿No es verdad que la mayor riqueza de un país en su riqueza humana? Si se sabe formular diferencias entre cantidades y cualidades, se deducirá que se pierde algo mucho más importante que un número de productores.
b)      Este millón de personas pertenece a la parte de la curva de población mejor preparada intelectualmente. Hay que pensar, entonces, que se pierde una productividad más alta en cada uno de ellos.
c)       ¿Cómo se revierte al país que los ha formado todo lo que en ellos se ha gastado en formación?
d)      ¿En qué países van a concretar su proyecto de vida?
e)      ¿Cómo se va a encauzar el proyecto de vida de sus posibles hijos?
f)       ¿Qué sucede con su desarraigo familiar y territorial, así como con el de sus hijos?
g)      ¿Qué ocurre con la derivada de las pensiones y el corte que se produce entre generaciones de padres mayores e hijos que se van?
h)      ¿Cómo se va a mantener el afecto de todas estas personas con la comunidad de origen que les obligó a marcharse?
Las implicaciones de carácter personal y colectivo son casi infinitas y casi todas son negativas. Esto sí que es empobrecer a una comunidad y no el PIB ni el pob de las narices.

Como si estuviéramos tontos y fuéramos lelos, los representantes públicos de la derecha se acogen a las vírgenes de turno sin rubor intelectual ninguno, bautizan las salidas como expansiones culturales (seguramente porque ellos pueden pagarles sin problemas los billetes de vuelta), descubren como un milagro la patria común europea y, si te descuidas, hasta te ponen la maleta en el tren y te ponen un lacito en el pelo. Y, si te repuchas, te amenazan con la vendimia o con la emigración de los años sesenta. Así que chitón y viva la virgen del Rocío.

lunes, 18 de agosto de 2014

DOS HAIKUS


DOS HAIKUS
a)
Engorda el musgo
mientras reina el silencio:
lloran los muertos.

b)
Duerme la tarde:
animales pastando,

paz en mi alma.

domingo, 17 de agosto de 2014

ALGUNAS INTUICIONES DE CORTE KANTIANO, O ANTIKANTIANO


.- El mejor tesoro, el tiempo.
.- Dejarse llevar por la buena voluntad, pero no confundir el deseo de la verdad con la verdad misma.
.- La sorpresa es efectista; el convencimiento es efectivo.
.- Espejo, especulación, espejismo… ¿y la experiencia sobre lo real? ¿Dónde está el límite?
.- ¿Son equivalentes las cosas al conocimiento que de ellas tenemos? Si al menos domináramos las reglas del conocimiento…
.- Analiza y escudriña los contextos; entonces estarás en disposición de dominar lo que puedes conocer de las cosas.
.- Toda la realidad pasa por la imagen cóncava del callejón del gato. “En este mundo traidor…”
.- Solo se conoce lo que ya existe. Parece una grosería pero eso implica que el campo de batalla está en la forma de conocer, en las facultades del conocimiento, no en el hecho que se va a conocer.
.- Conocer no es solo describir sino organizar: hay que conocer con conciencia.
.- Déjate impresionar pero remueve esas impresiones hasta entender en qué condiciones se han producido y cómo te puedes alzar sobre ellas y dominarlas.
.- Álzate a los principios, pero no olvides que su compañía y convencimiento está en la realidad.
.- Práctica diaria saludable: construir tres sencillos silogismos en los que se advierta con claridad la secuencia causa-consecuencia.
.- Tener conciencia de los límites es la mejor ayuda para dominar los territorios.
.- Ejercicio más filosófico que lingüístico: trabaja los hiperónimos y somete a los hipónimos; después sigue escalando en la abstracción.
.- En el contacto consciente con la experiencia se descubren conocimientos y formas de conocimientos previos a esa experiencia. En forma más popular: “Si sabe de uno cosas que ni uno sabe que sabía.”
.- No tiene la misma intensidad el concepto “rosa” que el concepto “rosa blanca”. En el segundo caso, la visión se ha concentrado en solo una parte. Tú decides.
.- Cuando conoces con la sensibilidad, ese conocimiento te es dado desde fuera; cuando conoces con el entendimiento, ese conocimiento piensa los objetos y los domina desde ti mismo.
.- Sumérgete en el espacio y en el tiempo y habrás creado el escenario global del gran teatro del mundo.
.- Cuestión calve: ¿Soy yo el que crea el tiempo o el tiempo hace posible que yo exista?
.- Somete las intuiciones a los conceptos, pero no te olvides de devolver los conceptos a las intuiciones y a las cosas concretas.
.- Copia literal de Kant: “Verdad es la conformidad del conocimiento con su objeto. Es decir, la conformidad del conocimiento con las leyes universales y formales del entendimiento y de la razón.”
.- Detente en esta duda: ¿Cuál es la posesión más verdadera, la de la intuición y sensitiva, o la del conocimiento racional?
.- Un proyecto ordenado de acción: intuye, razona, entiende, juzga, actúa.
.- ¿Qué conciencia mantengo de mí mismo, la de que soy o la de que aparezco en cada momento?
.- No es el tiempo el que transcurre sino la existencia limitada de las cosas. Si quieres comprobarlo no tienes más que darle tiempo al tiempo.
.- No te preocupes demasiado de las cosas. Recuerda que apenas llegamos hasta sus representaciones. ¿Quién sabe qué es lo demás o si hay demás?
.- Tres reglas de oro tomadas directamente de Kant:
a)      “Lo que conforma con las condiciones formales de la experiencia es posible.
b)      Lo que está en conexión con las condiciones materiales de la experiencia es real.
c)       Aquello en que la conexión con lo real está determinada según las condiciones generales de la experiencia es necesario, existe necesariamente.”

.- Apunte poético: Tuve tu sueño azul en el principio,/ antes de tu presencia en mi presencia;/ pero todo fue más y más completo/ cuando toqué tu cuerpo y sentí el vértigo/ de tu carne en mi carne.

sábado, 16 de agosto de 2014

¿LECTURAS PARA EL VERANO?


Las obligaciones profesionales condicionan casi todas las actividades, de manera que lo relacionado con ellas se somete a una disciplina diferente a la que se dispensa a las demás, que son consideradas como complementarias y accesorias. Cuando la actividad profesional se reduce o se anula, entonces surge alguna manera de flojera y de falta de rigidez, de azar y de menos compromiso que no sea con uno mismo.
Esto mismo sucede con las lecturas. El que, con la implicación que sea, desarrolla su actividad en torno de algo que se apoya en expresiones escritas tiene la obligación de leer libros acerca de esa disciplina sobre todo. Si la actividad gira alrededor de la enseñanza de la literatura, no es necesario explicar en qué grado se intensifica la acción de leer. O debería intensificarse, porque nadie está en la piel de nadie, ni parece que los controles sean excesivos.
Pero mucha gente es la que lee y se acerca a ese mundo de la creación literaria, también los que nada tienen que ver con ella en sus trabajos diarios. En esos casos se suele utilizar la obra de creación como pasatiempo, como complemento de cultura o simplemente como distracción o curiosidad. Las editoriales tienen mucho que decir entonces acerca del tipo de libro que se propone para el consumo y para el negocio. Muchas veces nada tiene que ver con los criterios de selección y de admiración que se utilizan en el mundo académico. Por eso una obra de consumo y de edición múltiple puede no ser considerada en el mundo académico mientras que otras valoradas por estos círculos no consiguen casi ningún favor del gran público.
En esta época de vacaciones, tal vez más que en otras, proliferan las obras comerciales, las de estructura sencilla y esquema previsible, las que están pensadas no para el descubrimiento sino para saciar las necesidades ya conocidas de los posibles lectores, que se hacen así consumidores, en un círculo vicioso propio de un mundo banal, comercial y financiero. Resultaría estupendo tener la capacidad del duende que se cuela en los bolsos y en las maletas para comprobar qué tipo de libros se esconden en ellos, si es que se esconde alguno, para ser abiertos en la tumbona de la playa o en la silla que busca la sombra de algún árbol. Tengo para mí que un tanto por ciento demasiado elevado repite el mismo esquema comercial. Tal vez tampoco haya que pedir otra cosa en las fechas y en los ánimos de las gentes, además de respetar sus derechos a leer e incluso a no leer.
Este periodo resulta también precioso para cambiar el esquema y, con más tranquilidad y sosiego, hincarle el diente a algún tratado que en invierno no encaja en esa necesidad de no meterle prisa pero de no dejar de atenderlo.
Como ando ya un poco al azar en esto de las lecturas, me dio por sumergirme de nuevo nada menos que en la “Crítica de la razón pura”, obra culmen de Kant. Y no sé si he acertado porque la densidad y el grado de concentración que exige no sé si son propicios para insertarlos en el verano y en los calores, a pesar de tomármelo con calma y de dedicarle bastantes días.
Es que no sé si serán ni para playa ni para sombra párrafos como este (el libro mantiene el tono y la dificultad desde el comienzo hasta el final):
“El pensar es el acto de referir a un objeto la intuición dada. Si el modo de esa intuición no es dado de ninguna manera, el objeto es meramente trascendental y el concepto del entendimiento no tiene otro uso que el trascendental, a saber: la mitad de pensar un múltiple. Ahora bien, mediante una categoría pura, en que se hace abstracción de toda condición de la intuición sensible que es la única posible para nosotros, no se determina pues un objeto sino solo el pensar un objeto, expresado según diferentes modos. Ahora bien, es propia del uso de un concepto otra función del juicio, en que un objeto se subsume bajo él y, por lo tanto, la condición por lo menos formal en que algo pueda darse en la intuición. Si el juicio no cumple esta condición (esquema), desaparece toda subsunción, pues nada se da que pueda subsumirse en el concepto. Por lo tanto, el mero uso trascendental de las categorías no es de hecho un uso, y no tiene un objeto determinado, o tan solo determinable por la forma. De aquí se sigue que la categoría pura no basta para un principio sintético a priori y que los principios del entendimiento puro son solo de uso empírico y nunca trascendental; pero más allá del campo de la experiencia posible no puede haber jamás principios sintéticos a priori.” Pg. 237.
Olé, con dos, y eso por más que uno ande algo versado en el asunto y ya lleve leídos algunos centenares de hojas del tratado. Solo en concretar conceptos aisladamente se me va un rato. Hilarlos y darles sentido conjunto no me resulta sencillo. Y todo reconociendo que se trata de un intento maravilloso por dar límites a la razón y abstracción a los fenómenos, a las sensaciones y al entendimiento humanos, curso a las intuiciones y camino al pensamiento.

En fin, cada cual verá, pues, como decía un representante público y poco instruido de esta ciudad estrecha en la que vivo, “todo tiene sus pros y sus encontras”. 

martes, 12 de agosto de 2014

PASEO CON ASOMBRO

2014-08-12
PASEO CON ASOMBRO

Un fondo azul de cielo desgarbado
encuadra su presencia en la atalaya
del monte que vigila la llanura.
Hay robles y castaños y zarzales
con sus ramas al viento y con erizos
agrandando sus vientres de castañas
y de moras ya rojas en agosto.
Acuden al lugar cada verano,
parecen ser romeros persistentes
que se acuestan con sueño en el invierno
y siempre están de vuelta en el estío:
ellos son el paisaje y son la fronda
que define las horas de la tarde.

Pero es el tiempo el siempre, es la sustancia,
el concepto de todos los conceptos,
el a priori auténtico, el preámbulo,
el que regala tikets a los seres
que se asoman al vértigo del aire,
el fijo, el inmutable, el que al principio
de todos los principios ya era tiempo
y ha permitido ser a los paisajes,
a los robles, las zarzas, los castaños,
en cualquier estación. Después, los días,
los meses y las noches van ajando
las hojas y los frutos
en una sucesión interminable.

Hoy los miraba alegre, agradecido,
pues soy también partícipe agraciado
del regalo magnífico del tiempo,
fenómeno menor y limitado,
exposición fugaz de ese misterio

que me acoge y me acuna en dulce sueño.

lunes, 11 de agosto de 2014

SOMOS INTUICIÓN DENTRO DEL TIEMPO


SOMOS INTUICIÓN DENTRO DEL TIEMPO

Somos simples imágenes que ardemos
sin darle tiempo al tiempo y sin historia,
somos nube que pasa velozmente
y que solo descarga sus sollozos
sin que nadie comprenda por qué llora,
somos espuma y somos solo restos
de la guerra febril de la tormenta,
somos cristal que filtra las miradas
sin guardar ni un recuerdo de las mismas,
somos rayo que rompe de repente
y destella su luz y ciega y mata,
somos carrera loca y loco empeño
en no saber llegar  a ningún sitio,
somos intuición y somos rápidos
reflejos de un latido descompuesto.

Yo quiero la quietud, quiero el reposo,
la calma, el equilibrio y el sosiego,
una mesa de paz bien abastada,
y descubrir si el tiempo es quien me presta
la medida  en que cuento
mi desnortado paso por la vida,
o son mis circunstancias
los hechos necesarios y la causa
para que el tiempo alcance su conciencia:
intuyo el tiempo pero siento el tiempo
llenándome hasta el borde mis sentidos.

Quiero ser poso lento, ser pensado,
licuarme, disolverme, derretirme,
ser brasa en la quietud y devolverme
hecho ya fuego y luz y eco solemne

de lo más esencial y verdadero.

domingo, 10 de agosto de 2014

LOS VERANEOS DE KANT



De cualquier competición deportiva casi lo único que permanece es la clasificación, de tal manera que lo más importante es ganar y colocarse en lo más alto del cuenteo. El que gana es señalado; el que no es condenado al olvido. Uno tiene la impresión de que esta manera de cuadricular la vida y de jerarquizarla por ganadores, ases y campeones se ha extendido a casi cualquier faceta. Pero esto es lo que sucede a la luz de los focos, en la pasarela de la publicidad y en el caos y la confusión en que parece que ha desembocado todo esto que aparece y desaparece a nuestro alrededor.
Hay sin embargo aspectos que no se dejan cuadricular tan fácilmente y que acaso tampoco nos interese cuadricular de esa manera. En el mundo de la ciencia, por ejemplo, no hay campeones absolutos ni ganadores de ninguna liga, como mucho seleccionamos a algún científico entre los muy buenos, sin saber nunca cuántos ni cuáles compondrían el equipo ideal.
Lo mismo ocurre en el campo de la filosofía. Cualquier interesado en este campo del pensamiento defenderá que Kant es uno de los principales filósofos de la Historia. ¿El mejor? Eso es mucho decir. Pero extraordinario, sin duda. Él fue capaz de romper la dicotomía entre la línea más empirista de Bacon y la más idealista de Descartes, Espinoza o Leibniz.; el creó toda una teoría original buscando los límites de la razón y los límites la actuación humana; la filosofía es más moderna y más filosofía desde sus trabajos y aportaciones…; un verdadero gigante del pensamiento humano. Nadie duda de ello, pero nadie le proclama vencedor de nada si no es vencedor contra la estulticia y contra muchísimos prejuicios e imposiciones irracionales.
Por si fuera poco, el filósofo de Konigsberg lo tiene muy fastidiado para entrar a formar parte de una lista de campeones que venda productos o camisetas. Cuentan sus biógrafos algunas de sus manías y costumbres y, claro, así no hay manera de comerse un rosco: “Llegó a dominar los padecimientos de la gota eligiendo un asunto cualquiera de reflexión que seguía hasta que era sorprendido por el sueño; respiraba con los labios cerrados todo lo posible; solía pasearse solo a fin de que no le obligase a hablar la compañía de otro, y de que por la conversación tuviera que respirar con los labios abiertos; cuando trabajaba en su gabinete tenía la costumbre de colocar su pañuelo en una silla muy distante de él, para levantarse cada vez que le fuera necesario y no permanecer demasiado tiempo inmóvil; se había convertido en su propio médico e independizado de la medicina profesional; era puntualísimo en sus paseos diarios; dormía las mismas horas siempre…” Se cuentan muchas más costumbres que dejan en el lector un poso de extrañeza y de rechazo, si no es de compasión o de conmiseración con la persona. ¿Cómo podía ser tan “talibán” una persona tan inteligente y que tanto aportó al pensamiento humano? Enseguida surge el tópico del sabio trastocado y perdido en nuestra imaginación.
Y no es el caso; o al menos no lo es del todo. En realidad Kant trataba de llevar a su vida aquello que había deducido como conclusión de sus teorías; esto no era otra cosa que no hacer nada contrario a su fin. Si se quiere expresar con palabras más sencillas, entender que todas las cosas tienen unas formas y unos fines, que todo tiene un sentido y sus actuaciones deben atenerse a esos fines. El desarrollo de sus principales pensamientos se halla en sus obras cimeras Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica, y Crítica del juicio.
Imagino es estas tarde calurosas de agosto al filósofo tratando de ajustar obras a fines y buscando las causas y las consecuencia de los pormenores de la vida. Imagino, o más bien veo, las actividades febriles y alocadas de veraneantes, ociosos, colgados o serenos, viajantes o playeros… y se me caen los palos del sombrajo. No sé qué pensaría el filósofo ante tanta falta de juicio, ante tanto barullo y ante este caos casi eterno y espacial. Qué contrates, qué choques de vidas, qué escalas de valores tan distintas y tan distantes.

Ah, para más inri de veraneantes y playeros, Immanuel Kant nunca viajó fuera de su provincia natal. Pero, eso sí, construyó una torre de pensamiento que hizo bajar los cielos a la tierra y elevó el suelo hasta tocar el cielo.

viernes, 8 de agosto de 2014

MARCAS BLANCAS


Cuando los calores del bolsillo aprietan, se suele acudir a la consumición de productos más baratos, de etiqueta be y de nombres menos rumbosos. Cada casa que se precie, tiene su marca de segunda para menos pudientes. No tengo nada claro que la calidad de esas marcas esté rebajada, pero es que lo que resulta más importante es mantener la existencia de las diferencias entre consumidores, que es lo que permite sacar pecho por ahí: no importa tanto lo de los demás si yo me alzo con una distinción y con algo exclusivo.
Lo malo es que eso de las marcas blancas se puede convertir en plaga y en pandemia. En España da la impresión de que al menos un ministerio anda dedicado a tiempo completo a fomentar las marcas blancas: tantas son las patentes, que asustan y aniquilan a las primeras marcas. Seguro que se confundieron porque ellos decían que fomentaban la marca España, que, se supone, sería siempre de productos de primera calidad.
Pues resulta que le han salido voluntarios por todas las esquinas: Pujol (que da alimento a todos los medios para el mes de agosto), asuntos bancarios, corruptelas a gogó, forrados  a discreción, presidentes que sacan pecho sin ningún pudor…
En los últimos días, tal vez como fiesta fin de curso, les ha salido un escondrijo blanco en el buque insignia de la armada española. Resulta que esos que dan todo por la patria -no confundir con todo por la pasta- se dejaron perdidos por las bodegas del buque insignia de la armada española nada menos que 127 kilos de farlopa blanquita y bien molida. Tal vez pensaban calafatear el barco en alguna de sus paradas por esos mundos para así enseñar un barco limpio y lustroso con una enorme bandera española. Y los han pillado. Vaya por Dios.
Han pasado muy pocos días y todo ha quedado en el olvido. Como si la noche se hubiera tragado los resplandores de la cal y los lugares abisales se hubieran vuelto más claros y resplandecientes. En el nivel del mar y en cubierta todo es silencio y calma. En los altavoces públicos, también.
Veremos qué se les ocurre si algún ilustre soldado tiene que prestar declaración y dar cuentas del alijo. También podrían afirmar que lo iban a usar como detergente blanqueador para el lavado de sus uniformes. Tal vez así les premien por su descubrimiento y aportación a la técnica del lavado.

En este país parece que hay supermercados que abren y cierran a conveniencia sin que la clientela se resienta. Otros trabajan calladamente y nunca se exhiben en las banderas ni en el álbum de cromos. Esta es la escala de valores en la que nos movemos. Esta es la marca España, una marca blanda en caja be. A veces literalmente blanca y triturada. 

jueves, 7 de agosto de 2014

ALGUNAS INTUICIONES

       ALGUNAS INTUICIONES

.- Amar es renegar de toda lógica.

.- Aspirar a la felicidad, pero nunca conseguirla: su reino es de cobardes.

.- Seduce más la resistencia que una rendición sin condiciones.

.- Sed de ser nunca se sacia.

.- El país más densamente poblado solo tiene un habitante; a veces, dos.

.- Muchos paisajes no son otra cosa que imposiciones en la huida de otros menos amables.

.- Cuando me acepto, ¿me ignoro o me conozco?

.- No dejes de practicar sexo con tu conciencia.

.- Hazme un hueco en tus tentaciones y cae en ellas.

.- Auséntate a ti mismo y dejarás de estar solo.

.- Esa presencia oscura de la muerte es lo que más ayuda a vivir.

.- Lo que peor ven mis ojos es el lugar en que se alojan.

.- El universo sangra en el rojo febril de cada rosa.

.- Mendigaré la risa de los niños y amasaré en mí mismo una fortuna.

.- Vaho en los cristales: es el amor que llama desde el frío.

.- En el paseo tranquilo de la noche, me señalan con risas las farolas.

.- El llanto: esa lluvia tan densa a ras de tierra.

.- Occidente: conciencia que se ha ido donde habita el olvido.

.- La caricia más dulce, la del amor prohibido.

.- Muerte: la entrega gratuita a la naturaleza.


.- La vida es la conciencia puntual del universo.


miércoles, 6 de agosto de 2014

NADA NUEVO SOBRE ÁFRICA


Regreso una vez más feliz y satisfecho de pasar el día en Ávila con mi familia. Hoy me acojo a la ayuda que me presta el texto de David Torres. Lo he mencionado en esta ventana alguna vez más. Me gusta su estilo, aunque me sobran sus referencias continuas al cine en sus artículos. Suscribo sus palabras y la carga de intención que guardan acerca de la situación en África y de la consideración que de ella se hace en occidente.
Nada nuevo sobre África. David Torres Diario PÚBLICO (2014-08-06)
“El célebre combate entre Alí y Foreman en Kinshasa no fue sólo un hito del deporte y un acontecimiento musical de primer orden sino también un estreno absoluto en la historia del periodismo: quizá la primera vez que el continente negro era noticia por algo bueno, no por una guerra, una hambruna, una matanza o cualquier otra desgracia. Tenía mérito además porque el Zaire, como se llamaba el país por aquel entonces, estaba gobernado por una especie de gángster asesino llamado Mobutu del que se decía que antes de que perdiese su costumbre de robar sería más fácil que los leopardos perdiesen las manchas. Por otra parte, salvo unas pocas y gloriosas excepciones como Mandela o Lumumba, la historia del continente entero aparece mordisqueada de arriba abajo por una jauría de tiranos carniceros absolutamente inverosímiles, gente que parecen personajes descartados en una novela de García Márquez y que Albert Sanchez Piñol recopiló en un libro fastuoso y sanguinario: Payasos y monstruos.
De niño recuerdo las noticias con las que el telediario ilustraba puntualmente la información sobre cualquier punto del continente: niños escuálidos cubiertos de moscas, masacres a tiro limpio, mujeres demacradas, ancianos tristísimos. Había una profunda disonancia entre los libros que yo leía entonces sobre África (tebeos de Tarzán, novelas de aventuras, relatos de viajes) y los desiertos de miseria y de hambre con que la televisión nos amargaba el almuerzo. Todavía no había leído a Conrad, ni entendido el voraz alcance del término “colonialismo”, ni siquiera había caído en la cuenta de que Tarzán era blanco, guapo y fuerte, y sus amigos negros, flacos, sumisos e ingenuos, unos pobres secundarios que generalmente acababan de tapa para cocodrilos o se despeñaban discretamente por un barranco.
Cuando veíamos esas noticias inútiles y terribles (la preciosa niña de color chocolate con las mejillas arrasadas de lágrimas a la que una corona de moscas rondaba en círculos como miniaturas de buitres), mi madre aprovechaba para decirle a mi hermano: “Comételo todo, mira el hambre que están pasando esos críos”. Pero ni mi hermano ni yo entendíamos el mecanismo de la transustanciación, ese milagro digestivo por el cual una cucharada de sopa y un trozo de filete iban a desembocar en el estómago de una niña famélica en Biafra. Ese chantaje alimenticio no era muy distinto a la indignación de doce segundos (que es lo que suele durar la indignación por una hambruna o una guerra remota justo antes de que salga el torso de centurión de Cristiano Ronaldo) o a esos samaritanos sms con los que Bono interrumpía un concierto de U2 para barnizar su conciencia antes de la ducha y la ensalada.

Estos días África asoma en los telediarios con una epidemia de ébola, más de setecientos muertos y un virus letal que puede saltar a Europa cualquier día de estos. Qué miedo, tú. Por lo que no hay preocupación ninguna es por la hambruna que está matando a docenas de miles de personas en Sudán del Sur: este verano hay demasiada competencia funeraria en Gaza, en Siria, en Ucrania, como para perder un minuto de telediario o una hoja de periódico en una tragedia repetida y puntual como la Semana Santa. Además, elegir entre el ébola en Guinea Conakry y el hambre en Sudán es como elegir entre susto y muerte. En África el periodismo feliz nació en Kinshasa en un combate de boxeo por el cetro mundial de los pesados y murió en Johannesburgo con un encuentro de rugby entre los All Blacks y los Springboks. Rebañemos bien el plato, que hay mucha gente pasando hambre”.

martes, 5 de agosto de 2014

LOS ILUMINADOS Y SU ESTILO


Cuando los alumnos empiezan a escudriñar su propio idioma, un poco después de conocer la descripción de los primeros rudimentos, se les suele enseñar la diferencia entre lo que llamamos estilo directo y estilo indirecto. La práctica repetida de la conversión de un párrafo de un estilo en otro suele servir para que entiendan la diferencia cuando hablan, cuando leen y cuando escriben. Más tarde, si a alguno le da por ponerse a crear algún párrafo o algún texto más extenso, su uso puede ser indistinto pero bien diferenciado.
Ando en la lectura de una extensa novela de Víctor Chamorro, titulada “Los Alumbrados”, que me deja perplejo porque no utiliza ni un estilo ni otro sino la  mezcla de ambos. Y no lo hace ni por descuido ni en ocasiones aisladas, sino durante toda la novela: 536 páginas.
No puedo pensar que no conoce lo que está haciendo y solo lo puedo considerar como un rasgo de estilo. Pero me quedo como de un aire pues, o nunca lo había visto, o nunca lo había advertido. Los ejemplos en una novela tan larga son centenares. Este es uno de ellos, tomado al azar
Habla el narrador y nos da cuenta de lo que sucede entre el provincial de una orden religiosa y fray Alonso, el protagonista de la obra:
“Fray Alonso esbozó un gesto de extraña mansedumbre e inclinó la cabeza. El Provincial murmuró que me vais a hacer perder los estribos de la paciencia y acariciando la mesa pontificó que, cual se precisaba en la presente constitución de Capítulo, los súbditos de la Provincia le habían de tributar el mismo respeto que al Maestro General de la Orden”.
Interesa aquí lo destacado, que, según fácilmente entenderá cualquier usuario de la lengua española, debería venir de la siguiente manera:
Estilo directo: …murmuró: Me vais a hacer perder los estribos de la paciencia.
Estilo indirecto: …murmuro que le iba a hacer perder los estribos de la paciencia.
Toda la novela está trazada con este cruce de estilos que ni complace a uno ni deja en buen lugar al otro. Nunca lo había visto, o nunca había reparado en tal rasgo. Añadiré además que no me gusta como expresión de estilo, si es que obedece a tal.
Me gustaría saber qué diría el autor a este reparo. Acaso tiene alguna explicación más sencilla y que a mí se me escapa. Acaso. Mejor sería eso que no un déficit demasiado evidente.
Anoto esta advertencia tal vez por deformación profesional. A su lado se posan otras  consideraciones formales que dejo en el olvido.
Pero no me resisto a apuntar la sensación que me produce el contenido: algo así como una sala de espejos cóncavos que se asoman, a través de un monje predicador, al mundo de los quietistas, iluminados, alumbrados y demás sectas o variantes religiosas de los siglos XVI y XVII, variantes de la religión “ortodoxa” y laminadas a sangre y fuego por el poder visible de la jerarquía y de la inquisición. Qué poder tan absoluto con la espada del miedo, qué escala de valores desde el terror, el pánico, el pavor, los recelos, las desconfianzas, las sorpresas, el espanto… Y siempre con el palo de un dios justiciero y un infierno a la vuelta de la esquina. Pobrecitos los indefensos, que eran casi todos, en lo económico, en lo social, en lo cultural y en lo religioso. Y qué cantidad de injusticia, de desórdenes, de exageraciones, de crímenes, de deshonras, de atropellos, en nombre de la religión y de los iluminados y salvadores interesados… Qué panorama tan desolador el de la Historia, el de todas estas historias.

Convendría saber cuántos iluminados quedan por ahí, cuántos alumbrados, cuántos dogmatizados y cuántos idiotizados por elementos que deshumanizan y que, al menor descuido, convierten la capacidad racional del ser humano en carne de cañón de todo lo escondido y misterioso. Y convendría conocer bajo qué disfraz se esconden esos poderes en nuestros días. Tal vez los tengamos todos más cerca de lo que suponemos. 

lunes, 4 de agosto de 2014

EN LA SIERRA DE BÉJAR


A veces necesito espacios grandes, horizontes sin manchas y cielos por montera. Entonces mi cuerpo se hace grande también porque grande es entonces la mirada y casi infinito el contraste ente el que mira y lo mirado, entre el que siente y lo sentido, entre el que imagina y lo imaginado. Toda la realidad se multiplica y se rompen los ritmos de la vida.
Uno de los mejores sitios para engolfarme en esta realidad y en el sentimiento de esta certeza es la montaña, son las atalayas y los picos; desde ellos la mirada se extiende y los sentidos se expanden. En contraste, la realidad personal se hace más perecedera y simple, más insegura y frágil, aunque tal vez más densa y más profunda. Allí arriba, en lo alto, parece que resulta más sencillo dejarse ir en un acompañamiento silencioso con lo que te rodea. Me sucede en Gredos y me sucede en esta la sierra de Béjar o en mi materna sierra de Valero o de Francia.
Ayer fue domingo y pasé el día en la sierra de Béjar. Desde la Plataforma resulta bastante sencilla la escalada, sendero arriba, hasta la fuente del Travieso, la Goterita o el Calvitero. Qué fresco y sano el día en las horas de la mañana. Y qué inmensas las vistas a medida que se alcanza más altura. Béjar y todos los pueblos más pequeños se van quedando allá en el valle o las llanuras, y los picos pequeños se tornan más pequeños todavía ante la gran montaña. Por todas partes el horizonte se aleja hasta el abismo en las dos mesetas y en el espinazo que resulta ser Gredos de toda la península.
Hoy, extrañamente -por la fecha y el día de la semana-, la sierra se halla casi solitaria: toda la vida humana se ha quedado allá a lo lejos, en los núcleos de población, pequeños desde lo más alto, o en los caminos y carreteras que surcan los espacios. La Ceja guarda aún unos amplios neveros, que se resisten a desdecirse de su misión de aguantar los calores y esperar la renovación de sí mismos con los primeros fríos del otoño.
En la Sierra de Béjar se alcanza el ambiente realmente alpino solo en las cumbres: el circo de la Ceja y la zona y el circo de Hoyamoros. Desde la vaguada que da acceso a la Ceja se pueden contemplar las dos vertientes pues es pico y línea divisoria entre las cuencas del Tormes y del Tajo, y separa la altura de las dos mesetas.
Pero los neveros destilan gotas de agua que se van acumulando en el valle que pronto se remansa en las lagunas. Desde el centro de la tierra, de entre los riscos y dede misterio, se van conformando reguerillos de agua hasta formar regatos diminutos y, más abajo, pequeñas cascadas o remansos. Las tres lagunas apenas han descendido en su capacidad a pesar de la altura del estío.
Acariciar sus aguas, sentarse plácidamente a contemplarlas desde cualquier peñasco y sentir cómo toda la naturaleza se desploma en pocos metros produce una sensación especial, sobre todo si se rumia mentalmente y se acompaña de alguna vianda y de las bebidas correspondientes que aligeren la digestión. Eso es lo que hicimos durante algunas horas colgados entre la segunda y la tercera laguna.
El cielo quiso cubrirnos mansamente con una muy suave niebla que apaciguaba cualquier calor y se insinuaba hasta traernos incluso fresco al lugar. Allí, cara al cielo, observando las caprichosas figuras que las nubes iban formando a cada momento, reparamos la fatiga, descansamos y hasta nos echamos unas risas. Hubo tiempo para contemplar y para comprobar una vez más que la realidad se encoge desde nuestra realidad biológica pero que se expande en cuanto la trasladamos a los parámetros geológicos. Ese es el momento en el que todo se va un poco al traste, todo se empequeñece, todo se vuelve relativo y todo cambia un poco o un mucho de sentido. Tal vez en momentos como esos es cuando el ser humano empieza a darle vuelas a la idea de dios y comienza a darle formas personales y a dibujarlo interesada y caprichosamente, tal como dibujaban las nubes en el cielo durante todo el día, reproduciendo figuras continuamente. Tal vez, también como ellas, hagamos y deshagamos, busquemos o rebusquemos, nos enfrentemos o huyamos, pongamos miedo o pongamos razón. Tal vez.

En la sierra, las dimensiones y los sentimientos se modifican un poco. En la llanura y en el valle también. No estará mal conjugar ambos serenamente. Por aquí la geografía lo permite, el paisaje también. Habrá que suponer que las personas también. Quién sabe.  

viernes, 1 de agosto de 2014

LA FAMILIA Y EL TIEMPO


Las distancias no solo se marcan en metros ni en millas, también se acumulan en días y en años. El espacio y el tiempo se confunden sin solución de continuidad y ponen marco al paso del ser humano por la vida. Este no hace más que situar mojones de referencia para encajar sus actos, sus alegrías y sus penas, sus pequeños éxitos y sus fracasos, sus amores y sus desamores…, el carrusel de cuentas que forman su memoria.
El día marcaba las últimas cuestas del mes de julio y había amanecido fresco, como dando una tregua a los calores del estío. En Salamanca el termómetro apenas marcaba dieciocho grados a las once de la mañana: qué extraño para una ciudad que se derrite con los calores del verano y que se encoge con las nieblas y el frío del invierno.
Pero el destino era otro y el día serenaba e iba templando el ambiente hasta dejarlo claro y caluroso. Pronto eran veinte grados, y veintidós, y veinticuatro. La carretera no se aparta nunca del río camino de Ledesma. Parece como si, sobre todo en estos meses de calor, tuviera siempre sed y le pidiera agua. Y riega el agua las orillas y la ribera en sus maizales, dejando una mancha verde y fresca. Al otro lado de la carretera, el secano y los trigales amarillos, vencidos por la fuerza del sol y por los días largos, esos trigales que otros días fueron segados a mano por gentes de la sierra, bajo el sombrero de paja y el sudor eterno.
Lo primero que se descubre de Ledesma es la torre de su iglesia. Como sucede en casi todos los lugares; es la enseña de fe y de fortaleza, era el eje de todos los oficios, de todas las llamadas, de todos los misterios.
Asunción es una de mis hermanas y, desde hace algunos años, tiene la feliz idea de convocarnos a los hermanos a pasar un día con ella y su familia en una finca próxima a Ledesma. Somos muchos hermanos y resulta casi imposible que nos reunamos todos: las edades, las ocupaciones, las familias… Pero, como no hay mal que por bien no venga, cuando las reuniones son espaciadas, todo parece que se vive con más empeño y ganas. La vida lleva a cada uno a su antojo por diversos caminos y el día que nos pone juntos resulta un día de fiesta y de alegría. Siempre hay alguien que muñe felizmente para que el pan sea sano. En este caso es Fide la que llama, rellama, soluciona pequeños inconvenientes y termina juntándonos a todos. Asunción, Leopoldo y Paco le ponen la guindilla y el organigrama de la reunión.
Pero antes de comer hay que cumplir un rito. Los abuelos paternos descansan solitarios en un pequeño cementerio anclado en una finca cerca de Villaseco, en Mazán. Allí, junto a la ribera y lejos de cualquier ruido y presencia humana, se creó hace ya muchos años un cementerio minúsculo en el que apenas caben unas cuantas tumbas, las necesarias para las escasas familias que trabajaban y bregaban en la amplia finca, las que sudaban para el amo y andaban sometidos como santos inocentes verdaderos y reales.
El desvío de la carretera pasa desapercibido para quien no conoce el lugar. Un camino muy estrecho conduce lentamente hasta unas casas derruidas y comidas por la maleza. Son los restos solitarios del pequeño poblado de Mazán. Algunas paredes conservan la memoria de lo que pudo ser hace muchos años. Desde allí hasta el cementerio no hay ni siquiera un simple camino que indique la senda; hay que caminar por entre las hierbas resecas, haciendo camino físico al andar.
Pero llegamos hasta el sitio convenido. Allí, junto a los restos húmedos de una ribera humilde, que apenas conserva un hilo de agua, a la sombra de una encina que cubre con su ramaje la mitad del lugar, se esconde el cementerio. Qué soledad aquella, qué densidad, qué cerca de la nada, qué olvido, qué abandono, qué ruptura del tiempo, qué silencio… Apenas un cuadrado de unos cuatro metros de lado para guardar los restos de mis abuelos paternos, de mis abuelos a los que nunca conocí porque la línea del tiempo no lo quiso pero que vine a conocer en su reposo eterno muchísimo más tarde. Al amparo del muro, que alguien ha remozado no hace demasiados años, reposan los restos, los recuerdos, la vida y el olvido de los abuelos paternos. Una pequeña estela conserva grabados sus nombres y evoca su recuerdo.
 En la parte alta, una cruz; a la derecha, las iniciales del descanso D. E. P.; y debajo, sus nombres:
JUAN GUTIÉRREZ GARZÓN
MARIANA DOMÍNGUEZ GARCÍA
Y SUS FAMILIARES.
No hay familiares enterrados en su sepultura, o al menos se me borra en la memoria tal posibilidad; pero en esa hora estábamos allí cumpliendo los deseos de romper el tiempo, de contraer las horas y los años y de juntar las vidas de ese eslabón casi perdido en aquel lugar tan solitario.
El sol caía con acto de justicia e iluminaba todo. Cerca pastaba una manada de vacas, sorprendidas por nuestra presencia, por nuestras palabras y por los ruidos que creábamos al limpiar el lugar de los caprichos de la naturaleza.
Mientras adecentábamos el lugar, mi mente se alejó en el tiempo e hizo visible la afirmación del poeta: “!Dios mío, qué solos se quedan los muertos!”. Y el tiempo se encogió por un momento, y vi a mis padres y a mis abuelos correr por aquellos prados, y los besé en silencio con un abrazo fuerte, y les agradecí el don de la vida y el haber sido mi eslabón trabado en la cadena del tiempo.
Por el mismo sendero volvimos al caserío y, por el aire, yo oía sus voces, y veía sus juegos, y sentía sus sudores… Pero, a medida que nos alejábamos del paraje, cada vez oía con más fuerza la certeza: “!Dios mío, qué solos se quedan los muertos!”.
Después ya todo fue celebración, y fueron risas, y juegos y canciones (muchas desafinadas), y fue charla de hermanos, y fueron Paco y Asunción, y Leopoldo y Pilar, y Fide y Pedro, y Ramoni y sus Julianes, y Andrés y Felisa, y Nena con su ciática, y Rosalía, ya tan madura aunque tan joven, con sus tres preciosos niños: Sofía, Alejandro y Diego… Y yo mismo que fui uno más contento y satisfecho, al amor y al   afecto de mi familia. De la presente, de la ausente, de la pasada y de toda la que está por venir, alguna ya tan próxima en el tiempo.
La tarde se hizo noche, la noche se asomó con una brisa leve, y el cielo de Ledesma parecía contento. Tal vez por ver que nosotros estábamos contentos. Y porque, para el cielo, los lugares se juntan aunque parezcan lejanos y solitarios.

Hay que romper el tiempo y hacer menos doliente la exclamación aquella: “!Dios mío, qué solos se quedan los muertos!”.