lunes, 28 de octubre de 2013

SARA TIENE CUATRO AÑOS


SARA TIENE CUATRO AÑOS
Se lo tenía guardado y un día cualquiera me lo dictaron sus risas

Cumple el mundo esta tarde cuatro años
y la vida es lo dulce de tus ojos,
la dejadez que muestras cuando duermes
y esa sonrisa limpia que me ofreces.

Observo satisfecho cómo en risas
despilfarras la dicha y acaricias
todo lo que a tus manos se acomoda
como quien feliz duerme en el olvido.

Las horas y los días te acompañan
delgados, complacidos, placenteros,
y el sol se despereza y se hace niño
cuando te ve feliz cada mañana.

El mundo se hace todo la simpleza
de lo que solo tiene cuatro años.
Yo tengo cuatro años, las estrellas
se olvidan de cumplir siempre los cinco.

Quédate siempre niña, haz que las cosas
se olviden de crecer, de la costumbre
de darle tiempo al tiempo, y hazme un sitio

desde el que ser contigo también niño.

domingo, 27 de octubre de 2013

EL ENVEJECIMIENTO DEL PRESENTE



De nuevo vuelvo a hacer acopio de palabras escritas por Antonio Muñoz Molina. Son palabras que me reconfortan en esta tarde luminosa de domingo y que me cambian la imagen  de felicidad que durante todo el fin de semana me ha regalado mi nieta Sara. Hacen referencia a ese sentimiento tan extendido en nuestros días y que tan de cabeza nos trae, y, por desgracia, nos traerá en los próximos meses. Entre mirarnos el ombligo y quejarnos de todos los demás anda el juego. Pienso, de nuevo, en la importancia para la comunidad de mirar serenamente hacia el futuro, de no sentirse ni más ni menos, sino todo lo contrario, de no perderse en el pasado pero no olvidarse de él, y de considerar que somos lo que somos lo mismo que podíamos ser sencillamente algo distinto.
“El coraje patriótico llevado hasta el sacrificio personal convierte místicamente la derrota en redención (…)
Victimismo y narcisismo son los dos rasgos del nosotros intacto que las clases políticas y sus aduladores y sirvientes intelectuales han levantado en cada comunidad, prescribiendo o dejando al margen no solo cualquier referencia favorable al marco político común sino casi cualquier noción adulta de ciudadanía. El lugar de nacimiento no es un hecho accidental, sino una marca del destino y un motivo de orgullo. Sin hacer más esfuerzo que el de ser de donde eres ya posees el privilegio de un origen único, que por un lado te ofrece la confortable posibilidad de contarte entre los perseguidos, las víctimas y los héroes,  sin necesidad de padecer personalmente ningún sufrimiento.
Lo que te falta es porque te lo han quitado ellos, los opresores extranjeros; de lo que va mal son ellos los que tienen la culpa. Ellos quemaban herejes, invadían América, exterminaban indios, expoliaban aquellas tierras igual que han expoliado la tuya, eran xenófobos, eran sexistas, practicaban el tráfico de esclavos, carecían de conciencia ecológica, no se cambiaban de ropa interior. Mientras tanto, tu pueblo, que ha amado siempre la paz pero que no ha dudado en levantarse en armas cuando se lo agredía, que ha recibido siempre cordialmente al forastero pero nunca ha perdido ni dejado que se diluyera su idiosincrasia, ha hablado la lengua más antigua del mundo, ha creado las rutas comerciales más civilizadas y prósperas por todo el Mediterráneo, ha pintado las cuevas de Altamira, ha inventado esa maravilla de comunicación que es el silbo canario, ha forjado las primeras muestras escritas de la lengua castellana, ha cultivado con el mismo éxito las artes, las ciencias, el regadío, los deportes, ha vivido en armonía con la naturaleza, ha levantado la mezquita d Córdoba, la Alhambra , la Sagrada Familia, la catedral de Santiago de Compostela, los monumentos megalíticos de Mallorca, ha sido considerado el más hospitalario de la Tierra, ha mantenido caminos de peregrinación que ya existían antes del Imperio romano, ha manifestado siempre un respeto especial por la igualdad de la mujer y quizás hasta por los derechos de las minorías étnicas y sexuales, ha practicado desde muy antiguo formas de vida comunitaria y democrática, ha criado razas de gallinas o de burros o de abejas tan singulares que no existen en ninguna otra parte, y que desde luego no tienen nada que ver con las mediocres razas de gallinas y burros y abejas españolas, ha preservado esas tradiciones que por fortuna siguen vivas todavía, o puede que hayan tenido que ser recuperadas del abandono en que cayeron por culpa de la malevolencia de los ocupantes, danzas, cantos, costumbres, indumentarias, recetas de cocina, carreras de toros, cultos marianos, deportes autóctonos, que por su belleza y su autenticidad no tienen comparación en el mundo.
Que la mayor parte de todas esas tradiciones ancestrales fueran inventadas, como en el resto de Europa, hacia la segunda mitad del siglo XIX, cuando no ya bien entrado el XX, no tiene ninguna importancia. Lo que algún historiador llama “el envejecimiento del presente” responde a una idea halagadora del tiempo que permite sufrir siempre como recién recibidos agravios que, si fueron ciertos, los padecieron otros hace siglos: pero también celebrar como propios, y envanecerse de ellos, logros o aciertos de desconocidos que llevan  muertos miles de años, y que sin embargo forman parte de ese nosotros entre publicitario y místico del narcisismo colectivo.”
Vaya guasa la del amigo y qué crítica tan certera para las Españas tanto de la charanga y la pandereta, como para aquella más provinciana y separadora. Otra foto de España en blanco y negro.

Menos mal que Sara lucía hoy, como siempre, unos colores que llenaban todo el arco iris. Me gustaría que, cuando llegue su momento de conciencia colectiva, se encuentre un panorama más sosegado y amplio, menos crispado y más ilusionante, más racional  y menos instintivo, más colectivo y menos egoísta, menos tribal y más sin fronteras. Ojalá.

viernes, 25 de octubre de 2013

SENTIMIENTO Y RAZÓN



Me apena ver de nuevo cómo se manipulan sin tino los sentimientos de la gente, sobre todo cuando se hace desde instancias públicas y desde bocas y mentes de personas que teóricamente deberían estar asentadas y en su sitio. Y que se llevan un pastón cada mes por ejercer de listos. El asunto al que ahora se aplica este desconcierto tiene una extensión pública importante, pero el razonamiento sirve de igual manera para cualquiera otra situación.
Anda el país revuelto con el asunto de la llamada Doctrina Parot y su anulación por parte del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, todo el mundo se manifiesta y se alborota. Creo que no todos lo hacen con la misma mesura y racionalidad. En el fondo andan los sentimientos de las víctimas del terrorismo y los de otras víctimas que han sufrido muy de cerca las garras del asesinato.
Hay cosas que son elementales, pero, por si acaso, son muchas las personas que han dedicado muchas horas de esfuerzos mentales a solucionar racionalmente estos asuntos. Y se les atiende muy poco, tal vez porque la reflexión no está de moda y produce escasos dividendos, de los del dinero y de los de la aquiescencia social.
Tal vez ni siquiera haya que ser demasiado listo para concluir alguna cosa fundamental.
En el fondo, el TEDH no ha hecho otra cosa que recordar y aplicar el principio general del derecho que indica lo negativo de aplicar la retroactividad de las normas, salvo en caso de beneficio para el reo. Cualquiera que lea lo sabe y hasta lo acepta. No podemos aplicar ahora el código de hace un siglo: no avanzaríamos nunca. Es tan sencillo como eso, tan elemental, tan de cajón.
Los familiares de las víctimas aplicarán a los asesinos toda clase de improperios. Yo también. Supongo que casi todo el mundo hará otro tanto. Eso no se discute, salvo si, como parece el caso, se deja uno llevar solo por los sentimientos, o, lo que es peor, por otros intereses menos confesables.
Y, en cuanto se desborda el jarrón de los sentimientos, la razón se oscurece y salen a la luz todas las tonterías que andan escondidas y que solo responden al instinto y al impulso. La mediocridad y la infamia se abren paso y todo se adultera y se tergiversa.
El esquema es tan viejo en este país, que ya casi huele a ajo: los familiares merecen todo el respeto y consideración (como lo merece el dolor de cualquiera otra persona que ha perdido un familiar en condiciones irracionales); los familiares no pueden guiar la política de un país; los seres humanos necesitan ceder en sus derechos para la convivencia: en ese momento es cuando aparece el derecho y aparecen los códigos; la ley hay que aplicarla siempre y para todos (dura lex, sed lex) aunque su interpretación tiene que ser siempre generosa para todos los implicados; la mejor garantía de éxito de la comunidad es precisamente la aplicación de la ley frente a los que se la han saltado: ese es el gran triunfo de la colectividad frente a los asesinos, que seguirán siendo asesinos de por vida y cargarán en su conciencia con ese peso infinito; el ser humano tiene como primer referente sus impresiones y sus sentimientos ante ellas, pero tiene que subir el peldaño de la racionalización de las mismas: ahí es donde nacen una ética y una moral potentes y duraderas.
Sobre estos elementos conviene aplicar otros, ya de carácter más particular: el sentido del perdón, el hecho de que no se trata ni siquiera de una amnistía: todos llevaban muchos años privados de libertad…
Los hechos particulares que inventan teorías conspiratorias y de connivencia, el linchamiento personal de algún político o juez o los enfrentamientos de algunos opinadores, propios más de animales que de personas, ya quedan casi en el inframundo de la razón y de la inteligencia.

Otra vez sigue siendo este el país de todas las peores historias. Y también aquí hay gente buena e inteligente. No lo merece esta piel de toro ni lo merecen los lidiadores de a pie. 

jueves, 24 de octubre de 2013

LOS VALORES PÚBLICOS DE LA EDUCACIÓN


Ministerio: 20%; sindicatos: 80%. Son las cifras que leo en los medios acerca de la participación de seguidores de la huelga de educación, en protesta por la recientemente aprobada ley Wert, la que se conoce como LOMCE. ¿Por qué son tan tontos todos, incluidos los medios de comunicación? La forma de medir la participación en una protesta poco tiene que ver con una regla general; dependerá de las circunstancias en las que esta se produzca. Ya se podrían preocupar los convocantes y los medios de comunicación (el ministerio no lo hará nunca) de explicar cuáles son esas condiciones. En este país, será muy difícil ya que una huelga de tipo laboral tenga un éxito masivo de participantes. No va a ser más que otra consecuencia del  desmantelamiento de todo lo que suene a colectivo y a defensa de clase. Una muestre más de lo que ya está suponiendo la reforma laboral y el fraccionamiento de cualquier relación entre los que formalicen un contrato. Una evidencia elocuente de cómo estamos dejando en la escala de valores el porvenir colectivo y los derechos entendidos para la comunidad y no para el individuo más espabilado y que mejor se sabe situar. Una pobreza mucho mayor que cualquier otra si se  le da perspectiva al tiempo. Las concentraciones masivas quedarán reducidas para asuntos de tipo emocional manipulados a conveniencia del poder. Alguno ya hasta está convocado; otros se convocan y se cobran cada fin de semana por esos campos de dios.
Pero es que, aparte de esta consideración, ¿por tener mayor o menor éxito de convocatoria se tiene más o menos razón? Qué barbaridad. Al poder siempre le viene muy bien este juego de las cifras. De hecho ya ha jugado varias veces con eso de la “mayoría silenciosa”. Por la misma razón ramplona, mañana convocaré una manifestación para no matar al vecino del quinto y, como nadie me va a acompañar, toda la comunidad, menos yo mismo, es que estará a favor de la muerte de ese vecino, que ni siquiera existe. Será la mayoría silenciosa. Qué tontos, qué imbéciles, qué torpes.
Hoy, como ya ha sucedido otras veces, ha salido mucha gente a la calle para protestar, en muy diversas maneras, con muy diferentes formas, con desiguales intensidades, contra la nueva ley de educación. Lo que hay que considerar es el fondo y no las formas inmediatas; son los conceptos básicos y no las últimas consideraciones de no se sabe qué artículos; el espíritu que anima tal normativa y no el elemento más específico.
A mí -ya lo he manifestado muchas veces- no me gustan las huelgas y me resultan menos costosas las manifestaciones. Acudiré esta tarde otra vez a decir en público que esta ley no me gusta en alguno de sus fundamentos. En ella me encontraré con gente con la que apenas comparto, seguramente, casi nada. Pero seguro que, si nos ponemos a hablar, descubriremos que hay un fondo último en el que estamos de acuerdo. Ese último fondo común es el que hay que preservar y tener en cuenta, el que hay que analizar y defender o denostar.
Como ya he escrito algunas líneas acerca de lo que considero fundamental de cualquier ley de educación, no me extenderé en volver a decir lo mismo, y menos en este formato reducido de una página. Defiendo, frente a lo que oigo a todo el mundo, que se concrete desde una ideología determinada; pero no comparto esa ideología y por eso me manifiesto en contra. Entiendo la ley y el Estado como algo que contribuye al  reparto y la igualdad, y no a la segregación y a la clasificación, sobre todo cuando no se cumple la igualdad de condiciones de partida. Deseo una ley que apoye la racionalidad y no las creencias como base de educación y de comportamiento. Y poco más. Pero es que el desarrollo normativo de estos principios no es precisamente poco.

Todo, o casi todo, lo demás, se puede discutir y acordar. De momento, que sepan que alguien discrepa pacíficamente pero con energía. Y que sepan también que estará dispuesto a defender con la razón el cambio de esos principios siempre que siga creyendo en su bondad.

miércoles, 23 de octubre de 2013

EL PASADO ES UN PAÍS EXTRANJERO


Antonio Muñoz Molina se encuentra en Oviedo para recoger el premio Príncipe de Asturias. Es noticia que leo en un periódico digital de ahora mismo.
 La casualidad ha querido que me pille leyendo su ensayo “Todo lo que era sólido”. El autor es biológicamente de mi generación y, por tanto, ha vivido buena parte de las inquietudes que me han acompañado a mí mismo. Por eso, y por muchas más cosas, me siento bastante próximo a su escritura, tanto a la forma como al contenido.
En esta su última obra, Muñoz Molina echa una mirada hacia el pasado más reciente de nuestra Historia, de esa que, por contraste con nuestra más rabiosa actualidad, parece tan lejana y a la vez tan inmediata.
El tono general rezuma pesimismo, como casi no podría ser de otro modo, pues “todo lo que era sólido” ha resultado ser en realidad una duna en zona pantanosa, y lo que hace nada parecía que no tendría fin se ha venido abajo como un castillo de naipes.
Hay un par de aspectos en los que no estoy en absoluto de acuerdo con él. La primera es la del absoluto “todo”; la segunda es la de la sentencia de culpabilidad en exclusiva para la clase dirigente.
La primera discrepancia no necesita explicación pues cargar las tintas sobre todo siempre comporta injusticia. Tal vez yo me equivoque en la apreciación, pero da la impresión de que todo se hizo mal, y no creo que sea real, aunque mi impresión general tampoco es precisamente positiva.
La segunda discrepancia me disgusta más porque creo ver en ella el recurso fácil de apuntar solo a la clase política; como si el personal de a pie fuera angelical. Es verdad que la responsabilidad tiene grados, pero me parece que un buen ejercicio es recordar a los lectores -esos sí, ciudadanos de a pie- que de ellos también ha dependido parte de lo que ha sucedido en el pasado y de lo que ocurre en el presente. Y, sobre todo, que el principal y más duradero adelanto es el que parte de la ocupación de todos los seres en igualdad de condiciones y de oportunidades: esa y no otra es la verdadera revolución. Hay que bajar a analizar ese nivel y, a una persona a la que creo inteligente, se lo exijo.
Por encima de estas discrepancias, me resulta el libro un jarro de agua fría rejuvenecedor para la ducha, un ramo bien nutrido de reflexiones breves que hacen un jarrón estupendo para mirar y para reflexionar, y un compendio de ideas y de acusaciones con destinatarios bien concretos.
Una de las acusaciones más repetidas -y que yo más comparto- tiene que ver con esos dirigentes que acceden a todo lo inmediato, sin poner la vista nunca en principios ni en el futuro, aunque eso les cueste ser menos (había escrito memos) populares y populistas, y acaso algún voto más de la cuenta.
Dejo la voz a Antonio Muñoz Molina para que sea él quien se explique:
“Es triste que en un país la idea de la fiesta incluya con tanta regularidad la ocupación vandálica de los espacios comunes; el ruido intolerable, las toneladas de basura, el maltrato a los animales, el desprecio agresivo por quienes no participan en el holgorio: mucho más triste es que la autoridad democrática haya organizado y financiado esa barbarie, la haya vuelto respetable, incluso haya alentado la intolerancia hacia cualquier actitud crítica.
La conmemoración y no el presente; el simulacro y no la realidad; la apariencia y no la sustancia; el acontecimiento espectacular de unos días y no el empeño duradero en mejorar lo cotidiano; la fiesta como identidad y casi como forma de vida y no la secuencia de los días laborables, del tiempo en el que el trabajo se compensa con el ocio privado; la fiesta como obligación unánime, como prolongada interrupción de la normalidad, como expresión de lo verdadero y lo irrenunciable, lo masivamente compartido; la fiesta como culminación del año y como gasto prioritario del presupuesto público; la fiesta legitimada por los siglos o envejecida a los pocos años de su invención; la fiesta como cultura recuperada, salvada después de una supuesta persecución que añade la categoría de víctimas heroicas a los que la celebran; la fiesta con pregones altisonantes en los que alguien cobra un dineral por celebrar con prosa fritanga las glorias locales, la fiesta con procesiones solemnes, con galas litúrgicas, con complicaciones protocolarias, con trajes regionales, con corridas de toros, con carreras de mozos beodos, delante de becerros despavoridos, con batallas colectivas en las que se arrojan y se pisotean toneladas de tomates, con aterradores escándalos de petardos por culpa de los cuales de vez en cuando muere alguien o hay un incendio; la fiesta en la que hacen reportajes equipos de televisión extranjera, confirmando lo brutos y primitivos y lo exóticos y coloristas que son los españoles, incluso aquellos que celebran su fiesta en un éxtasis de autenticidad antropológica que les confirma su obstinación de no ser españoles”.

No hace falta comentar. Y así en multitud de aspectos.

martes, 22 de octubre de 2013

LA ENVIDIA "SANA"


Acudí ayer al centro en el que he desarrollado casi toda mi vida la hermosísima profesión de la educación. Lo hice con un amigo. Después de realizar alguna gestión y a la hora de despedirnos, una colega nos espetó: “Qué envidia me dais”. Enseguida le recordé aquello de que envidiar es considerado algo negativo y que no era bueno, según esa concepción, que nos tuviera envidia. Ella se acogió, también enseguida, al consabido genérico de “es envidia de la sana”. Nos despedimos con unas risas y en espera de vernos dentro de pocos días en fecha festiva y conmemorativa del centro.
Me sirve la anécdota como pretexto para aquello de la envidia, ese concepto que el DRAE define como “Tristeza o pesar del bien ajeno”, pero al que le añade esta segunda acepción: “Emulación, deseo de algo que no se posee”.
Como ya voy mayor, seguro que me habré pronunciado alguna vez acerca de lo que considero que encierra el concepto. Me importa un rábano. Una vez más. Si aparece el original, revisaré si se ha producido cambio de opinión o se conserva la misma en mi mente.
Ya se ve que las dos acepciones apuntan en sentido bien diferente, la primera en sentido negativo y la segunda en dirección positiva. O sea, que habrá que reconocer, también públicamente, que alguna forma de envidia es, o puede ser, buena.
Yo quisiera mostrarme como defensor del envidioso, aun a pesar de ser tildado de negativo y hasta de destructivo. Incluso reconozco un tanto así de provocación en mis palabras. Veamos.
Sentir tristeza o pesar por el bien ajeno parece solo propio de débiles mentales y de enfermos. No merece demasiadas consideraciones y el rechazo es inmediato. Lo que hay que hacer en esos casos es curar al enfermo y a otra cosa. Porque enfermo es el que en tal situación se encuentra.
Pero es que el uso de la segunda acepción creo que se esconde y se utiliza con remilgos, como si estuviera contaminada por la primera. Sobre todo si le sumamos de manera invisible los tintes religiosos correspondientes y aceptamos, por tradición o por imposición, que el envidioso entra enseguida en situación de culpa y de pecado.
El ser humano es una suma de afectaciones, se sensaciones, de relación de esas sensaciones y de la actividad mental que con ellas producimos. El resultado son los pensamientos, las acciones concretas y los comportamientos.
Y no parece demasiado raro que cualquier mortal vea lo que sucede a su alrededor, analice, compare, relacione, estudie, decida y actúe. Y lo que ve a su alrededor es la situación de sus congéneres, y las desigualdades evidentes, y la falta de equidad, y las injusticias. Y estas desigualdades están concretadas en las personas, en sus bienes materiales e intelectuales, en sus ritmos de vida y en sus influencias. Y acaso a esa persona que ve y percibe le dé por analizar y por comparar. Y tal vez en esa comparación el observado no salga demasiado bien parado. Y vete a saber si no le produce algún sarpullido moral y hasta físico ese razonamiento al que está analizando la situación. Y, acaso entonces, le dé hasta por envidiar.
No llego a observar la maldad de esa envidia, dando por sentado que de ella no se deriva el deseo de ningún mal para el envidiado, sino solo el convencimiento moral y ético de que la situación no es la más equitativa y que algo hay que hacer para cambiarla. Tal vez en la nueva distribución el “envidiado” pierda algún peldaño en el reparto y en la situación, pero será por mejorar el sistema, no por deseo del mal individual.
Como será fácil de entender, si a eso que llamamos envidia mala le quitamos la conjunción de intereses entre la concepción religiosa (con sus vestigios de culpa y de pecado) y el egoísmo de quien se halla instalado en posición privilegiada, que puede ver perjudicada su situación, puede convertirse en un estímulo moral y racional para intentar modificar cualquier situación en busca del beneficio de la comunidad.

Si a esta fruta le quitamos la piel con sentido, se nos convierte tal vez en un manjar exquisito. Es cuestión de saberla pelar y de eliminar de ella los aromas rancios y egoístas que tanto nos han atontado y durante tanto tiempo.

lunes, 21 de octubre de 2013

LIBELO DE URGENCIA

LIBELO DE URGENCIA

En Harvard es Botín el que lo exhibe
y es Rajoy quien lo afirma en Panamá:
que el tiempo de la crisis ya se va
y el dinero se anima y se decide.

Los ministros del ramo no conciben
que el vulgo se obsesione en protestar
y no muestre contento y bienestar
ante tamaño cambio como dicen.

Mientras tanto la monja y el obrero,
la vecina del quinto y el parado
se miran a la cara con recelo:

“¿No será que dormimos y soñamos,
que no sabemos ver que es nuestra culpa
y pensamos que en todo nos insultan?”.

P.S. Qué cachondos, qué sabios, qué enorme poderío:

nos reclaman esclavos y encima agradecidos.

sábado, 19 de octubre de 2013

YO LO QUE TIENE IMPORTANCIA, ELLA TODO LO IMPORTANTE


Escribía David Hume (estos días he vuelto a su Tratado de naturaleza humana) lo siguiente:
“Poseemos tres especies distintas de bienes: la satisfacción interna de nuestra mente, la buena disposición externa de nuestro cuerpo y el disfrute de las posesiones adquiridas por nuestra laboriosidad y fortuna. No tenemos nada que temer con respecto al disfrute de la primera. La segunda nos puede ser arrebatada, pero no puede servirle de ventaja a quien nos prive de su uso. Solo la última clase de bienes se ve expuesta a la violencia de los otros y puede además ser transferida sin sufrir merma o alteración; al mismo tiempo, nunca se tiene una cantidad de bienes que satisfagan a cada uno de nuestros deseos y necesidades. Por consiguiente, de la misma manera que el fomento de estos bienes constituye la ventaja principal de la sociedad, así la inestabilidad de su posesión, junto con su escasez, constituyen el principal impedimento de esta.”
Apurar explicaciones de este tipo en momentos como el que vivimos, en el que casi todo el mundo no llega ni al ojo, y de ninguna manera presiente la luna, tal vez sea un ejercicio inútil. Pero, si perdemos la perspectiva, entonces sí que nunca lograremos dar un salto de calidad para alcanzar un poco de alcance en los juicios y en las actuaciones.
Han pasado muchos años desde la puesta negro sobre blanco de esta reflexión y no sé sí es la más correcta, pero no me importa firmarla como tal. Al fin y al cabo, nuestro cuerpo es lo más próximo que poseemos, la mente es acaso ese último grado de complejidad y de reflexión al que todos los humanos podemos acceder y los bienes son esos elementos de discusión eterna por los que disputamos, luchamos y hasta matamos. En el fondo, no es otra cosa que la presentación en noble de aquel “tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor…”
Tengo para mí que la parte más personal e intransferible es la de la satisfacción interna de nuestra mente. Ahí sí que tenemos una fosa que rodea nuestro castillo y lo hace, si queremos, inexpugnable. Lo demás lo veo todo en el mercado y en la compraventa, en las influencias y en las presiones externas. Por supuesto, con diferencia, eso del disfrute de las posesiones adquiridas. ¿De qué posesiones se puede hablar? ¿Cómo se han adquirido esas posesiones? ¿Se le puede hablar a una buena parte de la población sencillamente de posesiones? Y, ojo, que sin un nivel mínimo de posesiones, hablar del disfrute del cuerpo resulta tal vez quimérico, por más que cada cual se sienta dueño de su cuerpo.
¿Por qué si el disfrute de la mente es el bien más personal e intransferible no lo gozamos y lo explotamos más? ¿Por qué no le damos el valor que se merece? ¿Por qué apenas guarda relación su posesión y su disfrute con la importancia que le damos a la posesión de los otros dos bienes? ¿Nadie se da cuenta de que es el más universal y el más barato?
Es verdad que, sin el nivel mínimo del gozo del cuerpo y de alguna posesión, el gozo de la mente se hace casi imposible, pero, a partir de ese nivel mínimo, los términos se deberían invertir y deberíamos aplicarnos más a la mente, a su desarrollo y a sus frutos.
Esta mañana discutíamos en una reunión acerca de la conveniencia de vender textos (un ejemplo de posesión, aunque cultural) prácticamente regalados por la constancia de que, de otra manera, no llegan a la gente pues nadie los compra. Al terminar la reunión fuimos a tomar una caña con pincho. El coste de cada una era superior al precio que terminamos poniendo a cada libro.

 Pues eso.

jueves, 17 de octubre de 2013

DE HUMANA NATURA II

DE HUMANA NATURA II
Como seguro objeto de la pasión directa
que se muestra probable y aun seguro,
pues regalas placer o das dolor,
te invoco en el momento en que me abraso
y en el más frío estado en que me hielo.

Y sé que eres el bien pues me produces
la dulce sensación de la alegría.

Si tú fueras el mal, me llenarías
de tristeza y pesar: las afecciones
de quien sabe que no hay placer continuo.

Pero si huye el placer y no me dueles,
me quedaré sin odio y sin amor,
sin orgullo y sin nada que me humille
para pedirle el don de la esperanza.

Voluntad será entonces mi enemiga,
la que me ayude a amar y a sentir ganas
buscando la belleza, ese consuelo
cuando falta el empuje incontrolado
que vive en el deseo y la pasión.

Hoy pido el cruel dominio del instinto,
las pasiones directas, el impulso

hacia tu luz, tu cuerpo y tu hermosura.

miércoles, 16 de octubre de 2013

DE HUMANA NATURA


DE HUMANA NATURA
(Recordando al filósofo inglés David Hume)

Como si fueran cuerpos conformados
de iguales dimensiones y con los mismos músculos;
como si el sol hiriera con sus rayos
lo mismo que ella hiere con la indecible luz de su mirada;
       como si hacer la compra en el mercado
fuera volver con bolsas repletas de los mismos materiales;
como si fuera un bien perder al juego
y sentir el contento causara risa y fiesta en ambas caras;
como sentarse al sol y ver la tarde
con semejantes sombras haciéndose presentes en el cielo;
como si pasear fuera un impulso
que causara cosquillas en la piel de dos cuerpos que se miran;
como no decir nada y decir todo
en el feliz silencio de lo que ven y oyen en la noche;
como medir los ángulos de un cuerpo
y descubrir lo inútil de tomarle medidas al segundo;
como pensar que son unos los brazos
y resultar ser otros los mismos que le acogen y le enlazan;
como saltar sin tino de oca a oca
y comprobar que allí se juega al mismo juego que en su boca.

Estaba investigando simpatías
y encontró la impresión que, como idea vivaz, le originaban
la ausencia y el efecto compartidos

      de lo que dejó en ti cuando buscó el refugio de otros seres. 

martes, 15 de octubre de 2013

COMUNICAR Y COMUNICARSE



En muchas ocasiones se afirma -yo creo que con bastante razón- que tal vez la palabra en español con más usos y valores sea el vocablo “se”. A la descripción de los mismos se dedican páginas y capítulos de toda clase. Más de una vez, cuando algún profesor se quiere exhibir delante de sus alumnos, les propone ejercicios con ese término para intentar distinguir valores y usos. A veces para quedarse en la simple exhibición, sin darse cuenta de que a pocas metas positivas nos lleva la citada competición.
De entre los numerosos valores, me interesa uno que indica la diferencia de la palabra “se” cuando se une a un verbo o cuando deja de acompañarlo. Sobre todo por la diferencia significativa que propone y el valor social que esto comporta.
Los que nos dedicamos a estos asuntos tratamos casi siempre de recurrir a algún ejemplo para la ilustración. No es más que una deformación profesional, pero no me parece la peor pues no encuentro muchas fórmulas que mejoren el resultado y la comprensión.
Sea en este caso “comunicar” y “comunicarse”.
Vivimos en el mundo de la comunicación, y la tecnología ha conseguido que esa comunicación sea potencialmente universal. Con un potente teléfono puedo estar en contacto real e inmediato con cualquier persona que se halle en los lugares antípodas, como si estuviera en el bar de la esquina. Yo mismo lo he practicado hace tan solo un par de semanas con uno de mis hijos.
Esa facilidad tecnológica hace que todo se comunique, que todo se dé a la luz, que cualquier trapillo ande en el escaparate, que la actividad más insulsa que imaginarse pueda ande en boca de un buen número de personas. Hay seres que dan a conocer a miles de personas, en tiempo real, que van a salir a hacer la compra al mercado. Y hay muchas de esas personas que les responden  a la orden de enterados. Hasta lo más trivial  e inocuo anda al aire y en el secadero. Qué barbaridad. Y, junto a tanta inanidad, las manifestaciones más hondas y reflexivas, que también tienen cauce libre e inmediato, sin tener por qué depender ya tanto ni de editores ni de otras zarandajas del mercado. Comunicar, comunicar y seguir comunicando; como si lo que no sale al exterior no existiese.
Paradójicamente, no es seguro que la inflación de “comunicar” haya llevado al aumento de “comunicarse”. Porque comunicarse implica llegar realmente hasta la conciencia del otro, e implica también la reciprocidad, la respuesta del receptor, el intercambio de información y la trabazón de la misma, de manera que la respuesta sea continuación lógica de la primera comunicación.
La existencia humana tal vez no sea otra cosa que una carrera desesperada por la comunicación, pero sobre todo por comunicarse; un sobresalto continuo por gritar la presencia de los seres, pero con gritos de petición de respuesta por parte de los demás; algo así como un chillido desesperado y eterno por encontrar respuesta a la pregunta “¿quién está ahí?”. La Historia es un proceso interminable no tanto de comunicación como de comunicarse, de intercambiar alegrías y penas, descubrimientos o soledades, con el fin de sobrevivir y progresar. Tal vez hacia un destino sin sentido e irracional, pero esto ya es otra melodía.
Comunicar es la fórmula primaria de la comunicación, el índice más fácil de la primera lección, el abecé del que ensaya solo los primeros balbuceos, la memorización solo de los primeros pasos. Comunicarse es más hondo y más sabroso, es un nivel más alto, es pasar de lo simple e inmediato al mundo de la complejidad y de las relaciones múltiples, es graduarse en escucha y en elaboración. Aunque ese comunicarse empiece -no sería lo peor- por comunicarse con uno mismo.

Nota de súplica: Si la comunicación es la publicación de lo imbécil y encima se hace a horas intempestivas, entonces se convierte en estulticia y molestia insufrible.

lunes, 14 de octubre de 2013

POR LA MISMA RAZÓN


Desde hace bastantes meses se han unido a la pequeña pandilla de andarines del sábado algunos amigos que parece que se sienten cada vez mejor en esa práctica de andar, respirar, admirar la naturaleza, charlar de todo un poco y de algunos asuntos un mucho, comer y beber lo que el cuerpo pide y volver satisfechos y con las ganas puestas para la próxima ocasión. Yo estoy encantado de que esto sea así, por mil razones y por mil y un motivos.
Uno de ellos, de carácter abierto y dicharachero, que responde al nombre del padre putativo de Jesús el Nazareno y da buenos frutos (adivina adivinanza), se suelta de vez en cuando con la coletilla de que es de derechas. Lo hace sobre todo cuando además subraya que alguna otra persona lo es más que él. Yo entonces me descuelgo rematando que no es fácil encontrar a alguien más de derechas que él mismo. Nos echamos unas risas y seguimos ruta como si tal cosa.
La anécdota -real- me sirve para cuestionarme de nuevo qué es eso de ser de derechas y ser de izquierdas. Constato tres realidades en torno de este asunto: a) Mucha gente, casi toda de derechas, afirma en público que no existen diferencias entre una tendencia y otra y que ese nominalismo es arcaico y está fuera de lugar. Observo, repito, que casi todo el mundo que tal cosa afirma es de prácticas e ideas de derechas. b) A la gente de izquierdas le cuesta mucho menos declararse perteneciente a tal denominación de izquierdas. c) Yo mismo me pregunto con frecuencia en qué lugar me sitúo (la respuesta viene siendo siempre la misma), y, sobre todo, por qué me lo pregunto con esa reiteración.
De las dos primeras observaciones puedo extraer consecuencias que me dicen que la gente de izquierda se halla más suelta o segura en sus convicciones; al menos públicamente. Por algo será. De la tercera extraigo la advertencia de que tal vez no tenga demasiado clara la diferencia entre una cosa y la otra. O tal vez que quiero seguir asegurándome un poco más.
Porque yo también me declaro de izquierdas públicamente. A veces lo hago incluso con exageraciones. Por ejemplo ante este amigo, a quien afirmo que, para que no haya dudas, yo me declaro no de izquierdas sino rojo, matacuras. Por supuesto que él -y cualquiera- debe entender que no deseo ningún mal, y mucho menos la muerte, para nadie, tampoco para los curas, entre los que tengo amigos, incluso en el ejercicio del obispado. Si me expreso así es por el contexto de confianza y para que nadie se llame a engaño acerca de mi pensamiento.
Pero una cosa es declararse y otra serlo en la práctica. Porque lo que a estas alturas realmente me interesa más no es el entramado de las ideas y mi interpretación de la situación en la que se halla el mundo sino la manera en la que yo personalmente podría contribuir a su mejora.
Y es este el asunto que me tiene más intranquilo y el que me hace preguntarme si, en la práctica, soy realmente de izquierdas. Lo quiero ser, pero ¿lo soy? Y me queda como una mala conciencia de no hacer todo lo que realmente tendría que hacer en la consecución de eso que es un deseo.
Porque repaso y pienso que alguna cosilla hago, pero son pocas seguramente y acaso me falta implicación en el día a día. ¿Cuáles son las causas que lo explican? La reflexión abarca niveles personales, familiares, de comunidad, de edad, de trabajo, de aceptación, de posibilidades, de adecuación de esfuerzos con posibles resultados, de mil cosas más.
Siento demasiado pudor como para quedarme aquí al desnudo desmenuzando ni siquiera uno solo de esos y de otros niveles. Pero los considero y los siento. Y repito que noto como un resquemor y como una conciencia un poco insatisfecha por todo lo que pudo ser y no es y por todo lo que es pero puede ser algo mejor.

Entre este decir de ser de izquierdas y esta falta de seguridad de serlo de verdad se me va el tiempo. Supongo que un poco como a todos. En mi caso por identificar de algún modo la izquierda con una concepción del mundo más justa y solidaria. Espero que en el caso de los de derechas sea por la misma razón. Ojalá.

viernes, 11 de octubre de 2013

LA LOMCE Y EL NÚMERO ONCE


Ayer, día 10 de octubre de 2013, el congreso español aprobó la última -por ahora- dey educativa de este país. Lo hizo con los votos de la mayoría absoluta que en la cámara posee el PP, o sea, la derecha más derecha de España. Todos los demás grupos parlamentarios, salvo un par de excepciones muy minoritarias, prometieron conjuntamente la derogación en cuanto la situación parlamentaria lo permitiera.
La cascada de comentarios no se ha hecho esperar en todos los medios, pero esa cascada no dura más que lo que dura una tormenta de verano. En ese contexto, lo que se lee y se oye no es más que un índice de proclamas generalistas que exagera, por conveniencias o por exigencias de espacio y tiempo, las visiones hasta convertirlas en escorzos y en caricaturas. El gran público asiste al pase de resúmenes (casi siempre producidos por periodistas que parecen saber de todo y son escaparates de nada), se los cree, los incorpora y a tirar millas por ahí como si fueran sabios en la materia y pudieran impartir doctrina por doquier.
Me apena que un asunto tan importante y tan complicado se resuelva en cuatro palabras gruesas y en tres descalificaciones absolutas. Por todos los lados.
Lo primero que habría que reconocer es la complejidad del asunto. Tal vez de ello se derivaría la necesidad de contar con todos los interesados -es toda la tribu la interesada y la implicada en la educación- y el reconocimiento de que lo que se hace se hace sin la certeza absoluta.
No entiendo tampoco que se tilde de ideológica una ley, también esta, y se haga como un reproche y como si eso fuera algo negativo. Estoy dispuesto a dejarme convencer de lo contrario. Sigo pensando mientras tanto que toda ley tiene que obedecer a una ideología, que tiene que ser la concreción de una ideología. ¿Qué son, si no, los partidos? ¿Acaso son un grupo de amiguetes en busca del poder porque sí y para repartírselo? Volveré a repetir que entiendo perfectamente que toda ley sea ideológica, por supuesto. Lo que defiendo también es que no estoy de acuerdo con la ideología de este partido, que es la que sustenta esta ley. Por tanto, cuando combato una ley, lo hago porque entiendo que hay otras ideas distintas que sustentarían otras leyes diferentes.
Entiendo también la dificultad para ponerse de acuerdo en algo tan importante como es una ley de educación. Lo entiendo porque una ley de este tipo vertebra la forma de ser de la ciudadanía, y su escala de valores, y sus prioridades, y sus esfuerzos, y sus relaciones sociales, y su manera de entender la vida en definitiva. ¿Cómo va a ser fácil ponerse de acuerdo si las visiones y los intereses son tan diferentes?
Esas diferencias radicales se producen en principios y mucho menos en desarrollo legislativo. Estoy seguro de que buena parte de ese desarrollo lo pueden mantener casi todos los partidos.
¿Qué es, por tanto, lo que realmente levanta ampollas y separa unas concepciones de otras, sobre todo en los dos grandes partidos, o mejor, entre la llamada izquierda y la llamada derecha? No creo que sean demasiados principios, pero son fundamentales. No soy portavoz de nadie, pero me atrevo a señalar algunos:
a)      La izquierda entiende la educación como un instrumento de integración de todos los ciudadanos, también de los menos dotados. La derecha la entiende como un elemento de clasificación y de separación entre los más capacitados (vaya usted a saber cómo se ha conseguido esa capacitación) y los menos preparados.
b)      La izquierda defiende que la sociedad tiene la obligación de dar a todos sus miembros toda la capacitación posible. La derecha declara que cada uno debe buscarse por su cuenta su capacitación y su colocación en el mercado; por eso entiende que la educación es sobre todo de contenidos científicos y hasta una edad determinada.
c)       El concepto de educación es más querido por la izquierda frente al de enseñanza por entender que es más amplio y convoca una realidad mucho más rica y social. La derecha defiende algo así como esto: “Usted enseñe a mi hijo los contenido, que después ya le enseñaré yo a ser buena persona”; es, pues, un concepto mucho más restrictivo de la educación, aunque luego se pasan el día diciendo que hay falta de valores en la sociedad. La izquierda educa para algo y el valor de los contenidos no se agota en sí mismo sino que se pone al servicio del desarrollo vital y de la comunidad. La derecha, aunque no lo reconozca, también enseña para algo, para el individuo en particular, para que venza en el mundo y se coloque en un buen puesto social.
d)      La izquierda defiende una educación laica y racional. La derecha subvenciona una educación en la que la religión, la suya, posee un peso importante. Esto, como tantas otras cosas, va impregnando a la sociedad con un poso determinado en los valores y en las costumbres. Esta es su verdadera importancia, no un credo más o menos, También en los centros de poder. Por eso es tan importante el asunto de la religión dentro o fuera de las aulas.
Estas y algunas otras cosas como estas deberían ser las que se cocieran en una ley de educación. Lo demás son puras minucias y muchas veces miopías espaciales y regionales, cuando no personales. Los principios son menos negociables; el detalle y el desglose ya es otro cantar con melodía más sencilla, si no priman los intereses egoístas y personales.

Y. como siempre he dicho, con LOMCE y sin LOMCE, con LOGSE o sin LOGSE, nunca he entendido por qué todos los agentes que participan en la educación no se pueden dejar la piel en el intento, en favor de una ciudadanía mejor preparada, más solidaria y más crítica consigo misma y con todo lo que la rodea.

jueves, 10 de octubre de 2013

ABORTO ES SAGRADO


Al grito repetido de “aborto es sagrado”, tres componentes del grupo feminista FEMEN se han manifestado desde las tribunas del Congreso, con sus pechos al descubierto, en defensa de una ley libre del aborto.
La que han montado las susodichas. Habrá que parafrasear aquello de que tiran más dos tetas que dos carretas. Porque tirar aquí era la cara de extrañeza del presidente de la cámara mirando sin parpadear a aquellas jóvenes en lo alto del hemiciclo. Tirar aquí era observar la forma de retirarlas del lugar por parte de los ujieres. Tirar era la atención general de todos los diputados como quien ve visiones, de distinto tono según cada cual. Y hasta tirar era la manera de dejarse oír en medio del silencio: como para recomendar la misma actitud a muchas diputadas (o diputados en su caso) para dejarse oír y entender en medio del alboroto general de cada sesión, que más parece una tertulia que una defensa de ideas.
La verdad es que todo el mundo sabe cuál era la intención de estas tres chicas, y sabe todo hijo de vecino que no tienen muchas maneras de dejarse oír en esta sociedad pacata y de costumbres más bien controladas. Pero enseguida se ha aprovechado para echar los pies por alto y sacarlos directamente del tiesto desde casi todos los sectores de la sociedad que dominan los medios de comunicación.
Es verdad que el contraste llama la atención. Es cierto que el lugar no parece el más indicado ni se ajusta a las formas exhibidas. Es correcto que todo esto se puede discutir serenamente, pero sin los aspavientos que la sociedad biempensante del poder de los medios ha regalado por todas partes.
Existen mil aspectos más interesantes que este, sin duda; mil maneras de escandalizar mucho más, aunque sea con el BOE en la mano; mil vericuetos por los que sembrar la indignación, por más que se haga con chaqué y corbata.
A mí me ha interesado un aspecto del asunto que no veo muy comentado y que se esconde en el grito de las manifestantes: “Aborto es sagrado”. Dejaré de lado la ausencia del artículo “el” delante del sustantivo, algo que habría obligado a otra entonación y que, además, puede estar justificado por el hecho de que dos de las tres jóvenes no tenían como lengua propia el español. La atención se fija en el adjetivo “sagrado”. Inmediatamente algunos de los portavoces de sectores más conservadores han puesto el grito en el cielo. Sí, literalmente en el cielo, pues han sentido que les hurtaban el valor de la palabra “sagrado”, valor que monopolizan y que solo lo conciben en el ámbito de lo sagrado, de su ámbito sagrado, de su religión. Aplicar la cualidad de sagrado en un contexto en el que se cuestiona, para ellos, la vida, es algo que no pueden superar. Sobre todo si entienden que la vida la da y la quita Dios, su Dios, el único ser del que se puede predicar con exactitud eso de la sacralidad. No llegan a entender que ningún otro elemento pueda sostener la cualidad de sagrado. La historia les favorece pues siempre lo han usado como propiedad privada, sin nadie que pudiera poner pegas a su monopolio.
Otra vez se vuelve a mostrar cómo la lengua no es más -ni menos- que el reflejo de la sociedad, de sus valores, de sus grupos de poder y de sus costumbres. Lo sagrado solo se puede predicar de Dios, Dios no hay más que uno, y a ti te encontré en la calle.
Arrancar estas raíces tan profundas no es tarea sencilla ni de un día, y mucho menos si las condiciones se vuelven cada poco tiempo más favorables a los que se creen propietarios absolutos de las palabras. Y con las palabras, de los hechos y de las verdades.

El asunto del aborto es límite y levanta discusiones encendidas. Por eso mismo hay que tratarlo serenamente y desde la razón. En cualquier caso, sin apropiarse nunca de los conceptos de una manera absoluta. Precisamente porque el aborto es sagrado, o sea, asunto de mucha importancia.

miércoles, 9 de octubre de 2013

LA EXACTA REALIDAD

LA EXACTA REALIDAD
Si me dueles, existes. Si consigo
que el tiempo y el espacio te limiten
y toda tú seas actos que se asoman
hasta la piel y el peso de mi cuerpo,
sabré que ya la vida se me ofrece.

Si te sueño tan solo y no te tengo
en tacto y en detalle, en ropa blanca,
por las aceras tibias de la tarde,
de una tarde con lluvia, por ejemplo,
mojándonos los dos y sin paraguas,
todo será apariencia, sombra y nada.

Si me llamas y lo haces con mi nombre,
sin la inútil presencia de atributos
y juntos de la mano nos vamos calle abajo
tejiendo pormenores y sonrisas,
seré un sabio y el más grande filósofo.

Si traspaso los límites del tiempo
y te concibo diosa y absoluta,
sin el blanco vestido que limita
la  frágil inocencia de tu cuerpo
y no puedo abrazar lo que me ofrece,
nada tendrá la fuerza de lo auténtico.

Son menudas las manos que me tocan,
pero son sus caricias lo infinito;
el tacto es una nube que precisa
llover sobre mi piel y que las gotas
dejen huella en mis poros y en mi cuerpo.
La exacta realidad, lo más certero,
es lo más inmediato y diminuto,
es la presencia viva de ti misma

lejos de los conceptos y los juicios.   

martes, 8 de octubre de 2013

UN PAR DE MALOS EJEMPLOS



He asistido en los últimos días a un par de episodios que reinciden machaconamente en la presentación de esta religión mayoritaria de la comunidad como algo patético, lleno de miedo, inabarcable, esotérico y lleno de goteras y de duendes malditos por todas partes.
Sábado día 5. Ocho y media de la tarde noche. En el teatro Cervantes se representa una obra cuyo título no recuerdo, ni falta que hace. Dos actores con oficio, extraordinaria vocalización y dominio de la escena. Se trataba de poner en escena el enfrentamiento de algún representante de la inquisición y de Teresa de Jesús en la decisión de fundar nuevo convento y de reformar la orden del Carmen con el traslado de la Encarnación de Ávila al convento de San José de la misma ciudad. Durante una hora y media no vi otra cosa que amenazas por todas partes para esa mujer por parte de las autoridades. Y eran todas amenazas basadas en la autoridad y en la posible existencia de faltas y de pecados por parte de la reformadora. Por la otra parte, la buena mujer se defendía como podía pero también siempre desde la llamada al sacrificio, a la negación, al miedo al infierno, a mandatos oscuros de Dios y dibujando un panorama lejano a la normalidad y a la sencillez.
Ayer y hoy he dedicado horas a la lectura de “El libro del ascenso y descenso del entendimiento”, obra del mallorquín Ramón Llull, hombre de personalidad variadísima, poeta, místico, filólogo, poeta y mil cosas más quien, a comienzos del siglo catorce escribió un intento de método para razonar con el que alcanzar cualquier conocimiento. Por supuesto, termina con el conocimiento último de Dios. Por el camino ha ido informando de cómo llegar sin error al conocimiento de los elementos minerales, vegetales, animales, hasta llegar a los ángeles y a Dios. De esta última parte copio un párrafo para ilustrar el fárrago nominalista y conceptual en el que se mueve:
“DE LA SINGULARIDAD DE DIOS: 1.- Desea el entendimiento adquirir (en el modo posible) noticia de las divinas personas, y de qué modo son en la esencia de Dios y de sus razones o atributos, para lo que considera cinco principios, con los que pretende investigar de qué modo las divinas personas lo son, cuyos principios son: la acción, distinción, concordancia, igualdad, y medio, y para ello discurre así.
2.- La primera persona es un ente que por sí mismo existe y por sí mismo es lo que es; la naturaleza divina es activa, y así mismo lo es su unidad, bondad, etc., la misma naturaleza se activa naturando, porque el naturante es activante y personante, el cual es la misma naturaleza, produciendo el naturado personado, que es otra persona, y todo esto con el naturar por amar, el cual es otra persona, y así toda la naturaleza divina es activa pasionada y actuada en dichas tres personas, sin las cuales fuera ociosa y anulada, en cuya naturaleza una persona es el naturante, otra el naturado y otra el naturar por amar, de que se sigue la distinción de personas, de manera que una no es la otra en la misma esencia, sino es que las tres de tal manera tienen concordancia, que cada una por sí misma es una persona, y son entre sí una misma esencia y naturaleza, y esto igualmente, porque el naturante de todo sí mismo produce naturado, y entrambos espiran al Espíritu Santo igualmente de toda su esencia y naturaleza, el cual Espíritu Santo está en medio del Padre y del Hijo igualmente por el amor, como el engendrar, que igualmente está entre el Padre y el Hijo por el entendimiento.” Olé tus narices.”
¿Es que no hay formas más positivas y amorosas de presentar la existencia de un Dios? ¿Por qué meten tanto miedo? Y luego no quieren quejas. Porque con el miedo ya se sabe que se consigue despersonalizar y deshumanizar al ser humano. Y con el acojono viene la sumisión. Y la falta de libertad. Y la esclavización. Y el aplauso al poderoso por parte del débil. Y la violencia en nombre de lo desconocido. Y todo eso que puebla nuestros días y los demás días.
Como decía un sabio que murió en la Costa del Sol hace muy pocos meses, yo no sé si existe Dios, pero, desde luego, este que presentan no puede ser real pues, si así fuera, habría que combatirlo por oscuro y por cruel.

Y eso que he aportado datos de dos personas ilustres, esforzadas y de la mejor voluntad. En otros niveles es mejor ni siquiera entrar.

lunes, 7 de octubre de 2013

CANCIÓN PARA UNA MUDANZA

CANCIÓN PARA UNA MUDANZA
Harto ya de estar harto del ruido y del vacío,
de las voces sin cuento y los escándalos,
de la ausencia total de la justicia
que toma vacaciones infinitas,
de más de cien motivos que nos pertenecen
para dar al traste con todo lo vivido,
de la noche oscura que se juega a espadas,
de los días claros que van a la búsqueda
de extrañas noticias de dioses sin alma

Me instalo en tus ojos, me mudo a tu boca,
me busco la vida por otros caminos
que llevan al cielo y se olvidan de Roma.
Espero que juegues mi mismo destino.

Cerca de la ilusión de tus caderas,
junto a la sencillez de tus palabras,
a la orilla del río de tu vientre
que se remansa y fluye cristalino
para saciar mi sed y mis deseos,
en la apacible sombra que me ofrecen
tus cabellos movidos por el aire
en una tarde azul que es solo nuestra
y no disputa a nadie la luz ni la armonía

Me instalo en tus ojos, me mudo a tu boca,
me busco la vida por otros caminos
que llevan al cielo y se olvidan de Roma.
Espero que juegues mi mismo destino.

Te regalo un brindis con bata de cola

si bailas el baile de los desatinos.

jueves, 3 de octubre de 2013

DECÁLOGO

He aquí un poema viejo (de mi libro "Que en el mundo han sido"), que me gusta recordar de vez en cuando, para pensar un rato y para añadir mentalmente otros preceptos o cambiar alguno de ellos 
                                                         DECÁLOGO

Mirarte en el espejo y descubrir que existes.

Eliminar sin tregua la ropa del armario.

Pensar que el mejor libro lo tienes en ti mismo.

No frecuentar amigos que ignoren el silencio.

Entender que el azar es lo que siempre cuenta.

Bajar poco a la calle y “ligero de equipaje”.

Hollar sendas tranquilas, donde habite la sombra.

Respirar hondamente hasta sentir la nada.

Olvidarte de todo y también de olvidarte.

miércoles, 2 de octubre de 2013

CON EL POSO DEL TIEMPO


“…Para Adam Smith el mundo económico era una comunidad natural creada por la división del trabajo. Esta división del trabajo no era un fenómeno consciente, querido por aquellos que se habían repartido la tarea; era un fenómeno inconsciente, un fenómeno espontáneo. Los hombres se habían ido repartiendo el trabajo sin ponerse de acuerdo; a ninguno al proceder a esa división había guiado el interés de los demás, sino la utilidad propia; lo que es que cada uno, al buscar esa utilidad propia, había venido a armonizar con la utilidad de los demás, y así, en esta sociedad espontánea, libre, se presentan; primero, el trabajo, que es la única fuente de toda riqueza; después, la permuta, es decir, el cambio de las cosas que nosotros producimos por las cosas que producen los otros; luego, la moneda, que es una mercancía que todos estaban seguros habían de aceptar los demás; por último, el capital, que es el ahorro de lo que no hemos tenido que gastar, el ahorro de productos para poder con él dar vitalidad a empresas nuevas. Adam Smith cree que el capital es la condición indispensable para la industria; el capital condiciona la industria. Pero todo esto pasa espontáneamente, como os digo; nadie se ha puesto de acuerdo para que esto ande así, y, sin embargo, anda así; además, Adam Smith considera que debe andar así, y está tan seguro, tan contento de esta demostración que va enhebrando, que, encarándose con el Estado, con el soberano, le dice: “Lo mejor que puedes hacer es no meterte en nada, dejar las cosas como están. Estas cosas de la economía son delicadísimas; no las toques, que no tocándolas se harán solas ellas e irán bien. (…)

Y vienen todos los resultados que hemos conocido: la crisis, la paralización, el cierre de las fábricas, el desfile inmenso de proletarios sin tarea, la guerra europea, los días de la trasguerra… Y el hombre que aspiró a vivir dentro de una economía y una política liberales, dentro de un principio liberal que llenaba de sustancia y de optimismo a una política y a una economía, vino a encontrarse reducido a esta cualidad terrible: antes era artesano, pequeño productor de una corporación acaso dotada de privilegios, vecino de un Municipio fuerte; ya no es nada de eso. Al hombre se le ha ido librando de todos sus atributos, se le ha ido dejando químicamente puro en su condición de individuo; ya no tiene nada; tiene el día y la noche; no tiene ni un pedazo de tierra donde poner los pies, ni una casa donde cobijarse; la antigua ciudadanía completa, humana, íntegra, llena, se ha quedado reducida a estas dos cosas desoladoras: un número en las listas electorales y un número en las colas a las puertas de las fábrica.”
Estos dos párrafos que aquí copio supuran ya realidades y referencias del pasado. De hecho, están escritos en el año 1935. Pero no sé si necesitaríamos cambiar mucho para adaptarlos al presente; más bien creo que no.
Resultaría curioso poder jugar con ellos al acertijo de saber quién los escribió. Supongo que nos llevaríamos muchas sorpresas. Desvelaré el misterio: son textos de José Antonio Primo de Rivera. Del mismo que viste y calza. ¿A que parecería que son más bien propios de cualquier pensador progresista?
Leo estos días una antología de textos de este autor. Qué interesante resulta leer con el poso del tiempo y con la ausencia de demasiados prejuicios. Por ejemplo para descubrir que los primitivos impulsos del falangismo albergaban un rechazo del capitalismo mucho mayor que del socialismo. Ni comparación posible en el análisis que de las dos tendencias hace el fundador de la falange. Ya se sabe que aspiraban a la superación de las dos teorías mayoritarias de capitalismo y socialismo. ¿De qué manera y con qué proposiciones? Esto ya es otro cantar. Yo no me veo en los destinos eternos, ni en las unidades a toda costa, ni en los órdenes, jerarquías y autoridades. Ni mucho menos en esos valores tradicionales que se hunden en la religión por encima de todo. Cuando se repasa la práctica en los años treinta y en todos los decenios de la dictadura, de la que fueron sustento, entonces la inquietud sencillamente se vuelve repulsa absoluta.

Pero hay que leer con fervor y comparar, pensar y decidir, cargarse de razones y de dudas, tener base racional para decidir en cada momento. Y no dejarse llevar por la inercia y lo mostrenco, por lo que vomita la caja tonta en sus similares versiones cotidianas.

martes, 1 de octubre de 2013

PROCLAMA CON FALSETE

PROCLAMA CON FALSETE

Si sigue habiendo mes al fin del sueldo,
si no hay pan para oler tanto chorizo,
si en las urnas tus votos son lo mismo
que un sueño que se quema en el recuerdo..

Si no quieres andarte con rodeos,
si, en realidad, quieres cambiar el disco,
si promueves un ERE a los políticos
porque todo es enfado y es cabreo.

Si crees que es una estafa y no una crisis,
si un rebelde sin ca(u)sa te proclamas,
si buscas las raíces del sistema,

levántate y no juegues a la elipsis,
busca ca(u)sa a la fuerza de tu rabia
y acaso enterrarás estas cadenas.

P.S Tómatelo con calma pues, seguro,

      te has de dar con los morros contra el muro.