LA EXACTA REALIDAD
Si me dueles, existes. Si
consigo
que el tiempo y el espacio te
limiten
y toda tú seas actos que se
asoman
hasta la piel y el peso de mi
cuerpo,
sabré que ya la vida se me
ofrece.
Si te sueño tan solo y no te
tengo
en tacto y en detalle, en ropa
blanca,
por las aceras tibias de la
tarde,
de una tarde con lluvia, por
ejemplo,
mojándonos los dos y sin
paraguas,
todo será apariencia, sombra y
nada.
Si me llamas y lo haces con mi
nombre,
sin la inútil presencia de
atributos
y juntos de la mano nos vamos
calle abajo
tejiendo pormenores y
sonrisas,
seré un sabio y el más grande
filósofo.
Si traspaso los límites del
tiempo
y te concibo diosa y absoluta,
sin el blanco vestido que
limita
la frágil inocencia de tu cuerpo
y no puedo abrazar lo que me ofrece,
nada tendrá la fuerza de lo
auténtico.
Son menudas las manos que me
tocan,
pero son sus caricias lo
infinito;
el tacto es una nube que
precisa
llover sobre mi piel y que las
gotas
dejen huella en mis poros y en
mi cuerpo.
La exacta realidad, lo más
certero,
es lo más inmediato y diminuto,
es la presencia viva de ti
misma
lejos de los conceptos y los
juicios.
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