martes, 30 de junio de 2015

ES REALIDAD MÁS ALTA


ES REALIDAD MÁS ALTA

Es realidad más alta aquello que soñamos,
lo que nos lleva lejos de cualquier entrega
y mata sin piedad nuestra triste existencia.

Existir es estar para la muerte,
doblegarse al contagio con los otros,
ceder en cada toma de contacto,
ser menos esencial y menos hondo,
deshacerse en la dádiva y el roce,
prestar, arder, mermar, ser más pequeño.

Tampoco si es amor es más perseverante
pues entregas aún más lo que te pertenece
y dejas de dolerte y de vivirte
para ser más del otro y menos tuyo.

La conciencia del mundo nos deja doloridos
si no sabemos darle a tiempo un esquinazo
y mudarnos al tren de la inconsciencia…

En la inconsciencia vive sin reglajes
la loca de la casa, la que nunca
se somete al dictado de las normas,
la que viaja directa hacia los mundos
donde no se comercia con disfraces
ni se engaña en el seno de la figuración.

Me dormiré en el sueño y, suplicante,
le pediré a la noche que sea siempre,
que no me dé billete ni para el pensamiento,
para que no destruya las murallas

que encierran el tesoro de la imaginación.

lunes, 29 de junio de 2015

ESOS OTROS DÍAS


La práctica y la experiencia personal me enseñan reiteradamente que, cuando uno anda ocupado en asuntos que implican actividad externa, y esta, además, se realiza con gusto, la creación espera pacientemente hasta que el tiempo vuelve a dejarte en soledad y en rutina, en espacios aislados y en ritmos personales.
Mis hijos y mis nietos han estado conmigo durante unos breves días (siempre son breves para mí). Y… no he sentido ninguna necesidad de sentarme ante el ordenador para expresar ningún esbozo de idea. Todo se me ha ido en ellos y con ellos; en verlos tan alegres y contentos; en sentir que la vida les sonríe, y a mí con ellos; en constatar que el tiempo sigue inexorable su camino y los va conformando sin grandes sorpresas, salvo la de su hermosura y sus ansias por abrirse a la busca del misterio; en comprobar también que no es el mismo el ritmo en el que andamos corriendo los mortales, y en que hay que acompasar esos empujes para alcanzar un poco de armonía… En fin, en ver que la vida sigue y que te toca de manera intensa y que tú le tienes que estar agradecido sin dobleces.
¿Cómo imaginar un beso con los cientos que yo les he dado a mis nietos, Rubén y Sara, durante estos días? Cualquier simulación en la palabra sería demasiado pobre. ¿Para qué imaginar cualquier comida si he compartido todo en la mesa abastada de mi terraza? ¿Qué podría decir de cualquier niño si he andado mucho rato en el balbuceo de Rubén, en su deseo continuo de intentar los primeros pasos por los pasillos, en la complacencia de Sara en sus palabras, en sus dibujos o en sus ratos intensos de piscina? ¿Qué tengo yo que decirle a la vida si a quien antes tengo que decírselo es a mis hijos y los he tenido al lado para hacerlo? ¿Y cómo ver más feliz a Nena en su agotamiento que entre sus hijos y sus nietos también?
No, no. Vivir es la mejor escritura. Sobre todo si se vive con intensidad y la vida te permite alguna sensación que se parezca a eso que llamamos la felicidad. Es verdad que la creación te ofrece el privilegio de hacer crecer la vida a tu antojo y a tu sola medida y conveniencia. Tampoco es menos cierto que en la creación a nadie molestas pues todo es el producto de la imaginación y tú allí lo eres todo para dolerte y para gozarte.
Pero esa realidad de estos últimos días en mucho se parece a esa otra tan libre de la imaginación. A mí me ha la robado totalmente y yo en nada he sentido su falta ni su ausencia.
En realidad hoy la echo en falta y me refugio en esta de mi creación propia. Solo, con tiempo caluroso, con el silencio oscuro del pasillo donde ayer Rubén ensayaba sus pasos con mi ayuda, donde Sara cantaba sin complejos y donde todos íbamos de un sitio para otro sabiéndonos muy cerca.

Para tenerlos cerca hoy me apoyo en el débil valor de la palabra. Menos mal que su pobreza se ve mejorada con el deseo de que pronto se pueblen de nuevo los pasillos y yo deje las teclas otro poco. Mientras tanto, los traeré en mis palabras para que me hagan compañía y pueda pasar con más empeño estos calores densos que me agobian y me dejan tocado y apocado. 

jueves, 25 de junio de 2015

DEBERES VERANIEGOS

       DEBERES VERANIEGOS
.- Conseguir describir por fin el perfil fonético, caligráfico y semántico de tu adiós.

.- Averiguar pausadamente las señas de tu boca para instalar mi casa en ella.

.- Alquilar un apartado de correos desde el que facturar mi desencanto.

.- Cegarme en el ocaso con la luz y descubrirme cerca de tu aurora.

.- Huir de lo convexo hasta acercarme al centro indescifrable de lo cóncavo.

.- Hacerme un doctorado en espeleología y llegar hasta el centro de tu cuerpo.

.- Gozar del movimiento más armónico sintiendo que me gana la quietud.

.- Sentirme vertical cuando desciendo hacia lo hondo.

.- Apurar cada día como una incertidumbre, sabiendo, sin embargo, lo más cierto: la espera ineludible de la muerte.

.- Invocar sin soberbia la presencia sagrada de la lluvia.

.- Hacer que la vida tiemble cada día con la pasión de lo desconocido.

.- Que no me roce nada para que yo sea todo lo que toco.

.-  Que mi deleite venga no de lo que tengo sino de todo lo que sienta que me falta.

.- Abrir mi corazón a todo el aire, y, si lo envuelvo, que sea para regalo.

.- Dormir en cualquier parque aunque haya que alterar el orden púbico.

.- Romper con los disfraces que me ahogan y volverme a mi mundo simplemente.

.- No aspirar a la causa de las causas, para no dar de pronto con que nada la tiene.


.- Examinarme a plazos en septiembre y aprobar raspadillo, aunque sea copiando. 

miércoles, 24 de junio de 2015

ACASO LA POESÍA


ACASO LA POESÍA

Es una tentativa de amor en la palabra,
un lenitivo urgente ante el dolor,
el desmedido empuje ante la blanca
luz que prohíbe la resignación,
es láudano en envases, que siempre se desborda,
y llama a la invasión de la tormenta,
el gran descubrimiento de que hay vida
más allá de las horas del padecimiento,
o tal vez que la vida se esconde en el dolor,
es regreso al pasado con futuro
y es dolor en la hoguera del dolor,
es descubrir la causa de las causas
par entender que nada tiene causa,
es herir con la lanza en carne propia
y revelarse el mundo verdadero,
es intento fallido casi siempre
e imperfección segura en cada intento,
es ascesis con trazos de ida y vuelta
y es todo lo que anima y desalienta…:
el mundo del dominio de la imaginación.


O tal vez eres tú.

martes, 23 de junio de 2015

ESTOY PENSANDO EN SARA


El tiempo atmosférico debería apresurarse y tomar una decisión rápida en esta tarde en la que amenaza la tormenta pero que puede acabar en simple amago. Si ha de llover, que llueva, y que lo deje en los próximos días, porque el refrán castellano es bien explícito: “El agua, por san Juan, quita vino y no da pan”. Que llueva esta noche y nos anegue, y que deje que la noche de mañana sea de purificación y de misterio, que nos pille a todos regados y empapados de la gracia de la vida.
Porque, por estos pagos, ya todo es de verano. Hoy mismo los colegios y los centros educativos han echado el cierre, y los alumnos llenan ya mi plaza sin horarios ni prisas.
También, en Ávila, Sara ha dejado el camino de colegio, del colegio de aprender, porque ella tiene otro colegio un mes de verano al que llama su colegio de jugar. Y a los dos acude gozosa y abierta, repleta de sonrisas y de pasar las horas comiéndose el tiempo. Sara está de vacaciones.
Pero sus vacaciones este verano son un poco especiales: Sara ha cumplido seis años y ha terminado su ciclo de enseñanza preescolar. El curso próximo será ya una niña de enseñanza infantil. La vida se desplaza en línea recta y ella ha cogido velocidad para asomarse a ella, para abrir los espacios y los tiempos, para ensanchar sus fuerzas y sus costumbres, para ir descubriendo algún territorio nuevo de su precioso mundo. No vislumbro ninguna dificultad académica pues sus avances son extraordinarios. Pero eso no es lo más importante. Lo que se hace importante es el crecimiento, la novedad continua, la curiosidad sin tregua, los primeros vagidos del razonamiento, las contradicciones que se van asomando en el camino, el choque entre el deseo y la realidad, el vaivén infinito entre lo que le queda por delante y el ritmo desigual que cada cosa exige, el cauce que cada caminito particular va fraguando día  a día…, la vida en todos sus extremos, en todas sus dificultades y en todos sus milagros.
Sara vive en una casa dentro de un recinto algo apartado de la calle. Pronto se atreverá a asomarse sola a ver qué se divisa en las aceras, sentirá el empujón inevitable de armarse ella solita de valor y de gritar con calma su presencia. Se asomará a la verja y abrirá sus ojos. Acaso dudará porque dar ese paso impone mucho: afuera está el peligro, y afuera está la gloria. Sospecho que los primeros días deseará muy pronto la presencia inmediata de sus padres en los que refugiarse y sentirse segura. Después, quién sabe cuándo, se atreverá un poquito; y luego, otro poquito algo más largo; y vacilará entre la calle y el patio de su casa… Y así con los vaivenes de la vida.
¡Cómo la veo crecer gozosamente! Con interés por todo, con mirada traviesa, con la seguridad de ser siempre querida, con la satisfacción de quien avanza y deja que su mente se haga grande, con la certeza de que la vida la quiere y ella quiere a la vida, con el sentimiento de que ha caído en gracia a todo aquello que la rodea… Y con mi satisfacción enorme de verla tan alegre y tan niña, tan segura y tan tierna, tan convencida de que le queda todo por vivir, por vivir la vida que ella se vaya construyendo, a medio camino entre lo que los demás le piden y todo lo que ella tiene que imponer como algo propio y más auténtico.

Me gustaría que esta tarde lloviera mansamente y que nos cogiera a ambos de la mano y por sorpresa, dejándonos llenar de cada gota, abriendo nuestros poros y sintiéndonos libres y contentos. Tampoco es pedir tanto.

lunes, 22 de junio de 2015

...Y TAN ALTA VIDA ESPERO...


Vuelvo a la imagen de Teresa de Jesús en sus palabras y en su figura. Mis lecturas a veces pueden parecer no buscadas pero no es cierto del todo: siempre hay alguna explicación, aunque esta no sea muy explícita. Ávila, por ejemplo, significa para mí desde hace ya años algo fundamental tanto biológica como sentimentalmente.
Me atrae la figura de esta mujer porque, aunque yo no he resuelto mi vida como lo hizo ella, sí me seduce su fuerza y su empeño en buscar su camino, su propia senda, el mundo que le interesaba a ella por encima de imposiciones y de tendencias. En algún momento -no desde el comienzo sino cuando ya tenía sus añitos- determinó que su camino era el suyo, el que ella creía mejor para su desarrollo y para su realización. La España que conoció y que la rodeaba no era precisamente muy acogedora con la mujer, y mucho menos con la mujer emprendedora y soñadora; en realidad contaba muy poco, casi nada o directamente nada en casi todos los campos: social, económico, religioso…
Teresa se dio cuenta de que en su roce con el mundo, su persona se empequeñecía, su cesión tenía que ser continua y escasamente correspondida, y además, esa cesión se tenía que hacer en favor de ideas que no la llenaban de ningún modo. Ante eso, eligió el camino del apartamiento, de la separación, de la conformación del mundo como su propio mundo. En ese mundo propio se afirmó, se realizó, se conformó y desplegó su energía y su actividad incansables. Y en ese su mundo particular sí que ella fue protagonista absoluta, por más que fuera para negarse en favor de su amor religioso.
¿Le mereció la pena apartarse del roce con el ambiente de su época? Tal vez porque, en cualquier caso, eligió su propio y personal vocación. No era demasiado bueno el contexto: analfabetismo generalizado, corrupción religiosa y social, favoritismo, cerrazón cultural, pobreza por todas partes, fanatismo religioso, lisiados y menesterosos, guerras inacabables, falta de confianza social, imposibilidad de abrirse al razonamiento y a otras culturas…

El caso es que esta ristra de ajos malolientes me trae un olor que me resulta familiar… Como si fuera cinco siglos después, allá por el futurísimo siglo veintiuno. Prefiero no seguir indagando. Si acaso para señalar cuáles podrían ser las Teresas de nuestros días. Tampoco me las imagino en Telecinco.

sábado, 20 de junio de 2015

HÉROES SIN APELLIDO


En esa hora incierta de la Historia, en un ángulo oscuro de la noche en el que barruntar siquiera los primeros indicios de la aurora es algo extraño, los hombres se bajaron de los dioses. O tal vez fueron los dioses los que dieron acceso a los mortales a conocer las salas del Olimpo, sus dimes y diretes, sus fisgoneos continuos y ese ramalazo de humanidad de la que todos parecían andar impregnados. En ese intercambio de papeles y en esa mezcolanza, también los mortales quedaron abducidos por rasgos divinales y algunos se instalaron en escalones medios entre la tierra y el reino celestial. ¡Cuánto engaño y misterio y cuánto hijo del cielo y de la tierra! Después serían del Río, de la Iglesia o de otros moldes.
En esa página del libro de la Historia es donde por primera vez se ensalza la presencia de los dioses y se alaba el proceder del héroe, de todos los dioses y de todos los héroes que en el mundo han sido. Me renovó esta idea la lectura en la que ando de repaso de la epopeya latina por excelencia: La Eneida virgiliana.
Pero es que nada es nuevo ya en Virgilio y todo se había de quedar viejo y ejemplo repetido en cualquier tiempo. Antes todo lo griego, después todo lo histórico y en todas las latitudes. Dioses y héroes a gogó por todas las esquinas, salvadores del mundo y guías comunitarios que llevan a las masas a pacer a donde mejor quieren, epónimos y ejemplos con su varita mágica y sus fuerzas sin límites.
Repasar el perfil de esos héroes es como ver seguido el cambio de valores en la Historia, y como dividir en bloques los deseos de unos y de otros.
Yo entiendo la presencia de estos héroes como ejemplo de pueblos primerizos que buscan su identidad frente a los otros, pero me quedo helado al repasar sus hechos, sus hazañas. Siempre matando y poniendo cabeza a tierra al adversario, siempre por encima de cualquier norma, siempre lejos del tipo medio, siempre asustando a todos. Qué empeño con marcar las diferencias siempre frente a los otros, siempre perdonavidas por el mundo, nunca débiles de nada, ni siquiera portadores de la compasión con los otros.
Menos mal que, con el paso del tiempo, sus fuerzas y sus rasgos se han ido suavizando: nuestro Cid es muy bruto y de un tajo deja a cualquiera sin cabeza, pero ya no es aquello de calmar océanos ni devastar ejércitos enteros con una sola lanza. Que se me antoja a mí que vaya un empeño en eso de matar y más matar, en eso de conquistar y más conquistar. ¿No tendrían otras ocupaciones más provechosas?
Hoy los héroes son otros, pero lo son también. Hoy andan en pantalón corto y corren en la hierba, o visten de corbata y dirigen el rumbo de las bolsas; otros marcan su territorio con menos apariencia pero con garras más fuertes y engañosas. Hay héroes del deporte y hay héroes que se quedan en los barrios marcando territorio. Hay héroes que viajan todo el tiempo por el mundo y los hay que se mueven caminando y dejándose ver entre los próximos. Hay héroes…
Con ser tan variados nuestros héroes, me parece, no obstante, que todos se dirigen hacia fuera, enseñan a las masas mucho más que a sí mismos, reciben los honores y servicios siempre con las enseñas de la publicidad. No hace falta abundar en su señalamiento.
Pero es que hay otros héroes que miran hacia dentro, que buscan en sí mismos superar con el esfuerzo de su voluntad y de su imaginación los obstáculos que cada día les muestra el paso de la vida, que apenas son ejemplo si no es para sí mismos, que se alzan porque saben que caer es lo normal y más frecuente, que reconocen que todos fallamos y que nadie es más que nadie ni esto tiene importancia, que no es frente a los otros como se hacen más fuertes sino agrandándose a sí mismos y creando la vida en cada momento.

Eneas está dotado de diversas virtudes, no solo de la fortaleza sobrehumana. Pero, aun leyendo entre líneas, me quedo con mis héroes anónimos, con esos más sencillos. Aunque no den principio a ningún pueblo ni les dediquen calles ni batallas, aunque no sean protagonista de ningún programa ni de ninguna tesis doctoral.

ALGÚN DISFRAZ DE MÍNIMOS


Vengo defendiendo algo tan drástico como esto: “La convivencia, llevándose bien, es muy difícil; llevándose mal, es casi imposible”. Y, sin embargo, hay que soportarse para poder sobrevivir, hay que presentarse con el disfraz de mínimos para no morir en el intento. Sería bueno que tuviéramos algunos elementos en común, aunque sean pocos, solo los imprescindibles para poder salir a la calle.
Yo me conformaría con el sentido común y con la buena voluntad, el sentido común que procede de aplicar una lógica sencilla y algo trabada, aquella que llega a razonamientos de dos premisas y una conclusión por ejemplo; y la buena voluntad que se deduce de entender que nada hay ni blanco ni negro del todo y de constatar que las limitaciones de cada uno son bastantes, y, en ese caso, ante la imposibilidad de llegar a conclusiones definitivas, le ponemos algo de buen corazón a las cosas para limar esas diferencias.
Lo malo es que luego hay que ponerle cara a esa convivencia, y eso se hace sobre todo a través de la palabra. La palabra es, por definición, pobre y escasa en su precisión; si, además, no la dominamos un poco, todo se nos viene abajo y entra en el terreno de la desconfianza y de los malos entendidos. Otra variable, por tanto, importante: la palabra.
Si también le pusiéramos cara en forma de firma y de reconocimiento de quien la usa, abriríamos otro buen canal para que el agua corriera sin obstáculos. Hay mucho malnacido que se escuda en el anonimato para hacerse el miserable y emponzoñar todo. Con toda esa caterva, la convivencia sencillamente no es posible, solo la supervivencia lejos de ella.
Con todo esto a la vista, hay que entender que cualquier punto de vista, si es razonable y razonado, tiene cabida en la convivencia y es una aspiración legítima y diversa de apuntar al vértice de una pirámide de verdad. Ese vértice de pirámide solo se imagina en una base confusa  e indeterminada, sin anclaje fijo y como flotando en un pantano sin fondo, como un barco a la deriva en tiempo de galerna. Porque la conciencia de la realidad es en realidad mi conciencia de mí mismo, la manera interior que tengo de darle forma al mundo.
En toda esa confusión y falta de certeza, no es demasiado extraño que a algunas personas les entre el desencanto y hasta el difuso deseo de no ser, de no participar en el roce diario con tanta deficiencia, de intentarse en sí mismo sin la menor constancia de que hay algo ahí fuera, con el único sustento de la imaginación y de la invención personal del mundo, en una vida desdeñable para los demás y real de verdad para uno mismo, y en un desdibujarse y diluirse de las cosas, en irse de los ruidos y en perderse más lejos de todo lo que suena y causa miedo.

En fin, acaso es sueño de un día solamente, que me hará despertar viéndome de nuevo en ese menudeo de la vida que tanto me disgusta por momentos. No sé.

jueves, 18 de junio de 2015

MI ÚNICA LIBERTAD


MI ÚNICA LIBERTAD
Son las montañas ásperos lugares
donde viven las rocas y las nieves,
el sitio en el que el tiempo ya no es tiempo,
donde el aire se torna más ligero
porque ya nada pesa y allí encuentra
la libertad perpetua y el silencio.

Son también los altares más sagrados
en los que hablan los dioses a los hombres
(El Olimpo es el monte de los dioses
y en el Gólgota Cristo
manifestó sus últimos alientos),
el hombre ofrece en ellas sacrificios
y, perdonado, lava sus pecados,
se llena de pureza y ya es distinta
su sensación de vida y de distancia.

Allá al frente se alza la montaña
y hay en sus rocas aire y hay altares
donde también yo tengo que ofrecerme
a algún dios que se apiade de mi alma,
que me lave y me limpie de impurezas,
que me ayude a olvidarme y a encontrarme
sin nada que del mundo me haga pobre,
que me lleve más alto que las cumbres
y que me deje solo y en soledad conmigo mismo
para crear de nuevo el mundo y darle forma:

mi única libertad, mi realidad más cierta.

miércoles, 17 de junio de 2015

EL MUNDO MÁS REAL Y VERDADERO


EL MUNDO MÁS REAL Y VERDADERO

Hay una luz que brilla a ras de tierra,
con la tibieza gris de la ceniza,
que se pierde y se asusta en el contacto
con el perfil diverso de las cosas.

Sobre el mirar esbelto del tejado
hay nubes que reflejan con sus sombras
otra luz más altiva y más diáfana
que mira y se recrea en esas sombras
dormidas en la paz y en el sosiego.

Hay una nube aislada en lo más alto
de todo el firmamento. Sobre ella
reina una luz más pura y más diáfana.
Allí todo ya es fuego y transparencia,
ausencia de impureza, dulce olvido
de todo lo que el suelo hacía diverso.

Más allá de esa nube
y en la última memoria de todo lo que existe,
mi mente es luz y fe de mi conciencia
y es entero mi mundo, el más perfecto
dominio ya del último secreto
robado a la pasión de las estrellas,
el sitio en que se ordena la verdad
de quien quiere vivir y vivir sabe.

Se afanan los cuchillos afilados
de mi imaginación y van rompiendo
las puertas y ventanas que los atan
a la sombra que puebla las aceras,
al brillo ceniciento en los tejados
y a esa última sombra que se obstina
en impedir el paso hacia el dominio

del más hermoso reino de la imaginación.

martes, 16 de junio de 2015

HUMOR NEGRO


“Los periodistas, los sepultureros y los gusanos somos los únicos que sacamos provecho de los muertos”. Son palabras mandadas a la imprenta hace no mucho por un escritor al comienzo de su obra. Supongo que, por su visión negativa de los muertos, quedará ya incapacitado para los restos si quiere desempeñar un puesto público. Yo no me caracterizo precisamente por ser un buen contador de chistes, pero alguno que otro me aprendo y lo repito hasta que se me olvida y ya no tengo fondo del que echar mano. Desde hoy me acuso públicamente y me declaro incompetente para desempeñar ningún cargo de representación pública.
Esto mismo le ha sucedido a un recién elegido concejal del ayuntamiento de Madrid a quien le han obligado a dimitir porque hace no sé cuántos años publicó algún chiste de dudoso gusto en las redes sociales. Para más inri, dicen que lo hacía en un contexto en el que se indagaba acerca de los límites del humor negro.
Como nos dé por aplicar el concepto de la analogía -fundamental, por cierto, para que el ser humano pueda comunicarse con algo de eficacia-, no queda ni el apuntador.
La realidad que se esconde tras este episodio lamentable es una persecución implacable hacia  los grupos políticos nuevos de la izquierda española. Cualquier pequeño desliz o equivocación se magnifica y se convierte en un crimen horrendo, el sentido de la proporción se cierra con siete llaves y todo se pone al servicio de denigrar a quien propone formas de convivencia distintas y que pueden poner a todos los ciudadanos un poquito más en plano de igualdad.
En alguna medida, estas personas ahora puestas en la picota han propiciado el hecho exigiendo niveles de comportamiento muy elevados y no haciendo distinciones entre todos los demás adversarios políticos. Ahora están pagando algo de su propia medicina. Pero la inquina, el ensañamiento, el rencor, el odio… con el que se les señala solo obedece a juego de mal perdedor que se ha visto retirado de su poltrona pública y teme además que sea para mucho tiempo.
Hay también un aspecto lamentable en este asunto que disgusta más incluso. Se trata de la respuesta de muchos (no de todos) periodistas de izquierda. Han entrado al trapo como erales nobles y primerizos, afeando la conducta de  este concejal casi tanto como los inquisidores de la derecha más montaraz.
¿Cómo se puede deducir que de unos chistes dados a la luz hace varios años, y en el contexto en el que se dieron, pueden explicar que esa persona tenga nada contra los colectivos aludidos en los chistes? ¿Acaso su trayectoria avala algo de esto? Por si fuera poco, el susodicho ha pedido perdón en público. Nadie, por supuesto, ni se había enterado ni se había molestado por nada hasta que alguien “descubre ahora” estos textos. Espero que la gente de estos colectivos que han accedido al poder en estos momentos no se vengan abajo por estas cacería y sigan defendiendo a la gente normal, a esa que llega peor a fin de mes y que, de vez en cuando, con mayor o menor gusto, cuente algún chiste. Por este camino de cacería entraremos enseguida en la ley seca o en la caza de brujas estalinista.
Mientras tanto, los dirigentes del IBEX 35 siguen llevándoselo crudo y haciendo chistes de humor negro cada día con sus declaraciones, con sus sueldos y con sus beneficios a costa de los demás. Estos sí que son chistes negros. Pero, eso sí, contados con corbata y con legión de abogados que se turnan para darle forma a cada chiste.
Chiste machista: Entra uno a robar en un banco. “Todos al suelo”, dice el atracador y empieza a coger el dinero.
Al cajero: ¿Usted ha visto algo?
-Que se llevan el dinero en una saca.
-Pum.
Un tiro en la cabeza.
Al director: ¿Usted ha visto algo?
-Que ha disparado al cajero.
-Pum.
Un tiro en la cabeza.
A un cliente que estaba en el banco con su suegra: ¿Usted ha visto algo?
-Yo no he visto nada, pero esta (apuntando a su suegra) lo ha visto todo.


Por si acaso alguna vez me da por ser representante público de algo.

lunes, 15 de junio de 2015

LA IMPOSTURA VERDADERA

     
Alonso Quijano, el Bueno, harto ya de estar harto, cansado de pasar las noches en blanco y  los días en negro, hidalgo en una aldea perdida de la Mancha, desconocido de todos y acaso apreciado solo de algunos, pero rechazado por casi todos…, cansado, en fin, de su roce desmigado y pobre con la vida real, aquella que le imponían las leyes, sus vecinos y todos los contextos en los que tenía que sobrellevar su medio siglo de vida, resulta que decidió un buen día “salir del armario” metafóricamente y reinventarse en un personaje que solo obedecería a su imaginación: el ingenioso hidalgo, Don Quijote de la Mancha. Solo desde aquel momento fue realmente libre y ejerció de lo que le salió del corazón, sin atender a nada ni a nadie, sino solo a lo que su imaginación le exigía. Alonso Quijano se convirtió en un impostor, en un bendito impostor. Fuera convenciones y fuera lecturas que le daban hecha toda la vida.
Todos somos Alonso Quijano en nuestra vida diaria, nos sometemos a las limitaciones que por todas partes se nos imponen, y estas limitaciones nos empequeñecen, nos hacen menos nosotros, nos empujan de un lado para otro como muñecos de feria movidos por las manos caprichosas de todos los demás.
Alguna vez tendríamos que ser también todos Don Quijote, saltarnos las normas que nos atan e inventarnos una vida en la que los protagonistas reales fuéramos cada uno de nosotros, esa vida en la que los ideales quepan sin cortapisas ni moderaciones inventadas y caprichosas, al servicio siempre de los que ya están instalados y no quieren que el árbol se mueva, ni siquiera con una suave brisa que refresque las ramas y que sanee el bosque.
Hay dos realidades bien distintas y acaso inevitables ambas: la realidad externa de cada día, y la realidad que seamos capaces de inventar y de proponer desde nuestra imaginación. La primera está siempre ahí y depende sobre todo de los demás, de todos esos otros que nos rodean, que crean nuestros contextos y nuestras circunstancias, esas que nos definen y que nos conforman. En alguna ocasión he defendido, más allá de la afirmación de Ortega, que el ser humano es solo “su circunstancia”. Y no me apeo de ello. Cuando defiendo eso, estoy pensando en el día a día, en el roce continuo con las cosas, en toda la imposición social, en la obligación que tenemos de compartir los espacios y los tiempos por más que nos apartemos y pidamos soledad con insistencia. La otra realidad, la de la imaginación, la que nos hace más libres y más verdaderos, también existe, es más personal y tan necesaria como la del roce con las cosas; en esta libertad imaginativa, las normas las ponemos nosotros mismos, el mundo es creación nuestra y todo tiene cabida en ella; es más auténtica y más intensa porque es la que en realidad queremos vivir y vivimos con más intensidad. De poco sirve que después se cumpla en mayor o menor porcentaje: en nuestros propósitos ya se está realmente viviendo, y es por eso por lo que es más verdadera.
Yo no sé si ambas vidas hay que conjugarlas en el mismo tiempo o si hay que dividirlas por etapas, como hizo Alonso Quijano; tampoco sé en qué porcentaje hay que vivir una o la otra. En realidad, no sé casi nada de nada. Pero contemplo a Alonso Quijano y después contemplo a don Quijote. Y no hay color: me quedo con el caballero, con sus ilusiones, con su impostura hecha realidad más densa, con su mundo imaginario lleno de buenos propósitos y de utopías aparentemente inalcanzables, pero ya reales en el momento de la concepción, porque la realidad es el camino, no la meta.
Cuando Don Quijote se “apartó” de su “locura”, vencido por aquel caballero de la Blanca Luna, y volvió a la aldea, no le quedó ninguna opción sino la de morir. Volver de la bendita impostura de la imaginación no permitía seguir en un nivel tan disminuido como el de la vida “real” diaria de la aldea, por más que, en su lecho de muerte, afirmara en su última simulación: “Yo fui loco y ya soy cuerdo”.
Bendita locura la de este hombre, que fue capaz de salirse de su vida mostrenca y de sus libros para crearse él mismo su propia vida y sus propias aventuras vitales.

Buen ejemplo para todos nosotros. Desde luego para mí.

sábado, 13 de junio de 2015

NUEVOS AYUNTAMIENTOS


Hoy, sí, hoy es día señalado para todos; es una de esas fechas que nos obliga a poner una señal en todos los calendarios. También en los de aquellos que creen menos en el sistema democrático como el menos malo para la convivencia.
En España se han formado este día las corporaciones municipales que han de regir a las comunidades locales durante los próximos cuatro años. No sé cómo no se podría llamar a esto otra cosa que un acontecimiento fundamental.
En los nombramientos de alcaldes se han cruzado imágenes de todo tipo y actitudes y aptitudes muy diversas. Todas ellas configuran el mapa sociológico y cultural de esta piel de toro a la que todavía seguimos llamando España. Cada cual extraerá sus propias conclusiones, y todas serán válidas si se describen con la mirada de la buena voluntad y del sentido común.
A mí también me llaman la atención algunas imágenes.
Me complace ver al mando de las dos ciudades más pobladas del país a dos mujeres preparadas y animosas, de esas que vienen a cambiar las formas y las costumbres no desde lo rancio sino desde el atrevimiento y desde otra escala de valores en la que yo no veo que prevalezca el ordeno y mando como veo en otros lugares.
 Me complace, a mí que me declaro hombre de izquierdas, que la derecha haya perdido eso que llaman poder y que yo prefiero llamar representación.
Me desagrada que, en muchos lugares y desde demasiadas formaciones políticas, el hecho de las elecciones se plantee como una lucha en la que unos ganan y otros pierden, en vez de mirar hacia la comunidad.
Me desagrada mucho el tinte de personalismo que se le da al cambio de alcaldes y concejales, como si las ideas no tuvieran cabida y como si el hecho de que yo gane tenga que ver algo con quítate de ahí que te he vencido.
Me desagrada más que mucho ver cómo algunos alcaldes del Partido Popular han salido huyendo antes de verse en la imagen cediendo el símbolo del poder a otras personas (los casos de Valladolid y de Valencia son paradigmáticos). Demasiadas veces he dicho que algunas de estas personas ven los ayuntamientos como sus fábricas y, cuando están al mando, no dejan que nadie intervenga en nada, pero, cuando pierden, huyen y no saben ni siquiera dónde está ubicado el edificio del ayuntamiento.
Me desagrada ver cómo hay alcaldes que repiten y repiten, como si fueran pilas recargables que nunca se gastan. ¿Por qué tendrán ese empeño en ser salvadores tantas veces?
Me alegra ver imágenes de gente nueva y de ideas frescas en las alcaldías, aunque, también ante este hecho, estoy ilusionado, pero no me hago ilusiones.
Me disgusta ver a grupos de concejales divididos por enfrentamientos personales, sin capacidad para entender que lo que hoy es castillo mañana no será ni una pequeña almena.
Y, para mi ciudad estrecha, me desazona imaginar a muchos concejales ninguneados y tratando de presentar iniciativas, y comprobando una y otra vez que dar golpes contra la pared debilita la pierna pero no tira la pared.
En fin, una nueva aventura diversa y desigual que, si nos conduce a la participación común, será provechosa y positiva, pero, si nos lleva a más ordeno y mando, sin dejar que se expongan las razones antes de las votaciones, producirá más desilusión, más egoísmo y más pobreza de todo tipo.

Suerte a todos.

viernes, 12 de junio de 2015

ES DE NUEVO LA HORA DE LA LLUVIA


ES DE NUEVO LA HORA DE LA LLUVIA

Es de nuevo la hora de la lluvia,
que mansamente llega desde el cielo,
llorando y escurriendo su tristeza
en una desmayada melodía.

Gota a gota resbala su ternura
en el cuerpo desnudo que, impúdica,
le ofreces, como vaso en que el vino
se mezcla y se hace luz. En él tus poros
son cáliz consagrado
que se abre y se unge,
que recibe el esperado abrazo
del cielo con tu carne
en una ceremonia que bendice
tu beso y el encuentro con la naturaleza,
hecha carne en la lluvia
y hecha lluvia tu carne

en otra realidad más verdadera.

jueves, 11 de junio de 2015

VIDAS PARALELAS

      
Porque los ojos ven y las papilas gustativas gustan; porque los oídos se dejan encantar por los cantos de sirena de las cosas y el aire está compuestos de aromas viajeros… Y la inteligencia posee la capacidad de la abstracción y de las consecuencias, de la imaginación y de la creación perpetua…
El ser humano está hecho para la felicidad y todo roce que le aparte del camino que lleva hacia ella debe ser suprimido y olvidado. El proceso debe estar encaminado hacia la perfección y no hacia la contaminación, hacia la pureza y no hacia la confusión, hacia lo nuclear y no hacia las periferias.
A veces la mañana me sorprende paseando las aceras y los parques, dando roce a las cosas y abstrayéndome de ellas, y viendo cómo hay personas que parecen andar -pido perdón por esta expresión- privadas del don de la gracia y fámulos sin sangre de la rutina gris de cada hora. Los días se consumen en horas que son cápsulas cerradas para el tiempo y que imponen sus reglas sabidas y mostrencas. Nada altera los ritmos y nada sobresale para sorprender la inercia y las costumbres. Lo que la norma indique, la norma general de la costumbre, la de la mayoría amorfa y maleable; y también la otra norma, la de la ley escrita que desmocha la vida y la enaniza.
Tal vez eso moleste a otras conciencias, preparadas acaso para abrir sus ventanas y dar rienda y camino a las fuerzas sin doma de la imaginación, deseosas de la gracia y de la suerte del descubrimiento, ansiosas por seguir el camino de peregrinaje hacia la soñada felicidad, seguras del regalo insuperable de la vida.
Pero a esas gentes sosas, sin empuje, sentadas en la silla del destino por una casualidad desconocida, no parece importarles la tormenta ni el viento de la tarde; nada roza su espíritu si no es aquello que la añeja costumbre les señala como único camino en su diario. Hay gentes que vegetan, como el pino en el bosque, que crece si la lluvia riega el suelo que pisa, o se añeja en los soles y en los fríos porque así lo pide la ley más primitiva.
¿Son, entonces, felices esas gentes? Su roce con el mundo es un roce suave, que no duele, que pasa porque pasa y cesa cuando cesa porque la fuerza deja de empujarlos. Y nunca pasa nada en sus conciencias.
¿Y las otras personas, las del dolor y grito en las conciencias? ¿Son ellas más conscientes del don inigualable de la vida y de que la ocasión resulta única para asirla y violarla con pasión absoluta y sin descanso?

Tal vez todos debiéramos sentir como una herida la fuerza y el regalo de la vida, el milagro insuperable de estar en pie, de poder dar salida a la conciencia y a la creación continua de la imaginación. Ni un minuto de pérdida, ni una hora de descanso, sin ningún tiempo muerto en el partido de la vida, con la conciencia hirviendo, con la imaginación como eje que potencia nuestros actos. Y hacer y más hacer en nosotros mismos, ser pozos de frescura y de conciencia, paisajes absolutos decorados con el deseo de un bosque bien umbroso, reclamo de armonía y fanales de luz para nuestros deseos más íntimos, creadores al fin de nuestro mundo, el único real más que las cosas, el más auténtico de todos los auténticos, la conciencia superior y luminosa del ser más verdadero.

miércoles, 10 de junio de 2015

TAL VEZ


Hoy no tengo el paisaje: lo he perdido. O tal vez se conserve desdibujado y lento, amarillo y grisáceo, dormido en el retiro de las últimas sensaciones. Porque ya se pasó la primavera, esa corta edad en la que mi contacto con el mundo se me hace más inmediato, más carnoso y táctil, más visual y sabroso; en la que mi roce con la vida natural se me hace menos personal y más de las cosas, en la que me puede lo exterior y me desnuda de mi yo más íntimo.
Cuando no es primavera, dejo que desde mí mismo y en mí mismo se acreciente y se solidifique la vida más auténtica, aquella que depende solo de mi imaginación, que nace en mí mismo y que muere en mí mismo, en las sensaciones que sueño y que construyo. Entonces el mundo es como yo lo fabrico, las cosas son más reales y más puras y todo se somete a mi voluntad; nada me impide caminar por un prado verde o por un campo asolado pues poseo territorios infinitos en los que desparramarme y en los que deshacerme.
En la primavera me pueden los campos y me pueden sus cualidades no creadas por mí; me apabullan los colores y me subyugan los cantos impacientes de las aves; yo soy la recepción, pero no la creación; mi roce con las cosas me empequeñece y me hace menos yo, y también me contamina y me degrada, me hace más voluble y menos consistente, más asustadizo y menos fuerte.
Lo que siento para las cosas lo siento de la misma forma para mi contacto con las personas. Una conversación es también un despegarse, una acomodación al otro, un fingimiento de lo más personal y único, una cesión de lo auténtico para asentarse en un nivel de relación y no de expresión pura y sin complejos, una vida que es algo menos vida que la simplemente soñada, personal y sentida, imaginada solamente y sin polución.
Sería tal vez más noble no salir del nivel de las simples y cristalinas sensaciones, del poder infinito de las intuiciones, del fanal transparente en el que se encierra la luz y no se abre para nada ni para nadie, del núcleo inatacable y oculto, de la nada absoluta.
Todo es contaminación y alejamiento, todo mezcla y mixtura descompuesta, todo roce y dolor, desasimiento y cese, disminución y cambio, impureza y desconcierto… Y no sé si la vida es más vida en la soledad y en el único poder de la imaginación.

Se enfadarán Aristóteles y Ortega, se tirarán de los pelos casi todos los filósofos y se armarán de ira los dioses más diversos. Y acaso lo hagan con razón. Pero es que la razón tal vez no sea tal si se sale de sus cauces más singulares y se va de paseo a rozarse con la aplicación y el caso como ejemplo. No sé. Tal vez no sea más que un momento de una sensación de indefinida desilusión o un desconcierto vago en una tarde de tormenta y de fresco en el interior del calor, de música callada en medio de los ruidos y un no sé qué que se me difumina en el ambiente. Tal vez.

martes, 9 de junio de 2015

RECORDANDO A FERNANDO PESSOA


De vez en cuando anoto en mis “Notas a pie de página” algunos párrafos de aquellos autores que más me llaman la atención, que más rompen mi esquema repetitivo de obras empeñadas en aprovechar moldes a los que apenas les añaden una flor distinta o un jarrón de color diferente. Pessoa es autor portugués y universal, porque sus sueños y sus formas literarias son intensas y sugerentes, porque provocan en el lector el desasosiego de quien descubre límites nuevos en la forma de encarar la realidad, o en el descubrimiento de que la realidad última tal vez sea otra cosa distinta a la que damos por tal.
En su recuerdo copio un apunte de su libro “Libro del desasosiego” Nº 215:
“Pero la exclusión, que me he impuesto, de los fines y de los movimientos de la vida; la ruptura, que he procurado, de mi contacto con las cosas, me ha conducido precisamente a aquello de lo que yo procuraba huir. Yo no quería sentir la vida, ni tocar las cosas, sabiendo, por la experiencia de mi temperamento al contagio del mundo, que la sensación de la vida era siempre dolorosa para mí. Pero, al evitar ese contacto, me he asilado y, al aislarme, he exacerbado mi ya excesiva sensibilidad. Si fuese posible cortar del todo el contacto con las cosas, le iría bien a mi sensibilidad. Pero ese aislamiento total no puede efectuarse. Por menos que yo haga, respiro; por menos que actúe, me muevo. Y, así, al conseguir exacerbar mi sensibilidad mediante el aislamiento, he conseguido que los hechos mínimos, que antes nada, incluso a mí, me harían, me hiriesen como catástrofes. He equivocado el método de fuga. He huido, mediante un rodeo incómodo, hacia el mismo lugar en que estaba, con el cansancio del viaje sobre el horror de vivir allí.
Nunca he encarado el suicidio como una solución, porque odio a la vida por amor a ella. Me ha llevado tiempo convencerme de este lamentable equívoco en que vivo conmigo mismo. Convencido de él, me he quedado desazonado, lo que siempre me sucede cuando me convenzo de algo, porque el convencimiento es en mí, siempre, la pérdida de una ilusión.
He matado la voluntad a fuerza de analizarla. ¡Quién me volverá a la infancia de antes del análisis, incluso de antes de la voluntad!
En mis parques, sueño muerto la somnolencia de los estanques al sol alto, cuando los rumores de los insectos se aglomeran en la hora  y me pesa vivir, no como una angustia, sino como un dolor físico por concluir.
Palacios muy lejos, bosques absortos, la estrechez de los paseos a lo lejos, la gracia muerta de los bancos de piedra para los que han sido pompas muertas, gracia deshecha, oropel perdido. Anhelo mío que olvido, ¡ojalá pudiera recuperar la amargura con que te he soñado!”

El libro es todo un descubrimiento del que ya había gozado parcialmente en otras ocasiones, pero que estos día me ha empapado en el pensamiento, en la reflexión, en el poder del sueño y de las sensaciones…, y en el desasosiego.

lunes, 8 de junio de 2015

OTROS CORPUS


Los periódicos digitales de Béjar y de la provincia dan amplia información acerca de la procesión del Corpus en esta ciudad estrecha. En todos veo que se destacan las mismas notas: amplia asistencia de público, presencia de los hombres de musgo, carácter nacional de la fiesta y fotos a gogó.
Yo estuve esperando la llegada de mis hijos y de mis nietos en casa. Tal vez, si hubieran llegado a mejor hora, habría llevado a mi nieta a ver el colorido y las figuras de los hombres de musgo; después habría intentado explicarle el significado de lo que allí hubiera visto.
Es obvio recordar que cada cual puede hacer lo que mejor le parezca y que nadie puede impedírselo si no le causa mal a nadie. Del mismo modo, resulta inútil repetir que la fe es de cada cual y ninguna persona debe inmiscuirse en las creencias de los demás, salvo en la conversación serena, bienintencionada y tendente al intercambio de ideas. Tampoco parece mala noticia que haya gente que se acerque a la ciudad, que la visite, que se mezcle con sus habitantes y hasta que deje unos euros en el entorno (euros que habrá dejado de gastar en otros sitios, digo yo, pero sea)… Todo esto se debería dar por hecho.
Resulta menos convincente para mí que la ciudad se vea enteramente representada por unos hechos en los que participan los que participan, pero no todos. Béjar es la procesión del Corpus, pero a mí me gustaría que fuera algo más. Por lo menos a mí; y espero que a alguien más.
Por ejemplo, me gustaría que se cuidara la mezcla que se hace entre fábulas e historia. Ni Béjar fue reconquistada por hombres de musgo, ni coño que lo fundó. Ni siquiera sabemos si fue conquistada; ¿cómo vamos a saber si fue reconquistada y de qué manera? Y, aunque fuera reconquistada, ¿cómo nos vamos a imaginar a gente vestida de musgo y sin poder dar un paso, asaltando murallas y blandiendo espadas? ¿Pero creen que somos imbéciles o qué? Que se deje engañar el que quiera, pero, por favor, a mí que me registren y que no me echen en ese montón.
Por ejemplo, me gustaría que no se mezclaran elementos religiosos con elementos civiles. Que adoren todas las banderas de cofradías religiosas que quieran, pero que no se incline ni una de carácter civil. Un paso más y volvemos a la altura de los talibanes musulmanes de los que con tanta razón nos quejamos.
Por ejemplo, ¿qué pintan en la procesión los cuerpos armados? ¿También los manda una mano religiosa y celestial? Yo para eso no quiero pagar impuestos.
Por ejemplo, me parece de un egoísmo de párvulos elogiar una fiesta religiosa por el hecho de que van a venir más visitantes y el negocio lo va a agradecer. ¿Hacemos religión o hacemos caja en los bares?
Por ejemplo, no entiendo por qué los fieles no se rebelan contra esta degradación de lo religioso a la simple cuenta de resultados del turismo. Una religión, si es, es algo más elevado y hondo, pero no esa pantomima de atraer turistas y negocio.
Por ejemplo, no entiendo el empeño de recuperar tradiciones como la del recibimiento a la duquesa y la medio adoración de los habitantes de Béjar ante este hecho. Me refiero al símbolo de la representación no a los actores. ¿Pero todavía no se sabe en esta ciudad estrecha que los duques fundamentalmente lo que hicieron durante siglos fue explotar a los ciudadanos normales, o sea a los abuelos de los abuelos de nuestros abuelos? ¿Pero aún vamos a ser esclavos agradecidos? ¿Pero no se puede repasar la historia, que duró hasta hace dos días, y rebelarse ante los hechos acaecidos en lugar de ensalzar a los tiranos?
Se me ocurren muchos porejemplos, pero los citados pueden servir de índice.
Béjar, como cualquier ciudad, se suele tomar en metonimia o en sinécdoque, pero menos veces como metáfora. Quiero decir que se toma la parte por el todo y esa imagen es la que se propaga a los cuatro vientos. Y no es eso, no es eso. Hay otras visiones un poco diferentes aunque parezca en los medios y en las imágenes que no existen.
El Corpus es una fiesta barroca sobre todo, con todo lo que ello supone de espectacularidad, de apariencia y de rodeo de la realidad. Realizada en el buen tiempo, sumerge al espectador en un estado cenestésico en el que participan todos los sentidos. Si a ello se le da el formato religioso, el patrocinio civil y la expansión descriptiva y nada reflexiva de los medios de comunicación, la representación ya posee todos los ingredientes para salir a escena.
Nada que decir a los creyentes que afirman su religión: tienen todo el derecho. Todo que decir contra los que se apropian de todo y no conceden ni la posibilidad de que alguien observe otras aristas.
Y un resumen que podría valer, en mi consideración, por todo. Al Corpus acuden cientos o miles de personas. Analícese la historia y se verá que responde a una imposición absoluta de la nobleza y de la iglesia sobre el pueblo llano. Ese pueblo llano acude a centenares y a miles. Él sabrá por qué.
A finales de septiembre se conmemora en la Puerta de la Villa la actuación (esta sí real y común de todos los bejaranos, varios de los cuales entregaron hasta sus vidas) del pueblo de Béjar en favor de la libertad y de la superación del yugo nobiliario para convertir a todas las personas en seres iguales y libres. Apenas se reúnen unas decenas de personas. Y hasta da la impresión de que tienen que hacerlo como a escondidas para que sus convecinos no les miren mal.

Como para echarse a llorar, para salir corriendo y no volver la vista hacia atrás.

viernes, 5 de junio de 2015

DOLORES... DE ESTÓMAGO


A veces se sentía sin control y sin asidero al que agarrarse; era tal su falta de ambición, que caía en una abulia indefinida y triste, insensible y amarga. Había sobrepasado y había dejado muy atrás todos los sentimientos de desconcierto social y político y ya ni sentía el más mínimo escalofrío cuando le daban cuenta de cualquier escándalo o de cualquier enjuague de los que a diario informaban los medios de comunicación, Lo suyo era ya otra cosa más hundida en el abismo, en un abismo del que salir resultaba una tarea casi imposible y de la que ella no se tomaba la molestia ni siquiera de planteárselo.
Pensaba desde hacía muchos meses en la inutilidad de su existencia y deseaba (aunque esta palabra ya casi no formaba parte de su vocabulario, por las connotaciones de actividad que presentaba) la inexistencia en el futuro de cualquier cosa que se pareciera a lo que estaba viviendo. Nada le complacía, todo le parecía inconsistente y a nada le encontraba sentido. Por su cabeza pasaban distintas ideas que daban forma a la posibilidad de terminar con aquel estado de cosas. Su pasividad la llevaba a no tomarlas en consideración: no tenía fuerzas ni para articular un pensamiento corto y sencillo con el que dar fin a su situación.
En su estado de negación, no paraba su sensación en el presente, y mucho menos en el esfuerzo de imaginarse cualquier futuro. No, su cansancio y su rechazo la llevaban a renegar de su existencia pasada; no de su bondad o de su maldad, sino de la misma existencia. A ella le hubiera gustado no haber sido existencia pasada, no tener la posibilidad de contemplarse y de recordarse en ninguna circunstancia.
Como esto no lo podía conseguir porque no estaba en sus manos, sus sensaciones la llevaban al estado del dolor, al dolor de la inteligencia y de la abstracción de las ideas primero, y al de las sensaciones más tarde. Porque las ideas parecían tomar cuerpo en ella hasta provocarle sensaciones negativas muy dolorosas, hasta el punto de que, en el estado indefinido en el que su conciencia se conducía, su desconcierto se hacía mayor. Pensaba que, si el nivel superior del ser humano es el de la inteligencia, el dolor mayor también se tenía que producir en el campo de las ideas. y se daba cuenta de que no era así, de que las sensaciones serían menos duraderas, pero producían un dolor más fuerte que el que encendían las ideas. Por eso, a pesar de su estado inactivo, andaba con las sensaciones a flor de piel y desconcertada en sus pensamientos.
Poco le había de durar ese estado contradictorio pues todavía se le había de encender más al comprobar que aún más intenso es el dolor físico que el de las emociones. Un simple dolor de estómago lo corroboró en una noche de insomnio y duermevela.
Cuando se vio cierta de las diferencias en la intensidad de sus dolores, su conciencia se puso en marcha y su abulia se convirtió en acción y en sentimiento sereno pero ágil y productivo. Aquella tarde mandó al olvido a su dejadez y a su desgana, llamó al orden a sus sensaciones más atrevidas, entre las que no era menor la de un enfado por algo poco importante, y se puso en marcha para tratar de calmar aquel dolor de estómago que no la dejaba en paz ni un solo momento.

Nadie sabe si fue para volver al estado de desidia y hasta de inexistencia, o para acudir deprisa al médico con su barriga a cuestas.

jueves, 4 de junio de 2015

TODOS LOS SUEÑOS


Se dice que una de las cualidades que diferencian al ser humano del resto de animales es la de la risa. Creo que es cierto. Pero otra más segura que la anterior es la capacidad de soñar. Soñar es como imaginar, como poseer la capacidad mental de engañare con otra situación totalmente diferente (no siempre, por cierto, mejor que la presente). No soy capaz de soñar cuál puede ser el sueño de un árbol, ni el de un perro, ni el de una nube, ni el de una roca.
El ser humano sueña. Yo sueño también, como ser humano que soy.
Pero no sé si todos los sueños son iguales ni si producen los mismos resultados. Porque hay sueños probables y sueños imposibles, hay sueños de realización posible y hasta probable, y los hay que se sitúan en el mundo de la quimera. Cualquiera puede seleccionar e imaginar un sueño de cada una de estas clases. Yo sueño con un futuro sano y positivo para mis nietos. Es un sueño posible y yo puedo contribuir a ello: ojalá se convierta en real. Sueño también con un mundo sin tantas catástrofes. Es un sueño que se me escapa de las manos y mucho menos probable. Y es que el sueño en el que imaginamos lo imposible ya nos sitúa fuera de la realidad y de los parámetros estrechos en los que nos movemos, mientras que el posible no se nos escapa del todo de lo que abarcamos con nuestra mente y con nuestras posibilidades.
En esta situación, me pregunto si es mejor pensar sueños posibles o sueños imposibles. Los sueños imposibles me enajenan, me dejan fuera de juego, no me van a defraudar del todo  jamás porque me superan totalmente. Los posibles, sin embargo, me atrapan y me atan, me tienen pendiente de su realización y, cuando no se cumplen -casi siempre si son sueños-, me dejan el poso del sufrimiento y de la desilusión por lo que pudo ser y no fue.
Desde mi ventana veo a niños que juegan en la plaza; todos aspiran a ganar el partido que juegan, todos tienen el sueño de la posibilidad, sueñan un sueño posible. Otro tanto estará sucediendo con los alumnos que estos días apuran las horas preparando los exámenes de fin de curso, o con aquella chica que sueña con conquistar a un mozalbete que le hace cosquillas… Todos sueñan y soñamos sueños posibles. Todos estamos expuestos a la desilusión ante el fracaso de los mismos.
Yo a veces me siento a soñar y me dejo llevar por sueños imposibles también. En esos momentos, los sentidos se relajan, las dimensiones se desbaratan y el tiempo y el espacio se hacen flexibles hasta marcharse del calendario… Luego, al rato, alguien (tal vez yo mismo) me llama y me hace volver a las dimensiones de cada día, a las de los pequeños éxitos y los pequeños fracasos. Desde ahí, de nuevo, vuelvo y volvemos a empezar otra estación de sueños posibles e imposibles.
Tal vez quien abuse de los sueños imposibles se expone a ser considerado en el gremio de los cabezas locas, mientras que a los de los sueños posibles los situemos en el de los razonadores, emprendedores, o qué sé yo.

El mundo es tan grande y tan pequeño, tan lejano y tan próximo, tan personal y tan social, que acaso cabe todo en él. También, a pesar de todo, todos los sueños.

miércoles, 3 de junio de 2015

VAMOS: ES LA HORA


“!Vamos: es la hora!”. Cada día una voz familiar me recuerda que el reloj me invita a que me incorpore, a que me ponga en pie y a que actúe. El reloj no duda, pero yo sí, pues en esos momentos me encuentro en una situación indefinida, pendulona y en duermevela.
Apenas me incorporo, levanto con cuidado la persiana y el sol me invade con toda su potencia. Es la señal del día, es la certeza de que la vida sigue, es la conminación a actuar y al movimiento.
Las noches son espacios intermedios en los que todo vuelve a esa relajación en la que algo se desprende de las cosas para quedarse en el olvido o en la habitación cerrada del sueño. Parece como si cualquier hecho del día necesitara de un reposo, de un repensarse a sí mismo para lavarse y ponerse otra vez presentable. O tal vez para reafirmarse y calzarse con los zapatos definitivos que lo mantengan firme y en pie. El caso es que, durante el sueño de la noche, todo se deshilvana un poco y se reconduce por unas leyes nuevas.
Cuando me levanto y abro la persiana, descubro las mismas cosas en los mismos sitios: el sol ya despuntando por el horizonte, el río y la montaña frente a mí, las calles y algún despistado caminante que apenas se dibuja allá lejos. Después, los mismos hechos repetidos de cada día; y en la calle y en el paseo por el campo, los mismos elementos, en los mismos tiempos y en los mismos espacios: las gentes que pasean en el parque, los trabajadores de la limpieza, los coches que descienden por la carretera presurosos porque tal vez llegan con el tiempo justo para empezar sus tareas o para dejar a los niños en el colegio, las fuentes y los árboles, los pájaros y el viento, el horizonte limpio y el silencio sonoro de la naturaleza… Todo sigue en estado de revista y en su sitio.
¿Y yo? ¿Soy yo el mismo de ayer y el mismo de cada día? Me paro a pensar y a veces incito a dialogar a todos los otros elementos que me rodean. Tiene que haber algo de cambio y de permanencia. El sueño de la noche me ha lavado por dentro, me ha serenado la conciencia y me ha permitido hacer un alto en el camino. La mañana, también desde mi somnolencia, me vuelve hacia mí mismo y hacia las cosas todas. Las vuelvo a ver y apenas las saludo pensando que solo ha sido un momento el que las he dejado solas y ellas a mí, como si nos hubiéramos concedido un respiro de amigos para seguir después con el mismo empeño o tal vez con la misma monotonía.
Poco a poco, mi conciencia se va reafirmando y se va esclareciendo. En ese revivir, siempre encuentro alguna arista nueva entre las cosas. Son las mismas de ayer pero hay algo indefinido que resulta nuevo, que me hace pensar que es otro el día, distinto y singular. Tal vez todo sea una ilusión de mi conciencia que no resiste la monotonía de lo repetido.
¿Qué pensarán las cosas de mí cuando me ven después del sueño de la noche? ¿Me verán siempre el mismo y lo mismo? ¿Estaré presentable? “Qué aburrido”, dirán si no hay algo en mí que las atraiga y que les llame la atención. Aunque solo sea un pequeño detalle, cualquier cosa diminuta y sencilla, algo que sirva para trabar de nuevo la amistad y el diálogo de los días anteriores.
El sueño purifica (y tal vez puerifica). Yo quisiera renacer con la luz cada mañana, después de someterme a la ducha del sueño y a la reparación de mis sentidos. Me cuesta ponerme en forma, pues mi cuerpo se aficiona lentamente al roce de las cosas, a la nueva luz del día, a la novedad de las mismas cosas pero con camisa nueva.
Cuando me incorporo, me miro y me sorprendo en semisueño, dudoso de mí mimo, extraño y viejo amigo, el de siempre y el que quiere descubrir de nuevo el mundo. La luz y el día me aguardan. Y las cosas son otras y son siempre las mismas. ¡”Vamos: ya es la hora!”. Pues venga, vamos. Es otro nuevo día y el sueño de otra noche está aún muy lejos. MI mente se descubre poco a poco y se vuelve conciencia. Hasta el próximo sueño

martes, 2 de junio de 2015

SONIDOS


¿Cuál es el sentido que se pone en contacto con la vida en primera línea de batalla y antes de que los demás conformen nuestras relaciones con lo otro: la luz, el oído, el tacto…? No sé muy bien cuál de ellos, o si todos a la vez.
El sonido, sin embargo, me da noticia de las cosas, me viene anticipando, como cartero alegre, lo que me espera y lo que me va a visitar, es un buen vagido de la sinfonía que me aguarda. En los sonidos, y aún más en el silencio (otra forma sublime de sonido), encuentro como la entrega incondicional de los seres y el ofrecimiento de su presencia.
Pero hay sonidos en todos los niveles y en todas las direcciones. Hay sonidos que me llegan de fuera: de los niños que juegan distraídos en la plaza; de los coches; del portazo inevitable del vecino; de una conversación en la escalera de alguien que se demora innecesariamente y que comunica lo que no quiere comunicar; del ascensor que ruge cuando se pone en marcha; del cartero llamando siempre a mi timbre… Otros son interiores y se mezclan con los que vienen de fuera: los pasos en el suelo del pasillo, un vaso que se cae, el teléfono, la escoba y la fregona, la mesa y las sillas en la terraza, el agua en su gluglú, la radio por las noches y el ruido inconfundible de la tele que no se agota nunca, e incluso algunos que hacen el camino desde el interior del cuerpo hacia el exterior de las habitaciones.
Me da la impresión continuada de que casi todos estos sonidos son prescindibles, o al menos de primer escalón. Y no es verdad, porque ellos son también la vida y sus murmullos, el martilleo continuo que me recuerda la existencia de las cosas. Con ellos tengo que convivir y a ellos tengo que acomodarme si quiero formar parte de lo que me rodea.
Pero hay luego otros ruidos con más afinada melodía que también me visitan y me convocan a otros registros diferentes y más sabrosos. También de fuera y de dentro: el sonido acordado del saxo de mi vecino cuando por las mañanas desgrana melodías de amor a su esposa, el rumor que me llega desde el río en la corriente que se va sin parar, la eterna sinfonía de las aves en el cielo en los buenos días de verano, el gorjeo eterno de los pájaros que se posan en las ramas y hacen del paseo en el campo un concierto musical al aire libre; o la música que tantos ratos me ocupa en mi casa, esa música en la que cabe todo pero en la que hago un espacio mayor para los cantautores y para lo eternos clásicos; o el  tintineo de la lluvia, que me hace pensar en mis visiones del tiempo y del espacio, el viento en mis ventanas, siempre formando bulla…
Ahora mismo escucho música clásica española, y este sonido medido y estudiado me transporta y me aquieta a la vez, me provoca sentimientos encontrados y me abre un álbum completo de sensaciones personales y colectivas.
Y el último escalón de la pirámide, el sonido más hondo y más selecto, el que procuro escuchar con más atención y el que más me ofrece: ese, exactamente ese: EL SILENCIO. La mejor articulación del sonido se halla en el silencio, la mejor armonía la esconde la quietud y la falta de relato sonoro.
Paso muchas horas solo y en silencio en casa. Y estoy feliz con ello. Si quiero, puedo oír y escuchar todos los ecos que del silencio se desprenden. Son muchos y afinados. Solo tengo que dejarme llevar por sus acordes, poner fino el oído y abrir mis sensaciones. Allí y entonces, “la música callada, la soledad sonora”. Con la ayuda de este almacén de cenestesias se me van los días y las horas, dejo al ralentí mi pensamiento y me dejo anegar por una especie de dispersión de la voluntad que me diluye y a la vez me eleva y me concentra.
Después, el sube y baja hacia los otros sonidos, todos conformadores de la vida, aunque con un afinamiento un poco diferente.
Cada ser compone la sinfonía de su vida, cada uno con un ritmo personal y con unos compases diferentes, pero todos en el decorado y en el patio de butacas del espacio y del tiempo. Me gustaría ser un poco más melómano.
Hoy me ocupa por entero una canción, la de los años de mi nieta Sara, con todos sus compases

y con todos los acordes, que forman una melodía para mí insuperable.

lunes, 1 de junio de 2015

CUESTIÓN DE EDUCACIÓN


Tengo en mi comedor un televisor grande y de muy buena definición. Con frecuencia me siento y me dejo llevar por lo que me enseñan en la caja tonta. Veo también deporte, más fútbol que otras especialidades. El sábado me abstuve de ver la final de la Copa del Rey o Copa de España, o como coño se llame. Me olía la tostada. Ese olor lo sentían hasta los más alérgicos o privados de este sentido.
Tengo que adelantar que no me hace ninguna gracia que se silben los símbolos que representan a todos legalmente. Se trata de una cosa tan elemental como el sentido de la medida y de la educación. A nadie se le puede pedir entusiasmo ante algo que a él o a ella no les agrada. El respeto no solo se le puede pedir, se le debe exigir como medida de higiene para una convivencia educada y respetuosa.
Sostengo que no es cierto que sean solo unos pocos los irrespetuosos. Esconder la realidad y no describirla con exactitud no es más que mantener el error y aumentarlo. Silbaban casi todos los que estaban en el campo. Y saben muy bien que los clubes respectivos son soporte moral para esta falta de tino y de educación. A las declaraciones de sus dirigentes me remito para defender esta opinión. Un equipo, el catalán, se declara “más que un club”, y el otro se ha apoderado de la bandera de todos los vascos como si fuera de ese club solo.
Ante los hechos esperados, un poco fomentados y ocurridos, los representantes políticos y policiales parece que quieren poner coto proponiendo sanciones. ¿A quién van a sancionar? ¿Por qué motivo? ¿Qué condena van a pedir? Todo parece un disparate, se quedará al final en nada y no hará más que fomentar más la irracionalidad de los nacionalismos.
Pero no seré yo quien silbe a los que intenten arreglar este desaguisado; ni siquiera si en este caso se equivocan por exceso. Simplemente señalo la dificultad de acertar y la posibilidad de los efectos se vuelvan contra las causas que los motivaron.
La libertad de expresión es sagrada. La educación no lo es menos. La aplicación de las leyes tampoco. Conjugar los tres ámbitos no resulta sencillo.
Me resulta, no obstante, muy claro que así no podemos estar indefinidamente. Este país, o nación, o como se llame, no pude gastar casi todas sus energías en enfrentamientos ni en encontrar la manera de molestar todo lo que se pueda al de al lado. Los nacionalismos nos tienen agotados, son cansinos, se mueven en niveles intelectuales cavernarios, son puro egoísmo fomentado siempre por grupos minoritarios burgueses acomodados, y siempre fomentan la exclusión, cuando no el odio y el enfrentamiento continuos.
El propio asunto es ya manido y todos hemos opinado alguna vez acerca del mismo. Yo sigo perdido, pero, sobre todo, agotado, rendido ante lo que la realidad me ofrece cada día. Contra la voluntad de la gente para convivir no se puede ir, no hay ley que regule estos sentimientos: únicamente se pueden fomentar o remansar. Por otra parte, la ley es muy clara y, en estrictos términos legales nada o casi nada hay que negociar con nadie. En este callejón sin salida entre leyes y voluntades de gentes, hay que arbitrar alguna medida para que la voluntad de las gentes no se quede en frustración continua ni en reivindicación engañosa y engañada. Pero hágase todo con un poco de sentido común y con alguna gota de buena voluntad. Y, si hay que conceder el divorcio, concédase y que cada cual viva feliz por su cuenta, que, al fin y al cabo, es de lo que se trata.
Mientras tanto, por favor, no desprecien un día sí y el otro también: uno se cansa y termina harto y fuera de sí, sin razón y a golpe de puro sentimiento. No es lo mejor.

Una vez más llego al mismo aparente exabrupto: ¿Cómo es posible que, ante tanto desprecio y silbido, todavía haya gente (aficionados) que siga aplaudiendo con las orejas al símbolo de esos silbidos, en este caso, a los equipos que visten la camiseta que los representa? No me cabe en la cabeza. Yo no vi el partido: no voy a un lugar en el que no soy bien recibido. Simplemente.