lunes, 22 de junio de 2015

...Y TAN ALTA VIDA ESPERO...


Vuelvo a la imagen de Teresa de Jesús en sus palabras y en su figura. Mis lecturas a veces pueden parecer no buscadas pero no es cierto del todo: siempre hay alguna explicación, aunque esta no sea muy explícita. Ávila, por ejemplo, significa para mí desde hace ya años algo fundamental tanto biológica como sentimentalmente.
Me atrae la figura de esta mujer porque, aunque yo no he resuelto mi vida como lo hizo ella, sí me seduce su fuerza y su empeño en buscar su camino, su propia senda, el mundo que le interesaba a ella por encima de imposiciones y de tendencias. En algún momento -no desde el comienzo sino cuando ya tenía sus añitos- determinó que su camino era el suyo, el que ella creía mejor para su desarrollo y para su realización. La España que conoció y que la rodeaba no era precisamente muy acogedora con la mujer, y mucho menos con la mujer emprendedora y soñadora; en realidad contaba muy poco, casi nada o directamente nada en casi todos los campos: social, económico, religioso…
Teresa se dio cuenta de que en su roce con el mundo, su persona se empequeñecía, su cesión tenía que ser continua y escasamente correspondida, y además, esa cesión se tenía que hacer en favor de ideas que no la llenaban de ningún modo. Ante eso, eligió el camino del apartamiento, de la separación, de la conformación del mundo como su propio mundo. En ese mundo propio se afirmó, se realizó, se conformó y desplegó su energía y su actividad incansables. Y en ese su mundo particular sí que ella fue protagonista absoluta, por más que fuera para negarse en favor de su amor religioso.
¿Le mereció la pena apartarse del roce con el ambiente de su época? Tal vez porque, en cualquier caso, eligió su propio y personal vocación. No era demasiado bueno el contexto: analfabetismo generalizado, corrupción religiosa y social, favoritismo, cerrazón cultural, pobreza por todas partes, fanatismo religioso, lisiados y menesterosos, guerras inacabables, falta de confianza social, imposibilidad de abrirse al razonamiento y a otras culturas…

El caso es que esta ristra de ajos malolientes me trae un olor que me resulta familiar… Como si fuera cinco siglos después, allá por el futurísimo siglo veintiuno. Prefiero no seguir indagando. Si acaso para señalar cuáles podrían ser las Teresas de nuestros días. Tampoco me las imagino en Telecinco.

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