domingo, 28 de abril de 2019

ELECCIONES GENERALES



Mientras tecleo en mi ordenador, escucho un Divertimento de Mozart. Durante unos breves minutos solo escucho con el afán de llenarme de ese espíritu positivo que de sus notas y compases se desprende. Una vez situado en ese nivel, busco las teclas que dan vida al pensamiento que ahora me ocupa.
Es inevitable. No lo puede anular ni mi paseo matinal por el campo, al olor, a la vista y al despliegue de todos los sentidos en la naturaleza, en estos días tan apabullantes. Es día de elecciones y las variables que incluye este hecho son muy variadas e importantes. Y no todas me animan con la misma fuerza y entusiasmo. Pero, por encima de todo, se alzan los elementos positivos, aquellos que me hacen sentir que una comunidad tiene el derecho a intentar organizarse por sí misma, sin salvadores ni milagreros ni sátrapas.
No quiero defender la democracia como el mejor de los sistemas políticos, sino como el menos malo, fundamentalmente porque te deja siempre la posibilidad de rectificar y como la sordina de que algo has podido decir ante los demás. Ya sé que eso es poco, y menos si se ejerce este derecho cada cuatro años y no cada día y en cada momento. Sé también que se esconden en el sistema muchos elementos de engaño y de desengaño ante el mismo. Pero, ahí está, para nuestro uso y para su perfeccionamiento.
He visto imágenes de colegios electorales llenos de gentes de todo tipo, he sentido emoción ante las palabras de electores con discapacidades que mostraban su alegría ante el hecho de sentirse como los demás, he observado cómo en algún pueblo pequeño el acto es casi como una reunión en torno de una mesa, he advertido con pena de qué manera alguna persona de mesa negaba el saludo a alguno de los líderes mientras votaba… Son miles las variantes que se conjugan en un día como este. Y todas son importantes, aunque el conjunto las supere. Incluso la variante de la abstención, porque es índice de otras actitudes que también cuentan en el día a día de la comunidad.
Estas pocas variantes que he señalado y otras muchísimas más son sumadas y ofrecen, en el recuento final, un perfil preciso de lo que quiere la comunidad mirando hacia el futuro. Ninguna debería ser rechazada de antemano pues responde siempre a alguna inquietud o a alguna forma de pensar de un grupo de ciudadanos.
Por eso, la gestión posterior no debería ser nunca excluyente, pues hay que hacer gobernable a la comunidad. Habrá vencedores y perdedores en el recuento numérico, por supuesto; pero el análisis que se quede en ese nivel no merece ser tenido en cuenta por quien quiere mirada alta y común. Las formaciones políticas que de antemano se niegan a buscar fórmulas de entendimiento con los rivales no juegan a la mejora de la comunidad, sino a la contienda de ganadores y de perdedores, de buenos y malos, de mejores y peores, de espadas en alto y cadáveres por el suelo. Y así no. Esto no es una batalla. Es una contienda de ideas que quieren aportar fórmulas de mejora y que esperan sugerencias de las demás ideas para perfeccionar la propia visión de las cosas.
En esta visión, no se me alcanza qué misión y qué importancia pueden tener eso que llaman líderes, pero me parece que más bien poca. Sobre todo si esos líderes lo son como mandamases de una tropa de enajenados que no son capaces ni de levantar la cabeza ante ellos. Pero no quiero abrir el melón de las deficiencias de la democracia porque hoy quiero verla moza bien lozana y garrida, o como joven gallardo y atractivo. De otra manera me vengo abajo y no es plan.
Así que aquí lo dejo para volver a Mozart en su Divertimento. Y en mi divertimento mental, dándole vueltas a esa cosa tan poliédrica que llamamos democracia, que hoy está de fiesta mayor y de procesión cívica por todas las calles y plazas de España.

jueves, 25 de abril de 2019

MIENTRAS CAE LA LLUVIA LENTAMENTE



-Para no ser mudos, hay que empezar por no ser sordos. Y, acaso, para no ser sordos, hay que empezar por no ser ciegos. Mas, si no puedes ver, toca las cosas, huélelas, cómelas, gústalas, siente su hiel y abreva sus azúcares… Después, regresa al punto de partida y verás como el mundo es otro mundo, pues ya será tu mundo, el mundo verdadero.

-Dicen que Dios ha muerto. Solo pueden decirlo con certeza aquellos que lo crearon: Dios es un parto humano y no siempre ha parido un ser muy aparente.

-Cuando los dioses juegan a la guerra, ¿por qué no empuñan ellos las espadas?, ¿por qué se tapan jugando a las damas, mientras otros en su nombre siembran de sangre el suelo y las conciencias?

-Pídele a Dios que sueñe el sueño que le has concedido. Pero, por favor, dile también que despierte.

-No se repite el pasado. Solo hay un rescate parcial e impreciso en la memoria. Y este rescate ya no es real; y, además, es presente.

miércoles, 24 de abril de 2019

EL CAMPO DE AGRAMANTE



El libro de los libros lo contiene todo. Por eso podemos acudir en su ayuda siempre porque no nos defraudará. No es bueno tratar de imitarlo, pues enseguida asoma por la esquina el ridículo y nos pinta la cara de carnaval. Es mejor dejarlo que hable y que nos cuente.
Ayer vi también el segundo de los debates de los candidatos políticos en las ya inmediatas elecciones del próximo domingo. Antes y después, la insufrible parafernalia de medios, asesores, pintamonas, comentaristas que confunden sus deseos con la realidad de los demás y todo un espectáculo mediático que, como Deus ex machina, produce los milagros o los niega.
Ariosto ya nos contó en su Orlando las trifulcas de Agramante y las luchas de unos y de otros en la conquista de París. Pero yo me quedo, como casi siempre, con nuestro Cervantes inmortal.
Estamos en el capítulo XLV de la primera parte. En la venta se han juntado gentes de todas partes y condiciones, y aquello termina por parecer el camarote de los hermanos Marx. Se disputa acerca de la verdadera naturaleza de aquello que o era bacía o era yelmo, y de aquello otro que tenía que quedar como albarda o jaez. Qué alboroto, por Dios, qué algarabía, qué bullicio, qué griterío, qué gresca, qué riña, qué bulla, qué jaleo…, qué empeño interesado en torcer todo para  hacer ver cada uno lo que conviene a sus intereses.
Qué hablen los interesados:
“!Válame, Dios –dijo a esta sazón el barbero burlado-. ¿Que es posible que tanta gente honrada diga que esta no es bacía, sino yelmo? Cosa parece esta que puede poner en admiración a toda una universidad, por discreta que sea”.
“Por Dios, señores míos –dijo don Quijote-, que son tantas y tan extrañas las cosas que en este castillo, en dos veces que en él he alojado, han sucedido, que no me atrevo a decir afirmativamente ninguna cosa de lo que acerca de lo que en él se contiene se preguntare, porque imagino que cuanto en él se trata va por vía de encantamento…”
  El caso es que hay que tomar una decisión y se encarga a don Fernando que “tome los votos”.
“-El caso es, buen hombre, que ya yo estoy cansado de tomar tantos pareceres, porque veo que a ninguno pregunto lo que deseo saber que no me diga que es disparate el decir que esta sea albarda de jumento, sino jaez de caballo, y aun de caballo castizo…”
Y ya en plena trifulca: “Alzando el lanzón (don Quijote), que nunca le dejaba de las manos, le iba a descargar tal golpe sobre la cabeza, que, a no desviarse el cuadrillero, se le dejara allí tendido. (…) El ventero, que era de la cuadrilla, entró al punto por su varilla y por su espada, y se puso al lado de sus compañeros; los criados de don Luis rodearon a don Luis, porque con el alborozo no se les fuese; el barbero, viendo la casa revuelta, tornó a asir de su albarda, y lo mismo hizo Sancho; don Quijote puso mano a su espada y arremetió a los cuadrilleros; don Luis daba voces a sus criados, que le dejasen a él y acorriesen a don Quijote, y a Cardenio y a don Fernando, que todos favorecían a don Quijote; el cura daba voces, la ventera gritaba; su hija se afligía, Maritornes lloraba; Dorotea estaba confusa; Luscinda, suspensa, y doña Clara, desmayada. El barbero aporreaba a Sancho; Sancho molía al barbero; don Luis, a quien un criado suyo se atrevió a asirle el brazo porque no se fuese, le dio una puñada que le bañó los dientes en sangre; el oidor le defendía; don Fernando tenía debajo de sus pies a un cuadrillero, midiéndole el cuerpo con ellos muy a su sabor; el ventero tornó a reforzar la voz, pidiendo favor a la Santa Hermandad… De modo que toda la venta era llantos, voces, gritos, confusiones, temores, sobresaltos, desgracias, cuchilladas, mojicones, palos, coces y efusión de sangre. Y en la mitad de este caos, máquina y laberinto de cosas, se le representó en la memoria de don Quijote que se veía metido de hoz y coz en la discordia del campo de Agramante…”
Pues cambiamos los nombres por los de algunos líderes políticos, transformamos la venta en un plató de televisión, vestimos de modernos a todos los personajes quijotescos y les encargamos los oficios de asesores, maquilladores, presentadores, comentaristas… y tenemos la versión moderna de ese recuerdo quijotesco del campo de Agramante.
Reniego de la equidistancia y no creo que todos los personajes aludidos se comportaran de la misma forma. Pero la labor de diferenciar y de decidir es ya de cada uno de nosotros. A ello.

martes, 23 de abril de 2019

EL ESCRITOR Y EL LIBRO



Después de hollar el campo y de dejar mis pasos por la Dehesa de Candelario, me siento a rumiar conmigo mismo algo que me pregunto con frecuencia. No sé dar la respuesta verdadera, pero algo me aproximo, al menos manifiesto mi experiencia.
Hoy es el día del libro, con todo lo que encierra este concepto y la historia feliz que lo contempla. Bendito sean los hechos, los festejos, los premios y las advocaciones…, que todo libro guarda alguna buena enseñanza.
Hoy pienso como aquel que se atreve a mover sus manos para dar cuerpo a lo que su espíritu le dicta, a ejercer de sacerdote en la liturgia de la creación, a ser un dios menor, aunque solo sea por un rato. Quiero decir que pienso en la labor y en el significado del escritor. Ahora acoto la senda del poeta.
Me asaltan muchas dudas y yo no sé si acierto o me distraigo. En todo caso, son mis razones últimas y no son engañosas ni aprendidas sino conmigo mismo.
El creador es golpeado por la realidad, como otro ser humano sensible y curioso. Sin embargo, no acota la realidad como un geógrafo o como un campesino; es la realidad la que lo invade, aquella parte de la realidad que, por diversas razones, se impone a las demás, se hace más impulsiva y emocional. De cómo y por qué se ha seleccionado esa realidad no es fácil dar cuenta ni razón, pues se trata de un proceso lento e invisible que va dejando huella y arañazos en el mundo de la razón y de las emociones del creador. Así, se establece un maridaje que no es más que consecuencia de un noviazgo feliz o tortuoso del que el poema es la última prueba y la expresión gozosa nacida para el poeta y para los lectores. Es como si el creador tuviera en germen esa idea, que ha ido cuajando con ritmos escondidos y se desgaja para vivir sola.
Al servicio de ese impulso y de esa idea (sentimiento y razón, razón y sentimiento) se brinda la palabra, el elemento mágico que nos pone en camino de la esencia y de lo primigenio, de ese otro mundo no nacido al que siempre estamos aproximándonos y al que nunca terminamos de alcanzar. Ella es la que nos hermana con las cosas, la que las abraza y les da cobijo, la que termina por dar sentido a la búsqueda humana de la razón de su paso por el mundo. Por eso la necesidad del mimo en la palabra, el trato amistoso con la misma, la escena bien tejida en la que tiene que mostrar sus cualidades, el sentido litúrgico que esconde. In principio erat verbum. Palabra libre siempre, reveladora y pura, lejos de imposiciones y mandatos, camino hacia la esencia y el misterio, transgresora de espacios y de tiempos, capaz de presentarnos el detalle que salta cual ballesta camino de lo eterno e infinito, don, regalo, deleite, a veces con el barro en sus vestidos para mostrar lo impuro de este mundo…
Para encender el fuego en la palabra, están las manos torpes del poeta, que no hace más que dejarse invadir por ese mundo nuevo que vive en el corazón de los sonidos y de los conceptos. Cuando descubre una imagen nueva o teje una situación satisfactoria, se siente dios menor, sacerdote en el templo, milagrero mayor. Y se deja y se olvida en la palabra. No es fácil entender un buen uso de la misma sin una vida intensa y paralela en la emoción y en la curiosidad. Palabra y creador en un abrazo que indique coherencia y mestizaje.
Después vienen los libros, las lecturas, los lectores, los premios, los olvidos… Pero eso es ya sabor de otras comidas.
Hoy es el día del libro. El libro es el resumen de un milagro. Voy a sentir la luz entre sus páginas.

lunes, 22 de abril de 2019

EL CIELO Y EL INFIERNO



Se terminó la Semana Santa. El tiempo lo devora todo a mayor velocidad que como lo hace el fuego y ya estamos metidos de hoz y coz en la segunda semana de la campaña electoral. ¡En la segunda y última! Qué gozada, y yo sin casi enterarme de nada. No soy yo de los que desprecio el hecho político y sus variables, pero esta campaña me tiene alejado totalmente, a la vista de insultos, descalificaciones y simplezas. Como si no supiéramos de qué pie cojea cada uno.
Yo quería, sin embargo, detenerme un poco en otro asunto que ha coincidido cronológicamente con la Semana Santa y que tal vez no esté tan alejado de ella.
He asistido al funeral de un pariente en una iglesia de esta ciudad estrecha. Ambiente de tristeza, como corresponde a la despedida de alguien querido. En medio de la ceremonia, el sacerdote se descuelga con un breve sermón en el que trata de explicar el sentido de la resurrección de Cristo y su entrada en el cielo, adonde lleva a todos los fieles con él. Bueno, es el sentido positivo de la religión cristiana, el de la promesa de la vida eterna. Por ahí su valor de consuelo y su asidero a un sentido de la existencia.
Pero, atención, y voy a tratar de no añadir ni una coma a lo que allí se dijo y oyeron mis orejitas: En la muerte de Cristo, este bajó a los infiernos para abrirlos. Mientras, el cielo estaba cerrado. El infierno tiene dos partes: el infierno superior y el inferior. En la parte inferior estaban y están los condenados para la eternidad. En el infierno superior, están los justos que habían muerto antes de Cristo. También se llamó a este lugar el abismo. Allí estaba, por ejemplo, también san José, padre de Jesús. El primero que entró en el cielo fue Dimas  (el buen ladrón)…
Lo cierto es que, debido al día, el sermón fue muy breve. Menos mal. Juro que no agoto la lista de barbaridades que se ensartaron en unos minutos. La cortesía familiar me impidió levantarme y salir huyendo de allí. El sermoncito me dejó traumatizado para todo el día. Incluso creo que aún no me he repuesto. Advierto de que no se trataba de ninguna metáfora, ni fábula, ni parábola, sino de una descripción espacial casi medida con metro y cartabón.
De modo que un infierno con pisos, unos mejor acondicionados que otros. Gentes aguantando la llegada salvadora y mientras tanto a la lumbre y al fuego. Listas guardando cola para entrar en el cielo… Qué barbaridad. Yo creo que, si aquello dura algo más, nos ponemos todos en fila para no perder la vez.
Alguien me decía al salir del templo algo así: Si este sujeto no cree en lo que dice, es un estafador de tomo y lomo; si cree en lo que afirma, es un corto de mente (no quiero reproducir con exactitud la palabra empleada) irrecuperable. Lo suscribo.
Como sucede siempre, una golondrina no hace verano. Pero esa golondrina vuela siempre en el mismo trayecto circular y se adivina un mundillo parroquial para asustados y muertos de miedo. No puede ser de otra manera. Por eso, lo que importa no es el hecho concreto, sino lo que este simboliza y lo que esconde detrás. ¿Por qué asustan y asustan y asustan? ¿Quién puede imaginar un dios castigador, con fuegos, eternidades y bobadas semejantes? Esto parece algo así como la religión para tontos o borregos, que es lo mismo. Siempre he pensado que los primeros que tenían que levantarse a voz en grito son los propios cristianos, porque esto no hace más que espantar a cualquiera e invitarle a salir corriendo de todo ese mundo. La realidad muestra que todavía existe un grupo grande que comulga con estas ruedas de molino. Y esto es aún peor y desconsuela todavía más porque la solución así resulta más difícil. Como todo hecho tiene sus causas, no es lo mejor tirarlo todo por la borda, sino analizar por qué se produce. Buen tema para ir al rincón de pensar. Cada uno dirá.

viernes, 19 de abril de 2019

VA(YA) POR DIOS



Hace tan solo unos días asistí a la representación del Auto de Pasión en el interior de la iglesia de San Juan de Béjar. Son los viejos textos medievales de Gómez Manrique, siglo quince, y Lucas Fernández, siglo dieciséis. El teatro nació también, y sobre todo, dentro de las iglesias. Ayer mismo veía unas imágenes de televisión en las que aparecía un penitente salmantino cargado con una pesada cruz de madera, descalzo y arrastrando con sus pies unas pesadas cadenas de hierro. Hoy, en el lugar donde se visualizan los tres poderes históricos (nobleza, iglesia y poder civil o ayuntamiento), en plena plaza Mayor de Béjar, se anunciaba una llamada “Representación de la Sentencia”, con “prendimiento”, “condena del Sanedrín”, “dramatización de la sentencia”, “Representación del Viacrucis (sic) desde el Palacio Ducal al Calvario, crucifixión, descendimiento y sepulcro (patio exterior del Palacio Ducal)”. Ojeo el programa de Semana Santa en esta ciudad en la que vivo y todo son procesiones de dolorosas, cristos yacentes, madres angustiadas, gestos de impotencia… Cualquier manifestación se tinta de color púrpura y negro, símbolos de sufrimiento, de penas y de pecado en esta civilización.
Cada día entiendo menos, si esto es posible, a estas religiones que cargan sus tintas en el pecado, en el miedo y en los sustos. Solo unas brevísimas consideraciones acerca de dos de estos hechos, de aquellos que resultan más cercanos.
El Auto de Pasión termina con una acusación repetida, uno a uno, por todos los personajes: “Muere por ti, pecador”. Una y otra vez, como si no hubiera quedado claro y no se hubiera asustado lo suficiente con una o dos veces. Por si acaso, los intérpretes, cuya actuación teatral no se juzga aquí, apuntaban con su dedo acusador hacia los espectadores, en medio de un ambiente de oscuridad y de tinieblas, mientras un coro cantaba, lenta y repetidamente, la canción “Perdona a tu pueblo, Señor”. Supongo que algún espectador, además de yo mismo, se preguntaría qué es lo que había hecho para merecer tales acusaciones, y hasta saldría rumiando otras consideraciones que no hace falta reproducir aquí.
La Representación de la Sentencia y el Calvario no hacen otra cosa sino reproducir el dolor y la muerte, se supone que para redimir otra vez de alguna culpa. O sea, que de nuevo tenemos la presencia del pecado y de la condena, del miedo y del susto. Qué habré hecho yo, si me miro y no me encuentro nada especialmente rechazable, y menos para recibir la amenaza de un castigo eterno.
Hasta aquí una descripción somera de estos dos hechos, que no son más que una muestra de todo lo que se está produciendo por esos pueblos y ciudades de España.
Supongo que no es demasiado osado preguntarse serenamente las razones de todo este ambiente de pecado, de miedo y de castigo en los que se escenifican todas las religiones. ¿En qué se basan estos espectáculos? ¿A quién favorecen? ¿A quién perjudican? ¿Qué elementos emocionales calman o excitan en las personas que los practican? ¿Qué tipo de Dios hemos creado (porque, si Dios existiera o existiese, la visión y el concepto del mismo sería siempre nuestra, aquella que nos permiten nuestros sentidos y nuestra inteligencia) los seres humanos para que lo paseemos y lo enseñemos hecho un guiñapo, dando pena y desvalido física y mentalmente? ¿Por qué, a pesar de todo, estas manifestaciones gustan a tanta gente y excitan en ellas un interés evidente? Estas y otras muchas preguntas buscan voz solas y al momento. Muchas son retóricas, por supuesto, pero ahí están, por si alguien las quiere contestar, para uno o para los demás.
Por mi parte, suelo leer algún evangelio completo por estas fechas y no veo reflejado en ellos este ambiente tétrico, de turbación y de desasosiego. Entonces, como siempre, pongo en duda la validez humanista de esa parte de las religiones que asusta, que apunta hacia castigos nada menos que eternos y que comprime la vida de las personas en unas actuaciones que, desde el miedo, no hacen más que favorecer a los grupos que mejor instalados están en la comunidad. Con estas armas, mucho más poderosas que las bombas atómicas, se ha matado, se ha castigado y, sobre todo, se ha mantenido a raya a todo el que haya querido volar en busca de una sociedad igualitaria, libre, solidaria, amorosa y mirando al futuro no con miedo sino con alegría y en busca de algo que se parezca a la felicidad.
Dicen que cada día que pasa menos gente se apunta a las comunidades religiosas; sobre todo los jóvenes. Tal vez no haya que devanarse mucho los sesos para hallar alguna causa que lo explique. Claro que los dioses que los sustituyen tampoco parece que sean muy consistentes precisamente. Vaya por Dios.

jueves, 11 de abril de 2019

HOY HABLARÉ DE MÍ



Ya sé que es una redundancia porque nadie puede hablar de otra cosa que no sea de sí mismo. Y mucho menos si se trata de algún acto creativo. También es verdad que se puede hacer de una manera más o menos directa o delegada. Al final, se trata de ser un perfecto fingidor cuando uno escribe, sobre todo si se mueve en el género lírico.
El caso es que, venciendo el pudor que me domina y hasta la timidez que me visita casi siempre, olvidándome de algunos principios que me enseñaron hace muchos años y que procuro practicar, hoy, precisamente hoy, debo decir algunas palabras acerca de mí mismo. Ya pido disculpas por anticipado.
Desde hace un par de días tengo conmigo  ejemplares de mi libro Al paso de los días. Está recién salidito del horno y huele a pan reciente, calentito, crujiente y bien sabroso. Aunque me gusta más la metáfora del parto y nacimiento. Así que puedo decir y digo que tengo un niño que acaba de ver la luz y ahora lo acojo entre mis brazos con cariño y con mimo.
La gestación ha sido larga pues ha durado unos trece años. Pero ha nacido muy crecidito porque ha pesado nada menos que setecientas páginas (he dicho bien: 700) bien apretadas y densas, en las que se abrazan más de novecientos poemas (he dicho bien: más de 900).
Y qué queréis que os diga, me siento orgulloso de ser padre de esta criatura tan rolliza y sana. Se trata, en realidad, de un diario poético variado; tanto como el paso de los días: unos secos, otros lluviosos; unos oscuros y otros luminosos; unos con vestido de día de fiesta y otros casi desnudos… Es el paso de los días. Con él me he ido haciendo más maduro o tal vez viejo. Yo mismo lo noto ahora cuando vuelvo a sus páginas. Espero que también más experimentado y sensato.
En el breve prólogo se dice que es un libro de libros. Estoy muy de acuerdo con esta afirmación. De él podría muy bien haber salido una decena de libros ´temáticos´. Pero hay lo que hay y estoy contento porque esta fórmula la he querido y la he buscado yo, y me ha dado la oportunidad de no echar al cesto de los papeles nada que yo no quisiera que se olvidara. Además, de esta manera, caben muchas ideas, muchas emociones y muchas personas que han ido rozando mis días y mis horas.
El libro pesa (son setecientas páginas), pero lo cojo y lo acaricio, lo mezo entre mis brazos y lo acuno como a un recién nacido. Menos mal que no soy primerizo en el asunto, si no, no sé qué pasaría.
Ahora no sé si darle bautizo público o qué hacer con él. Porque de todo esto, a partir de ahora, lo que me interesa es que la gente lo lea, pero no me preocupa en absoluto nada de todo el mundillo de la distribución y sus componentes y aliados. Ya veremos qué se hace.
Un libro se compone lentamente, al calorcito de la habitación y del ordenador o del cuaderno, al amparo de las lecturas continuas y del roce de la vida en las calles y en los parques, en las aulas y en las tiendas, en el bullicio y en el silencio, en las salas del pensamiento y de la imaginación. O sea, que se escribe en soledad, pero al roce de la vida, y, en primer lugar, para uno mismo. Mas, si alguien se acerca a sus páginas, verá que a esa habitación de escritura han sido invitadas numerosas personas, referentes claros en muchas de sus composiciones; o sea, que de alguna manera son protagonistas también. No obstante, sin los lectores (el primero y principal es el propio autor) no se completa el ciclo.
La ayuda de algunos amigos y el esfuerzo de algún editor atrevido y audaz han facilitado que el parto se haya consumado más fácilmente. A ellos mi agradecimiento y mi abrazo. Gracias, Jesús. Gracias, Antonio. Y gracias, Leti.
El libro ya no es mío, sino del lector, de cualquiera que se acerque a sus páginas. Espero que se haga con buena disposición de ánimo y que no se le haga daño e este niño rollizo, que espera comprensión y buena voluntad. Nunca habrá un buen libro sin un buen lector.
Se ve que estoy contento. Y quería decirlo. Brindo con todos.

martes, 9 de abril de 2019

ÓRDAGOS



Ya todo se desborda y se desparrama, todo son palabras y palabras, imágenes impactantes y frases oportunas que tratan de dar un aldabonazo en los sentimientos de las personas, de tal modo que se alejen del razonamiento sereno y pausado para que, a finales de este mes de abril, acudan con sus papeletas cargadas de impulsos a las urnas. Para empezar, actuamos todos contra la lógica y el sentido común. Hasta ahora toda la fuerza se ha ido en la selección de candidatos (no igual en todos los partidos), en una mezcla de enchufismo, dedazos e imágenes saineteras y de celebridades baratas. Por fin parece que los partidos van sacando de sus cajones los programas. ¿No predica el sentido común que habría que actuar al revés? Pues que verdes las han segado. Que no se extrañen después si muchos se desaniman cuando ven que hay candidatos que aparecen simplemente por inercia o por la llamada del “jefe de la tribu”. Démoslo por hecho y qué le vamos a hacer.
Hoy mismo (08-04) he escuchado decir a un politólogo que lleva muchos años sin leerse los programas electorales de los partidos. Si no lo hace él como profesional, ya me contarán qué podemos pedir a los demás. Tal vez lo real sea que apenas si se necesita de esa lectura. Si eso fuera así, habría que admitir que se nos dibuja un panorama aún más negativo. Vaya por Dios.
Pero a algo habrá que agarrarse a la hora de decidir. Hay dos elementos, a mi juicio, que sirven al votante de asidero ante la urna. El primero tiene que ver con la trayectoria de los partidos. Cualquiera mínimamente interesado por la cosa pública sabe de qué pie cojea cada formación política, con independencia de lo que aparezca en su programa. Debería ser el principal argumento. El segundo tiende a la simplificación y se acoge a dos o tres asuntos que se repiten machaconamente y que velan la importancia de todas las demás. Tienen que ver siempre con aquello que haya dominado en la información durante los últimos años o meses.
Me atrevo también en esta ocasión a enumerar alguna de ellas y hasta a mostrar la cascada que ha desatado. Es muy grueso y sintético, pero ahí va. Uno que anda de adivino y no tiene mucho que hacer esta tarde. Me parece que “el asunto catalán” ha modificado todo. Ha hecho surgir un partido nuevo en aquel territorio, que después se ha extendido a toda España: Ciudadanos. El fenómeno del 15-M produjo también el estallido de Podemos como sustituto de una Izquierda Unida que no acababa de asentarse por lo mismo que no lo hace ahora tampoco Podemos: la disgregación territorial de sus componentes y su concepción general del propio territorio. A última hora, y siguiendo en parte un fenómeno extendido por otros países, ha surgido una agrupación política con destino incierto y preocupante, VOX, pero que también se asienta sobre todo en dos hechos, el asunto territorial y el fenómeno de la inmigración. Mientras tanto, el PP resiste con toda su mochila de corrupción a cuestas, pero teniendo que escorarse a la derecha con acusaciones e insultos indecentes; y el PSOE simplemente las ve venir después de esbozar el programa desde los decretos de Moncloa.
Como se ve, hay algún hecho que parece generar todo lo demás y que retroalimenta todo el panorama. Cuanto más independentismo, más respuesta emocional desde la derecha, en una carrera que uno no quiere imaginarse cómo puede terminar en caso de que se constituyan ciertos gobiernos. Y asoma la nostalgia del bipartidismo, aquel demonio con rabo y todo, que tal vez, a pesar de todos sus defectos, pronto se eche de menos y hasta se reclame. Lo que son las cosas.
En fin, que la cosa, en esta ocasión, va de órdago. Y en el órdago o se gana o se pierde la partida entera. Qué pena porque en una partida deberían jugarse muchas manos de cartas, establecerse muchos guiños y acordar alguna parada para echar un trago y hasta para contar algún chiste. Luego llega el final y, si hemos repartido un poco las cosas, vendrá el diálogo y el intercambio de pareceres. Los órdagos, sin embargo, suelen dejar malos humores y hasta recelos, voces más altas de lo normal e interpretaciones equivocadas. Pues eso.

lunes, 8 de abril de 2019

MALDITOS



En la creación literaria siempre han gozado de un halo especial aquellos escritores que, o bien en su trayectoria vital, o bien en sus escritos, o bien en ambos casos, han mostrado una especial ruptura con lo noble o lo políticamente correcto o aceptado. Las últimas muestras apuntan a eso que se llama realismo sucio y aledaños, moda literaria que hunde sus raíces en autores americanos, de la Generación beat sobre todo, y que en España tiene representantes reconocidos (Carmelo C. Iribarren, Roger Wolf…).
No tengo ganas ni capacidad para enmendarle la plana a nadie, pero sí razones para tomarme ese morbillo con algo de serenidad y hasta de desmitificación. Un ejemplo muy claro es el de Charles Bukowsky. De él acabo de leer La senda del perdedor, esas páginas crudas, de estilo directo en la forma y en el contenido, en las que se revive su autobiografía, con las licencias que se quieran suponer, pero biografía al fin.
Hay una parte -la más importante sin duda-, que refleja el contexto en el que se tiene que desenvolver la infancia, la juventud, o cualquier otra etapa de la vida, de aquellos que no resultan precisamente muy beneficiados por el entorno: familia desestructurada, falta de recursos económicos…, falta de proyecto de vida en suma. Todo esto parece incontestable y, cuando se presenta de una forma descarnada pero verosímil, nos da cuenta de una realidad realmente sucia y degradada. Hasta aquí todo parece acusación sin tapujos de todos esos elementos que impiden al individuo un desarrollo vital satisfactorio.
Achacar todo esto a lo de fuera me parece una simplificación poco creíble. Porque repasar la aportación personal a ese contexto certifica que no es fácil salvarla de la quema. Desidia, licores, drogas, horarios, sexo, exclusiones de casi todo, negación absoluta sin razonar ese rechazo, falta de esfuerzo, alumbrar una vida solo sustentada en el deseo y en la apetencia personal… Son demasiadas trabas y termina siendo una acumulación de desánimo y de desafecto para los protagonistas.
Y lo que aún resulta menos consistente: encima parece que otras formas de encarar la vida no tuvieran su justificación y que resultaran todas impostadas y falsas.
Me resulta agradable leer creaciones encuadradas en este formato mental: son como una torrentera que te cae encima y que no te deja nada sin mojar. Pero lo hago con precaución y procurando no dejarme llevar por el impulso que genera una primera lectura. La vida tiene mucho trazo grueso y hay barro en casi todos los caminos. ¿Quién puede negar tal cosa? No sé si con el rechazo absoluto se puede arreglar algo. Sobre todo, si se presenta de manera tan descarnada y, con frecuencia, desagradable. Hasta la realidad más gruesa puede subir al escenario de la literatura. Este asunto es muy viejo (Edad Media, Quevedo, canciones y literatura popular…) y nadie descubre casi ningún mediterráneo. Son las formas y las intensidades, los panoramas y las actitudes los que se ponen a prueba. Y no estoy seguro de que siempre superen el examen.
La estructura social de los Estados Unidos de América del Norte (que americanos son muchos más) explica muchas cosas; otras realidades geográficas y personales, también. Pero apoyarse en ello para todo… Ummmm.
Claro que, como siempre, esta es mi opinión, que, de nuevo, se mueve en el territorio de la duda. Otros ojos verán otras realidades en esas páginas y en esa literatura.

domingo, 7 de abril de 2019

DÉCIMO ANIVERSARIO



DÉCIMO ANIVERSARIO

La tuya fue una larga despedida,
con tardes y con noches en que el eco
se hacía débil y lento a cada instante.
Compartimos las horas de pasillo
encima de un carrito y abrazando
todo lo que se estaba despidiendo;
la vida se nos iba de las manos:
la muerte se acercaba y presentíamos
el cercano latir de su presencia.

Sin embargo, qué herida tan profunda
la noticia final aquella tarde
y qué días de sombra y desconcierto
dando poso a la noche de tu ausencia.

Han pasado diez años desde entonces
y todo se ha pausado entre las brumas
del proceso del tiempo. Esta mañana,
plomiza y gris, subí hasta vuestra tumba
y, en la lápida negra en que se graba
la presencia feliz de vuestros nombres,
dejé un ramo de flores y un suspiro
que lleva en sus sonidos todo aquello
que guardo para siempre en mi recuerdo.

viernes, 5 de abril de 2019

MUERTES



Cada vez con más frecuencia -y tal vez con más atención-, cada día, cuando salgo a la calle, procuro repasar el listado de esquelas que se pega en los paneles. Seguro que hay razones biológicas para ello, aunque prefiero no indagar hoy en motivos personales, que es viernes, empieza el fin de semana y no es cuestión de ponerle mala cara, a pesar de esta visita inesperada y tardía de la nieve a las calles y a los montes.
El caso es que me topo con nombres de personas a las que unas veces conozco y otras más apenas me dicen nada. Pero todas guardan respecto de mí y de los demás un elemento común. Es este: para ellos la muerte se produce ese día y nunca más; para mí y para los demás su muerte se va dejando ver cada día y cada hora. Lo hace en un adiós o en una mirada, en una voz que se calla o en un encuentro fortuito, en un recuerdo o en un olvido… Se acaba el hecho concreto y acaso ya no se vuelven a producir nunca más otros nuevos. Es como si se alejaran un poco de nosotros y se cortara la comunicación sin saber si el circuito se va o no a restablecer.
Para nosotros con nosotros mismos, en cambio, la vida se afirma cada día, cargamos con la realidad del pasado (en eso consisten la madurez y la vejez) y es este pasado el que, en última instancia, va conformando nuestro día a día. Vivimos desde el recuerdo y el hilo no deja de tejerse y de urdirse con todos los elementos. Mientras estamos haciendo una compra, la muerte acecha tal vez detrás del mostrador, sin siquiera saludarnos; mientras vemos la tele en el salón, puede que ande tras de la puerta o en los pasillos, silenciosa y oscura. Pero nosotros le damos de lado para poder seguir viviendo; aunque habite a nuestro lado, no la sentimos como vecina. Solo cuando se encapricha aparece de repente y actúa soberbia e implacable. Ahí es donde se revela la imagen y toma cuerpo, entonces es cuando el día se hace noche y volvemos a la oscuridad absoluta.
Porque fuimos concebidos en la oscuridad y a ella volvemos tras un día más o menos luminoso; cerraremos los párpados y apagaremos la memoria del pasado dando paso al campo más extenso y misterioso que no se nos alcanza.
Cuando salgo a la calle hago contraste y miro las esquelas. Sus nombres me contemplan y me miran, no sé si con un guiño de despedida o con un hasta luego cómplice.

jueves, 4 de abril de 2019

!Y LEÍSTE MI NOMBRE!


 ¡ Y LEÍSTE MI NOMBRE!
(Rubén lee por primera vez mi nombre)

El mundo se articula en los sonidos
que forman armoniosos las palabras.
Del misterio del caos llega a la orilla
un trémolo de olas, que se nombran
al rozar su memoria en las arenas.
Tal la mente idealiza la sustancia
y devuelve a los aires el sonido
de todo lo que esconde el pensamiento.

Es la palabra hablada, la palabra
que aprendiste a decir en otro tiempo.

Después viene el hallazgo que atesora
la palabra dormida en la escritura,
ese cuadro esbozado en que se guardan
también la realidad y los conceptos.

Hoy, Rubén, fuiste tú quien tradujiste
los trazos sin color de esa palabra,
articulaste en voz aquellas letras
que aprendes a fijar en tu memoria
y arrancaste el milagro de dar fuerza
a unos trazos confusos y dispares,
que esperaban tu voz y mi existencia.

Fue tal que así: sumaste
tres sílabas contiguas balbuciendo
An…to…nio y repetiste, sorprendido,
Antonio…, Antonio…, Antonio…;
alzaste la mirada hasta mi frente
y en ella te paraste contemplando
la realidad feliz de la palabra,
la identidad cabal de aquellos trazos
con la presencia cierta de mi cuerpo.

Y volviste a las letras y a mi rostro
en un vaivén gozoso y asombrado.
Tus ojos eran risa y eran dicha,
y eran asombro y luz y maravilla.
Fue el milagro, Rubén, y tú lo hiciste,
el milagro feliz de la palabra.

Despertó la palabra y se hizo carne
pues la carne dormía en la palabra.

Un infinito abrazo
fundió las emociones
de los tres elementos del milagro:
mi nombre en la escritura,
Rubén y mi presencia,
que fue felicidad y fue contento
de ser agasajada por los dioses
con el alto placer de la palabra.

martes, 2 de abril de 2019

FERLOSIO: PÁGINAS DE ORO


    
Siempre hay libros que dejan huella. Tal vez todos, pero unos hieren más que otros. Por muy diversas razones, que también son pasajeras y actúan cuando les parece bien. Incluso cuando se han leído centenares o miles de libros, se mantiene la constancia y el pálpito de una lista que salva los espasmos del tiempo y se posa en la conciencia del lector.
No quiero hacer ninguna lista, entre otras razones porque se haría larga y me quedaría siempre el mal gusto del olvido. Pero hoy quiero volver sobre uno de ellos.
Ayer fallecía Rafael Sánchez Ferlosio, escritor de novelas y ensayos que han llenado las horas y la imaginación de muchos españoles. No me interesa tanto la persona (hijo de Rafael Sánchez Mazas, esposo de Carmen Martín Gaite…), ni el personaje, sino el creador literario y el ensayista. Hay mucho donde elegir, y todo muy sabroso.
Lo que representó y la influencia que ejerció su obra El Jarama no necesita ser glosado. Muy importantes sus ensayos posteriores, aunque más minoritarios. Yo me quedo, sin embargo, con la fuerza y el maravilloso mundo que se dibuja en una obra breve, que más parece una piedra preciosa o un rayo luminoso que deja los sentidos rendidos a esa luz y a sus destellos. Se trata, claro, de Indusrias y andanzas de Alfanhuí. Poco más de cien páginas deslumbrantes en las que el niño vive y conoce las esencias y el estallido nuclear de la imaginación. Madrid, Guadalajara, Extremadura, Castilla… Es otro Lazarillo subido a otra realidad mucho más verdadera, la de la mezcla de lo más sencillo y natural con el desbordamiento de los sueños.
Alguna vez he reproducido, creo recordar, algún capítulo del libro en esta ventana; los que se imaginan en Extremadura me hieren algo más por casi todo: Alfanhuí boyero, Alfanhuí y la abuela, El tamborilero de la Garganta y la muerte de Caronglo… Pero me entusiasman todos. Por si fuera poco, además, el formato reducido de los capítulos me ha servido a mí como ejemplo para muchas cosas.
He vuelto a las páginas de Alfanhuí, como mejor homenaje que se le puede hacer al creador y al propio fenómeno literario. Como de despedida se trata, dejo aquí la reproducción del último capítulo:
Del nombre de Alfanhuí y la gentil memoria que se su maestro tenía
Por la carretera, hacia el norte, se acababan los páramos y las tierras se hacían doradas y ondulantes. Vio Alfanhuí una tierra luminosa de rastrojos y rastrojos sin árboles, al sol, y un cielo limpio y azul. Vio el frente de un negro encinar a la mitad de un llano amarillo, extendido como un ejército ordenado para la batalla. Vio las ruinas de un convento con su espadaña de blanca piedra, sin campanas, en cuyos arcos locos y abandonados se posaban las torcaces. Vio un pueblo antiguo y enjalbegado que tenía un castillo de piedra dorada y terrosa, en las afueras. Entre las grietas nacían ásperos matorrales verdinegros. El castillo estaba en un alto y dominaba el río y la llanura. Había un terraplén de tierra clara que se cortaba desde el pie del castillo a la ribera. En la ribera había chopos altísimos que sobrepasaban la altura del terraplén. El río formaba islas y arenales, y río arriba se alcanzaban a ver las montañas. Por el cielo del río volaban, muy altos, gavilanes de la torre.
Alfanhuí descendió hasta la orilla. El agua tenía un color de oros verdes. Por la rivera se fue remontando el río. Una bruma ligera lo cubría. Vio Alfanhuí una isla grande en medio del río, donde nacían mimbres y tamujos. Lloviznaba. Alfanhuí se descalzó y se puso a vadear el río. El agua estaba muy fría y el ramal era ancho. En el medio, la corriente apretaba mucho y empujaba cantos rodados contra sus pies. Alfanhuí vadeaba despacio, bajo la lluvia fina. La isla tenía una playa de cantos y luego un pequeño terraplén donde empezaba la tierra firme. Alfanhuí puso el pie arriba. Aquella tierra estaba lejos de todas partes. La isla tendría casi un kilómetro de largo por cien metros de ancho. Una bandada de pájaros levantó el vuelo poco a poco y se puso a volar por la isla a ras de tierra, con un grito dulce y repetido. Eran los alcaravanes. Ahora volaban en torno de Alfanhuí, como a cinco metros de él, rodeándole la cintura:
“Al-fan-huí. Al-fan-huí, al-fan-huí”.
Le llamaban. Y no se veía más que la isla, y la niebla seguía lloviznando. Era una lluvia tibia y ligera que apenas parecía mojar. Alfanhuí se sentó en una piedra. Los alcaravanes se posaban uno a uno y se volvían a levantar:
“Al-fan-huí, al-fan-huí, al-fan-huí”.
Alfanhuí se acordó de su maestro: “Tú tienes los ojos amarillos como los alcaravanes”. Los alcaravanes repetían su nombre. Alfanhuí lloraba: “Te llamaré Alfanhuí, porque este es el nombre con que los alcaravanes se gritan los unos a los otros”. La llovizna escondía el llanto de Alfanhuí que volvía los ojos turbios al vuelo simple y dulce de los alcaravanes. Todo era silencio. No sonaba más que:
“Al-fan-huí, al-fan-huí, al-fan-huí”.
Comenzó a abrirse el nublado. La llovizna se teñía de sol y se irisaba. Aún volaron un poco los alcaravanes bajo el aguasol. Cuando cesó la lluvia, se fueron tras de la niebla. Se fueron poco a poco, posándose y levantándose, dando vueltas cada vez más largas. El cielo abría cada vez más. Alfanhuí vio perderse a los alcaravanes y su nombre también se perdía y se quedaba, silencioso, en el aire. Las nubes se rajaron y por la brecha salió el sol.
Alfanhuí vio, sobre su cabeza, pintarse el gran arco de colores.
¿No veis también a Ferlosio, al lado de Alfanhuí, entre los alcaravanes, la lluvia, la niebla y el sol?

lunes, 1 de abril de 2019

ESPAÑA INVERTEBRADA



Acudo al título del conocido ensayo de Ortega porque me parece que la situación lo requiere y me lo pide casi llevándome la mano. En aquellas páginas, el pensador reflexionaba acerca de cómo el devenir histórico había ido conformando esta piel de toro en un ir y venir sin respiro entre fuerzas centrípetas y centrífugas que han dejado al animalito como la vaquilla de la película del mismo nombre de Berlanga.
Ayer se manifestaban en Madrid miles de personas de la llamada España vacía, o vaciada, o abandonada, o como se la quiera llamar, gritando la realidad de esa España central que se queda sin gente y solo con el suelo mirando al cielo, sin ningún intermediario que los interpele y que los ponga en contacto. Esta soledad apenas se rompe con los calores del verano y en épocas electorales, cuando algunos representantes se acercan por allí, sin conocer en muchos casos nada de la realidad física ni social, como mendigos de un nuevo y disputado voto del señor Cayo que nos descubrió Delibes.
Más allá de las imbecilidades de los candidatos en tractores, o intentando plantar unas patatas, o haciendo el ridículo tratando de ordeñar una vaca, el asunto ofrece una complejidad y una gravedad que nos debería llevar tiempo y ganas en intentar mejorarlo, en la medida en que se pueda. Ninguna confianza me ofrecen los urbanitas que desconocen la realidad diaria de las poblaciones pequeñas y que apuntan soluciones milagrosas para época de campañas electorales. Tampoco me llevan de la mano los que piden por esa boca sin pensar que el fenómeno tiene sus sinergias y se produce en todas las latitudes, y no solo en su pueblo y en su provincia. El asunto ofrece tantas aristas y variables, que no se puede dejar en manos de cualquiera ni al empuje del aire que más sople.
Nací en un pueblo pequeño y apartado de la civilización, con escasos ocho años pastoreé ovejas junto al puente de mi pueblo, a los nueve dormí en el chozo y saludé a la luna y a las bufardas de las carboneras, cuando me piden unas notas para presentarme en un acto público (conferencia, lectura…), suelo incluir la nota de que soy orgullosamente de pueblo, mis escritos evocan muchísimas veces aquello del menosprecio de corte y alabanza de aldea… Y un poco así con todo. Quiero decir que me siento muy del lado de esa llamada España vacía, que sigo viviendo, por propia iniciativa, en ambiente casi rural y que me duele y me tira del corazón todo lo que suscita este asunto.
Pero quiero pedir que nadie ensucie sus manos con demagogias baratas, sobre todo aquellos que pisan aceras de ciudad cada día y no conocen la estrechez de las calles de los pueblos ni las necesidades diarias de la población envejecida de esos núcleos pequeños y alejados.
También en este siglo veintiuno, España sigue invertebrada. Las fuerzas disgregadoras nacionalistas le rompen el pellejo y le causan heridas en su piel y en sus entrañas; las fuerzas centrípetas succionan tal vez demasiado pensando que el ombligo es el punto al que todo tiene que volver todas las miradas; y la España abandonada espera que sus gritos de supervivencia no los sepulte el silencio del espacio vacío y solitario.
Traigo hasta mi mente la imagen final de la película de Berlanga: la vaquilla en el suelo, ante la mirada de dos torerillos, y creo oír el estruendo de una inmensa multitud vociferando desde los tendidos de sol y de sombra de un gigantesco ruedo. Son los gritos de esa España invertebrada que describía Ortega y que no parece haber encontrado otros coros de voces acompasadas y positivas en busca de una piel de toro con una mirada alta hacia el futuro y con alguna meta común ilusionante.