jueves, 4 de abril de 2019

!Y LEÍSTE MI NOMBRE!


 ¡ Y LEÍSTE MI NOMBRE!
(Rubén lee por primera vez mi nombre)

El mundo se articula en los sonidos
que forman armoniosos las palabras.
Del misterio del caos llega a la orilla
un trémolo de olas, que se nombran
al rozar su memoria en las arenas.
Tal la mente idealiza la sustancia
y devuelve a los aires el sonido
de todo lo que esconde el pensamiento.

Es la palabra hablada, la palabra
que aprendiste a decir en otro tiempo.

Después viene el hallazgo que atesora
la palabra dormida en la escritura,
ese cuadro esbozado en que se guardan
también la realidad y los conceptos.

Hoy, Rubén, fuiste tú quien tradujiste
los trazos sin color de esa palabra,
articulaste en voz aquellas letras
que aprendes a fijar en tu memoria
y arrancaste el milagro de dar fuerza
a unos trazos confusos y dispares,
que esperaban tu voz y mi existencia.

Fue tal que así: sumaste
tres sílabas contiguas balbuciendo
An…to…nio y repetiste, sorprendido,
Antonio…, Antonio…, Antonio…;
alzaste la mirada hasta mi frente
y en ella te paraste contemplando
la realidad feliz de la palabra,
la identidad cabal de aquellos trazos
con la presencia cierta de mi cuerpo.

Y volviste a las letras y a mi rostro
en un vaivén gozoso y asombrado.
Tus ojos eran risa y eran dicha,
y eran asombro y luz y maravilla.
Fue el milagro, Rubén, y tú lo hiciste,
el milagro feliz de la palabra.

Despertó la palabra y se hizo carne
pues la carne dormía en la palabra.

Un infinito abrazo
fundió las emociones
de los tres elementos del milagro:
mi nombre en la escritura,
Rubén y mi presencia,
que fue felicidad y fue contento
de ser agasajada por los dioses
con el alto placer de la palabra.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Qué regocijo y alegría debiste sentir. Son grandes nuestros pequeños.