DÉCIMO ANIVERSARIO
La tuya fue una larga despedida,
con tardes y con noches en que el
eco
se hacía débil y lento a cada
instante.
Compartimos las horas de pasillo
encima de un carrito y abrazando
todo lo que se estaba
despidiendo;
la vida se nos iba de las manos:
la muerte se acercaba y presentíamos
el cercano latir de su presencia.
Sin embargo, qué herida tan
profunda
la noticia final aquella tarde
y qué días de sombra y
desconcierto
dando poso a la noche de tu
ausencia.
Han pasado diez años desde
entonces
y todo se ha pausado entre las brumas
del proceso del tiempo. Esta
mañana,
plomiza y gris, subí hasta
vuestra tumba
y, en la lápida negra en que se
graba
la presencia feliz de vuestros
nombres,
dejé un ramo de flores y un
suspiro
que lleva en sus sonidos todo
aquello
que guardo para siempre en mi
recuerdo.
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