Ya todo se desborda y se
desparrama, todo son palabras y palabras, imágenes impactantes y frases
oportunas que tratan de dar un aldabonazo en los sentimientos de las personas,
de tal modo que se alejen del razonamiento sereno y pausado para que, a finales
de este mes de abril, acudan con sus papeletas cargadas de impulsos a las
urnas. Para empezar, actuamos todos contra la lógica y el sentido común. Hasta
ahora toda la fuerza se ha ido en la selección de candidatos (no igual en todos
los partidos), en una mezcla de enchufismo, dedazos e imágenes saineteras y de
celebridades baratas. Por fin parece que los partidos van sacando de sus
cajones los programas. ¿No predica el sentido común que habría que actuar al
revés? Pues que verdes las han segado. Que no se extrañen después si muchos se
desaniman cuando ven que hay candidatos que aparecen simplemente por inercia o
por la llamada del “jefe de la tribu”. Démoslo por hecho y qué le vamos a
hacer.
Hoy mismo (08-04) he escuchado decir
a un politólogo que lleva muchos años sin leerse los programas electorales de
los partidos. Si no lo hace él como profesional, ya me contarán qué podemos
pedir a los demás. Tal vez lo real sea que apenas si se necesita de esa
lectura. Si eso fuera así, habría que admitir que se nos dibuja un panorama aún
más negativo. Vaya por Dios.
Pero a algo habrá que agarrarse a
la hora de decidir. Hay dos elementos, a mi juicio, que sirven al votante de
asidero ante la urna. El primero tiene que ver con la trayectoria de los
partidos. Cualquiera mínimamente interesado por la cosa pública sabe de qué pie
cojea cada formación política, con independencia de lo que aparezca en su
programa. Debería ser el principal argumento. El segundo tiende a la
simplificación y se acoge a dos o tres asuntos que se repiten machaconamente y
que velan la importancia de todas las demás. Tienen que ver siempre con aquello
que haya dominado en la información durante los últimos años o meses.
Me atrevo también en esta ocasión
a enumerar alguna de ellas y hasta a mostrar la cascada que ha desatado. Es muy
grueso y sintético, pero ahí va. Uno que anda de adivino y no tiene mucho que
hacer esta tarde. Me parece que “el asunto catalán” ha modificado todo. Ha
hecho surgir un partido nuevo en aquel territorio, que después se ha extendido
a toda España: Ciudadanos. El fenómeno del 15-M produjo también el estallido de
Podemos como sustituto de una Izquierda Unida que no acababa de asentarse por
lo mismo que no lo hace ahora tampoco Podemos: la disgregación territorial de
sus componentes y su concepción general del propio territorio. A última hora, y
siguiendo en parte un fenómeno extendido por otros países, ha surgido una
agrupación política con destino incierto y preocupante, VOX, pero que también
se asienta sobre todo en dos hechos, el asunto territorial y el fenómeno de la
inmigración. Mientras tanto, el PP resiste con toda su mochila de corrupción a
cuestas, pero teniendo que escorarse a la derecha con acusaciones e insultos
indecentes; y el PSOE simplemente las ve venir después de esbozar el programa
desde los decretos de Moncloa.
Como se ve, hay algún hecho que
parece generar todo lo demás y que retroalimenta todo el panorama. Cuanto más
independentismo, más respuesta emocional desde la derecha, en una carrera que
uno no quiere imaginarse cómo puede terminar en caso de que se constituyan
ciertos gobiernos. Y asoma la nostalgia del bipartidismo, aquel demonio con
rabo y todo, que tal vez, a pesar de todos sus defectos, pronto se eche de
menos y hasta se reclame. Lo que son las cosas.
En fin, que la cosa, en esta
ocasión, va de órdago. Y en el órdago o se gana o se pierde la partida entera.
Qué pena porque en una partida deberían jugarse muchas manos de cartas,
establecerse muchos guiños y acordar alguna parada para echar un trago y hasta
para contar algún chiste. Luego llega el final y, si hemos repartido un poco
las cosas, vendrá el diálogo y el intercambio de pareceres. Los órdagos, sin
embargo, suelen dejar malos humores y hasta recelos, voces más altas de lo
normal e interpretaciones equivocadas. Pues eso.
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