viernes, 28 de septiembre de 2012

EL EXILIO DEL TIEMPO

EL EXILIO DEL TIEMPO
Primero los lugares del misterio
que consagran el tiempo y el espacio:
la Guiñapa, las Vegas, el Castillo,
el Piélago, la Palla, el Buraquito…;
y más a mano siempre, en el diario,
los ríos Grande y Chico, el Milladero,
la Plaza, el Cimiterio, las escuelas….

Volaban por el aire las palabras,
como las más sencillas mensajeras
del arte de la vida en las personas:
p´al puente, ancá la abuela, sí, por luego,
la casca, las bufardas, el corato,
los chapatales, el borcín, los ruscos
que caían del cielo y te empejaban,
el sierro, la petalla, el chozo, las nogalas…

Hoy vienen a llevarme de la mano,
a sangrar en la herida de un exilio.
Es la huella de un tiempo
que me duele y me empuja sin remedio
hacia el cruel consuelo del olvido.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

LETANÍA PARA ESTE DÍA


LETANÍA PARA ESTE DÍA
Tiempo en el que el silencio grita y grita,
tiempo para el silencio de los gritos.
Estamos en el rezo del incendio.

Tiempo de que desborden los pantanos,
tiempo de que se aneguen los caminos.
Es la salmodia en rezo del incendio.

Tiempo de dar espacio a la palabra,
tiempo de confesar nuestros pecados.
Es la salmodia en grito del incendio.

Tiempo de que nos duela la conciencia,
tiempo de dar un paso sin retorno.
Es el salmo infinito de los sueños.

Tiempo de dar certeza a las señales,
tiempo de que las rosas den espinas.
Es el rumor continuo de la sangre.

Tiempo de que nos ganen los incendios,
los gritos, la memoria de los sueños.
Es el último salmo de los salmos.

martes, 25 de septiembre de 2012

QUE DURE EN TU RECUERDO

 QUE DURE EN TU RECUERDO
(Para Sinda, que estos días llama Hortensias
a todas las flores de su jardín).

Que dure en tu recuerdo
la fecunda memoria de la herida,
que huela siempre el tiempo a cal radiante
entre los intersticios de la sombra,
que todos vean que lloras por su ausencia
cuando tu pelo llueve si te peinas,
que su nombre sea el nombre ya de todas
las flores que perfuman tu jardín.

Duele la vida y, porque duele, existe
la infalible amargura de la muerte.
Ese saber que somos mientras somos
y dejamos de serlo, simplemente.

lunes, 24 de septiembre de 2012

SOLO CON DETENER LA VISTA


Tal vez uno de los aspectos en los que mejor se puede observar la desigualdad en la que nos movemos cada día sea el de la sanidad. La salud de un habitante de población pequeña tiene que estar preparada para parar por su cuenta el primer golpe hasta que, por el medio que sea y cuando toque, pueda ser atendido en una instalación hospitalaria. Cualquier prueba médica especial te cuesta el tiempo, el dinero, el transporte y lo que haga falta, mientras que a un habitante de ciudad se le puede solucionar con mucho menos esfuerzo personal. Este ejemplo tan simple y tan evidente nos tendría que servir y ser suficiente para poner en solfa y en cuarentena a eso que llaman el liberalismo y la iniciativa personal a todo trapo. Como si no hiciera falta andar cada día templando gaitas y tratando de corregir desigualdades por todas partes para intentar que la supervivencia no se nos vaya de las manos y se vaya librando desde cierto plano de igualdad…
Hoy me tocó ir hasta la capital para unas pruebas médicas. En mi caso todo esto se atenúa por mi situación privilegiada, al ser afiliado a MUFACE. Pero eché la mañana en ello. Todo se me arregló a pedir de boca y seguidito; de modo que me quedó tiempo para pasear con calma por las calles.
Enseguida me pudo la nostalgia de los años juveniles, mozos y menos mozos que pasé en Salamanca. Incluso hollé calles en las que jamás había puesto pie. Pero fue otra vez el centro, fueron las calles peatonales e históricas las que me vieron lento y sin apuros, contemplando sus fachadas de arenisca y sacando del fondo del recuerdo tantas y tantas cosas.
La nostalgia dio paso poco a poco a la realidad más tozuda y machacona y todo terminó siendo, de nuevo, un atracón visible de la contradicción que muestra este maldito sistema social y económico en el que vivimos. Otra vez montones de tiendas vacías exponiendo a la mirada imbécil del transeúnte la enormidad de productos dispuestos para la tentación de la compra. De nuevo todo en rebajas, como todo el año, pues no hay manera de dar salida a tanta producción. Y la exagerada oferta hay que meterla por los ojos como sea, con colores vivos, con mujeres en actitud abiertamente erótica aunque se trate de vender garbanzos, con presencia de novedades que solo lo son en la medida en la que enseñan un pequeño cambio que este año es ya pasado pero que el próximo volverá a ser lo más novedoso del mercado, con pobres a las puertas de los bancos, en contraste asqueroso de la injusticia más hiriente (Vi uno que pedía y que exhibía un cartón en el que se decía “tengo cinco hijos”. Estaba en la puerta de la CAM, esa caja de ahorros de la que una ejemplar se llevó lo que no estaba ni en los papeles como pensión vitalicia). Vi gentes siempre apresuradas en busca de la nada, y tiendas vacías en traspaso o en venta, hartas de esperar lo que no ha de llegar nunca. Y vi sobre todo la certeza de que este sistema que tiene como esencia de su permanencia y desarrollo que cada miembro de la comunidad ande alerta para ver cómo le quita los clientes al de enfrente para así quedarse con ellos y “triunfar” en el mercado es insostenible y un camino de locos, de insatisfechos, de fracasados, de malos humores en las caras, de proyectos inhumanos y de injusticias por todas partes. Porque el ser humano no es más que un número mal contado en este diseño, solo interesa después de cualquier producto y solo para su consumo o producción, porque vale menos que un cero a la izquierda de cualquier cartilla y únicamente se ha convertido en la mano que lleva esa cartilla, porque solo encaja si en el perdido apartado de personal queda una rendija y ajusta una escueta nómina.
Y encima me llamaron para comunicarme el fallecimiento de la muerte de una amiga.
A la vuelta, los campos seguían secos, sedientos y anhelantes del agua y del frescor que les dé nueva vida. No sé si nosotros no seguimos también igual de secos en ideas y en coraje. Esto no puede ser en ningún sitio. Y menos en una ciudad tan dorada y de ensueño como Salamanca.

sábado, 22 de septiembre de 2012

LA ÚNICA ORACIÓN QUE NO HE OLVIDADO

LA ÚNICA ORACIÓN QUE NO HE OLVIDADO  
Hay oraciones altas que proclaman
verdades escondidas, según cuentan,
en el borroso país de las estrellas.
Si quieres que te diga lo que siento,
me asustan demasiado sus castigos,
sus penas, sus venganzas, sus condenas.

Yo, de niño,
aprendí muchas fórmulas completas
y llegué a conformarme con el pacto
entre el miedo y las penas.
Luego aprendí otros rezos
que hablaban de las cosas de la tierra,
y se fue abriendo paso en mi conciencia
otro amplio y feliz vocabulario:
rosa, justicia, tarde, río, alba,
espinas, privilegio, noche, sueño…
Creo que pesaban más aquellas páginas
en las que con empeño
desarrollé el placer por la lectura
y fui sujeto pleno
de una oración rezada en voz activa.
Por fin -no sé contar por qué razones-
me quedé solo y dueño en el espacio
de un escueto reflejo de las cosas,
adelgacé los rezos, las imágenes
y el índice y los mapas que llevaban
 a tantos santuarios.

Hoy vivo solitario y en secreto
pues no sé pronunciar sino tu nombre:
la única oración que no he olvidado.

viernes, 21 de septiembre de 2012

HOY TENGO SED DE PINOS


HOY TENGO SED DE PINOS
A veces, lentamente,
cuando se va la tarde en desaliento
y en el final del aire se aniquilan
los rayos y la luz del horizonte,
me invade una incurable sed de pinos.

Entonces te imagino dando saltos
luminosos de espuma
por la ladera arriba de un sendero
que se muestra vedado al desaliento.

Entramos más adentro, como al eco
de una llamada blanda y solitaria,
el paisaje nos besa y se demora
en el calor suave de tus labios
y en el mar infinito de tus ojos.
Y tú y yo somos simples, indivisos
anillos de un collar inseparable.

La luna, si anochece,
se duerme de placer entre los árboles
y Dios no sabe dónde
debe esconder su voz por no sentirse
sobrepasado en gozo en ese instante.

jueves, 20 de septiembre de 2012

2012-09-20                         HOY TAMBIÉN, DESDE MI TERRAZA
Los días se van cuajando de acontecimientos que a veces se apelotonan como niños a la hora de salir al recreo y a veces se escapan solitarios a tomar el sol: los de los últimos días son del primer grupo, los de las semanas y meses próximos sospecho que también.
Se va Esperanza, la esperanza blanca de los que quieren llamarse liberales más conservadores y, desde mi punto de vista más rancios. Se va Carrillo, este para siempre, tras un siglo entero de primera línea lleno de luces y de sombras.
Ambos acontecimientos pueden dar una buena señal de por dónde nos movemos y qué grado de pulcritud, de elegancia o de simple educación marca cada grupo social según se sitúe en una posición o en otra. Me parece que los del grupo de Esperanza se han mostrado infinitamente más faltones, ineducados, burdos, groseros y bastos con el fallecido que los del grupo de Carrillo con la señora Aguirre. Una vez más, y van…
Es fácil suponer que la misma distancia social y política hay desde A a B como desde B a A, de modo que cabría suponer, en contextos normales, unas muestras de respeto y de discrepancia parecidas. No hay tal y a las pruebas me remito. Las pruebas son los comentarios editoriales, los artículos de opinión, las intervenciones en las tertulias, los foros, y todo lo que se vomita por ahí.
Con este nivel de convivencia verbal y mental ya me contarán cómo se puede seguir adelante y cómo se puede fomentar  cualquier ilusión común, cómo se puede llamar a la comunidad a participar en aprietos y sacrificios o cómo se pude llegar a compartir cualquier éxito entre todos. Las dos Españas de nuevo, que no se pierden en el horizonte jamás, y la inquina de nuestra intrahistoria que no deja de supurar veneno.
Y, por si fuera poco, las otras Españas de los territorios y de las lenguas, las naciones dentro de las naciones, las comunidades que, por las razones que sean, parece que hacen de la disensión su razón de ser. A este país se le ha ido tradicionalmente la fuerza en intentar arreglar este conflicto de territorios, y anda exhausta, extenuada, consumida, exánime, agotada con tanto dispendio mental y con tanta tensión entre sus miembros. Pienso en qué podría haber sido de esta Península Ibérica si, desde hace tantos siglos, los esfuerzos centrífugos se hubieran tornado empujes centrípetos y de comunidad en igualdad de condiciones. Con solo la mitad de esos esfuerzos habríamos tenido bastante para imaginar otra situación más dinámica e ilusionante. Yo no quiero pensar en grandezas territoriales ni en centralizaciones impositoras. Pienso solo en las personas y en la comunidad, en algunos elementos de ilusión y de representación comunes, en cualquier triste señuelo al que agarrarse en abrazo y sintiéndose seguros y contentos. Tan solo eso, nada más.
No hay forma, los tiempos y los vientos apuntan y suenan de otra manera muy diferente. Y yo también estoy nervioso, cansado, irritado, susceptible y gruñón, como con ganas de tirar la toalla y sencillamente suplicar que me dejen en paz de una vez. Si mi visión de este territorio de los Pirineos para abajo en comunidad y concordia no puede ser, pues que no sea, que no pasa nada, pues son las personas y no los territorios los que me interesan. Pero que sea ya de una vez, por favor. Los noviazgos no pueden ser eternos. Y mucho menos cuando los novios andan a la gresca todo el día.
También en este asunto sería bueno que la cortesía y la educación se impusieran frente a las exageraciones y las salidas de tono. Observaré y deberíamos observar todos si aquí también unos y otros se comportan de la misma manera. No es difícil hacer previsiones.

martes, 18 de septiembre de 2012

LA AMANTE PERFECTA

LA AMANTE PERFECTA
Es el feliz silencio de su entrega,
la epifanía intensa de todo lo invisible,
el delicado tacto de la mansedumbre,
la entrega sin entrega de todas las entregas.

Las manos ya se rinden dulcemente
al contacto esperado de otras manos,
las bocas van sin pausa hacia otras bocas
y se funden en otra boca nueva,
todo lo que fue hielo se hace llama
y arde voraz la nieve hecha ya fuego,
los brazos se desploman
en el dulce socorro de otros brazos.

Tras un breve silencio, todo es baile,
danza del vientre, luz de los espejos:
la boca se adelgaza y se hace densa,
se ablanda en la saliva de otra boca,
se estira, se disuelve, se eterniza
en otro mar fecundo y lujurioso,
el cuerpo se abandona en otro cuerpo
que lo hace suyo entero y que lo envuelve
en una contorsión interminable,
pechos, muslos, espaldas y cintura
juegan al juego hermoso del infierno,
la esbelta desnudez se tensa en arco
y se destensa al ritmo desbordante
de un perturbado grito complacido.

El instante se alarga en un crescendo
y se olvida en el lecho del olvido,
hasta el feliz momento en que se rinde
el cuerpo a la fatiga
y el labio sudoroso alcanza su contento
debajo de los párpados de nieve.

Después, humildemente,
como entregada al ritmo de una fiel costumbre,
escala por el cuerpo y se complace,
acompasa sus pechos y su cuerpo
y se deja, se olvida, se distiende,
y ya todo es abismo en la quietud,
abatimiento y calma,
reposo y lentitud, placer, olvido.    

domingo, 16 de septiembre de 2012

POR SI SIRVIERA DE ALGO


Los primeros días de septiembre sorprenden a muchos estudiantes rezagados entre el sueño y la dura realidad de los exámenes, que tratan de devolverlos al cauce de los cursos, de los compañeros y del sistema en el que andan encuadrados, no sé si por propia voluntad o por simple inercia. Durante los meses de verano han desconectado muchos de ellos de esa relación de tensión con el profesor y con la asignatura en que se les había convertido el curso y solo vuelven a ella por imperativo legal, por la espada que les enseña el sistema y por la obligación familiar a que se ven sometidos.
Es un panorama ciertamente desolador y que me produce desconsuelo. Uno sigue en la atmósfera de la educación en la que ha vivido tantos años y de la que no acaba de desprenderse. Por eso, cualquier cosa que en ese mundo sucede, parece que me sucede directamente. Como, además, estoy seguro de que la riqueza de un país se mide por el nivel en su educación, el desánimo es aún mayor. ¿Cuándo lograremos crear una atmósfera social en la que el alumno esté convencido de que a las instituciones educativas se debe ir a aprender -no a aprobar, que no es más que un apéndice administrativo del riquísimo mundo de la educación- y a educarse, es decir, a ampliar su camino para convertirse en un ciudadano libre, responsable y solidario?
Por desgracia, no creo que sea solo el estudiante el que tenga que cambiar su mentalidad, su actitud y su trabajo. A este campo de tierra quemada y de sálvese quien pueda hemos contribuido todos, aunque espero que unos más que otros. En esta sociedad competitiva, que no competente, hemos anulado todo lo que no contribuya a situarnos en el escalafón del bienestar material y de la fama, somos -qué bien lo describió Marx- una unidad económica y nada más, nos hemos despojado de todas las cualidades propias de la persona y nos hemos deshumanizado hasta convertirnos en animalitos en dura lucha por sobrevivir frente a los otros. Y encima desde la imbecilidad y desde el analfabetismo cultural. Repásese cómo orienta el Gobierno la educación y qué es lo único que le importa y no se obtendrá mucho más que alumnos que aprueben las asignaturas y que controlen mecanismos teóricos que les permitan aprobar exámenes: en algo tan paupérrimo han convertido el eje de la educación. Dese una vuelta por los medios de comunicación y, si se sobrevive en el invento, cuéntese hasta diez, serénese uno y maldiga por no observar más que escala de valores que no superan la estulticia y la más vacía insensatez (sexo, violencia, publicidad para subnormales, famoseo, esquemas de risa fácil e insulsa…), imagínese a los vecinos que comparten con nosotros los espacios y sincérese uno mismo mirándose al espejo. Tal vez los resultados no sean precisamente distintos de los apuntados para los demás componentes de la tribu.
Y aún queda otro elemento fundamental: el  profesor. Él es el encargado de dinamizar todo este engranaje, el que mejor conoce los mecanismos que hacen que la máquina camine y funcione. No sé si está en las mejores condiciones sociales y académicas. El asunto es largo de contar y yo no sé resumirlo en unas líneas. Sí parece evidente que el genérico de que en este colectivo también hay gente de todo tipo se cumple claramente. Pero pienso que sus errores son más visibles y graves que los de los demás que participan en el proceso. Si en ellos también rige el esquema del enfrentamiento en lugar del concepto del placer por aprender y la curiosidad por el descubrimiento y no solo por aprobar, están multiplicando hasta el infinito el ambiente devastador y la relación de recelo entre el alumno y la asignatura, están dando un empujón tremendo para que el alumno esté deseando que llegue junio y, si consigue aprobar la asignatura, al día siguiente empiece a sentirla como una valla que tuvo que saltar y de la que no quiere ni volver a oír hablar.
Hace unos días me llegó un ejemplo del ejercicio que se propuso en el examen de la asignatura de Lengua del mes de septiembre, para segundo curso de bachillerato. Se trataba de analizar sintácticamente la siguiente oración: “Ricardo colige de la mucha suciedad incrustada en los engranajes que el escáner ha muerto de una indigestión del corrector con que sazonan los actos que le entregamos, es decir, más envenenado que un emperador romano“.
No entraré en disquisiciones técnicas porque no sé si quien pueda leer esto controla o no los términos en que habría que manifestarse. Tampoco me interesa hacer disquisiciones acerca de si el profesor correspondiente es competente ni si pone empeño o no en el desarrollo de su labor educativa. No tengo por qué dudar de nada de ello. Sí creo que puedo afirmar que el grado de dificultad es claramente desproporcionado y en poco se compadece con el que cabe exigir a los alumnos de este nivel. Y considero probable y hasta casi seguro que muchos de los alumnos que se enfrenten a situaciones de este tipo sentirán un alivio notable el día en el que vean superada esa asignatura con el aprobado en el papelito, asignatura y conocimientos de los que acaso nunca más quieran volver a tener noticia. O sea, que se habría hecho un pan como unas tortas. No sé ni quién controla esto ni a quién se le piden responsabilidades. Sospecho que los ejemplos se repiten con demasiada frecuencia. Lo peor, con mucho, son las consecuencias que provocan. Pues eso, coño, pues eso.  

viernes, 14 de septiembre de 2012

!ESTUVE EN MARINALEDA!


Lo tenía entre ceja y ceja desde hace varios años, desde la primera vez que tuve noticias de un pueblo andaluz cuajado en su tez por el cielo y sumergido en un mar de aceitunas. Pronto supe de la existencia de unas personas en esa población que se habían echado el mundo por montera y que se habían subido en el hermoso tren de la utopía, en el sueño de la justicia, ese que siempre camina pero que nunca llega a su destino. Me cautivó lo que simbolizaba y me llamaron poderosamente la atención los datos que me iban llegando. Luego se produjo el asunto de los carros de alimentos y del linchamiento en los medios de comunicación, las marchas bajo el cielo raso andaluz, cual nuevos caballeros del honor por la estepa (en este caso por la Estepa y sus comarcas), dando voces contra los gigantes de la sinrazón y del comercio. Cuando esto se producía, yo ya conocía un puñado de noticias de esa tierra y de esas gentes.
Cada vez que acudía a Andalucía y circulaba por la autovía, a la altura de Estepa, mis sentidos se dividían entre los sabores de los dulces estepeños y los olores y los ecos de las aceitunas de su comarca. En esa comarca se halla Marinaleda.
Esta vez venía con algo de tiempo y con un poquito más de ganas. Otros van a Lourdes y preparan el camino y el viaje con mimo y con precisión. Lo mío fue un golpe de timón y de volante para rendir tributo en media hora  a lo que simbolizan muchas de esas gentes. Quería poder decir desde entonces sencillamente “yo estuve allí”, nada más, casi nada, pero al menos ese poquito que calma la sed por un ratito. Así que la visita no tuvo más que el valor de un simple desahogo, sin más implicación.
La carretera, desde el ángulo de una gasolinera, se hizo estrecho en la llanura. Casi imposible sumar dos vehículos en paralelo. Un mar de olivos con sus frutos verdes y engordando nos engulló enseguida. La presencia de dos camiones cansinos por delante me ayudó a demorar la mirada por los eternos surcos que marcan los olivos en hileras. El suelo es cenizoso y ahora anda muy cansado y sediento del dolor del verano.
Apenas son doce o catorce kilómetros los que separan la autovía del pueblo de Marinaleda. Nos recibe con luz de la mañana y una amplia avenida que enseguida se abraza con obras llamativas.
Paramos y una hermosa joven morena, a quien acompañan un bebé y otra señora que acaso sea su madre, nos indica que el pueblo realmente está un poco más adelante. Pero ya vemos que aquello es más moderno y que donde nosotros estamos se hallan ubicadas todas las dependencias públicas: un amplísimo y moderno ayuntamiento, una sólida y amplia casa de la cultura que ni se adivina en muchos pueblos y ciudades más grandes (Marinaleda tal vez tenga unos tres mil habitantes), guarderías, instituto, un complejo deportivo en el que no falta casi de nada y unos jardines públicos amplísimos y enfrentados en su verde y arboleda al sol de justicia de la zona de la sartén de Andalucía. En las paredes de los polideportivos rezan pintadas tan de sentido común y tan revolucionarias como esta: “Apaga la TV y enciende tu mente”. El ayuntamiento muestra las puertas abiertas en todas sus dependencias. Confieso que me corté a la hora de llamar a la puerta del despacho de la alcaldía o simplemente de haber empujado la puerta para conocer un poco el decorado de aquel cuartel general de la utopía.
El pueblo está compuesto todo él de casas de planta baja y de construcción sólida y hermoseada. La forma especial de acceder a ellas ha dado como resultado que muchos de sus vecinos (no sé si todos), hayan accedido a algo tan sencillo y a la vez imposible como una viviendo digna y confortable. Recorrimos casi todas las calles del pueblo y en todas se observaba esta limpieza y esta solidez en las viviendas. Nos llamó la atención la cantidad de gente que limpiaba los barrotes de sus ventanas y la madera de sus puertas. Muchísimos aparatos de aire acondicionado colgaban en las paredes. Apenas había gente por las calles aunque la temperatura no apretaba especialmente. Los nombres de algunas calles hacen referencia al ambiente ideológico que las ha acogido: calle de la Armonía, calle de León Felipe…
¡!Solo vimos una tienda comercial!!, ¡!Un centro Cívico!!  ¡!!Y NIGÚN BAR EN TODO EL PUEBLO!!! Seguro que alguno habrá, pero juro que no lo vimos.
Con estas breves pinceladas, ¿no es posible extraer algunas consecuencias?   Por supuesto que sí. Porque gravitan en el aire de aquel pueblo, porque no se puede ser tan ciego ante lo que en aquellas calles huele, porque el ánimo se fortalece en aquel punto del tiempo y del espacio.
Solo fue un rato, pero acaso suficiente para rendir homenaje al sueño de unos pocos que hacen visible la ilusión dormida de tantos otros. Seguro que la realidad es más compleja y que un retrato exacto tendría más variantes. Pero eso son zarandajas y músicas finas. También es cierto que en verano hace calor y en invierno frío, que hay gente alta y baja, que infinito es inmenso y no sé cuántos tópicos más. Todo es verdad, pero esa hora, esa mañana de luz del sur era para el empuje de un grupo de ilusionados por el ser humano, por todos en igualdad y en comunidad. Olé sus cojones.

martes, 11 de septiembre de 2012

                                                             COMO SI NADA
Vengo manchado de la luz del sur, con la mirada blanca de las olas, que luchan sin consuelo contra la tez morena de la arena. Solo han sido unos días y todo suena a resumen, a capítulo final de otra novela, a parada y recuento, a final de partido.
Me he traído otra vez para mí mismo el don de la amistad, el calor de los cielos complacidos, el runrún de las aguas en lo eterno, la calma del abismo, la comezón del pulso de la rabia en pueblos de olivares y cenizas, la inocencia de siempre retenida en la cara sin tiempo de una niña.
Y, al llegar a mi casa, he sabido que todo está en su sitio, que los días son siempre de mí mismo, que nada me es ajeno porque todo es sin fin desconocido pero se dejará violar si yo lo intento, que septiembre de nuevo no linda con ningún otro mes del calendario, que los roces sencillos y olvidados son con las mismas cosas, que hay que empezar de nuevo lo que ha sido de siempre, que la camisa se  nota y se dibuja cuando toma contacto con mi piel, que mi nieta progresa desde el primer instante del colegio, que la tarde se pierde en la distancia feliz del horizonte con una fuerza autómata, que un anciano se me quedó dormido para siempre sin poder aguardar a que llegara, que el monte no verdea tan intenso y las sombras se van haciendo fuertes, que mi cuerpo se ve y se reconoce en mismos horarios de otros días…
En fin, que han llegado septiembre y los dominios de la monotonía, tal vez de la agradable y feliz monotonía que ve pasar los días y las tardes como sin darse cuenta.
 ¿Apunta ya el otoño? Aquí el otoño tarda, pero hay que irle poniendo la alfombrilla. Sin prisas y sin pausas.