sábado, 22 de septiembre de 2012

LA ÚNICA ORACIÓN QUE NO HE OLVIDADO

LA ÚNICA ORACIÓN QUE NO HE OLVIDADO  
Hay oraciones altas que proclaman
verdades escondidas, según cuentan,
en el borroso país de las estrellas.
Si quieres que te diga lo que siento,
me asustan demasiado sus castigos,
sus penas, sus venganzas, sus condenas.

Yo, de niño,
aprendí muchas fórmulas completas
y llegué a conformarme con el pacto
entre el miedo y las penas.
Luego aprendí otros rezos
que hablaban de las cosas de la tierra,
y se fue abriendo paso en mi conciencia
otro amplio y feliz vocabulario:
rosa, justicia, tarde, río, alba,
espinas, privilegio, noche, sueño…
Creo que pesaban más aquellas páginas
en las que con empeño
desarrollé el placer por la lectura
y fui sujeto pleno
de una oración rezada en voz activa.
Por fin -no sé contar por qué razones-
me quedé solo y dueño en el espacio
de un escueto reflejo de las cosas,
adelgacé los rezos, las imágenes
y el índice y los mapas que llevaban
 a tantos santuarios.

Hoy vivo solitario y en secreto
pues no sé pronunciar sino tu nombre:
la única oración que no he olvidado.

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