sábado, 19 de diciembre de 2020

FELICES FIESTAS DE NAVIDAD

FELICES FIESTAS (DE NAVIDAD)

Son como niños y no crecen. Habrá que recordar otra vez que todo el mundo envejece, pero no todo el mundo madura, Ni mucho menos. Es lo que parece sucederles a los prohombres del Congreso. Resulta que hasta se enfrascan porque uno dice Felices Fiestas y el otro le recrimina por no decir Feliz Navidad. Vaya por dios, qué pecado.

El rifirrafe no pasaría de la categoría de anécdota si no encerrara todo un simbolismo detrás y toda una concepción de la vida. A ver, convendría no provocar para que no se levante la tormenta.

Parece claro que es mucho más completa la palabra “Fiestas” que el término “Navidad”, pues recoge todas las posibilidades imaginables de celebración, mientras que la palabra Navidad nos conduce a las connotaciones religiosas. Es verdad que esta sociedad bebe aguas religiosas en su cultura, pero no es menos cierto que cada día las variantes son más y cada cual las vive según le parece. Con estas dos variables, resulta evidente que Fiestas es más respetuosa con la pluralidad de los ciudadanos.

Pero es que todo se complica cuando se enfrentan los hechos sin dogmas preconcebidos y sin prejuicios insalvables.

¿Hace falta recordar, a estas alturas de la fiesta, lo que realmente se celebra y dónde hunde sus últimas raíces esto de la Navidad? Es el solsticio de invierno, leches, el cambio de orientación de la luz, el aumento del día frente a la noche… Que hay que repetirlo casi más que lo de la falsedad de los Hombres de Musgo. ¿Que sobre eso se quiere imponer la luz religiosa o divina?; pues muy bien, pero sin engañarse ni engañar a nadie. Entre otras cosas, porque no hace falta.

¿Hace falta recordar también que la fecha elegida para señalar el nacimiento de Jesús es azarosa y en modo alguno responde a ningún dato real? Es que lo ponen todo a huevo, para rematar y meter gol siempre.

Todo esto sin entrar en otras cuestiones de mucho más largo alcance.

Así que, tómense las cosas con calma, con algo más de sensatez, de sentido común y de buena voluntad. Y no provoquen, por favor, porque, si no, se puede entrar al trapo y se caen los palos del sombrajo. Y conviene la paz entre todos. Si hasta para esto tenemos que oponernos, apañados estamos.

Pero, si con eso se contentan, pues Feliz Navidad. O Felices Fiestas de Navidad.

Una consideración: No por mucho levantar la voz se tiene más razón, ni por oponerse a todo se sirve mejor a un partido ni a una sociedad. Se debería ser líder por convencimiento, no por avasallamiento.

Un deseo: Que estos días, y todos los demás, sean lo mejor que puedan ser. Mucho depende de nosotros mismos.

Y, como son como niños, un caramelo para cada uno. Venga.

viernes, 18 de diciembre de 2020

PÍLDORAS CONTRA EL BOSTEZO

 

 

PÍLDORAS CONTRA EL BOSTEZO

Ten cuidado, al llegar a la respuesta,

de no haber olvidado la pregunta.

 

Aprendía los secretos de la muerte

para entender las normas de la vida.

 

Ni detrás, ni delante, es a mi lado

donde quiero tenerte como amigo.

 

Aquella a quien heriste y más amaste

es la misma persona casi siempre.

 

Si escondes un puñal en tus palabras,

envuélvelo entre besos y sonrisas.

 

El placer está lleno de cadenas:

hazte tan solo esclavo de la nada.

 

De creer a crear, apenas nada,

pues tan solo una letra lo separa.

 

No puedes decidir sobre tu muerte,

pero sí las acciones de tu vida.

 

No pierdas la ocasión: si te descuidas,

todo será al instante luz de olvido.

 

Descansa de buscar otros caminos

y encuéntrate en ti mismo cada día.

 

Piensa que tú eres único y aprende

a amar las diferencias en ti mismo.

 

Deshazte hasta morir entre las llamas,

que el mundo te recoge en las cenizas.

 

Quien encuentra un porqué, ya tiene un cómo

que le enseñe el camino verdadero.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

ESA CONCIENCIA AZUL DEL UNIVERSO


ESA CONCIENCIA AZUL DEL UNIVERSO

Pensar en la belleza de lo efímero

regresa cada poco a mis afanes.

A menudo me engolfo en el fracaso

de tratar de encontrar, con los filósofos,

las últimas verdades y concluyo

que acaso debería bajar al suelo

y arañarme la cara con mis manos,

dejar sin separar a los paréntesis

y mostrar el valor de los sentidos.

Ver como se dibuja, por ejemplo,

el cielo cada tarde con las nubes,

lo hermoso de la hora en la que suena

el teléfono y siento la presencia

de aquellos que más quiero,

echar al aire risas, ir de compras,

ver jugar a los niños en la plaza,

descuidados de todo,

o dejar que la vida se distraiga

despistada por todos los caminos.

 

No siempre puede ser. La vida pasa

-que es lo que siempre pasa-

servida al por menor, como en rumores

que ocultan otros ecos

de más estrepitoso griterío;

mas sucede por algo y necesito

pillarla por sus partes, dominarla,

aunque muera tal vez en el intento,

deshojado de todo lo inmediato

y en búsqueda febril por el latido

de esa conciencia azul del universo

en la que todo nace, vive y muere

dando vueltas sin causa definida

a un gris e indefinido laberinto.

martes, 15 de diciembre de 2020

CON POCO ME CONFORMO

CON POCO ME CONFORMO

El análisis de la evolución humana señala la presencia de diversos tipos de “homines”: australopitecus, erectus, sapiens… En cada uno de ellos se le va observando con más cualidades y con más habilidades para su subsistencia y para su reproducción, hasta que, en alguna época, se le hace responsable de su existencia y de su organización como grupo. La dependencia de los dioses es propia de las etapas más primitivas de cualquier civilización. Pero, en algún momento, el ser humano, en su pensamiento, se atreve a cargar con el peso de la existencia y se erige en la medida de todo lo demás, se convierte en el “homo mensura”, el ser humano como medida de todas las cosas.

El asunto podría pensarse como algo muy moderno. Y no lo es tal. Alguno de los primeros sofistas griegos ya lo consagraron en sus pensamientos y en sus enseñanzas. Tal es el caso de Protágoras, hace 2500 años. Para él el ser humano es exactamente eso, la medida de todas las cosas, pues la realidad se presenta como algo en constante cambio y no puede admitirse nada inmutable necesario o universal. El asunto se le complica enseguida, pues tiene que saber definir con precisión qué es eso de “hombre”, o, si se quiere, de “ser humano” (aunque es mejor obviar el reconocimiento de la mujer en el mundo clásico). Como cree que lo único real son las sensaciones y que estas son percibidas de manera diferente por cada individuo, se queda sin encontrar una definición que abarque al “hombre” como ser general, y ya solo podríamos hablar de hombres en plural, de suma de hombres individuales. De ahí al desfiladero del relativismo y del pesimismo ontológico no hay más que un paso. Que se lo piensen todos los posmodernos y que no descubran tantos mediterráneos.

Protágoras imaginaba tres tipos de significados distintos para el concepto de “hombre” :a) el hombre como ser individual (homo individualis), diferente a cualquier otro de la misma especie humana; b) el hombre como perteneciente a una especie (homo specificus), con las mismas cualidades que cualquiera de su especie, que cualquier ser humano, pero que tiene que interpretar particularmente; c) el hombre que, por naturaleza, vive en sociedad (homo socialis), diferente según el grupo social del que forme parte.

Es verdad que estos son elementos de tipo filosófico y sociológico o antropológico, pero me parece que están al alcance de cualquiera y que nos afectan a todos, como seres humanos que somos.

Si las sensaciones que nos llegan de la realidad externa las convertimos en conceptos y pensamientos, y estos los trasladamos a nuestra vida diaria, no los aplicaremos de la misma manera si pensamos en las tres definiciones que se han descrito más arriba. ¿Es el ser humano individual y absolutamente diferente a todos los demás seres, incluidos los otros seres humanos? ¿Le corresponden las mismas cualidades que a los otros seres humanos, aunque las utilice de manera individual y diferente a los demás? ¿Es, por naturaleza un ser social y debe someterse a las influencias de los demás seres de su comunidad? Si es así, ¿hasta qué punto debe hacerlo?

¿Le damos algo de aplicación práctica y sencilla en nuestras vidas? Vamos.  ¿La realidad es una para todos o cada cual la ve y la siente de manera diferente? ¿Cómo organizamos la comunidad familiar, de amigos o de vecinos, con qué tipo de ser humano de los tres citados? ¿Cuántas normas sociales tenemos que acatar y por qué razón lo hemos de hacer? ¿Puede haber una moral común? ¿Se corre el peligro de anular al individuo particular? ¿Cómo tiene que ser la participación social de ese ser humano? ¿Cómo se puede ir por ahí sacando pecho y de verdad en verdad, como perdonando la vida al adversario?

Aristóteles definía al ser humano como ser social. Yo no logro llegar a imaginar, y mucho menos a entender, a un individuo aislado de los demás. Pero me aterra también la imposición de la medianía en las ideas y en los usos sociales. ¿Cómo darle armonía a todo esto? Ojo, que esto no tiene vacaciones ni en época de pandemia. Protágoras parece que buscaba la conjunción de la tesis más individualista con la social, Yo no tengo solución, solo se me ocurre plantear dudas y preguntas en lugar de proponer respuestas. Es que no las tengo. En todo este relativismo, Protágoras acudía a la palabra y a la búsqueda de la dignidad, como salvadoras, o al menos mitigadoras de tanta falta de verdades definitivas. Yo me sigo conformando con algo acaso más modesto que siempre describo como sentido común y buena voluntad. No es poco.

lunes, 14 de diciembre de 2020

ESCALA DE MEJOR CONOCIMIENTO


ESCALA DE MEJOR CONOCIMIENTO

La realidad externa de las cosas,

que causa sensaciones en nosotros;

con ellas intuimos vagamente

una figuración que apunta hacia el concepto,

esa réplica blanda de las cosas,

de lo que antes fue tiempo y fue medida

y ahora ya no es materia, es solo imagen,

ave que vuela libre por el alto cielo.

 

Pero todo concepto es solo intento,

proyecto que se agota entre los ecos

de aquello que fue externo y limitado,

miseria sempiterna de las definiciones.

 

Aún falta la presencia de la idea,

de la idea absoluta que contiene

la relación definitiva de los pasos

y no tiene noticia de principios

ni sueña con castigos de finales,

pues forman realidad definitiva

por encima del tiempo y el espacio.

 

En esta progresión nacen las cosas,

se adhieren a la faz de la belleza

y forman la verdad más dilatada

con que toda la verdad se identifica.

 

En ella también tú,

tu principio y tu fin,

la belleza y verdad entrelazadas

en la esencia más pura de la idea.

 

Si me intuyes, me sientes y me sueñas,

seremos parte intensa e indivisa

de esa idea universal en la que viven

la suma de verdad y de belleza.

viernes, 11 de diciembre de 2020

NO LO ENTENDERÁN

 

NO LO ENTENDERÁN

No tengo casi nunca un plan preconcebido de lectura; los libros caen en mis manos como consecuencia de causas muy diversas. Pero no siempre. Este año lo comenzaba con la lectura del libro de Delibes El camino. Se celebraba el centenario de su nacimiento y quería honrarlo agradeciéndole los muchos ratos buenos que la lectura de sus libros me han regalado siempre.

Sigo anotando los títulos de los libros que leo. Lo hago, por diversas razones, desde hace años.

Anotaba, tan solo hace dos días, el número 99 de este. Sí, noventa y nueve. El año toca a su fin y las Navidades son más diversas. Leeré más, por supuesto; pero me pareció que el número redondo del cien se lo tenía que reservar también a Delibes. Elegí para ello Las ratas.

Sobre Delibes ya he expresado mi opinión y no debo repetirme, tan solo tengo que reiterar mis gracias por los ratos extraordinarios que he pasado junto a sus historias y al lado de sus personajes.

¿Por qué he elegido La ratas? Porque sus reiteradas lecturas me han puesto siempre frente a un espejo en el que me siento perfectamente reflejado. Yo también fui niño con necesidades, aunque nunca cacé ratas. Creo que sentí, como el Nini, que la vida se reduce a elementos sencillos y naturales, que la naturaleza nos muestra el camino y nos enseña los límites que nos dominan, que la vida del campo poco tiene que envidiar a la de la ciudad, que las pasiones y las virtudes florecen con más limpieza en los pueblos que en las ciudades, que las personas siguen todas juntas los ciclos naturales, que la vida va emponzoñando la inocencia de todos a medida que uno crece y roza con los otros, que la sabiduría no está tanto en los conceptos abstrusos ni en la memoria como en el sentido común y en la buena voluntad, que el desigual reparto de las riquezas y de los bienes naturales solo puede provocar injusticias y malos deseos, que no resulta sencillo dominar las pasiones cuando las desigualdades se ceban en los más necesitados, que cuanto más se encierra uno en sí mismo menos entiende los pensamientos de los demás, que la convivencia resulta muy difícil desde la diversidad de educaciones y pensamientos, que las comunidades necesitan siempre del respeto y de la igualdad de oportunidades para una convivencia positiva, que los estigmas que crean las costumbres religiosas y sociales son muy difíciles de cambiar en comunidades cerradas, que los tiempos se miden no tanto por el calendario sino por los cambios que va marcando la naturaleza, que… Todo eso, y mucho más, guardan las páginas de este libro mágico.

Comprendo que buena parte de las personas se sienta poco concernida por lo que en él se cuenta, pues vive en las ciudades y que llueva o truene, que caiga helada o corra el viento en poco le puede importar. O eso parece. Solo parece, porque la realidad es muy distinta de eso que parece. Todavía hoy seguimos dependiendo de lo que la naturaleza nos quiera mandar. ¿Habrá que demostrarlo en los tiempos que corren? Pandemias, plagas, sequías, ciclones, danas, desertizaciones, insecticidas, contaminaciones, sobreexplotación de recursos naturales… ¿Hace falta seguir?

No es oro todo lo que reluce. Y mostrar visiones del campo, frente a la ciudad (el menosprecio de corte y alabanza de aldea clásicos) tiene muchas aristas y precisiones que hacer. Pero pensar en la posibilidad y hasta en la necesidad de cambiar las formas de vida resulta tan importante y tan de actualidad…

Sobre toda esa maraña de impulsos y de imposiciones de la naturaleza, se alza el Nini, ese candor hecho niño que sabe de todo. De todo lo que nos enseña la naturaleza y no de lo demás, como reconoce ante Rosalino cuando se extraña porque no sepa dónde anda el carburador del coche. “De eso no sé, señor Rosalino; eso es inventado”. Un ser virgen que se ata a la tierra, como se atan todos los habitantes del valle, en una ligadura misteriosa y aparentemente sin razón: “Tras él, el Antoliano le decía al ratero a media voz: “No hay ratas, la cosecha se pierde, ¿puede saberse qué coños nos ata a este maldito pueblo?”. El Rabino Chico tartamudeó: “La tie… La tierra –dijo-. La tierra es como la mujer de uno…”.

Esa fuerza telúrica, inmensamente poderosa, que atrapa entre sus brazos y acuna los días y los años de los vecinos de la cuenca y que nos atrapa a todos en el recuerdo agradecido a los espacios que nos vieron nacer a la vida y a sus quehaceres por encima de cualquier consideración racional.

Todo eso y mucho más son Las ratas, un libro mágico, intenso, telúrico, tristísimo y a la vez divertidísimo, de hondo pensamiento, de actualidad rabiosa, de construcción literaria magistral, de vocabulario de naturaleza inigualable, de realización coral, aunque sea El Nini su hilo conductor, de exposición de una vida real de ayer y casi de hoy. Un mar de elementos para la reflexión en el que navegar hasta llegar a la costa e internarnos tierra adentro, en las llanuras castellanas y, sobre todo, en las cuencas y valles de nuestras conciencias, para terminar siendo novicios de una nueva forma de ver y de vivir.

El Nini, en las últimas palabras del libro, nos deja un poso de amargura al responder al Ratero, después de la muerte de Luis, el cazador furtivo que le “robaba” las ratas:

“-No lo entenderán –dijo.

-¿Quién? –dijo el Ratero.

-Ellos –murmuró el niño”.

Ellos pueden ser los seres del pueblo, pero podemos ser también nosotros. Aunque no justifiquemos la acción del Ratero, sería bueno intentar explicar por qué se producen los hechos. Solo la bondad de El Nini se salva por encima de todo lo demás. La nuestra acaso también nos podría salvar en muchas ocasiones y mejorar la convivencia. Acaso. Aunque ellos no lo entiendan.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

EL MUNDO, EN SU VERDAD, SOLO ES PALABRA


EL MUNDO, EN SU VERDAD, SOLO ES PALABRA

El mundo solo es mundo si es mi mundo,

aquel que yo hago cierto en mi conciencia.

Todo se me revela en la palabra:

el mundo, en su verdad, solo es palabra.

Esa revelación me pertenece

como única y plural: tal es su fuerza

y tal es la verdad de su inocencia.

En la palabra dignifico al mundo

y en ella me redimo y me emancipo

hasta ser dios menor en sus dominios.         

Con ella reino y a su fuerza acudo

si me pierdo en las sombras del misterio.

 

In prinicpio erat verbum. Desde entonces,

todo se hizo presente como el rayo

que da luz a las sombras cada tarde.

Yo vivo en la palabra y en su magia

me duermo y me despierto, como un niño

que asiste a los efectos de un milagro.

 

N.B. A veces, los duendes me juegan alguna mala pasada. En mi reflexión de ayer atribuía a Sócrates lo que le pertenecía y le pertenece a Séneca. ¡Y tenía encima de la mesa el libro del que tomaba las citas! Ya sé que esto solo tiene importancia para los quisquillosos; pero, por si acaso, pido disculpas.

martes, 8 de diciembre de 2020

DE VITA BEATA

 DE VITA BEATA   (Sobre la vida feliz)

La pregunta del millón, para Séneca, autor de esta obra, y para cualquiera que pare el paso de esta vida atolondrada y se detenga a pensar un poco en el sentido de la misma.

Otra vez entre las páginas de los estoicos, entrañándome en ellas, con el fin de encender alguna luz que me ilumine y me dé algo más de claridad en mis pensamientos. Y qué difícil me resulta encender siquiera una vela.

Creo que, reconociendo implícitamente que lo que existe son estados de felicidad, más que la meta de la felicidad definitiva, Séneca analiza el camino y las posibilidades de acercarse a esos momentos. No es poco, si tuviera razón.

Hasta en las consideraciones filosóficas dudo de si no son consecuencia de los tiempos y de los lugares en los que se idean, y de si no habrá que repensarlas según los momentos históricos posteriores. El filósofo de origen español vivió los avatares de la Roma del s. I d C, y eso perfila todo lo que analiza y piensa: riquezas, emperadores, sociedad romana, esclavos y libres…

A pesar de todo, un buen manojo de sus pensamientos tiene vigencia en nuestros días y a ellos se puede volver, para asentir o para disentir. Como ocurre con cualquier razonamiento estoico, la bondad se asoma más por la resta que por la suma, por lo poco que por lo mucho, por la templanza que por la ira, por el sosiego que por el impulso, por el ajuste que por el desajuste, por la razón que por el instinto.  

Su mirada se fija más en el individuo que en la comunidad: “Indaguemos, por consiguiente, qué es lo mejor que se puede hacer, no qué lo más usual, y qué nos pone en posesión de la dicha sin fin, no qué ha aprobado el vulgo, pésimo intérprete de la realidad”. (n. 5).

Todo lo que sea aproximación a la naturaleza, como conjunto de ideas y elementos que ordenan la realidad, nos acerca a la vida feliz. Por eso las siguientes palabras: “La que se conforma a su naturaleza es entonces la vida feliz, que no puede darse de otra forma que si, primero, la mente está cuerda y en perpetua posesión de esa cordura, después si es enérgica y apasionada, como también perfectamente paciente, adaptada a las circunstancias (…), sin angustiarse (…), dispuesta a servirse de los dones de la naturaleza, no a depender de ellos”. (n. 2).

En esa situación, seremos virtuosos y dominadores de los placeres: “Entregar la virtud, la más insigne señora, como esclava del placer, solo cabe en la mentalidad del que es incapaz de nada grande. Que la virtud marche la primera, que lleve estas enseñas: tendremos, con todo, placer, pero seremos sus dueños y moderadores; algo obtendrá de nosotros con sus súplicas, a nada nos forzará. Por el contrario, los que han entregado la primacía al placer, se han privado de lo uno y de lo otro; pues renuncian a la virtud, por lo demás, no dominan ellos al placer, sino a ellos el placer, por cuya ausencia se atormentan o bien por su abundancia se asfixian, infelices si los abandona, más infelices si los aplasta”. (n. 3).

Y aún una idea más. Se refiere a la posesión y al uso de las riquezas. Séneca no renuncia a ellas (fue muy criticado por ello), pero sí regula su uso: “Entonces, ¿qué diferencia hay entre tú, el sabio y yo, el necio, si ambos queremos poseer?, le preguntan. Y responde: “Muchísimas: pues las riquezas en casa del sabio están al servicio, en casa del necio, al mando; el sabio nada permite a las riquezas, a vosotros las riquezas, todo; vosotros, como si alguien os hubiera garantizado su posesión de por vida, os habituáis y apegáis a ellas, el sabio medita sobre la pobreza precisamente cuando está rodeado de riquezas”. (n. 6).

Mucho habría que perfilar los conceptos de comunidad, de virtud y de riquezas. Y mucho más los contextos temporales y espaciales de Séneca y los nuestros. Pero estas ideas se nos proponen para su análisis y para su consideración. A mí, por supuesto, me sirven para mucho. Cada día y cada hora.

lunes, 7 de diciembre de 2020

MIRADA

 

MIRADA

 Acaso soy un plagio de mí mismo,

me digo cuando miro en el espejo

y me descubro extraño, pero acaso

tan parecido a aquel que hace tan solo

un cierto tiempo daba gusto verlo

peinándose aquel pelo tan frondoso,

aunque hoy luce calvicie en su cabeza.

 

A pesar de la falta de materia,

algo hay que permanece. No sabría

decir si es el recuerdo el que me fija

en una estampa gris y allí me deja

para que vuelva a verla con frecuencia

y me diga con ínfulas de necio:

Te pareces a aquel, pero no insistas,

cada vez eres menos lo que fuiste.

mas no te desanimes, que algo queda

que te llama y te abraza y te promete

seguir allí por siempre, hasta que el tiempo

se olvide de los dos, sin que os deis cuenta,

y ya ni vengas tú ni yo te espere

porque ya no verás lo que contemplas,

ni yo veré ya a aquel que ahora me mira.

viernes, 4 de diciembre de 2020

QUIERO ESCRIBIRTE UNA CARTA DE AMOR

 QUIERO ESCRIBIRTE UNA CARTA DE AMOR

Recoge Ángeles Caso, en su libro “Quiero escribirte esta noche una carta de amor”, una selección de textos que, en forma de carta, han escrito mujeres a lo largo de la Historia. Son estas y muchas más, claro, y la selección se puede discutir y renovar; pero el repertorio es muy notable y ejemplo de todo un recorrido femenino en este formato de cara amorosa.

Por sus páginas circulan las abadesas Eloísa e Hildegarda, Ninon de Lenchos, George Sand, Charlotte Brontë, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Emilia Pardo Bazán, María Zambrano, Marina Tsvietáieva, Virginia Woolf, Simone de Beauvoir y otras.

Resulta revelador, gratificante y a la vez descorazonador todo lo que en ellas se descubre, de manera expresa o indiciaria. La comprensión exacta de las cosas solo se consigue si se explican y se miran con ojos de la época en la que se produjeron; de otra manera, todo se distorsiona y se aleja de la verdad. Sin embargo, a pesar de todos los pesares, de manera general, la historia femenina tiene muchos más tonos oscuros que la de los hombres, Parece tan evidente, que casi no admite discusión. A corregirlo habrá que aplicarse con serenidad, pero sin descanso; también sin alharacas ni exageraciones, que lo único que consiguen es el efecto contrario al que buscan. Y ejemplos hay en todas las esquinas.

Resulta mucho más interesante, me parece, analizar si existe una forma femenina de amar que sea especial. Y, si así lo es, describir cuáles son sus características. Tengo mi opinión, claro, pero, como hago casi siempre, apunto solo el tema, por si alguien quiere tirar del hilo de la madeja. Porque las conclusiones son de cada uno y nada puede sustituir a la lectura personal del libro.

Solo destacaré una, que me parece fundamental, pero que tal vez ni siquiera responda a la verdad. Creo que el amor femenino es mucho más desinteresado, más entregado y menos racional. Leer cartas de mujeres encerradas en un convento y enamoradas de otras personas, hombres o mujeres, resulta toda una revelación; comprobar cómo mujeres cargadas de tesoro intelectual se hacen diminutas y totalmente afectivas en sus contactos con hombres o mujeres también viene a ser todo un festín afectivo. No hay en esas cartas ni en ese amor sino entrega (a veces rondando el sometimiento) y ausencia de todo lo que pueda sonar a dominio personal o recelo; sus amores están muy por encima de cualquier circunstancia pasajera que pudiera enturbiar la intensidad de ese amor. ¿Es esto moral impuesta? ¿Es poso biológico? ¿Es frustración? ¿Es falta de libertad? ¿Es clasificación social? ¿Es rebeldía ante la sociedad? ¿Es todo a la vez?

Y, si esta descripción de un amor femenino especial fuera tal, ¿qué se puede decir del amor masculino? ¿Resisten comparaciones? ¿Cómo se conjugan las relaciones de uno con el otro? ¿Hacia dónde caminan estas relaciones?

Quiero escribirte esta noche una carta de amor. Ahí hay un buen ramillete de ellas, que nos revelan inquietudes, anhelos, frustraciones, entregas sin tasa, sensibilidades a flor de piel… atisbos de acercarse a la vida compartida, desde esa necesidad de gritar a los demás la presencia personal y la necesidad de compartir sentimientos.

jueves, 3 de diciembre de 2020

ESTA TARDE, LETICIA, "LA PARDAMOS"

ESTA TARDE, LETICIA, “LA PARDAMOS”

Para Leti Majada Pino, en el día mundial de la discapacidad

(No le cuentes a nadie que “pardarla”

es como liarla parda entre nosotros).

Porque iremos del brazo y muy contentos

a comer “huevos rotos”,

que a ti tanto te gustan.

Pero antes pasearemos por la playa

y veremos también cómo las olas

perfuman con rumores las orillas.

Y pasarán los peces y diremos:

“qué felices parecen en los mares”.

Y tú me harás reír con tus palabras,

e idearás en la arena

una nueva portada de colores

para otro de mis libros.

Y veremos que el sol nos tiene envidia

de vernos tan contentos. Y en la noche

verás que las estrellas nos contemplan

y nos mandan un guiño de alegría.

Y, si quieres, tomamos salmorejo

sentados a la luz de tu terraza…

Y, a los postres, acaso brindaremos

y diré que, a pesar de los pesares,

 “El mundo está bien hecho”.

 

Y sabremos entonces que la vida

se vive al por menor y es tan diversa

como lo somos todos y que, juntos,

hay que hacerla fructífera y más honda.

Cada uno en su afán y en su trabajo,

cada cual ofreciendo lo que puede

y recibiendo lo que necesita,

quemándonos, al fin, en una hoguera

de abrazos y de besos infinitos.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Y PASARÉ LOS FUERTES Y FRONTERAS

Y PASARÉ LOS FUERTES Y FRONTERAS

Parte de las últimas mañas la he dedicado a echar pie por la Vía Verde, que se asienta sobre los caminos que recorrió el antiguo tren, al amparo del sol de este último mes de otoño, celestial en Béjar y sus sierras, con los primeros asientos de nieve en las cumbres y con el paisaje ya desnudo en todo árbol de hoja caduca. El resto de las horas de la mañana y buena parte de las tardes se las ha llevado un recorrido distinto, aunque semejante a la vez: he releído el texto bíblico de El cantar de los cantares, la obra homónima de Fray Luis, los poemas místicos de san Juan de la Cruz que se basan en la Biblia, algunas de sus propias explicaciones, y he rematado con la lectura de otra obra del agustino: De los nombres de Cristo.

Qué decir al final del camino. Me han interesado siempre los escritores místicos y a sus páginas he aplicado mis ojos durante muchas horas, muchas veces y durante muchos días: san Juan, santa Teresa, Miguel de Molinos, fray Luis de Granada… ¿Y fray Luis de León? Es otra cosa; ni mejor ni peor, algo diferente. A fray Luis le pueden su sabiduría, sus conocimientos filológicos y teológicos, y no consigue apartarse de ellos. Y le pierde lo que les pierde (tal vez para hallarse de verdad, quién sabe) a todos ellos: su punto de partida desde el dogma y la senda de la que no pueden salirse. Todo su afán se consume en ajustar cualquier palabra a los dogmas eclesiásticos, y, desde mi humilde punto de vista, les sale un botellón explicativo, una madeja deshilachada y una confusión mental que termina por estropear más todo aquello que pretenden arreglar. Por eso me complace más cuando parece que se olvidan de los textos del Libro y se pierden en sus caminos personales, en sus experiencias vividas o soñadas, en sus desparrames emocionales, en sus deliquios amorosos. Y esto lo hacen mejor los místicos “puros”, los que se afanan en esa última parte del camino en la que la norma ya no cuenta y las voluntades humanas se han perdido en brazos de otra vida y otra realidad soñada, o al menos presentida, “en brazos del amado o de la amada”.

Admiro de fray Luis sus conocimientos filológicos, su manejo de todos los textos de la Escritura, su altura intelectual… Y algunos de sus redondísimos y definitivos textos poéticos. Me decepciona que con ese caudal intelectual se demore en el empeño casi imposible de hacer casar todos los detalles con las palabras de la Biblia. A veces tengo la sensación de que ronda el abismo de lo irrisorio. Pido perdón por estas gruesas palabras para todo un maestro, pero es la sensación y el regusto que me deja. Qué podría decir entonces de otros solo aspirantes a maestros… Sé que los contextos personales y de época (inquisición, universidad, condición de religioso, rivalidades entre órdenes…) condicionan mucho todo y tal vez explican muchas posturas, pero me queda un regustillo algo amargo, visto desde el siglo veintiuno. Que me perdone. ¡Aquella inquisición, aquel Trento, aquel imperio, aquella moral, aquellos dogmas…! Ay.

¿Por qué siempre un fondo de pecado en el hombre para justificar la salvación y todas las cualidades y virtudes de ese dios al que se explica? Y el miedo, y aquellos que no se ajustan a la voluntad divina, y los castigos, y los elegidos, y los buenos y los malos, y… Pero si ese dios solo lo puede ser desde la bondad y el amor infinitos, que tienen que acoger a todos, incluso a los más reacios y tontorrones del lugar. Pero, claro, ¿y el mal?, ¿y las desigualdades?, ¿y las injusticias?, ¿y las enfermedades?, ¿y…? ¿Por qué esa carga de pecado original, que justifica toda la “redención” posterior? Pero ¿y a mí qué me cuentan si yo no andaba por allí?

Pero no seguiré porque tanto no cabe en tan pocas líneas y nos podemos caer por el barranco.

martes, 1 de diciembre de 2020

LO NORMATIVO Y LA NORMALIDAD

LO NORMATIVO Y LA NORMALIDAD

Alguna vez he apuntado en estas páginas el doble significado que contiene la palabra “normal”. La primera acepción tiene que ver con todo aquello que se ve afectado por la “norma”, sea esta jurídica, social, religiosa o de cualquier tipo. La segunda apunta a aquello que se reproduce con frecuencia, que lo practica la mayor parte de la comunidad: es normal dormir por la noche; es normal ducharse con frecuencia…

No siempre, claro, son coincidentes ambas acepciones. En tales casos de divergencia, sería interesante pensar y dilucidar en qué medida hay que actuar para que no se distorsione demasiado, ni la legalidad ni la práctica general. Pero no es este el caso que ahora me ocupa.

Pienso en cómo se puede formar en la mente de una persona la sensación de normalidad, de que aquello que él o ella practican no solo es lo común, sino también lo más acertado, “lo que es normal que así sea y así se haga”. Tal hecho incluye la opinión de la mayoría, pero, por ello, también de la medianía. Si así fuera, se convertiría, tal vez, en algo vulgar y material, en dorada medianía y en aurea mediocritas, en reflejo de espejos egoístas y ramplones.

¿Qué pasaría entonces con los espíritus más cultivados, menos generalistas, más particulares, más refinados y con una escala de valores más diferenciada? ¿Qué norma es la que tiene que regir para ellos?

La norma legal, por ser acuerdo, abarca a todos sin excepción y ofrece pocas dudas para su cumplimiento: Todos tienen que pagar impuestos, por ejemplo. Pero ¿y la norma social, la que imponen los usos de la mayoría? ¿Hasta qué punto están todos los espíritus obligados a cumplirlas? Piénsese en cualquier costumbre social, en alguna que se refiera a usos navideños, por ejemplo. ¿Hasta dónde hay que ceder a las costumbres y en qué medida hay que hacer valer las propias convicciones? ¿Qué consecuencias trae todo esto para el individuo y para sus relaciones con sus círculos íntimos y con la sociedad?

Vivimos en una sociedad que avanza a paso rápido en la diversidad y en el respeto por los usos diferenciados de unos y de otros. Pero no en todos los casos, ni mucho menos. Encontrar los límites entre la norma legal, que todos debemos cumplir, y la norma social, que se concreta en usos comunes, no resulta nada sencillo. Sin embargo, hay que seguir en el empeño, para abrir puertas a la diversidad de sensibilidades y no solo refugiarse en el consabido refrán que reza “donde fueres, haz lo que vieres”. Ni para desentonar por una esquina ni para meter la cabeza debajo del ala y dar por buenos cualquier uso o costumbre. En ese equilibrio se instala una convivencia saludable y duradera. Que no estemos a cada momento descubriendo mediterráneos no es nada malo; que nunca descubramos nada personal sí que lo es. Y nuestra vida es de todos, pero también, y, sobre todo, de cada uno de nosotros en particular.