martes, 15 de diciembre de 2020

CON POCO ME CONFORMO

CON POCO ME CONFORMO

El análisis de la evolución humana señala la presencia de diversos tipos de “homines”: australopitecus, erectus, sapiens… En cada uno de ellos se le va observando con más cualidades y con más habilidades para su subsistencia y para su reproducción, hasta que, en alguna época, se le hace responsable de su existencia y de su organización como grupo. La dependencia de los dioses es propia de las etapas más primitivas de cualquier civilización. Pero, en algún momento, el ser humano, en su pensamiento, se atreve a cargar con el peso de la existencia y se erige en la medida de todo lo demás, se convierte en el “homo mensura”, el ser humano como medida de todas las cosas.

El asunto podría pensarse como algo muy moderno. Y no lo es tal. Alguno de los primeros sofistas griegos ya lo consagraron en sus pensamientos y en sus enseñanzas. Tal es el caso de Protágoras, hace 2500 años. Para él el ser humano es exactamente eso, la medida de todas las cosas, pues la realidad se presenta como algo en constante cambio y no puede admitirse nada inmutable necesario o universal. El asunto se le complica enseguida, pues tiene que saber definir con precisión qué es eso de “hombre”, o, si se quiere, de “ser humano” (aunque es mejor obviar el reconocimiento de la mujer en el mundo clásico). Como cree que lo único real son las sensaciones y que estas son percibidas de manera diferente por cada individuo, se queda sin encontrar una definición que abarque al “hombre” como ser general, y ya solo podríamos hablar de hombres en plural, de suma de hombres individuales. De ahí al desfiladero del relativismo y del pesimismo ontológico no hay más que un paso. Que se lo piensen todos los posmodernos y que no descubran tantos mediterráneos.

Protágoras imaginaba tres tipos de significados distintos para el concepto de “hombre” :a) el hombre como ser individual (homo individualis), diferente a cualquier otro de la misma especie humana; b) el hombre como perteneciente a una especie (homo specificus), con las mismas cualidades que cualquiera de su especie, que cualquier ser humano, pero que tiene que interpretar particularmente; c) el hombre que, por naturaleza, vive en sociedad (homo socialis), diferente según el grupo social del que forme parte.

Es verdad que estos son elementos de tipo filosófico y sociológico o antropológico, pero me parece que están al alcance de cualquiera y que nos afectan a todos, como seres humanos que somos.

Si las sensaciones que nos llegan de la realidad externa las convertimos en conceptos y pensamientos, y estos los trasladamos a nuestra vida diaria, no los aplicaremos de la misma manera si pensamos en las tres definiciones que se han descrito más arriba. ¿Es el ser humano individual y absolutamente diferente a todos los demás seres, incluidos los otros seres humanos? ¿Le corresponden las mismas cualidades que a los otros seres humanos, aunque las utilice de manera individual y diferente a los demás? ¿Es, por naturaleza un ser social y debe someterse a las influencias de los demás seres de su comunidad? Si es así, ¿hasta qué punto debe hacerlo?

¿Le damos algo de aplicación práctica y sencilla en nuestras vidas? Vamos.  ¿La realidad es una para todos o cada cual la ve y la siente de manera diferente? ¿Cómo organizamos la comunidad familiar, de amigos o de vecinos, con qué tipo de ser humano de los tres citados? ¿Cuántas normas sociales tenemos que acatar y por qué razón lo hemos de hacer? ¿Puede haber una moral común? ¿Se corre el peligro de anular al individuo particular? ¿Cómo tiene que ser la participación social de ese ser humano? ¿Cómo se puede ir por ahí sacando pecho y de verdad en verdad, como perdonando la vida al adversario?

Aristóteles definía al ser humano como ser social. Yo no logro llegar a imaginar, y mucho menos a entender, a un individuo aislado de los demás. Pero me aterra también la imposición de la medianía en las ideas y en los usos sociales. ¿Cómo darle armonía a todo esto? Ojo, que esto no tiene vacaciones ni en época de pandemia. Protágoras parece que buscaba la conjunción de la tesis más individualista con la social, Yo no tengo solución, solo se me ocurre plantear dudas y preguntas en lugar de proponer respuestas. Es que no las tengo. En todo este relativismo, Protágoras acudía a la palabra y a la búsqueda de la dignidad, como salvadoras, o al menos mitigadoras de tanta falta de verdades definitivas. Yo me sigo conformando con algo acaso más modesto que siempre describo como sentido común y buena voluntad. No es poco.

2 comentarios:

mojadopapel dijo...

Pues para mí no es nada complicado porque pienso que soy un ser social y me gusta relacionarme pero también soy un ser individual y puedo ser feliz y sacar provecho a mi soledad...que busco a veces. ¿En qué medida me relaciono con los demás?...pues en la medida que esa relación me ayuda a crecer como persona...rechazo a la gente que considero tóxica.

Antonio dijo...

Pues es estupendo que lo tengas todo tan claro. Este filósofo del que te expongo la idea (la suya, que vete a saber si es la mía) se pasó la vida buscando y no lo consiguió resolver. Y créeme que fue un gran sabio griego. Como para no dudar yo también.
Gracias.