jueves, 31 de marzo de 2016

¿SI VIS PACEM...?


Tengo la certeza de que el principal beneficio del que ha gozado mi generación es el de que no ha intervenido en ninguna guerra clásica como contendiente principal. Pero también ha sufrido como pocas las inconveniencias de una dictadura, producto de una guerra; y, por si fuera poco, (in)civil. La Historia demuestra que este es un hecho excepcional pues toda ella está plagada de guerras y más guerras; como si no aprendiéramos nunca de sus males y de sus miserias; o tal vez no entre dentro de nuestra lógica (al menos de la mía) que las guerras son consustanciales con la propia Historia.
¿Cuántos elementos de avance técnico y científico se deben a la llamada industria de la guerra? ¿Qué tanto por ciento de eso que llaman el PIB es atribuible a la industria de la guerra? Es terrible reconocerlo, pero es alto, muy alto. Los experimentos bélicos después pasan en muchos casos a la vida diaria, como aplicaciones generales que pierden su referente bélico inicial. Y son elementos de muy distinto tipo. Yo mismo vivo en una pequeña ciudad cuya historia no se explica si no es con el referente de las distintas guerras españolas. La producción de paños, con los adelantos técnicos correspondientes y la riqueza respectiva, se ha mantenido, ha florecido y ha casi desaparecido al compás de las luchas y de los mamporros entre unos y otros. Acabado el período bélico, descenso de la producción, atraso, paro y pobreza. Más guerra, vuelta a la producción, a la maquinaria nueva, al trabajo y a la riqueza material. Es un hecho tan desgraciado como constatable.
Si reducimos esta descripción al absurdo, estaremos en disposición de pedir más guerras y más conflictos en tiempos de penuria como estos. No tengo ningún interés en seguir por ese camino porque, por analogía, haríamos de otras realidades auténticos despropósitos. Pero tampoco quiero esconder la descripción ni meter la cabeza debajo del ala: es postura poco honrada.
La guerra tiene, para bien y sobre todo para mal, muchas implicaciones, tal vez no todas confesables ni políticamente correctas. Y si, además, damos un repaso por los distintos tipos de guerras, desde los primerizos del palo y el puñetazo hasta los más sofisticados de la actualidad, las causas y las consecuencias se nos multiplican. Porque hay guerras a palos, con espadas, con bombas, químicas, bacteriológicas…, pero también psicológicas, publicitarias, económicas… y de todo refinamiento imaginable.

Es tal vez la naturaleza humana, que no acaba de aprender, que no escarmienta, que da dos pasos adelante solo cuando la empujan, o que no atiende acaso más que a las necesidades que se le van presentando para asegurar su supervivencia. Pena.

miércoles, 30 de marzo de 2016

NO QUIERO DARLE LA RAZÓN


Otra vez cito a John Kenneth Galbraith, aunque esta vez por autor interpuesto: Marshall McLuhan. Dice Galbraith: “El sistema industrial se identifica con las metas de la sociedad. Y las adapta a sus necesidades. La adaptación no tendría tanto éxito si los que componen la sociedad se dieran cuenta de ello; si supieran, en efecto cómo les guían. El genio del sistema industrial es el que forja las metas que reflejan sus necesidades- eficaz producción de artículos, una expansión constante de su producción, igual expansión constante de su consumo, una viva preferencia por los artículos y no por el ocio, una decidida entrega al cambio tecnológico, un suministro suficiente de mano de obra capacitada y educada- coordinadas con la virtud social y la ilustración humana. No se piensa que esas metas se deriven de nuestro medio ambiente. Se supone que se originan con la personalidad humana. Creerlo así es tener una sensata opinión materialista del género humano. Ponerlo en duda es correr el riesgo de ganar reputación de excéntrico o asceta”.
El texto es del pasado siglo, pero parece que estuviera pensado y expresado ahora mismo. Qué baño de realismo, de pesimismo y acaso hasta de desánimo me causa. Si la sociedad tiene necesidades, pues nos adaptamos a ellas. No importa cuáles sean estas ni las bondades o maldades de las mismas. Se trata de un asunto comercial, amigo, a ver si te enteras. Ah, y, si no se manifiestan esas necesidades, se las creamos nosotros desde la industria y desde el comercio, desde los medios publicitarios y desde la globalización. Hasta aquí el realismo.
¿Dónde está el ser humano en este sistema? ¿Dónde la libertad y la liberación de tiempo para el pensamiento y para la sensibilidad? ¿Qué lugar ocupan las ideas y los valores? ¿Dónde podemos hallar la huella de un ser pensante  y dueño de su vida en estas condiciones? Hasta aquí el pesimismo.
¿Cómo se puede luchar contra este gigante comercial? ¿Cómo puede uno librarse de él? ¿Quién está dispuesto a pagar el precio de ser tenido por los demás como un bicho raro, como un excéntrico o como un asceta? ¿Dónde hay un lugar para esconderse? ¿Cómo conjugar una visión tan radicalmente distinta a la que expone la cita con la necesidad de compartir la vida al menos con los más próximos y con la obligación de servirse del sistema, aunque solo sea para lo imprescindible? Por estos y otros caminos anda el pesimismo.

Es verdad que hay caminos intermedios. También que existen engañabobos y ojos que no ven porque no quieren ver. Pero ahí queda el esquema, que sigue valiendo, y que no tiene visos precisamente de cambiar.

lunes, 28 de marzo de 2016

DE REVOLUCIONES


Que la aparición y el desarrollo de todo lo que tiene que ver con la telefonía y las computadoras ha supuesto una revolución fundamental nadie lo duda. El mundo es otro bien distinto al que era hace tan solo unos decenios. Lo es en todas las facetas, no solo en el de las comunicaciones, como a simple vista podría parecer; en tantas, que no cabrían ni en un índice.
Lo que me pregunto es si somos conscientes de lo que dejamos atrás, del otro mundo con el que contrastamos el mundo presente: solo en esa medida seremos certeros en su calificación y en la importancia real de todo lo que está sucediendo. Esta reflexión solo la podemos hacer aquellos que hemos vivido en las dos culturas, pues este gozo o sufrimiento están vedados, o resultan más difíciles para las generaciones más jóvenes.
Algunos -siempre hay ese algunos- ya lo veían venir hace cincuenta años. McLuhan, por ejemplo hacía afirmaciones tan sorprendentes como esta en su obra “Guerra y paz en la aldea global”: El ordenador electrónico… es la prolongación de nuestro sistema nervioso central”. O preveía lo siguiente: “A medida que la civilización va disolviéndose con la revolución electrónica, volvemos a descubrir una conciencia tribal e íntegra que se manifiesta por una mutación completa en nuestras vidas sensoriales (…) En la era del ordenador electrónico, se ha quebrado el monopolio del sentido visual, en beneficio del tacto, del gusto y del oído, antaño postergados por la cultura mecánica de la era gutenbergiana”. Alguna otra previsión tan importante como el hecho de que las grandes ciudades disminuirían población por el hecho de que muchas personas se irían de ellas para trabajar desde lugares apartados ha resultado verdadera, si no en otros, sí en este aspecto.
No sé si el mismo autor, aquel que hizo universal y evidente la afirmación de que “El medio es la noticia”, no se ha visto también superado por la realidad y por las transformaciones que él atisbaba y que seguramente la revolución se ha encargado de acelerar.
Mis hijos son ingenieros informáticos y viven en forma directa y profesional esta revolución. Yo soy un analfabeto casi real en estos medios. Apenas si consigo controlar lo estrictamente necesario para la comunicación y para que mi trabajo sea continuado, tenga el formato que tiene y quede a la vista de todo el mundo que lo desee. De manera que también en los ignorantes técnicos esta revolución ha operado hasta cambiar su trabajo y su orientación y costumbres vitales.

Y eso que el desarrollo está casi todo por explorar y por concretarse. Ojalá que, como puede suceder en cualquier asunto, el empleo de los beneficios técnicos sea siempre en favor de la comunidad y no sirvan, otra vez, para crear desigualdad entre unos seres y otros.

sábado, 26 de marzo de 2016

CUATRO DESEOS



CUATRO DESEOS

Que la vida se ocupe de nosotros
mientras les damos forma a nuestros gozos,
mientras vamos haciendo que vivimos
sin conocer la causa ni el propósito.

Que el fuego nos consuma y que nos haga
efímera memoria de nosotros mismos,
que su llama se inflame y vaya al aire
para feliz certeza de la consumación.

Que la luz nos anegue y que nos deje
ciegos para las noches y las sombras,
y que solo sea el mar y el horizonte
el desnudo final de toda vista.

Que la muerte no alumbre mis deseos
ni yo sepa los nombres del silencio.
Que la voz de la muerte no persiga

mi vasta posesión ni mi condena.

viernes, 25 de marzo de 2016

PROCESIÓN DE IDEAS


Si hacemos caso a las teorías materialistas, los dos elementos decisivos en el desarrollo de la Historia son la producción y la reproducción de la vida.
Cualquiera puede discutir si esa teoría social y filosófica es verdadera o no. Muchos se empeñan en negarla y en hacer de ella algo así como el fogonero mayor de los infiernos; pero unos y otros hacen referencia a ella desde que se formuló. No sé, en todo caso, cómo se puede negar la importancia de la misma, por más que se le puedan añadir otras variantes y se le exija actualizarse al paso de los tiempos.
Miro hacia la sociedad en la que vivo, e incluso concentro mi atención en la ciudad en la que habito, y el panorama se me antoja desolador. La producción se ha rebajado notablemente desde hace unos decenios, los que lleva la tradicional industria textil con las puertas cerradas, las turbinas sin dar vueltas y las lanzaderas de los telares sin hacer ruido. Algunas pequeñas industrias se abren y se cierran al poco tiempo, como tributo y comprobación de que las estructuras de producción y comerciales solo respetan la vida de las grandes superficies. Solo la pequeña estación de esquí concentra las vagas esperanzas de casi todos, sin querer reconocer que la nieve es escasa, que el cambio climático no favorece en nada y que todo ese mundo es muy provisional. El aprovechamiento agrícola no es tal vez el más intensivo ni las condiciones naturales y geológicas lo permiten. Alguna iniciativa de pequeña industria se salva de los grises y de los negros.
La otra variante, la de la población, el elemento más rico de una comunidad, ha roto su estructura piramidal y ha configurado una imagen de hongo en la que la base se muestra escuálida y sin gente, mientras que los tramos de gente mayor y anciana se ensanchan cada día más.
Con estas materias primas, ¿qué futuro espera a esta comunidad? La solución, si existe, tiene que venir de la mano de todos los integrantes de la comunidad, de cada uno desde la posición que ocupe, primero desempeñando bien su función, como ciudadano honrado y ejemplar, y a la vez como instigador y animador entre los demás para cambiar la dinámica de esta historia particular de la ciudad estrecha.
Pero si no hay una descripción certera de la situación, las orientaciones hacia el futuro no serán sino golpes de ciego y juegos de azar. Y no podemos permitirnos esos lujos cuando el enfermo está demasiado grave. Esconderse en la mitificación de tiempos pasados, amagar solo con el valor de no sé qué tradiciones o fiarlo todo al sálvese quien pueda, en una política de enfrentamiento y de libertad entre desiguales, es la peor de las situaciones. Y no sé si no andamos un poco es eso precisamente.

Es viernes santo. No sé si, además de las procesiones de los creyentes, no tendríamos que sacar todos a la calle nuestras miserias y nuestras realidades. Propongo una procesión de ideas, general, racional y sin exclusiones. A ver si así, procesionando, también nos enteramos todos de cuál es nuestra situación y de qué manera nos ponemos a la obra para mejorarla.

jueves, 24 de marzo de 2016

ECCE HOMO


Cualquier motivo azaroso me ha puesto delante de los ojos, en los últimos días, toda una serie de cartas de condenados a muerte, en sus últimas horas de vida. Primero fueron algunos asesinados por los levantados en armas en la guerra incivil y después los últimos ajusticiados y condenados a muerte del régimen franquista. Al menos una veintena de personas que, “en capilla”, expresaban por escrito sus últimos sentimientos. Prácticamente todos lo hacían para sus familiares más directos: sus padres, sus esposas, sus hijos, sus hermanos…
Existe un elemento común que me ha llamado poderosamente la atención. Se trata de la entereza con la que encaran la pérdida, ya inmediata, de su vida. Supongo que en estos casos tendrá mucho que ver el hecho de que todos mueren con la certeza de que no merecen ningún castigo y mucho menos el de la pena capital.
Pero es que uno, desde lejos, trata de compadecerlos y espera que, precisamente en esos momentos tan intensos, cualquiera se venga abajo y estalle rompiendo cualquier esquema de razón y de serenidad. Pues no es el caso en ninguno. A veces hasta sorprende esa serenidad y esa templanza con las que encaran lo inevitable. Su ternura, sus afectos y su amor se van todos para sus familiares y parece que ninguna preocupación especial se reservan para ellos.
No conozco ningún estudio sistemático de últimas cartas de condenados, pero imagino una experiencia apasionante su realización. Estos son todos reos de últimas horas y de muerte señalada en el reloj, ni siquiera les queda la indefinición de una enfermedad que puede durar más o menos tiempo y dejar en la imaginación alguna vaga posibilidad.
Me resulta inevitable comparar con la imagen del condenado a muerte que procesiona estos días por las calles, aquel Jesús que, hecho hombre y en debilidad, exclamó “Eli, Eli, lama sabactani”. Todo un dios abandonado y mostrando sus flaquezas, las que uno espera en cualquier ser humano normal. En esa debilidad es donde mejor se hace hombre y en la que mejor encaja la otra expresión: “Ecce homo”. He aquí al hombre, el hombre entregado a las turbas y sin posibilidad de defensa.
¿De qué pasta estaban hechos los condenados del primer y del último franquismo que ni siquiera parecían mostrar la debilidad propia del ser humano solo y abandonado?

Todo pare confuso para mí y todo me deja pensativo, con mis pensamientos en los condenados y en mis debilidades, que me humanizan y me convierten también en un ser hacia la muerte.

miércoles, 23 de marzo de 2016

REDENCIÓN


Semana Santa. Tiempo de ritos y de barruntos primaverales. Me pregunto en qué medida se retroalimentan las religiones y los grupos humanos que las crean y las concretan ritual y socialmente. Max Weber, en su ensayo “Psicología social de las grandes religiones” afirmaba lo siguiente:
“El confucionismo fue la ética de status de prebendarios, de hombres con una educación literaria, caracterizados por un racionalismo secular”.
“El antiguo hinduismo nació en una casta hereditaria de literatos cultos, los cuales, hallándose apartados de todo oficio, actuaban como una especie de consejeros ritualistas y espiritualistas de individuos y comunidades”.
“El budismo fue propagado por monjes mendicantes, rigurosamente contemplativos que llevaban una existencia migratoria”.
“En un primer periodo, el islamismo fue una religión de guerreros conquistadores, una orden de caballería de cruzados disciplinados”. ¿En un primer periodo?, me pregunto yo.
“A partir del exilio, el judaísmo ha sido la religión de un pueblo paria cívico”.
“El cristianismo inició su curso como una doctrina de jornaleros artesanos itinerantes. En todos los periodos ha sido una religión específicamente bastante urbana, sobre todo, cívica”.
Ya están los cinco grandes movimientos religiosos que conocemos. El autor andaba interesado en relacionar desarrollos económicos con clases sociales y tipos de religiones. Yo podría quedarme humildemente solo con vislumbrar qué grupos humanos son más adictos a determinadas religiones, cuáles se encuentran más cómodos en cada una de ellas y cuáles contribuyen con más fuerza e inercia a su mantenimiento y a su auge o desaparición.
Por supuesto, sobre todo de la cristiana, en todas sus modalidades, pero sobre todo en la católica, que es la que impregna el contexto que me rodea y ordena las costumbres en las que paso mi vida.
De vez en cuando, cuando asisto a algún acto ritual religioso, me formulo en silencio esta pregunta, retórica o no: ¿cuál es la sociología que compone este acto? Por ejemplo, vivo en una pequeña y estrecha ciudad en la que esto se puede ver con nitidez en casos como la procesión del Corpus: en ella se contiene todo un estudio sociológico de la sociedad local. No lo describiré aquí, pero aseguro que esa estampa panorámica es inigualable.
Estos días de Semana Santa se cumplen también muchos ritos de la religión católica, entre ellos las procesiones. En ellas se guarda buena parte de esta explicación. Que cada cual aprenda la lección que quiera o sepa. Mirándose a sí mismo y mirando  los demás.
El mismo autor citado asegura que, en cualquier religión y en sus ritos, se busca “ser redimido”. Y continúa: “Se podía desear la salvación de la servidumbre política y social y el acceso a un mundo mesiánico en el futuro de este mundo; o se podía desear salvación de verse manchado por impurezas rituales y esperar conseguir la belleza pura de la existencia psíquica y corporal. Se podía desear escapar al encarcelamiento en un cuerpo y esperar alcanzar una existencia puramente espiritual. Se podía esperar salvación del mal radical y de la servidumbre del pecado y esperar la eterna y libre benevolencia en el regazo de un dios paternal… Se podía desear redención de barreras de lo finito, las cuales se expresan en sufrimiento, miseria y muerte, y el amenazador castigo del infierno, y esperar una felicidad eterna en una existencia futura terrenal o paradisíaca… En todas las creencias yace una actitud ante algo del mundo real que es experimentado como algo específicamente “sin sentido”. Se podía… Aquí las posibilidades se multiplican como las gotas de lluvia.

¿De qué buscarán ser redimidas las gentes que procesionan estos días por las calles de mi ciudad y por las de cualquiera de España? Esa será tal vez una de las clave que explique su definición social y humana.

martes, 22 de marzo de 2016

ATENTADO EN BRUSELAS. OTRA VEZ


Mi habitación está envuelta en niebla musical: suena el Requiem de Cherubini. La noche se ha afirmado con sus sombras y con su misterio.
Y otra vez la razón de las sinrazones ha explotado en un aeropuerto y en un metro de Bruselas.
Otra vez, en el nombre de Alá, se derrumbó la calma. Me pregunto qué significará en este día y en la mente de los asesinos la palabra Alá; qué dios se han inventado, vengador y sangriento; qué preceptos le han colgado de sus hombros para que uno de ellos sea el de matar y matar en busca de eterna recompensa; qué ubicación le han asignado para que tenga la obsesión por todos los lugares bajo su dominio absoluto; qué iras y barbaries, con sed insaciable de venganzas, le han inyectado en vena para que por sus poros solo exude odios y muerte siempre.
Otra vez me pregunto qué será para los no musulmanes Alá en estos momentos, si será el dios clemente y misericordioso que encabeza cada sura del Corán, o será el terrible y el azuzador de cruzados y de revientacuerpos, que también está en el libro, a poco que se lo interprete de manera literal. O tal vez sea una civilización lejana en las formas, en las costumbres, en las leyes y en los usos, hasta el punto de que ofrezca una convivencia casi imposible con los valores que se dicen occidentales.
Otra vez pienso en la condición y en las condiciones del ser humano y de cada ser humano en particular, y no sé si no explican casi todo. Y, si imagino esto, las variables se me multiplican hasta crearme un laberinto en el que me pierdo casi. Porque la mies se siega en todos los campos y el frío y el calor se sufren y se gozan en todas las latitudes, aunque me sigue pareciendo evidente que los asesinatos los cometen los asesinos, por más que en la foto general salgamos todos.
Otra vez trato de compadecerme (de padecer en común) con las familias de los afectados y con las de los asesinos y me cuesta entender el porqué de estas cosas.
Otra vez intento imaginar una explicación que alcance un mínimo de razón y no consigo nada.
Otra vez me hundo en el misterio de las religiones, de estas religiones monoteístas tan extendidas en las que el dios está en la cúspide y todo se sostiene bajo su manto amenazador y único, sin ninguna otra posibilidad ni resquicio racional y humano. Y me confundo en el contraste de algunos logros de las culturas tanto cristiana como musulmana con estos horrores que se repiten con tanta frecuencia en nombre de los dioses respectivos.
Y otra vez, y otra vez, y otra vez…, hasta perder la meta de los números y el sentido sencillo del ser humano en positivo, lejos de los temores y de las penas, con los brazos abiertos y no con los fusiles, con el dios en amor y no en la cruz, con las miserias humanas a cuestas pero con la esperanza de entendernos para poder sobrevivir con confianza.
A Alá habrá que tenerlo un tiempo sin recreo y al dios cristiano habrá que bajarlo de la cruz y pedirle una visita a su rival para que se pongan de acuerdo y nos pongan un poco de acuerdo a todos nosotros.
Otra vez, y ya van muchas.

Sigue sonando el Requiem de Cherubini y, mientras lo escucho, pido descanso y paz para todos, y silencio y olvido para todo el que proponga la violencia: dios o mortal, rey o plebeyo, monárquico o republicano, razonable o irracional…, hombre simplemente.

lunes, 21 de marzo de 2016

TRES ELEMENTOS GRISÁCEOS Y UN COLOR MÁS VERDADERO


Me encuentro atareado con la lectura de un texto mecanografiado, que aspira a premio, y que trata de describir aspectos biográficos de personas que fueron condenadas a muerte y fusiladas en las primeras semanas de la guerra incivil. Tengo que expresar mi juicio acerca del trabajo, pero eso aquí no importa. Sí importa, y mucho, el tono y el ambiente que se describen que, no por sabidos, resultan menos descorazonadores. Pobre gente aquella que, por cualquier cruce de cables era condenada en juicio sumarísimo y aparecía al día siguiente en la pared de un cementerio o en cualquier descampado. Por si fuera poco y en muchísimas ocasiones se trataba de gentes sanas, comprometidas socialmente y de esas que merecen siempre la pena. Ambiente gris.
Es lunes y el cielo se estira y se encoge como un chicle de nubes, que ahora son negras, ahora más limpias. A ratos parece que la lluvia descenderá y a ratos es el sol el que se empeña en recordarnos que ya estamos en primavera. La naturaleza no acaba de romper, aunque anda en ello y en cada rincón asoma un vagido más de verde y de vida. Vista gris y temperatura gris.
Comienza la Semana Santa, esa que cada año se empeñan en mostrar más de penitencia y de condena. ¿Por qué? ¿Qué misterio profundo se esconde en algo que racionalmente no resiste ni un sencillo silogismo? ¿A qué la pasión y muerte de un dios todopoderoso, de un dios que manda a su hijo para la redención de los humanos? ¿Qué puede uno imaginar en su mente para tomar esa decisión tan fuera de razón? Mundo gris. O acaso más bien negro.

Dentro de un rato voy a leer mis poemas en el Casino Obrero de Béjar. Me imagino también un ambiente gris, por la asistencia. Pero el motivo es la vida y la naturaleza. Es el día de la poesía y se quiere recordar. Yo no sé realmente qué es eso de la poesía, a pesar de mis centenares de composiciones poéticas. Tal vez nadie lo sepa realmente. Sí creo que he llegado a entender qué no es poesía. Ojalá supiera huir de ese nivel. Y también creo que sé para qué escribe uno poesía. Lo hace para salvarse. Para salvarse de lo que cada uno necesite salvarse: tristeza, alegría, muerte, vida, amor, desánimo, injusticia… Ante ello, el poeta reacciona y canta. Tal vez eso es la poesía, solo eso. Y no es poco. Vamos a darle a este rato un color más agradable y claro, vamos a romper los grises y a pintar los tonos más cálidos del sentimiento y de la intención, vamos a crear un color más verdadero.

sábado, 19 de marzo de 2016

EVIDENCIAS


Otra vez bajo la sombra del árbol milenario, al amparo del sol que llega cada día sin que le hagamos caso, salvo cuando nos arrecimos de frío; al cuidado del sostén que no nos falla, por más que no atendamos sus explicaciones.
Quiero decir que andamos necesitados de recordarnos, como si de un mantra se tratara, alguna de las verdades del barquero que nos guían, o al menos que componen el índice de la dignidad humana; esas que siguen erre que erre dándonos bofetadas en la cara, contra nuestra costra de sinrazón y de olvido. Son tan elocuentes algunas… Y resultan ser la explicación de tantas otras cosas…
El ser humano, como ser biológico, nace, crece, se reproduce y muere. Para este recorrido necesita alimentos. Hoy se producen alimentos en cantidad como jamás se han producido: hay más que de sobra para alimentar a todos abundantemente.  ¿Cómo se producen, y, sobre todo, cómo se reparten esos alimentos? ¿Qué valores guían esa distribución?
Datos: a) El 1% de la población mundial acumula tanta riqueza como el resto de la humanidad; b) Entre 800 y 1000 millones de seres humanos pasan hambre y viven en situación de pobreza; c) Un tercio de los alimentos producidos se desperdicia; d) La exclusión social severa afecta a más de un 10% de la población….
Así que los seres humanos nacen, se reproducen y mueren, Pero, ¿en qué condiciones? Todas las penas de diario que vemos en los medios de comunicación o a nuestro alrededor, por muy aparatosas que sean, tienen su origen en hechos fundamentales como estos. Solucionar, o al menos paliar, estos supondría arreglar algo de todos esos otros que nos ocupan cada hora.
Seguro que hay gente muy inteligente y con buena voluntad intentándolo. No es sencillo, claro que no. Pero necesitamos también individualmente que refuercen nuestra voluntad y que con frecuencia nos repitan por dónde anda el norte, por si acaso andamos perdidos en minucias y en asuntos nimios.
La primera evidencia es la de que esto no puede seguir así. La segunda es que depende de la voluntad humana, no de los medios técnicos, porque estos existen de manera sobrada. La tercera es la de reafirmar el valor de la persona como fin último al que deben ir encaminados todos los esfuerzos. La cuarta es la de convertir la educación en el principal medio de revolución y de cambio definitivo para conseguir un mundo más justo y saludable. La quinta es la de defender y practicar un modelo de economía de crecimiento racional y sostenido, un crecimiento en el que se produzca lo realmente necesario y se distribuya con equidad y justicia, con todos los elementos en armonía: ¿quién puede negarse ya a reconocer, por ejemplo, que el medio ambiente es esencial y que pertenece su cuidado, gozo y disfrute a todos?

Con este sencillo pentálogo tal vez las cosas cambiarían algo. Un nuevo estilo cultural se hace necesario. El enfrentamiento sin control es puro darwinismo de eliminación. Y uno tiene derecho a pensar que nuestra evolución ya ha llegado hasta el nivel de embridar la lucha de la fuerza contra la fuerza bruta. Hasta los reptiles respetan ciertas normas. Entonces…

viernes, 18 de marzo de 2016

INDICIOS


            INDICIOS
.- La urgencia es impaciencia, tal vez para no llegar a tiempo a la meta.

.- Nada mejor que el espejo para marcar el final de la infancia y de cualquier edad.

.- El espejo en penumbra delata mi yo disimulado.

.- El árbol llora la ausencia de las ramas cortadas en sus nuevos brotes.

.- Entre mi mundo y el mundo de ahí afuera hay un enfrentamiento. Ojalá que los dos ardan en la hoguera y yo sea el fuego.

.- Hoy he visto un pájaro que se llevaba, colgadas en su pico, las gotas de luz que le quedaban a la tarde.

.- Las palabras que he contado y las palabras que me han contado.

.- Que vengan las palabras, como pompas de jabón que lavan mi cerebro.

.- El mejor de los cielos: el de tu boca.

.- De niño, descubría las mañanas tras los cerros; hoy me lo dan los mapas en mi móvil.

.- Vivir de los libros, con los libros, para los libros, en los libros… Esto de las preposiciones…

.- Esta mañana oí a un sacerdote predicar el dolor de una madre por la muerte de su hijo. Estaba la madre presente. Debí haberle callado a puñetazos.

.- En cualquier situación hay algo que se cuela en la nostalgia.

.- Las mejores olas, las de tus labios. Y yo, el mejor surfista.

.- Climatología favorable: temblaba la noche de orgasmos.

.- ¿Tiene color el tiempo? Hoy lo he visto de luto entre los pinos.

.- Imagen pastoril: pecorean las abejas libando por el valle.

.- ¿En qué se entretiene el viento cuando deja de ser viento?


.- Escribir cada día para salvarse. ¿De qué? Ahí se encuentran la palabra y el silencio.

jueves, 17 de marzo de 2016

LA NACIÓN (CUALQUIERA)


Siguen estos días los líderes de los partidos buscando y negando a la vez reuniones con el fin de concertar un nuevo Gobierno. Mientras tanto, los castaños empiezan a estallar en sus yemas y a dejar al descubierto sus primeras tiernas hojas, esas que de un día para otro darán un estirón en verde y en grandeza. Pedro Sánchez dicen que se ha reunido con el presidente catalán, tal vez para “romper hielos”, o más bien para romper aguas ante el niño que sigue cuajando en el embarazo de la separación e independencia de esa región.
Me sigue pareciendo el “asunto catalán” mucho más importante que la necesidad de acordar un Gobierno central. El proceso está tan encauzado, que casi no se ve manera de dar marcha atrás.
Muchos catalanes defienden que son una nación. Y tal vez no les falte razón si nos atenemos a los elementos que tradicionalmente configuran este concepto. Los clásicos hablan de territorio, de historia más o menos reconocible distinta a la de otras comunidades, tradiciones específicas, lengua propia, estructura jurídica y administración consolidada, unidad fiscal, vago o fuerte sentido de pertenencia a una comunidad de sangre, una al menos difusa percepción de comunidad étnica y hasta tribal…, y, en conjunto, como decía M Weber “una comunidad de sentimiento que se manifestaría de modo adecuado en un Estado propio; en consecuencia, una nación como  una comunidad que normalmente tiende a producir un Estado propio”.
Pero, a poco que nos fijemos, todas estas variables, o bien se concretan de manera imperfecta, o incluso se pueden aplicar a muchos más territorios y comunidades, dentro incluso de España. Y, sobre todo, lo que falta, desde mi consideración, es la extensión de mirada hacia el futuro, hacia lo que se puede intentar y realizar desde la compañía o desde la separación. Cualquiera de las variables enunciadas antes, resulta o mostrenca o modificable y perfeccionable en un sentido o en otro. Tómese, por ejemplo, la existencia de una lengua propia. Parece un elemento potente, pero hay ejemplos suficientes para mostrar que no es una condición absoluta para la existencia de una nación: Suiza, EEUU, India… Lo mismo sucedería con el recorrido histórico en común o por separado: solo adquiere mayor importancia, ¡en el país más viejo de Europa!, si la historia se cuenta distorsionada y faltando a la verdad por todas partes.
Para mí que casi todo es asunto de voluntad y de articulación de un pequeño grupo de principios y de ilusiones puestos en común y buscados como beneficiosos para todos. Todo lo demás se puede retorcer como se quiera y todo lo podemos poner al servicio de intereses particulares y no sé si siempre confesables.
Jugar con las emociones es jugar con fuego, Se enciende la cerilla, arde la estopa y el incendio se extiende por todas partes. Luego, los bomberos no saben cómo parar aquello.
Y, al fin y al cabo, el mundo sigue, sea cual sea el estado en el que haya quedado el edificio después del incendio. Pero la reconstrucción se antoja difícil y costosa; sobre todo si se hace desde el clima de la desconfianza y el recelo.

Ojo, que esta es, en términos históricos, la principal zozobra por la que pasa esta piel de toro desde hace cientos de años. El horizonte anda oscuro. Veremos si cae el nublado. 

miércoles, 16 de marzo de 2016

LAS GUERRAS DE LOS ANTEPASADOS


Cada instante es irrepetible, cada persona es única, cada vida es una odisea particular y cada comunidad posee características que la diferencian de las demás. Y eso que aspiramos a los principios, a esas verdades que queremos duraderas y que nos sirvan para siempre y en todas las condiciones. Es en ellas en las que nos refugiamos y en las que deberíamos caber todos, a pesar de las diferencias.
Pienso en mi generación, en aquella que vivió la esencia de la transición (cada uno a su manera y en distintos niveles: menos lobos casi siempre), los últimos estertores de la dictadura, los esfuerzos y la ilusión ante un mundo nuevo, las desavenencias tempranas y hasta las desilusiones con tantas cosas, y el recorrido posterior, seguramente ya desde otro punto de vista más asentado, distante y en función menos protagonista.
Evocar aquellos impulsos de generación joven e impulsiva llena todo de imágenes que no se repiten en las personas más jóvenes. Cualquiera puede hacer la prueba desde su propia experiencia: los juegos, las escuelas, los horarios, las relaciones familiares, los amigos, las escaseces generales, las perspectivas académicas y laborales…, la visión del mundo y su futuro. Si esa realidad era marginada y especial, como fue a todas luces la mía, el contraste rompe casi cualquier molde: carboneras, campo, pobreza severa, falta de comunicaciones…
Pero todo quedó atrás y ahora suben al escenario otras personas, otra nueva generación de hombres y de mujeres, más jóvenes y con otros impulsos y circunstancias diferentes.
Como tendemos a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor, tal vez encontremos algunas aristas en nuestros días que no nos satisfacen del todo. Pienso, por ejemplo, en el campo social. En los años ochenta fuimos capaces de navegar en el barco común, sin zozobrar, hasta la orilla de la democracia, a pesar de todas las tormentas y de las mareas, que no fueron pocas.
Hoy parece que estamos en otra situación en la que necesitamos todos una buena mezcla de valentía y de serenidad al mismo tiempo, de pedir y de ofrecer a la vez, de aportar y de dejarse aconsejar al mismo tiempo, de concertar, en suma. No sé si todos estamos en ello o cada cual anda un poco más a lo suyo, olvidando aquello que aconsejó el maestro: “Tu verdad guárdatela y ven conmigo a buscarla”. A veces da la impresión de que las formas pierden la verdad del fondo y de que las salidas de tono desafinan y no dejan oír la melodía entera.
Tal vez ni yo ni nadie de aquella generación tengamos suficiente autoridad para aconsejar nada. Puede incluso que estemos demasiado pasados de moda y no seamos más que unos abuelos cebolletas que ya solo soñemos fuera de tiempo y de lugar.

Porque aquellas batallitas de antaño no son las mismas que las disputas que se producen hoy. Pero tal vez las guerras sí que lo sean. Quién sabe. 

martes, 15 de marzo de 2016

O SEA, QUE...


¿Qué conclusiones sacar de todo este asalto continuo y despiadado, de esta lucha sin pausa por la supervivencia y por el deseo de una vida personal un poco más gozosa y productiva, y por una vida en común menos enfrentada, más cordial y que apunte algo más hacia la felicidad?
Es evidente que el mundo de la economía engloba tantas variables, que no es extraño que los propios economistas anden a la greña entre ellos, que no acierten ni con los pronósticos ni con los diagnósticos, que fallen más que una escopeta de feria y que nos traigan a todos en la inseguridad y en la extrañeza: Las necesidades nunca las vemos del todo cubiertas pues, cuanto más poseemos, más nos ponen a nuestra vista para que sigamos deseando cosas; el “prestigio” mal entendido nos tiene con un ojo de través mirando lo que sucede a nuestro lado e imitando casi todo; en la escala de valores general, se da mayor importancia a cualquier ser humano de negocios que al mejor intelectual; los créditos nos someten a su ritmo y a su escala de valores durante toda nuestra vida; situamos en distintos niveles de exigencia a lo privado y a lo público, como si no formaran parte de un todo comunitario; la realidad física, e incluso la monetaria, en nada se compadecen con la especulación de los mercados; las políticas monetarias (conservadores) y las fiscales (liberales y socialistas) se enfrentan en gobiernos y programas; el vaivén de los impuestos y todo lo que ello supone; la orientación, o no, del crecimiento económico; la concentración orientada o no de las inversiones; la presencia mayor o menor del capital público; la plena ocupación, los subsidios; el control de la inflación; el necesario equilibrio entre producción y consumo…
Todo esto y mucho más nos conduce a un ajuste o a un desajuste del equilibrio social. Porque una sociedad puede ser más o menos rica (casi todas son opulentas si tomamos como referencia las necesidades reales y no las inventadas e inducidas por los productores), pero lo que no se puede permitir es un desajuste acentuado entre sus componentes. Esa es la mayor injusticia existente. Para ello acaso tendríamos que intervenir en algunos apartados con fuerza y decisión. Se me ocurren dos esenciales. El primero tiene que ver con las ideas; el segundo, con las personas. No se adivina cómo puede entenderse una teoría económica decente si no es desde una base claramente ética, con base en unos valores claros que busquen la mejora y la felicidad no en una persona concreta frente a las demás sino en la comunidad, de tal manera que las leyes y las acciones se supediten y aspiren al logro de ese fin. Como la ética la conciben y la practican las personas, nada hay mejor que la inversión en el material humano. Por eso, de nuevo, se dibuja la inversión en educación como la más productiva para el ser humano individual y para la sociedad que lo acoge. Ética y educación: dos patas del mismo banco, de un banco que quiere ser sólido y duradero, de un banco en el que sentarse con confianza y con espíritu positivo.
Váyase, pues, el mito de la producción de paseo y tarde en volver; no para despreciarlo, sino para colocarlo en su sitio, un sitio segundón y ancilar, mirando a ver qué le piden y callándose en lo demás. Preferimos personas sin empleo y asistidas convenientemente, como otros más de la sociedad, a productos sin sentido y dueños de nuestras necesidades en un consumo desatado y sin fin. El concepto de pobreza cambiaría de cabo a rabo y, en buena medida, se eliminaría, las relaciones laborales y los horarios tal vez serían muy diferentes…, y el mundo cambiaría un poco su faz para ponerse un rostro algo más lavadito y limpio.

Pero eso es tal vez un sueño infantil, o un deseo que solo vive en la imaginación.

lunes, 14 de marzo de 2016

¿Y SI ESTO ES ASÍ?


Porque negar el estado de cosas es sencillamente desconocer la realidad y esconder la cabeza debajo del ala. Las televisiones están llenas de intermedios con propaganda, y esta solo se hace de aquellos productos que poseen detrás una base económica importante que puede pagar el bombardeo propagandístico y repercutirlo a la vez en el producto, ese que paga cualquier consumidor; los escaparates andan repletos de papeles anunciando rebajas; los buzones se atacan con panfletos llenos de colores con idéntica intención, los comerciales porrean puertas a cualquier hora con tal de hacer algún cliente de tal o cual marca; los telefonistas agujerean los oídos con su voz entrenada para el fin de persuadir, mientras los pobres se llevan desaires a cada instante; o, en fin, cualquiera te asalta por la calle, cuando paseas tranquilamente empujándote casi para que pases a comer en tal o cual restaurante. Todo es puja y competitividad, propaganda del producto y asalto a la paz del consumidor.
Se plantea enseguida una pregunta que tiene que ver con la duración y con la intensidad de esa propaganda y con esa publicidad. Parece evidente que el productor tiene que aguzar el ingenio cada día más para conseguir ese convencimiento psicológico que lleva al consumidor a la tienda para comprar su producto. Los productos propagandísticos son formalmente fantásticos. Pero el ingenio no sabe siempre de perfecciones técnicas. Muchas veces el éxito de un anuncio depende de elementos muy azarosos y externos a los cánones de la publicidad. Sea como sea, el acaso es que el mecanismo de persuasión tiene que andar siempre a la cuarta pregunta, tratando de sorprender y de impresionar. Y por eso, otras palabras del economista: “En una sociedad en la que el virtuosismo en la persuasión debe mantenerse al mismo ritmo del virtuosismo en la producción, uno tiene la tentación de preguntarse si el primero puede mantenerse siempre por delante del primero”. Porque es que habíamos quedado en que el producto era el que creaba la necesidad y no al revés.
Uno, desde la cartilla de parvulitos de la economía, tiende a pensar que ambos virtuosismos se dan la mano y se retroalimentan. Sea como sea, el caso es que a los consumidores nos tienen metidos en una turbina que da vueltas a un número de revoluciones cada día mayor, y que, en esa locura, nos movemos al ritmo que nos marcan desde esa fuerza motriz que es todo ese mundo que se nos mete por los ojos y por los demás sentidos, sin que tengamos tiempo ni capacidad siquiera para poder describir lo que se nos ofrece, y mucho menos para pensar en sus bondades o maldades. Del turbinado salimos casi todos un poco mareados. Los consumidores normales, los pequeños comerciantes y todo el que tiene que someterse a cualquier endeudamiento inducido por el número de necesidades nuevas que nos van inventando y que nos dejan a la intemperie y endeudados económica y moralmente, para que nuestra vida termine siendo un pago a plazos a la cola de cualquier lugar en el que se expiden necesidades y mundos irreales en imágenes, créditos o vencimientos inmediatos.

Y así día tras día. Hasta que este sistema diga basta porque se sienta agotado y absolutamente loco y sin futuro.

sábado, 12 de marzo de 2016

OTRO RATITO CON GALBRAITH


O con el sentido común, porque tal vez no haga falta otra cosa que abrir la vista, mirar, relacionar y concluir. Pero un poquito de argumento de autoridad no viene mal.
Dice también Galbraith estas palabras hablando del efecto dependencia en economía: “El criterio de que las necesidades no se hacen menos urgentes al aumentar el abastecimiento del individuo repugna por completo al sentido común”. Y también: “Solo si las necesidades del individuo deben ser urgentes, tienen que partir de él mismo”. O estas: Si la producción crea las necesidades que procura satisfacer, o si las necesidades brotan pari passu con la producción, entonces la urgencia de las necesidades no puede ser empleada para defender la urgencia de la producción. La producción solo viene a llenar un vacío que ella mismo ha creado”. Y estas: “Las modernas instituciones de la publicidad y la técnica de ventas establecen el enlace más directo entre la producción y las necesidades”. O, por fin: “A medida que una sociedad se va volviendo cada vez más opulenta, las necesidades van siendo creadas cada vez más por el proceso que las satisface… Las necesidades vienen así a depender del producto”.
Qué cantidad de verdades en tan pocas palabras. Y qué gran importancia alcanza todo esto.
No soy economista, pero me preocupa y me ocupa la cosa pública, aunque procuro encararla por otros senderos menos técnicos y más imaginativos. Pero me siento reconocido totalmente en estas afirmaciones y hasta sospecho que he dicho lo mismo muchas veces, por más que haya sido por con otras imágenes menos técnicas.
Recuerdo un ejemplo tantas veces empleado por mí y que, resumido, dice así. En una sociedad cualquiera, es una injusticia que una persona no posea lavadora y el vecino tenga una; pero sigue siendo injusto que una persona tenga tres y el vecino posea cinco. A los dos les sobran casi todas, pero la equidad no se ha cumplido y el vecino menos rico seguirá en la expectativa de alcanzar las mismas posesiones que el vecino. El ejemplo puede parecer exagerado, pero lo que me importa es que cumpla lo que se le exige. ¿Quién se conforma ahora con no tener un móvil, cuando hace tan solo unos años era un objeto extraño para casi todos? Y mejor de buena marca.
Pero lo de mayor alcance es el hecho de que “las necesidades vienen a depender del producto”. Claro. Por fin. Es el producto el que nos invade, el que nos deja insatisfechos si no nos hacemos con él. ¿Cómo lo consigue? Con la publicidad y su fuerza. Este mundo se ha convertido en un mercado y el que no tenga algo para vender está fuera de lugar. Mas lo importante no es el propio producto sino la pasarela en la que lo exponga. No hay producto que valga si no es sacado a pasear, a exhibirse y a apabullar las sensaciones del posible comprador.
El proceso se acentúa por momentos. ¿Quién quiere considerar serenamente cuánto se gasta el cine del imperio en promocionar sus películas. ¿Es escandaloso, verdad? Pero lo es. Por eso solo dominan el mercado las grandes corporaciones que pueden invadir ese mercado y los medios con la propaganda y la publicidad. ¿Qué le queda al comercio minorista? El resto, que es nada, abrir y cerrar locales y arruinar a sus familias. ¿Y al consumidor aislado? Tal vez mirar, intentar describir, asustarse, escapar a uno mismo, o salir a la calle dando gritos de protesta. Los que más se van a reír de él serán los más desvalidos y aquellos que menos defensas poseen ante la avalancha del producto, de la propaganda y de la moda, o sea los esclavos que, además, se muestran agradecidos a aquellos que los esclavizan. Tal vez porque no es fácil salir de esa cadena de picar carne de cañón que es el mundo que nos hemos montado.

Tampoco yo debería sacar pecho, ni tirar la primera piedra. Tampoco.

viernes, 11 de marzo de 2016

ORDENANDO EXIGENCIAS

     
John Kenneth Galbraith, en su obra La sociedad opulenta, escribe estas palabras: “En el mundo que vio nacer la ciencia económica, las cuatro exigencias más urgentes del hombre eran la alimentación, el vestido y la vivienda, y un ambiente ordenado que permitiese obtener las tres primeras. Las tres primeras se prestaban a ser llevadas a cabo por la producción privada para el mercado; dado un buen orden, esta producción ha ido avanzando con una eficiencia razonable. Pero el orden, que era el atributo del Gobierno, fue proporcionado casi siempre con una notable falta de formalidad. Con raras excepciones, este orden resultó también desmesuradamente caro. Y bajo el pretexto de proporcionar orden, no pocas veces se presentó la ocasión de apropiarse rapazmente de los medios adecuados para la sustentación del pueblo”.
El texto tiene más de medio siglo (1958), pero no sé si no resume en buena medida lo que sucede ahora mismo. Comer, no pasar frío y tener un lugar donde refugiarse son puntos de partida y elementos básicos para la supervivencia. Y de todo eso, que se ocupe la iniciativa privada. Los poderes públicos parecen solo garantes de que esto se haga con cierto orden. Es sociedad norteamericana de mediados del siglo veinte. Desde una mentalidad europea del siglo veintiuno, más bien parece que son estos elementos primarios los que más debe, no ordenar, sino garantizar -con todas las intervenciones necesarias- el poder público común; y después dejar que sean las apetencias individuales las que desarrollen otras posibilidades menos necesarias y esenciales.
Y en parte se hace, pero solo en parte, muy minúscula y timorata: subvenciones, subsidios, paros a los marginados de ese esquema… En todo lo demás, son las grandes corporaciones las que deciden por los demás y las que orientan voluntades, horarios y actividades de todos.
Por si esto fuera poco, la segunda parte del escrito se cumple a rajatabla. Ahí están todos los poderes con el monopolio de la violencia para que se pueda cumplir el llamado “orden” y la actividad privada actúe con seguridad: ejércitos, policías, guardias, inspectores, administraciones varias. Y el doble rasero en las exigencias: el lado ancho para la actividad privada y el estrecho para las acciones públicas (aunque esto no se conjugue bien con las corrupciones personales). Todo parece estar conjurado para que nada se mueva ni se modifique, para que los que ya poseen las cosas se sientan seguros y puedan actuar a sus anchas; todo eso que, en forma resumida, se llama la libertad de los mercados, o el miedo continuo que se invoca al advertir las seguras fugas de capitales si sucede tal o cual cosa. El ejemplo de lo que sucede estas semanas en España con las posibles alianzas políticas es un buen ejemplo de ello.

No tengo datos ni dedicación suficiente para enmendar la plana a un economista tan célebre como Galbraith, pero creo que había que empezar la casa por otro lado. Sobre todo porque -habrá que recordarlo una vez más-, si no se parte en igualdad de condiciones, el recorrido de la vida se convierte en una espantosa mentira y todo el trayecto está falseado por no partir de un principio seguro y verdadero. Pero más razón que yo debe de tener el economista Galbraith pues casi toda la sociedad está organizada según su esquema y no como en estas simples líneas se apunta. Tendré que seguir pensando a ver si mis cuentas me salen de otra manera de como me salen en estos momentos.

jueves, 10 de marzo de 2016

"LA NUEVA EDUCACIÓN"


Ayer dediqué varia horas intensísimas a la lectura de una obra titulada “La nueva educación”. Su autor es César Bona, un maestro aragonés que describe con entusiasmo sus actividades renovadoras (o tal vez eternas) en el mundo real de la educación. Fueron horas intensísimas de emoción, de recuerdo y de reflexión.
El mundo de la educación sigue siendo mi asidero para muchas cosas. Porque ha sido mi mundo laboral y vocacional, porque creo que en él está la mejora de casi todo, y porque estoy seguro de que en mí sigue viviendo la vocación de enseñante y de profesor.
¿Por qué uno puede llegar a emocionarse hasta el lloro y la entrega total ante un escrito? La causalidad, como siempre, es múltiple; pero seguro que mucho tiene que ver el sentirse concernido por lo que allí se dice, por lo que te toca el nervio personal, la escala de valores en la que uno confía un poquito más y porque se refleja un mundo deseado por el lector. Todo eso sucedió ayer en la lectura de este libro de experiencias educativas y de otra forma de entender la educación.
Hay también un aspecto social importantísimo en ese mundo que afecta a todos, no solo al profesional de la educación. Un mundo con valores humanos, con principios de justicia y de colaboración, con bases de igualdad de oportunidades y con la curiosidad personal por bandera no puede ser tan deficiente como el que tenemos, tan egoísta, tan en competencia con el de al lado y tan lejos de uno mismo. Por eso es tan importante este oficio de educar.
Y, en mi caso, la nostalgia de mis años de ocupación en la enseñanza, la memoria de tantas actividades y de tantas otras que pudieron ser pero que dejaron de ser por deficiencias personales y por no atreverme a mandar al cesto de los papeles al sistema que tanto agobiaba y constreñía con temarios y con calificaciones sin sentido. Creo que mi actividad no era de las que más se sujetaban a las múltiples burocracias, pero siento también que pude hacer mucho más de lo que hice para dar a luz una educación más abierta y personal, más emprendedora y participativa. Y me duele pensar en todo lo que dejé por el camino. Como me dolían ya entonces tantas cosas porque era consciente de que todo se podía haber roto mucho más en el camino de la libertad y de la participación.
Copiaré, casi al azar, algunas palabras y frases del libro. Casi todos las firmaríamos, pero no estoy seguro de que todos las hayamos practicado con entusiasmo:
“Importancia de los maestros”; “Aprender de los compañeros y compañeras”; “Es un regalo ejercer esta profesión”; “Educación que sobre todo se basa en el factor humano”; “No hago nada extraordinario: solo ME DIVIERTO en clase”; “Trabajar más la empatía y la sensibilidad”; “Antes de enseñar hemos de saber escuchar”; “Los maestros somos unos privilegiados”; “¿Por qué, conforme crecemos, hemos de dejar de jugar?”; “Una gran responsabilidad: debemos estimular su creatividad, aguijonear su curiosidad”; “Se educa en cooperación y no en competitividad”; “Hay que educarles para que sean mejores de lo que eran antes”; “Contagiar una actitud positiva, de esfuerzo, de ilusión por lo que hago”; “Hay gente que está aprendiendo toda la vida porque, simplemente, tiene curiosidad”; “La educación es mucho más que meter datos en la cabeza”; “Tener en cuenta en CONTEXTO en el que vive cada alumno”; “A menudo se nos olvida que hemos sido niños o niñas”; “Implicar a los alumnos para que ellos se sientan parte de su aprendizaje…, invitarles a implicarse con la sociedad”; “Las puertas de las escuelas han de estar abiertas; no solo para que entren los niños, sino para que sus ideas salgan y transformen el mundo”; “Clave: que los niños vayan a gusto a la escuela”; “Educamos seres sociales”; “Hay que estimular a los niños a leer, no obligar a leer. No podemos convertir un placer en una obligación”; “Me dan igual los dieces que saquéis si no sois buenas personas: nunca podréis llevarlos a la espalda para mirar a los demás por encima del hombro”; “Una frase instalada en el pensamiento colectivo y que hay que revisar: En casa se educa y en la escuela se enseña”; “Si veis algo con lo que no estáis de acuerdo, ofreced una alternativa”; “Algo mágico sucede cuando a un niño se le ofrece la oportunidad de dar un paso adelante y comienzan a cambiar las cosas”; “Un héroe o una heroína es simplemente alguien que intenta que los seres a su alrededor sean felices”; “El tiempo pasa muy rápido. Los padres debéis disfrutar de vuestros hijos y los niños y las niñas han de disfrutar de su infancia”; “Somos emociones”; “Da igual las carreras que tengas o los idiomas que hables si no sabes respetar a los demás, si no sabes cómo reaccionar ante los estímulos que te lanza la sociedad o cómo intentar alcanzar tu propia felicidad”; “Entre estos niños que están en nuestras aulas está el futuro marido que sabrá respetar a su mujer o la persona que sabrá dar un paso adelante ante una injusticia e intentar cambiar las cosas”; “Escuchar es la llave que nos da acceso a nuestros alumnos”; “Notaremos una transformación si introducimos, por fin, la educación emocional en las aulas”. Y así podría continuar.
Sé que no es lo mismo la teoría que la práctica, que las edades no siempre son las mismas, que la sociedad está ahí con su escala de valores y con sus exigencias, que… hay lo que hay. Pero qué mundo tan distinto se intuye en estas palabras del libro.
Cómo recuerdo con emoción ahora las numerosas veces que sermoneaba a mis alumnos con aquella frase repetida: VAMOS A ESTUDIAR PARA SER UN POCO MÁS FELICES. Qué caras de asombro las suyas al principio y que repetición tan emocionante cuando me las repitieron en un libro de regalo con motivo de mi jubilación. Cuántas cosas pude hacer y no hice, a pesar de todo.

César Bona ha sido seleccionado como “uno de los mejores cincuenta maestros del mundo”. Se lo merece. Me levanto y le hago la ola. Enhorabuena. Estoy seguro de que hay por ahí muchos maestros similares y con un entusiasmo parecido. El que merecen esas personas pequeñitas que crecen en busca de un mundo mejor para ellos y para todos.

martes, 8 de marzo de 2016

JUAN, SUS OCIOS Y SUS NEGOCIOS


Juan estaba harto de cuestionarse el sistema económico en el que vivía, la regulación de ayudas que había establecidas, la propaganda que cada día se proclamaba invitando a los emprendedores a actuar y todos los pretendidos beneficios que él no acababa de ver por ningún sitio. Porque Juan quería vivir; y vivir bien: comer alimentos sanos, dormir a gusto y pasar los días contento junto a los suyos, sin necesidad de mirar a los otros de reojo y con desconfianza.
Su esquema de valores era muy sencillo y, en esencia, se describía en pocas palabras y en menos conceptos. Otra cosa era su desarrollo.
Por ejemplo, él estaba convencido de que no era lo mismo colaborar que competir; y lo que veía por cualquier esquina era una competición despiadada que solo llevaba a cada uno a desear la ruina del de enfrente para quedarse con esa cuota de mercado a costa de lo que fuera. Así, cualquier medio parecía estar justificado. Y no veía más que propaganda consumista, despilfarro y desigualdades, malos modos y fracasos, frustraciones y enfrentamientos.
Por ejemplo, Juan defendía una economía de tinte social, humanitario y medioambiental. Tenía meridianamente claro el principio de que el ser persona estaba por encima de cualquier otro valor y que, por eso, todo debía someterse a ello; de ahí su humanismo y su mirada hacia la comunidad y hacia el ambiente que le rodeaba, pero sin esa mirada torva que desconfía de todo y de todos.
Defendía la sostenibilidad y el no ánimo de lucro. Claro que necesitaba ganar dinero para poder vivir, pero tenía claro que quería solo lo que necesitaba y no más, sabía que podía vivir con muy poco y con mucha dignidad, y estaba seguro de que su desarrollo económico tenía que tener en cuenta el futuro, la comunidad y el ambiente del que formaba parte como un elemento más.
Pensaba que de ese modo se fomentaban ideas y principios como los de equidad entre las personas y los puestos de trabajo, el reparto de recursos entre toda la comunidad, el trabajo en red, la corresponsabilidad de todos los participantes en el proceso productivo, la democracia a la hora de tomar decisiones, la implicación de todos  y la transparencia en las actuaciones…
Cuando Juan pensaba en estos principios, se sentía a gusto y casi feliz, y soñaba una sociedad diferente, y unos negocios sometidos al beneficio común, con impactos positivos múltiples en todas las direcciones y con unos resultados que generarían confianza, conciencia social entre todos, valores de comunidad y un mundo un poquito menos individualista y egoísta que el que veía a cada paso. De tal manera soñaba sus cosas Juan, que hasta había inventado una palabra para su situación: él era y sería PROSUMIDOR, es decir, productor y consumidor. Pero de lo suyo y de lo de los suyos, no de lo que venía de lejos con la lacra de la esclavitud laboral y la explotación continua.

Juro que Juan lo intentó y a ello anda entregado desde hace bastante tiempo. Ha conseguido convencer a un grupo pequeño de personas. Cuando les hablan de crisis de negocios, de paros,  de multinacionales y de economía de mercado, esbozan una sonrisa indefinida y se marchan sin dar respuesta oral. Vete a saber qué irán rumiando en sus pensamientos. Una cosa sí es segura: ellos afirman que viven un poquito más felices que antes. No es poca cosa.

lunes, 7 de marzo de 2016

VALORACIONES


Nuestra valoración acerca de las cosas de la vida representa el abecedario de trabajo de la mente. O debería representarlo, porque la inercia y el dejarse llevar tal vez ocupen a un número de personas y de situaciones más alto del deseado. A cada instante tomamos decisiones: negamos, asentimos, rechazamos, aceptamos, creamos… ¿Cuál es la base de tales decisiones?
La primera respuesta es la de la valoración empírica. Observamos la realidad, relacionamos, concluimos y actuamos. Nuestra base está en dar por buenos los resultados del desarrollo de la razón. De ese modo, construimos un almacén de verdades comunes, que nos permiten describir leyes a las que atenernos y a las que acudir para sobrevivir en comunidad.
Pero no se agota ahí nuestra actuación sobre la realidad externa. Tan importante o más que esa valoración empírica resulta ser nuestra valoración personal, aquella que responde a nuestra particular escala de valores y de fines hacia los que encaminemos nuestros esfuerzos. Con esta interferencia, la realidad se nos vuelve más lábil y quebradiza y las verdades se nos encogen hasta el terreno de la incertidumbre.
Por si fuera poco esto, los sistemas de explicación empíricos -a los que también la realidad se somete en una abstracción que se aleja, hasta casi perderlo de vista, del fenómeno concreto- cambian en cuanto somos capaces de encontrar otros sistemas de leyes que los expliquen mejor y de manera más amplia y sencilla. Así, por ejemplo, en las teorías médicas o físicas, como más notables.
Para complicar del todo el panorama, no está de más recordar que los hechos reales son infinitos y la necesidad de abstracción hasta los principios casi invalida la universalidad y permanencia de los mismos.
¿Cómo podemos hacer para conjugar estas dos formas de aproximación humana a los hechos externos? ¿Es posible anular la valoración personal hasta despersonalizar nuestra particularidad y hasta nuestra manera única de ser humanos? ¿Renegamos del valor de la constancia empírica por insuficiente? ¿Es posible separar en momentos y en lugares específicos estos dos enfoques de aproximación a la realidad externa? Y, por arrimar más dudas, ¿hay realidad externa independiente, o solo descripción e interpretación de la misma desde nuestro interior?

Mis dudas son las mismas que al principio de estas sencillas líneas, o sea, todas. Al menos extraigo una casi certeza: la necesidad de no exhibir verdades absolutas como si fueran rosquillas, y la conveniencia de la humildad y el recato intelectuales. De nuevo, y en román paladino; sentido común y buena voluntad. En la ciencia, en la política (¡qué capítulos los de estos días!), en la religión…, en la vida.

sábado, 5 de marzo de 2016

EL AZAR DE LOS TRES AZARES

EL AZAR DE LOS TRES AZARES

Soy un azar biológico, soy eco
del grito y la explosión de la ternura,
la conexión compleja y milagrosa
de células tal vez abandonadas
al destino insondable del olvido;
soy resumen de todas las alquimias
cruzadas en el seno de los tiempos.

Por eso me deleito, gozo y canto.

Soy la casualidad que se ha hecho geografía
en montes de pizarra donde habitan
la encina y la paloma, donde el río
abreva los suspiros de los huertos
con riegos y con besos de agua limpia.
Y soy casualidad en unas sierras
en las que son señores
el roble y el castaño, donde el pino
sigue soñando luces cada tarde.

Por eso también canto.

También soy circunstancia sociológica
que acampa entre las vidas de unas gentes
que sufren y que lloran y que cantan
como solo se canta en estas tierras,
al son que marca el paso de las cosas
y al ritmo sin compás de sus conciencias.

También por eso canto.

Es mi vida una pérdida infinita
de todos los azares salvo de estos,
y, aun así, me pregunto por  mi suerte.
Entonces me levanto de mi asiento,
reviso mi porción de lotería
y me bajo hasta el bar con la botella
para invitar a todos mis vecinos:
tengo serie completa
premiada con el gordo del sorteo.


¿Entiendes tú también por qué ahora canto?

viernes, 4 de marzo de 2016

BESOS, TERNURAS...


El presente… ¿Qué es eso del presente? Tal vez un equilibrio difícil entre el pasado y el futuro, una representación enmascarada de un tictac en el tiempo, una falsa parada que no para, un viaje para quedarse en el mismo sitio, una carrera inútil porque, por mucho que corramos y nos apresuremos, siempre terminamos dándonos alcance a nosotros mismos, un olvido de otras metas para quedarse a mirar el mismo paisaje y las mismas aceras, una convicción íntima de que, al final, todo termina siendo agua pasada…
En fin, no nos pongamos imaginativos. O no demasiado, porque el exceso nos mata y la carencia no nos deja salir por ahí a vivir.
De modo que, en el Congreso, dos parlamentarios se han dado un beso en la boca y, aunque solo sea por la falta de costumbre, han dejado boquiabiertos a la mitad de los presentes. Antes y después se habían dirigido, en el lugar y por parte de uno de ellos, imprecaciones más propias de una taberna en madrugada, o de general fanfarrón, que de personas dispuestas a parlamentar serenamente y con argumentos. Así es la vida.
Pero estos achuchones no deberían escandalizar a nadie. Al fin y al cabo, estas efusiones son externas, simples, de afecto y de amistad. Más cuidado habría que prestar a las otras declaraciones, que enfangan todo y no arreglan nada, si no es el enardecimiento de los seguidores fanáticos, poco necesitados de ninguna arenga apocalíptica.
Porque mira tú si habrá habido en la Historia manifestaciones mucho más escandalosas, ocultas o semiocultas en las que la moral y la decencia “oficiales” se han desparramado sin que el río se haya desbordado. Ayer repasaba una retahíla de infidelidades, de lujurias y lascivias, de cuernos y de recuernos en los dos últimos siglos en España, y parece que historia y cuernos se confunden, que el sexto mandamiento no deja lugar al menos a las excepciones, y que aquí el que no corre vuela.
Algunos casos personales son casi paradigmáticos. Tal el caso de Isabel II, que guarda una lista de personajes amantes casi como la guía de teléfonos antigua; o el contrario, hasta el desfogue incontrolado, para recuperar el tiempo perdido, de Corín Tellado. Nuestra historia se escribe con el acortamiento de las faldas, con los catecismos de los reprimidos, con los preservativos de ultimísima hora, con las suecas y el turismo, y siempre, con la moral amenazante de las sacristías y los confesionarios. “De todas las historias de la Historia…”

No volvamos a taparnos ahora, después de tanto destape escondido y de alcoba. Tampoco en la manifestación de nuestras ideas. Pero hagámoslo con un poco más de cautela, con algo menos de chulería y con una pizca de humildad. Tal vez entonces, los besos de amistad sean más serenos y serán acogidos con normalidad, sin la extrañeza del que besa pero a la vez reparte zurriagazos a diestra y siniestra, sin pensar que el presente se expande en el futuro, y que “arrieritos somos y…” 

jueves, 3 de marzo de 2016

DE LUXURIA ET DE LASCIVIA


Me consta que, en el instituto Ramón Olleros de Béjar, casi una veintena de alumnos estudia latín al cuidado y los buenos oficios del profesor Ángel Ballesteros Herráez. ¿Cuántos diccionarios usarán? ¿Cuántos más habrá en Béjar y en sus alrededores? El estudio de las lenguas clásicas no goza de buena salud. Creo que la burocracia educativa planea suprimir el único profesor de griego que trabaja en Béjar. Pena.
Me sirve el dato como pretexto para anotar el juego que con las palabras hacemos en el paso del tiempo. Impedir la modificación formal y significativa de las palabras es batalla perdida. Los idiomas son organismos vivos que crecen y se reproducen como los demás seres. Regular esos cambios y no dejarlos en manos de los menos dotados del lugar es ya otro cantar.
Entre el juego de la pena, de la curiosidad y la manipulación anda este par de palabras que tanto juego han dado y siguen dando: LUXURIA y LASCIVIA. En aquellos libros rarísimos y en riesgo de extinción que son los diccionarios latinos se definía LUXURIA como exuberancia, profusión, lujo…, y LASCIVIA como diversión, desenfreno… Como puede observarse, anda la lascivia más pegada al asunto sexual que la lujuria, más propia para otras realidades diferentes.  
Me parece que, por ejemplo, utilizamos con bastante precisión la palabra LUJURIA cuando decimos que nuestro paisaje, el paisaje de Béjar, es lujurioso, indicando con ello la abundancia, la exuberancia y el lujo de la vegetación. Después, la Academia ha aproximado ambos significados, hasta el punto de que su uso se intercambia casi sin distinción, como no sea de grado. Pero alguien se encargó, vaya usted a saber por qué, de desviar su significado y aplicarlo a escenas y personas propensas al uso del sexo en condiciones no muy bien vistas por alguna moral, impuesta también vaya usted a saber por qué y por quién. ¿A que enseguida huele a iglesia y a poder? Ahí le has dado.
Agustín de Hipona, después milanés y padre de padres en los asuntos de iglesia, no antes de haber dedicado tiempo y espacio a todo desenfreno carnal de lujuria y, sobre todo, de lascivia, en el latín tardío de sus obras, intentó ordenar la vida de sus antiguos compañeros de parranda con definiciones morales que poco tenían que ver con los orígenes etimológicos de LUXURIA y de LASCIVIA. Hasta se atrevió a distinguir entre cópulas y cópulas. Al fin y al cabo, era un experto en ello. Lo demás todo ha sido dejarse llevar y acentuar la moral religiosa entre toda la población, al amparo y en paralelo con la lujuria civil del poder.
Que hoy tenga mayor o menor influencia moral y social el asunto de la sexualidad entre nosotros -yo creo que sigue teniendo muchísima- es otro cantar. Acaso si la importancia disminuyera, cada palabra se buscaría por su cuenta la vida en otras connotaciones y en otros contextos.
No es más que otro ejemplo -este de muchísimo alcance- que demuestra la naturaleza del lenguaje y el cuidado que debemos tener de dejar su cuidado en buenas manos.

Estos días, los políticos y los periodistas nos están dando otro malísimo ejemplo con la palabra SUMAR, a la hora de contar votos. Pero eso…, para otro día.

miércoles, 2 de marzo de 2016

DEJARSE LLOVER


La mañana se ha vuelto de algodón y la bruma en el monte se duerme a ras de suelo. Hay niebla dibujada como en un recipiente de ceniza que bullera y no encontrara resquicio por el que salir al aire. El viento se ha olvidado y todo duerme en calma y en sosiego.
Por eso la mañana es gris y semiolvido, es luz que se abre paso con aliento cansino y con temor a no saber trazar la senda verdadera y los caminos. La niebla baila sobre el suelo húmedo y frío y va formando figuras inconsistentes en la piel sin color de la ladera, en esa que se acuesta y se levanta tapada por la manta blanquecina del celaje en las ramas y en el suelo.
El monte huele dulce y el suelo no despega hacia los cielos, pues todo se confunde con el albo tejido de la niebla.
Cuando penetro en ella, mi conciencia se vuelve hacia otros días en los que la memoria encuentra huella, a otras horas de calma y lentitud, primigenias y niñas, colmadas por la inocencia de los primeros años y por el candor del tiempo sin medidas.
Pero llega la lluvia redentora, la lluvia que me corre por los brazos, que desnuda mi cuerpo y que me unge de un tibio sabor de vida y de alegría, que me hace ser más agua.
La lluvia que me aclara junto al suelo, que me lava de culpas y me acaricia lenta, viene desde muy lejos y no sabe de nada ni de nadie. Por eso es lo más puro en la mañana. Es lloro sin saber que lagrimea y es salud porque sana y porque enciende la pasión por la luz y la pureza. Ha dejado muy lejos todas las impurezas, las de la injusticia y de la envidia, las de la sed y la pereza, las de la maldad y la mentira.

La lluvia baila ebria por momentos y se derrama en gotas y en sonidos. Así pasa una hora, tal vez dos, acaso… Y el tiempo se ha dormido… Y en sus brazos, yo bailo también un ritmo no aprendido. Y me lleno de humedad y sudo agua por todos los poros de mi cuerpo, y me deshago en sed por esa lluvia, y me dejo llover por todas partes, y yo mismo me llevo en otras gotas que se van a la tierra y a los ríos, en busca de los ecos de otras lluvias que han de volver cargadas de pureza cuando vuelva la lluvia para llover de nuevo en mi presencia, dentro y fuera de mí, que entonces seré lluvia también, como lo soy ahora, cuando llueve y me lluevo en la mañana. 

martes, 1 de marzo de 2016

RIQUEZAS


Me lo comentaban esta misma mañana en un centro educativo: Para el próximo curso académico, solo comenzarán 1º de ESO entre 50 y 60 alumnos en Béjar. Una simple cuenta nos da los siguientes resultados: La ESO se imparte en tres centros públicos de enseñanza secundaria y en dos colegios concertados. Una sencilla división arroja una media de no más de diez o quince alumnos por centro. Para echarse a temblar.
Poco después, en otro lugar en el que recargué mi cartera de libros, comentaba de manera rapidísima este dato y el panorama que se le ofrece a la ciudad de Béjar.
Mi esquema, en forma de índice, es este:
 La primera y principal fuente de riqueza de una comunidad es el conjunto de personas que la forman. Parece evidente que sin elementos humanos no tiene sentido seguir pensando en otras variables; pero además es que son los elementos humanos los que, en todas sus variantes, son los productores de riquezas, todas inferiores, por supuesto, al hecho de ser seres humanos.
La segunda fuente de riqueza es la que tiene que ver con el mundo de la cultura. Todo lo que no pase por la formación y la educación en elementos técnicos y de escala de valores estará horro de humanismo y de sentido comunitario, será esclavo del egoísmo y conducirá a la pobreza física y mental.
La tercera, y solo la tercera, será la de los elementos físicos de supervivencia, todos esos que engloban la comida, los vestidos, las viviendas…; en definitiva, la más elemental supervivencia.
Una reacción aparentemente obligada me argumentará que primero hay que comer y luego filosofar; que por la noche hace frío y que hay que dormir al abrigo de una manta. Parece verdad; acaso sea verdad… Después vendrían los otros niveles de la riqueza cultural y la riqueza humana. Sería el mismo camino pero andado en dirección contraria.
¿Cómo voy a cerrar los ojos ante las primeras necesidades? Pero es que me parece que eso es siempre pan para hoy y hambre para mañana, y que, sin los dos primeros niveles que propongo, siempre estaremos empezando el camino. En cambio, estoy seguro de que, con el orden propuesto al principio, todo el camino se haría más duradero, más ancho y más justo para todos.
No se puede proponer -ni a mí se me ocurre proponer- que nadie pase privaciones alimentarias. ¡Qué disparate! Se llama la atención acerca de la necesidad de atacar otras fotografías, de alzar la vista, de aplicar otra escala de valores más universal e inclusiva, de creer que el futuro será de una forma o de otra según lo queramos nosotros.
En un mundo egoísta, no es fácil este esquema; en otro algo más equitativo, humanista y racional, tal vez tendríamos más éxito. Todos, no solo los que se salvan de la quema y de las estrecheces.

Cómo me gustaría ver nuestros centros educativos llenos de alumnos, como savia de un futuro gozoso y esperanzador. También me gustaría verlos formados en los elementos teóricos y en la escala de valores que asegure un panorama cultural rico y diverso, racional y humano, justo y equitativo. Entonces la riqueza física la tendríamos asegurada. Y, lo que es aún más importante, también la riqueza moral. Y por mucho tiempo. Ojalá.