Me lo comentaban esta misma
mañana en un centro educativo: Para el próximo curso académico, solo comenzarán
1º de ESO entre 50 y 60 alumnos en Béjar. Una simple cuenta nos da los
siguientes resultados: La ESO se imparte en tres centros públicos de enseñanza
secundaria y en dos colegios concertados. Una sencilla división arroja una
media de no más de diez o quince alumnos por centro. Para echarse a temblar.
Poco después, en otro lugar en el
que recargué mi cartera de libros, comentaba de manera rapidísima este dato y
el panorama que se le ofrece a la ciudad de Béjar.
Mi esquema, en forma de índice,
es este:
La primera y principal fuente de riqueza de
una comunidad es el conjunto de personas que la forman. Parece evidente que sin
elementos humanos no tiene sentido seguir pensando en otras variables; pero además
es que son los elementos humanos los que, en todas sus variantes, son los
productores de riquezas, todas inferiores, por supuesto, al hecho de ser seres
humanos.
La segunda fuente de riqueza es
la que tiene que ver con el mundo de la cultura. Todo lo que no pase por la
formación y la educación en elementos técnicos y de escala de valores estará
horro de humanismo y de sentido comunitario, será esclavo del egoísmo y
conducirá a la pobreza física y mental.
La tercera, y solo la tercera,
será la de los elementos físicos de supervivencia, todos esos que engloban la
comida, los vestidos, las viviendas…; en definitiva, la más elemental
supervivencia.
Una reacción aparentemente obligada
me argumentará que primero hay que comer y luego filosofar; que por la noche
hace frío y que hay que dormir al abrigo de una manta. Parece verdad; acaso sea
verdad… Después vendrían los otros niveles de la riqueza cultural y la riqueza
humana. Sería el mismo camino pero andado en dirección contraria.
¿Cómo voy a cerrar los ojos ante
las primeras necesidades? Pero es que me parece que eso es siempre pan para hoy
y hambre para mañana, y que, sin los dos primeros niveles que propongo, siempre
estaremos empezando el camino. En cambio, estoy seguro de que, con el orden propuesto
al principio, todo el camino se haría más duradero, más ancho y más justo para
todos.
No se puede proponer -ni a mí se
me ocurre proponer- que nadie pase privaciones alimentarias. ¡Qué disparate! Se
llama la atención acerca de la necesidad de atacar otras fotografías, de alzar
la vista, de aplicar otra escala de valores más universal e inclusiva, de creer
que el futuro será de una forma o de otra según lo queramos nosotros.
En un mundo egoísta, no es fácil
este esquema; en otro algo más equitativo, humanista y racional, tal vez tendríamos
más éxito. Todos, no solo los que se salvan de la quema y de las estrecheces.
Cómo me gustaría ver nuestros
centros educativos llenos de alumnos, como savia de un futuro gozoso y
esperanzador. También me gustaría verlos formados en los elementos teóricos y
en la escala de valores que asegure un panorama cultural rico y diverso,
racional y humano, justo y equitativo. Entonces la riqueza física la tendríamos
asegurada. Y, lo que es aún más importante, también la riqueza moral. Y por
mucho tiempo. Ojalá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario