miércoles, 23 de marzo de 2016

REDENCIÓN


Semana Santa. Tiempo de ritos y de barruntos primaverales. Me pregunto en qué medida se retroalimentan las religiones y los grupos humanos que las crean y las concretan ritual y socialmente. Max Weber, en su ensayo “Psicología social de las grandes religiones” afirmaba lo siguiente:
“El confucionismo fue la ética de status de prebendarios, de hombres con una educación literaria, caracterizados por un racionalismo secular”.
“El antiguo hinduismo nació en una casta hereditaria de literatos cultos, los cuales, hallándose apartados de todo oficio, actuaban como una especie de consejeros ritualistas y espiritualistas de individuos y comunidades”.
“El budismo fue propagado por monjes mendicantes, rigurosamente contemplativos que llevaban una existencia migratoria”.
“En un primer periodo, el islamismo fue una religión de guerreros conquistadores, una orden de caballería de cruzados disciplinados”. ¿En un primer periodo?, me pregunto yo.
“A partir del exilio, el judaísmo ha sido la religión de un pueblo paria cívico”.
“El cristianismo inició su curso como una doctrina de jornaleros artesanos itinerantes. En todos los periodos ha sido una religión específicamente bastante urbana, sobre todo, cívica”.
Ya están los cinco grandes movimientos religiosos que conocemos. El autor andaba interesado en relacionar desarrollos económicos con clases sociales y tipos de religiones. Yo podría quedarme humildemente solo con vislumbrar qué grupos humanos son más adictos a determinadas religiones, cuáles se encuentran más cómodos en cada una de ellas y cuáles contribuyen con más fuerza e inercia a su mantenimiento y a su auge o desaparición.
Por supuesto, sobre todo de la cristiana, en todas sus modalidades, pero sobre todo en la católica, que es la que impregna el contexto que me rodea y ordena las costumbres en las que paso mi vida.
De vez en cuando, cuando asisto a algún acto ritual religioso, me formulo en silencio esta pregunta, retórica o no: ¿cuál es la sociología que compone este acto? Por ejemplo, vivo en una pequeña y estrecha ciudad en la que esto se puede ver con nitidez en casos como la procesión del Corpus: en ella se contiene todo un estudio sociológico de la sociedad local. No lo describiré aquí, pero aseguro que esa estampa panorámica es inigualable.
Estos días de Semana Santa se cumplen también muchos ritos de la religión católica, entre ellos las procesiones. En ellas se guarda buena parte de esta explicación. Que cada cual aprenda la lección que quiera o sepa. Mirándose a sí mismo y mirando  los demás.
El mismo autor citado asegura que, en cualquier religión y en sus ritos, se busca “ser redimido”. Y continúa: “Se podía desear la salvación de la servidumbre política y social y el acceso a un mundo mesiánico en el futuro de este mundo; o se podía desear salvación de verse manchado por impurezas rituales y esperar conseguir la belleza pura de la existencia psíquica y corporal. Se podía desear escapar al encarcelamiento en un cuerpo y esperar alcanzar una existencia puramente espiritual. Se podía esperar salvación del mal radical y de la servidumbre del pecado y esperar la eterna y libre benevolencia en el regazo de un dios paternal… Se podía desear redención de barreras de lo finito, las cuales se expresan en sufrimiento, miseria y muerte, y el amenazador castigo del infierno, y esperar una felicidad eterna en una existencia futura terrenal o paradisíaca… En todas las creencias yace una actitud ante algo del mundo real que es experimentado como algo específicamente “sin sentido”. Se podía… Aquí las posibilidades se multiplican como las gotas de lluvia.

¿De qué buscarán ser redimidas las gentes que procesionan estos días por las calles de mi ciudad y por las de cualquiera de España? Esa será tal vez una de las clave que explique su definición social y humana.

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