Que la aparición y el desarrollo
de todo lo que tiene que ver con la telefonía y las computadoras ha supuesto
una revolución fundamental nadie lo duda. El mundo es otro bien distinto al que
era hace tan solo unos decenios. Lo es en todas las facetas, no solo en el de
las comunicaciones, como a simple vista podría parecer; en tantas, que no
cabrían ni en un índice.
Lo que me pregunto es si somos
conscientes de lo que dejamos atrás, del otro mundo con el que contrastamos el
mundo presente: solo en esa medida seremos certeros en su calificación y en la
importancia real de todo lo que está sucediendo. Esta reflexión solo la podemos
hacer aquellos que hemos vivido en las dos culturas, pues este gozo o
sufrimiento están vedados, o resultan más difíciles para las generaciones más
jóvenes.
Algunos -siempre hay ese algunos-
ya lo veían venir hace cincuenta años. McLuhan, por ejemplo hacía afirmaciones
tan sorprendentes como esta en su obra “Guerra y paz en la aldea global”: El
ordenador electrónico… es la prolongación de nuestro sistema nervioso central”.
O preveía lo siguiente: “A medida que la civilización va disolviéndose con la
revolución electrónica, volvemos a descubrir una conciencia tribal e íntegra
que se manifiesta por una mutación completa en nuestras vidas sensoriales (…)
En la era del ordenador electrónico, se ha quebrado el monopolio del sentido
visual, en beneficio del tacto, del gusto y del oído, antaño postergados por la
cultura mecánica de la era gutenbergiana”. Alguna otra previsión tan importante
como el hecho de que las grandes ciudades disminuirían población por el hecho
de que muchas personas se irían de ellas para trabajar desde lugares apartados
ha resultado verdadera, si no en otros, sí en este aspecto.
No sé si el mismo autor, aquel
que hizo universal y evidente la afirmación de que “El medio es la noticia”, no
se ha visto también superado por la realidad y por las transformaciones que él
atisbaba y que seguramente la revolución se ha encargado de acelerar.
Mis hijos son ingenieros informáticos
y viven en forma directa y profesional esta revolución. Yo soy un analfabeto
casi real en estos medios. Apenas si consigo controlar lo estrictamente
necesario para la comunicación y para que mi trabajo sea continuado, tenga el
formato que tiene y quede a la vista de todo el mundo que lo desee. De manera
que también en los ignorantes técnicos esta revolución ha operado hasta cambiar
su trabajo y su orientación y costumbres vitales.
Y eso que el desarrollo está casi
todo por explorar y por concretarse. Ojalá que, como puede suceder en cualquier
asunto, el empleo de los beneficios técnicos sea siempre en favor de la
comunidad y no sirvan, otra vez, para crear desigualdad entre unos seres y
otros.
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