martes, 8 de marzo de 2016

JUAN, SUS OCIOS Y SUS NEGOCIOS


Juan estaba harto de cuestionarse el sistema económico en el que vivía, la regulación de ayudas que había establecidas, la propaganda que cada día se proclamaba invitando a los emprendedores a actuar y todos los pretendidos beneficios que él no acababa de ver por ningún sitio. Porque Juan quería vivir; y vivir bien: comer alimentos sanos, dormir a gusto y pasar los días contento junto a los suyos, sin necesidad de mirar a los otros de reojo y con desconfianza.
Su esquema de valores era muy sencillo y, en esencia, se describía en pocas palabras y en menos conceptos. Otra cosa era su desarrollo.
Por ejemplo, él estaba convencido de que no era lo mismo colaborar que competir; y lo que veía por cualquier esquina era una competición despiadada que solo llevaba a cada uno a desear la ruina del de enfrente para quedarse con esa cuota de mercado a costa de lo que fuera. Así, cualquier medio parecía estar justificado. Y no veía más que propaganda consumista, despilfarro y desigualdades, malos modos y fracasos, frustraciones y enfrentamientos.
Por ejemplo, Juan defendía una economía de tinte social, humanitario y medioambiental. Tenía meridianamente claro el principio de que el ser persona estaba por encima de cualquier otro valor y que, por eso, todo debía someterse a ello; de ahí su humanismo y su mirada hacia la comunidad y hacia el ambiente que le rodeaba, pero sin esa mirada torva que desconfía de todo y de todos.
Defendía la sostenibilidad y el no ánimo de lucro. Claro que necesitaba ganar dinero para poder vivir, pero tenía claro que quería solo lo que necesitaba y no más, sabía que podía vivir con muy poco y con mucha dignidad, y estaba seguro de que su desarrollo económico tenía que tener en cuenta el futuro, la comunidad y el ambiente del que formaba parte como un elemento más.
Pensaba que de ese modo se fomentaban ideas y principios como los de equidad entre las personas y los puestos de trabajo, el reparto de recursos entre toda la comunidad, el trabajo en red, la corresponsabilidad de todos los participantes en el proceso productivo, la democracia a la hora de tomar decisiones, la implicación de todos  y la transparencia en las actuaciones…
Cuando Juan pensaba en estos principios, se sentía a gusto y casi feliz, y soñaba una sociedad diferente, y unos negocios sometidos al beneficio común, con impactos positivos múltiples en todas las direcciones y con unos resultados que generarían confianza, conciencia social entre todos, valores de comunidad y un mundo un poquito menos individualista y egoísta que el que veía a cada paso. De tal manera soñaba sus cosas Juan, que hasta había inventado una palabra para su situación: él era y sería PROSUMIDOR, es decir, productor y consumidor. Pero de lo suyo y de lo de los suyos, no de lo que venía de lejos con la lacra de la esclavitud laboral y la explotación continua.

Juro que Juan lo intentó y a ello anda entregado desde hace bastante tiempo. Ha conseguido convencer a un grupo pequeño de personas. Cuando les hablan de crisis de negocios, de paros,  de multinacionales y de economía de mercado, esbozan una sonrisa indefinida y se marchan sin dar respuesta oral. Vete a saber qué irán rumiando en sus pensamientos. Una cosa sí es segura: ellos afirman que viven un poquito más felices que antes. No es poca cosa.

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