miércoles, 29 de julio de 2015

SER EN PLURAL Y SER YO MISMO


Quizás en ningún período del año como ahora, verano en plenitud, se manifieste mejor esa cesión del ser humano que casi se diluye en medio de la masa. Los ejemplos son todos elocuentes: piscinas al completo, playas en las que el metro de arena tropieza con el físico del de al lado, carreteras atascadas, legiones de personas en concierto, terrazas con cartel de no hay billetes, festejos populares muy diversos…Todo lo más visible se configura y se conjuga en plural y en masificación. Y quien no participa de estas aglomeraciones como número parece que está fuera de parámetros normales, que no anda en lo correcto, que no ha alcanzado el nivel de la aceptación y de la norma.
Es verdad que, a su lado, en la habitación contigua, habitan soledades incontables, acciones de uno en uno, singulares. Pero esto importa menos para la buena marcha de las cosas. Son esas otras masas las que marcan la escala de valores y hasta la cuenta final de resultados. Son ellas las que imponen el perfil de la sociedad, las que marcan la escala y cantan sin cesar la sinfonía, desafinada o no, de nuestras vidas. Y lo especial no es el número (por más que cada día importa con más fuerza la cantidad inmensa que habita físicamente este pequeño planeta), porque el número, mayor o menor, ya existía. Lo novedoso es la fuerza que han adquirido esas masas de hoy, la imposición que marcan en el por menor de cada hora y de cada día y la orientación que marcan a los poderes públicos para que legislen hasta cubrir el mínimo de todas esas gentes.
En estas aglomeraciones manda la eliminación de lo individual y emerge la importancia de lo que se comparte, de lo más mostrenco en lo que hay que conducirse para que, física y mentalmente, el grupo numeroso pueda seguir. En esta situación, la búsqueda individual se achica, se hace rara y difícil, incomprendida por la masa, situada en el catálogo de lo peligroso; y las perspectivas vitales se tornan colectivas, instintivas y previsibles, la riqueza de matices se oculta y las variables se olvidan en favor de lo sabido y común. Es como si fuera una revolución, porque quiere alcanzar a todos, pero una revolución para que nada sea revolucionario, sino elemental, compartido, previsible y sin ninguna sorpresa. Porque un esquema personal al uso, si se analiza, es eco del de al lado, sostiene las mismas ilusiones y parecidos esfuerzos, soporta los mismos calores y los mismos plazos para pagar las letras; y así, de esta manera, el índice es el mismo, se repite constante y monótono.
Vivir en minoría en medio de la masa tal vez resulte hoy un poco más difícil que en otros tiempos pues todo resulta raro y peligroso, el individuo que no se deja llevar por la corriente no sale en ningún sitio ni pertenece a ningún escalafón y soporta la mirada extrañada de los que pasan a su lado por no ser uno de ellos.
Y no se trata solo de poseer los bienes que permitan la diferencia física del otro. El asunto es más transversal y ocupa a cualquiera, rico o pobre, mayor o más pequeño. Se trata de ser uno, de verse en uno mismo, de compartir los mínimos, pero no de encantarse con los máximos, de marcarse una ruta de tipo personal e intransferible, de imponerse uno el ritmo, de ser curioso siempre ante la vida, de tener las mismas oportunidades pero para poder ser diferentes e individuales, de ensancharse en uno mismo para poder ayudar mejor a los que nos contemplen como seres distintos de los otros, de no ser uno más en la corriente, de no estar porque sí sino de aspirar a ser entre los otros con un poquito de sal propia y de pimienta. Ser masa e individuo, plural y singular al mismo tiempo, amar y retirarse hasta encontrarse distinto y solitario al mismo tiempo, curioso de uno mismo en medio del ágora, trabajador del edificio pero poniendo ladrillos en la casa especial en que uno habita.

No sé si este esbozo de idea me lo comprará alguna cadena hotelera. Lo intentaré.

martes, 28 de julio de 2015

DIEZ TAREAS


DIEZ TAREAS

Se trata de saber que estamos vivos
mientras siguen surgiendo las preguntas,
por más que sospechemos las respuestas.

Se trata de romper con las cadenas
que nos atan al celo de las normas
y no nos dejan ser nosotros mismos.

Se trata de salir cada mañana
a buscarnos a cara descubierta
y descubrirnos sucios y harapientos.

Se trata de entender por qué los hombres
aspiran a cambiar para que todo
siga en el mismo sitio del principio.

Se trata de intuir por qué te miro
y apenas si te encuentro con mis ojos
que miran y no ven qué les ofreces.

Se trata de que todas las montañas
me quepan en las manos y las ponga
al cuidado del sol y de los vientos.

Se trata de que el paso por el tiempo
no me obligue a morir en el intento
antes de lo que tengo establecido.

Se trata de los niños, los ancianos,
los que viven y pueblan las aceras,
los que sueñan con todo y no son nada.

Se trata, en fin, de todo lo visible,
de todo lo invisible y lo que anuncia
que nacer y morir me pertenecen.

Se trata del amor, que justifica
que todo se consuma y se concluya.

Se trata, simplemente, de mí mismo.

lunes, 27 de julio de 2015

Y YO TENGO QUE OÍRLAS


Como cada verano, los calores me aquietan y me achican, me encierran, me acobardan. Aun así, sigo saliendo al campo con frecuencia, a ensanchar mis pulmones y a soltar la lengua.
Pero en estas semanas me cuesta mucho más subir a la montaña. Sé que, al menos una vez, tengo que ir a ver cara a cara las lagunas de esta sierra de Béjar, que, no sé por qué capricho, miran hacia la vertiente abulense de la misma, como si quisieran asegurar el agua a los riachuelos que desde allí se asomarán al Tormes en Barco de Ávila. También tengo que ir al menos una vez hasta las cumbres de Gredos, en cuanto aflojen un poco estos rayos solares que no cejan en su empeño de alumbrarlo todo y de no dar ni un respiro.
En la cumbre, el ser humano es más alto y todo se mira desde otro ángulo distinto. La inmensidad del cielo está más cerca y ya parece darse a manos llenas. Todo queda lejano allá en el valle, perdido y aun confuso, con todas sus variables confundidas y puestas en descanso, como de vacaciones o de año en blanco. Las otras dimensiones se hacen más reales: el viento, las nubes, el sol, el horizonte, el escondite azul de las estrellas, el cielo en su conjunto, con el silencio siempre y esas voces en eco de uno mismo.
En realidad, el ser humano no es más alto allá en la cima; simplemente está más alto, está en aquel lugar de privilegio, tan alto como el monte, de cara al horizonte, mirando muy de frente lo más hondo e interior de todo lo que existe. Y todo lo demás en perspectiva descendente, monte abajo hasta el valle y el fondo de llanura allá a lo lejos. Alguien ha puesto allí aquel altar gigante para que cada uno ejerza de oficiante a su manera; y todo está a los pies, como rezando, mirándonos gigantes en el cielo, más allá de los cauces naturales. Somos cima y corona, altura y sentimiento. Todo se nos convierte en fuerza y viento, en paz y calma, en grandeza y altura. Lo demás, a los pies. La vida de diario en el descenso. La otra vida más alta en ángulo ascendente.
Para el acontecer de cada día, no es fácil decidir si estar arriba supone una ventaja o suma un sacrificio. Porque hay que volver a ras de tierra cuando la luz se marche a su descanso. Aquí el roce es más suave, tal vez porque se vive con menos elementos; allí abajo, al contrario, todo es complicación, desgaste y concesión. Pero ¿y las otras cosas? ¿Y si se enfada el trueno, y el relámpago se suma a la presencia? ¿Y si nos toma el frío o la nieve nos llama a una tormenta?
No sé. Tengo para mí que todos estos elementos de la naturaleza se han de portar muy bien con el que suba a verlos venir antes que los otros, a darles con placer la bienvenida en el medio camino entre el cielo y la tierra.

Hay que subir arriba hasta hacer cima, a dorarse de sol o de tormenta, a medir las distancias cara al cielo y a sentirse pequeño en lo más grande, a escucharse en lo ecos de uno mismo, a descubrir el vértigo del tiempo, a perderse por un rato sin hitos y sin dependencias. Es otra realidad, es otra historia, son otras dimensiones, otras voces. Y yo tengo que oírlas. 

domingo, 26 de julio de 2015

ESA VIEJA COSTUMBRE


ESA VIEJA COSTUMBRE QUE ES LA VIDA
(En soneto de corte poco clásico)

Vivir, vieja costumbre repetida,
sin saber con certeza qué es la vida,
viajar por el camino sin descanso
aunque sea en dirección desconocida.

Es un golpe de viento, una tormenta
que mueve y moja el cuerpo y la conciencia,
es un juego de azar, de puro acaso,
que todo lo concreta en apariencia. 

Al otro lado, el guiño de la muerte,
que no ceja en su empeño y se divierte
viendo llegar el río en su corriente.

Son la vida y la muerte dos orillas
que agitan o remansan la osadía

de quien se asoma al sol de cada día.

sábado, 25 de julio de 2015

VEINTE PREGUNTAS SIN RESPUETA



    VEINTE PREGUNTAS SIN RESPUESTA  (Muchas acaso son retóricas)

.- ¿Serán las paredes las que más saben en cualquier casa? La respuesta está colgada en su pintura y en su  paciencia eterna.

.- ¿Es tiempo de pensar el de verano? ¿No será mejor que el verano, con su calor a cuestas, piense por uno?

.- ¿Cuántas clases de patriotas hay? ¿Es el peor el patriota del estómago, o acaso el más sincero?

.- ¿Por qué los príncipes tienen que ser azules precisamente y no de otro color? ¿Y por qué sencillamente no son?

.- Si los ancianos tuvieran las mismas ilusiones que los niños, ¿qué sentido tendría crecer?

.- Una pregunta que indica que sigue habiendo vida: ¿Y ahora qué hago?

.- ¿Aspiran los maniquíes de los escaparates a parecerse a las personas o las personas aspiran a parecerse a los o las maniquíes de los escaparates? Cuestión de apariencias.

.- ¿Son sinónimos evitar y desear? Porque lo que se evita deja un morbillo…

.- ¿Es la mejor encuadernación la del hombre? Habrá que mirar su piel. ¡Cuidado con el sol!

.- ¿Qué buscan los mineros en las minas si salen todos negros y oliendo a silicosis?

.- ¿Se podrá emborrachar un pájaro de cielo o nacerá ya borracho de luz y de libertad?

.- ¿Marchitarse las flores es arruinarse lentamente hasta quedarse pobres y vacías?

.- ¿Habrá algo que sepa adormecer el tiempo mejor que tus ojos?

.- ¿Es el despertar el mejor y más constante pálpito de la existencia?

.- ¿Cuántos hechos tienen que sucederse para que se produzca un momento de auténtica belleza?

.- ¿Algún día será noticia que hay una buena noticia?

.- ¿Te imaginas un árbol con la alegría ardiendo entre sus ramas y llamado a la fiesta a todo el bosque?

.- ¿Qué significan para los más individualistas palabras como “gente” o “todos”?

.- Si hay vida entre los muertos, ¿cómo la llamarán?


.- Me gusta el campo. ¿Y si un día fuera recuerdo de alguna roca o de algún valle?   

jueves, 23 de julio de 2015

VIVA EL CABO SANTOS


No me suelen interesar mucho los actores como personas. Creo que es por el culto a la persona y al morbo que tanto se practica en esa profesión y a que tan solícitamente se someten los actores. Y, si andan por Hollywood, ya importa hasta el número de pie que calzan.
Mucho más me interesan los personajes a los que dan vida en las películas o en las obras de teatro. Y mucho más aún lo que puedan significar esos personajes y lo que simbolicen para mi concepción de la vida.
Ha fallecido el actor Sazatornil, Saza. No tengo los datos de su vida, ni me interesan demasiado. Que me perdone. Pero tengo en mi cabeza la figura de un cabo de la guardia civil que leía a Faulkner (o Faukner, como él decía) en la impagable película “Amanece, que no es poco”. O Aquel Jaume Canivell de “La escopeta nacional”, actualísima siempre y superada tristemente y con frecuencia por la realidad más sórdida de tráfico de influencias y de trapicheos a gogó en nuestro país de todos los demonios.
Qué crítica tan aguda para los “afamados” cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, y qué bien puesta en la figura de Saza. Cuando en la misma película se juntan la guardia civil y el clero filosofando en torno al libre albedrío, entonces ni Platón se atreve a acercarse. Y allí están Saza y Cassen, otro genio ya ido.
Pero claro, era cine español; no eran estrellas de Origud y eso no tenía gracia. Dónde vas a parar, por favor.
Aún hoy día, el papanatismo continúa con todo su vigor y hoy mismo era noticia de telediario que en Montana, EEUU, o sea, en los Astados Unidos de Norteamérica, habían ardido treinta hectáreas. Lo han escuchado mis oídos y lo han visto mis ojos. Pobre país…

Pues que viva el cabo Santos y que siga leyendo a Faulkner, como todos los vecinos del pueblo (y eso que eran primarios). Y que no se preocupe demasiado porque gane quien gane, la guardia civil siempre gana. Esto sigue siendo un sindiós.   

miércoles, 22 de julio de 2015

LA MEMORIA DEL TIEMPO


LA MEMORIA DEL TIEMPO

Quise tener memoria de las cosas
desde el primer principio de los tiempos
y fui a buscarla al fondo del armario.
Allí los trajes cortos, las camisas
de la época de niño, las primeras
chaquetas de ese afán encendido
por enseñarle a todos las señales
de algún brote en sazón de juventud.
Había prendas oscuras, descosidas,
ajadas y con lámparas, en precio
del paso destejido de los años.

Quise indagar el rastro
del paso rutinario de los días
y encontré tenues huellas del asombro
en el que se define nuestra alma.

Después volé más alto, por si el cielo
me regalaba acaso otra memoria
más extensa y más diáfana
y encontré la presencia de los otros
como algo inevitable y asombroso.

Volví a mi pensamiento y fui consciente
de que el tiempo define
la memoria de Dios sobre nosotros,
si sabemos soñarlo y que nos sueñe

como misterio efímero en el tiempo.      

martes, 21 de julio de 2015

MÁS ALLÁ DE CERVANTES



Parece evidente que el mundo es exactamente solo aquello que nosotros componemos desde nosotros mismos; y todo sin olvidar que nosotros mismos no somos otra cosa que la composición que hacen las circunstancias en las que nos movemos. Por eso existen tantos mundos diferentes y resulta tan difícil la comunicación y la convivencia si no se realiza desde la buena voluntad y desde el sentido común. Un mismo hecho da tanto para un roto como para un descosido, incluso desde un razonamiento bienintencionado y nada deseoso de causar mal en el otro; cuando se realiza a la buena de Dios y sin trabazón lógica, entonces los canales se oxidan y todo se nos va por las rendijas de los malos entendimientos. Tal vez por eso los esfuerzos en hallar elementos comunes imprescindibles que nos den algo de seguridad a todos en los comportamientos personales y sociales, esos mínimos sin los cuales no se puede salir a la calle de la comunicación sin andar siempre a la cuarta pregunta. Este es el objetivo último y el esfuerzo supremo de los pensadores sanos de todos los tiempos y en todos los campos del conocimiento. Incluso para dar cobertura a todos aquellos que huyen de ese roce con las cosas por temor a perder su propia identidad y su territorio personal de afectos y de pensamiento.
La idea, por extraño que parezca, se puede aplicar a cualquier campo en la vida. También al de la creación literaria. El mismo producto puede ser interpretado de muy diversas maneras según el punto de vista y según las expectativas que se tengan a la hora de rozarse con él.
Un ejemplo. Acabo de leer la obra de Juan Eslava Galán “Misterioso asesinato en casa de Cervantes”. Todavía sonaban en mi mente los ecos de la última lectura de la inmortal obra de Cervantes (apenas hace de ello unos días) y la primera impresión me llevaba a pensar que en la obra de Eslava Galán se iba a hacer actuar al escritor como personaje principal para esclarecer la pendencia en la que se vio inmerso en su vida. Como complemento de la lectura del Quijote, no se presentaba mal. Nada de lo esperado. Cervantes es en esta obra un personaje secundario y la obra se resuelve en un formato de novela policíaca, partida en capítulos simples en los que la trama se alza por encima de cualquier historia personal. De este modo, el texto parece casi un trabajo de carácter histórico, más que literario.
¿Decepción? No, simplemente sorpresa. Otra forma de acercarse al mismo fenómeno. Tan válida como las demás, pero inesperada para mí. Y muy lograda a juicio de otras personas, pues ha recibido el Premio  Primavera de novela 2015. Año, no hay que olvidarlo, de la publicación de la segunda parte de la inmortal obra cervantina.
No me llenan los finales cortados y bruscos que el autor crea en el final de cada capítulo. Pero no es más que otra forma de entender la creación. Sí me llena, en este caso hasta casi el empalago, el caudal léxico que acumula en cada página; de tal manera que la comprensión, incluso para versados en lectura de la época, se dificulta por acumulación y por uso de términos ya desusados. Por ejemplo si se quiere revisar léxico de profesiones, en 68: “toneleros, cordeleros, juboneros, barqueros, bizcocheros, aguaderos, plateros, chapineros, boneteros, tintoreros…, párrocos, jaboneros, escribientes, suripantas, esportilleros, ganapanes, mozos de cuerda…” O en la misma página, algunas palabras referidas a los vestidos: “manteos, sotanas, holapandas, herreruelos, anguarinas, tabardos, zaragüelles…”  Y así todo un arsenal de erudición léxica, que, si por una parte ilustra, por otra empalaga un poco, demora la lectura y le da trabajo añadido a la imaginación para que intente aproximarse al menos a la realidad que se pinta.

La posible sorpresa del libro no debe causarnos bajón anímico ni llevarnos a enojo pues ahí está un panorama variado de la sociedad y de las costumbres cortesanas de la época, tan bien descritas en esta obra. Y la enseñanza del desconsuelo que produce el traslado de estas condiciones a nuestros días, para comprobar que muchos de los condicionantes se repiten, si no de forma literal, sí vestidos con otros disfraces y con otras formas, pero con consecuencias parecidas. Y esto resulta de mayor alcance incluso que las condiciones en las que vivió el genial autor del Quijote.  

sábado, 18 de julio de 2015

CANTARES


 CANTARES

¿Por qué escondes la mirada
en el fondo de tus ojos
si así no puedes ver nada?


Escuché una voz en sueños
y eras tú la que me hablabas.
Y desperté sin quererlo.


¿Cuántas veces has vivido
junto al puesto de la muerte
y no sabes sus designios?


Tan fuerte era la nostalgia,
que se cansó de sí misma:
se convirtió en confianza.

Que la luz tenga cuidado
cuando se acerque a tus ojos
si no los tienes cerrados:

hay luces que matan todo.

viernes, 17 de julio de 2015

SAN NOS ESTÁ VIENDO, SARA



Escúchame bien, Sara, que tengo que decirte algo importante y no debo empezar ya con rodeos. San ha muerto. ¿Recuerdas quién es San…? Eso es, el perrito que tenía celos de ti y, por eso, cuando te acercabas a él, sentía como pelusilla y se marchaba a otro rincón.
Era ya muy viejecito y apenas si comía los últimos días. Pasaba las horas echado en su cestillo, sin fuerzas para nada y como resignado a su suerte. Sus dueñas lo cuidaron con cariño hasta el último momento y se han sentido muy tristes estos días. Si tú lo hubieras visto, echadito en su cama, los ojos ya difusos, grises, y manando tristeza. Yo creo que se sentía mal por tenerse que despedir de sus dueñas, de sus amigas de siempre: Julia, Claudia y Julina. Ya no ladraba casi, ni se encabritaba como cuando olía la presencia de algún otro perro o de otra persona cerca de su territorio y después se aquietaba con la presencia que le asustaba siempre. ¿Recuerdas las Navidades, cuando tú correteabas detrás de él y él te huía, hasta que volvía ya cansado para pasear por debajo de la mesa, en busca de cualquier sobra que le regalaba el abuelo Ángel.
El abuelo Ángel tampoco sabe que San, Sansón, se ha ido para siempre. Yo creo que aún sigue tirando comida al suelo en espera de que San la recoja y se la coma; ya sabes que él vive en una lucidez especial. No se lo han dicho para que no se ponga triste él también.
San murió delgado, pero con la barriga hinchada y las patitas encogidas, como si quisiera abrazarse a sí mismo en un último ensayo de cariño.
A San lo han enterrado en la esquina de un prado, bajo el sol y mirando a la sierra. Allí, en el hondo silencio, cara al cielo, seguirá manteniendo la tristeza de todos los que lo quisieron tanto. También la tuya, Sara. Porque tú lo querías y preguntabas por él cada vez que venías hasta nosotros. Pero no te preocupes porque siempre estará él allí y su recuerdo errará por los prados y las calles, y se irá hasta la sierra para mirar de frente las estrellas, en las que ya tendrá también su camita y su cestillo.
Sara, al abuelo Antonio le mordió un perro cuando era pequeño, por eso siente cierto reparo ante los ellos; pero San era suave y pequeñito, incapaz de otra cosa que de ladrar para refugiarse enseguida en el silencio. San te quería mucho: yo lo sé, y sé que esos celos que tenía de ti eran fundados porque tú te llevabas casi todos los mimos. Hoy, Sara, niña de todos, debemos mandar a San los mimos y las caricias que a ti te damos siempre, también las tuyas, para que se sienta protegido y recordado y para que sepa también que él era digno de los mejores tratos.

Como él seguro que nos ve, mira hacia el cielo y mira al horizonte. ¿No lo ves allí, con su pelo esponjoso y con su rabillo tieso? Nos está saludando y a ti te dice que no tengas en cuenta lo de los celos. Salúdalo también y mándale un abrazo tan grande como el cielo, azul, luminoso y fuerte.

jueves, 16 de julio de 2015

A LA SOMBRA DE UN CASTAÑO


A LA SOMBRA DE UN CASTAÑO

Era el camino tentación exacta
hacia la plenitud del verde derramado    
sobre su copa limpia y luminosa,
desde el azul que llueve desde el cielo.         

A los pies del castaño y a su sombra,
todo se vuelve calma y aventura,
viaje por las calles de la imaginación.

Aquí los nombres todos se conservan
entre cifras de amor, y, por el suelo,
resisten huellas y perduran claves
de ese paso del tiempo que ahora sueño.

Las aves me saludan en sus trinos         
y me acercan las auras encendidas
de esta tarde de julio calurosa.

Descanso y, a la sombra del castaño,
sueño la paz, la calma y el sosiego
de mi paso indeciso por la vida,
viajero indefinido y asombrado
en esta transparencia de oro y cielo

que me acoge a su lado y me sonríe. 

miércoles, 15 de julio de 2015

VIAJAR

                                 
VIAJAR

Viajar por el fulgor de las estrellas
hasta cegarse en luz y descubrirse
en otras dimensiones más brillantes,
adentrarse en los mares y a su arrullo
sumergirse en sus simas más profundas,
conducir hasta el fondo de los bosques
en busca del silencio más sonoro,
atravesar volando cualquier cima
y hacerse compañero de la águilas,
viajar con Julio Verne hasta que el centro
de fuego de la tierra nos abrase…

Sentarse sin horario en cualquier parte
y contemplar con calma
el alma de las calles más estrechas,
saludar a los trenes cuando pasan
hacia ninguna parte o asomarse
para decir adiós desde un balcón.

Perderse en el fragor de los caminos
para sentirse más a ras de tierra,
venir hacia uno mismo, a la aventura
de descubrir aquello que dormía
sin esperar siquiera la mañana,
atreverse a soñar con otras claridades,
aunque vuelva la noche sin remedio,
abrir nuevos caminos desde la biblioteca
y encontrar con sorpresa menos tráfico,
hacer la mejor fiesta con los versos giróvagos
que vagan sin descanso por el mundo…

Viajar, viajar sin tregua, aunque los trenes
no lleguen a la hora y los hoteles
cuelguen cartel al viento de completos.

Pero al final volver para contarlo
y que duela en la herida la memoria
de todo lo vivido.

Todo es viajar sin causa ni destino. 

lunes, 13 de julio de 2015

EL RAPTO DE EUROPA



Los gobernantes europeos y todos esos mangantes que representan los intereses económicos de los más poderosos (y que nunca son elegidos por nadie, salvo por las conveniencias de los que ya lo tienen todo) han concedido firmar un acuerdo con Grecia. Este tratado (con todas las reservas de quien posee escasos datos y de quien no cree que la verdad habite nunca en una sola casa) supone un respiro absolutamente engañoso para el pueblo griego, pues (en esto coinciden todos) es imposible que conduzca a otra cosa que no sea mayor sufrimiento y pobreza para las gentes griegas. Las pruebas las tendremos en poco tiempo, aunque poco va a importar porque volverán a inventarse cualquier otro remiendo con tal de que unos pocos adinerados sigan decidiendo en nombre de todos los demás, los griegos y el resto de europeos. En otras latitudes mejor es no entrar ni siquiera a considerar este asunto, para que no se nos venga todo el edificio abajo.
Cada uno de estos dirigentes puede quedar muy bien delante de muchos de sus electores menos generosos y más egoístas, y con ello hasta creerán que son unos campeones. Pena, penita, pena. Demagogia y vista corta. Egoísmo y sinrazón.
Vaya una forma de construir Europa… O más bien de destruirla. Muchos dicen que Europa se ha tomado venganza de Grecia y ha enseñado los dientes a otros posibles osados en el futuro. Tal vez tengan razón. Acaso recuerden lo que hizo Zeus con aquella doncella llamada Europa y ahora quieran devolverles la moneda a los dioses griegos y a sus descendientes. Lo cierto es que la venganza, si así fuera, está cumplida con creces pues los griegos van a tener que devolver hasta el último céntimo real e imaginario. El toro se ha vuelto bravo y peligroso, y ha empitonado a Zeus con heridas de varias trayectorias, hasta dejarlo en pronóstico muy grave.
Pensar en una Grecia fuera de Europa (eso que llaman el Grexit) es, como diría don Quijote, pensar en lo excusado. Sócrates, Platón, Aristóteles, Heráclito, Parménides, Homero, Alejandro, la democracia, el pensamiento… No, por favor. Aunque solo sea por conservar las primigenias raíces del árbol, de nuestro árbol, del árbol común más productivo, ese árbol en el que han arraigado con tan poca profundidad estos políticos que siguen sometiéndose a los parámetros del dinero como única solución para todo. También para todos ellos, lo que no son cuentas son cuentos. No sé qué diría Pitágoras, pero, si se juntara con Sócrates, me da la impresión de que les darían a todos estos con las cuentas en la cabeza y los llevarían al rincón de pensar hasta que fueran capaces de entender que la historia de las personas y de los pueblos se hace con muchos más elementos que aquellos que cuadran el PIB y el POB.

El asunto no se puede resumir en unas líneas, pero yo hoy me siento muy avergonzado y temo que los dioses se enfaden y del capricho de Zeus salga cualquier rayo vengativo.

domingo, 12 de julio de 2015

CON JAVIER KRAHE



Ha fallecido Javier Krahe. Qué puedo decir… Todo y nada. Mejor que lo diga él. Cualquier texto sirve, pero elijo este por la carga de profundidad que encierra en una aparente broma social, musical (aires de rumba) y literaria. Me reservo para mí solo seguir oyendo su música, admirando sus letras, celebrando su libertad de mente y agradeciéndole todos los ratos buenos que me ha hecho y que me seguirá haciendo disfrutar.
 (Javier Krahe)  “La Yeti” (Texto incompleto)

Huyendo de Mary Pepa, un buen día me enrolé
por poner tierra por medio, y, ya puestos a poner,
en un grupo de alpinistas que iban para el Everest.
“Paso la vida trepando, escalo la mar de bien”,
le dije al jefe del grupo. “Y tu novia te es infiel”,
respondió con cierta sorna. Pero me aceptó: “Anda, ven”
“Gracias, le dije, buen hombre, buen psicólogo es usted”.

Cuando todo da lo mismo
¿por qué no hacer alpinismo?


Y allá nos fuimos volando aunque yo prefiero el tren,
pero ellos no, y de eso no los pude convencer.
El Himalaya es enorme, ¡qué gran cordillera es!
y ésta su más alta cumbre -lo digo por si queréis
presumir de geografía- el Chomolugma o Everest,
donde el Nepal se acentúa y donde el Tibet también,
o sea, que está a caballo entre el Nepal y el Tibét.

Y con tiempo favorable comenzamos a ascender,
ellos con sus banderitas, yo ya con dolor de pies.
Saltaré los pormenores, pasaremos un primer
escalón hasta alcanzar otra cota, otro nivel.
Camino del campo base unas huellazas se ven.
“Por aquí ha pasado el yeti”, dijo el bueno de Tinseng,
que era un sherpa veterano y que debía de entender.

Aunque el frío era himalayo, de los que arruinan la tez,
estaba la nieve en calma y me apeteció ir a ver
cómo era aquello del yeti, porque tenía su aquél.
“Yo, si no os importa mucho corona el Everest
sin mi ayuda, pues os dejo y ya nos vemos después”.
Nos dimos fuertes abrazos, se fueron y, ahí me tenéis:
solito por esas nieves con un sandwich y un quinqué.

sábado, 11 de julio de 2015

EN LA ENÉSIMA MUERTE DE DON QUIJOTE

      
“…el cual, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu, quiero decir que se murió”. Quijote 2, LXXIV.
No sé si estas palabras las debo dirigir a don Quijote o a Alonso Quijano, porque, en realidad, no sé si me ha muerto el primero o se me ha despedido para siempre el segundo. Por eso, el cartero decidirá cuando lleve estas letras a ese lugar indefinido de la Mancha.
Para mí todo es duda y desasosiego porque tampoco sé si me dirijo a un hidalgo o a un caballero. Porque, si caballero fue, nació de hidalgo; y, si ejerció de caballero, su aparente cordura lo redujo a hidalgo para dejarse morir en los brazos de la realidad más inmediata.
¿Realidad? ¿En verdad realidad? Tampoco sé si la realidad es la del hidalgo Alonso Quijano o la del caballero Don Quijote. Porque si he de elegir, yo no quiero Quijanos sino Quijotes; me incitan caballeros con sus ideales siempre a cuestas, desocupados y despreocupados de cualquier otra lindeza de esas que el diario presenta en cada esquina. Para eso ya tenemos a Sancho. Y qué bien que se va puliendo con el roce del caballero, hasta convertirse en un Quijosancho.
¿Por qué se muere usted, por tanto, Don Quijote? Si, por más que se empeñen Cide Amete o ese tal Cervantes, le han de salir a usted discípulos y admiradores por todo el horizonte de los siglos. Quédese Alonso Quijano en su sepultura y requiescat in pace, pero viva Don Quijote por los siglos de los siglos.
La obra de la que Don Quijote y Sancho son protagonistas es obra de hombres libres y nada podrá sepultarlos del todo pues ni la muerte ha de poder con tanto deseo de bien ni con tanta simpleza bien compuesta. Todo lo demás que aparece en la inmortal historia está sujeto a normas y a costumbres, todo es esclavo de los hilos de la realidad más inmediata. Solos Don Quijote y Sancho andan cosidos, pero a la libertad de la imaginación, al consuelo de la ilusión y a la amargura del contraste con el resto de personas.
Y, si Don Quijote se aquietó un poco de sus imaginaciones a medida que la historia discurría, bien se encargó Sancho de buscar compensación con su discurrir imaginativo, con su baúl de refranes y con sus entradas a tiempo y a destiempo adonde lo llamaban y adonde no estaba convidado.
¿Cómo puede morirse Don Quijote el caballero? ¿A qué caballeros sacamos con estos calores por las calles? Hogaño todo anda pegado y cosido al interés y a la fama facilona y engañosa. Los caballos en los que montan estos fingidos caballeros son de acero y no sufren desgracias como el suyo, que debió de morir de pena en cuanto le llegó noticia de su fallecimiento.
No, no se muera, Don Quijote, no abandone las ansias ni los buenos deseos. Hay mucho tuerto que desfacer y mucha conciencia que acordar. Nadie tiene el espíritu preparado como usted.
Si no tengo noticias de su resurgimiento, pienso yo también enterrar la obra en lo más apartado de mis aposentos y no volver a ella hasta que no pase un largo periodo de tiempo, Aunque sospecho que no ha de ser verdad pues ya la costumbre me mata y me lleva de la mano a ella casi sin darme cuenta y sin que lo aconseje ninguna ocasión especial.

Me quedo con las ansias de mandar carta a cada uno de los personajes que han caminado junto al caballero y el escudero en la obra, pero no sé si mi caletre, mis fuerzas y estos calores que me asedian lo permitirán. Tal vez esto sea sembrar cotufas en el golfo y pensar en lo excusado. En fin, Dios proveerá. Porque amanecerá Dios y medraremos.

viernes, 10 de julio de 2015

EL PARQUE DE LAS ONCE



La fotografía es móvil porque el paseante se mueve y gira; lo hace en sentido contrario a las agujas del reloj. Pero, a la vez, parece estática, porque se queda quieta en un tiempo, en esa hora de la noche en la que la decisión es última y no hay vacilación: o se dedica el cuerpo al descanso casero y al sueño, o se mezclan el ánimo y la brisa para salir a pisar las aceras casi solitarias.
Son las once de la noche y el paseante se dirige hacia el parque, el Parque por excelencia, el que no necesita adjetivos que lo identifiquen ni que lo especialicen en nada. Las primeras aceras están semivacías de gente y las calles apenas soportan ni ruedas ni ruidos de coches en su asfalto: apenas algún joven cruza con todo el espacio y la libertad de velocidad y de molestia a su servicio. Dos personas apuran los últimos sorbos y palabras en un bar del que sale la voz de una televisión alzada en la pared y solitaria. La Corredera se ofrece, al volver la esquina, silenciosa y amplia. Luces tenues en las farolas y una terraza al fondo a la derecha en la que algún cliente deja pasar el rato son muestra de la débil actividad hotelera de esta ciudad estrecha, al menos a estas horas.
Pero el paseante va hacia el Parque, a cumplir su costumbre casi ritual de aspirar el aroma de la brisa, a charlar un rato y dar cumplida cuenta del refrán que aconseja “pasear la cena” para cumplir un mejor descanso. Y el Parque está ahí, con su vida propia y específica a la vez, la vida de las once de la noche, que en poco se parece a la de otras horas del día o de la noche.
El paseante siempre ha visto los parques como un espacio estático en el que los árboles y las flores permanecen inmóviles pero deseosos de acompañar a las personas que por ellos pasean y se mueven. Tal vez tengan que contentarse con almacenar en sus cortezas, en sus troncos y en sus ramas los regueros de palabras y de ideas que las gentes van dejando a su paso entre ellos. Ese diálogo mudo solo permite al árbol ser testigo sin voz y sin palabra.
Los parques son su interior y su exterior, su vida personal y los espacios que ofrecen a sus costados. La vida bulle fuera y el parque, cualquier parque, se reserva su vida personal y singular.
El Parque de Béjar se abrocha todo el año con calles y con coches, en un cinturón nada original pues en él son los actores los ruidos y los coches, las personas con prisas que apenas si se fijan en los árboles, vecinos pasajeros y apenas de ascensor. Y también de colmenas de pisos y de casas desde donde tal vez se los mira frente a frente, con la familiaridad de quien ha traspasado el umbral de la sorpresa. A los parques hay que ir con calma y con sosiego.
El Parque de Béjar recibe al paseante en las noches veraniegas con un amplio grupo de jóvenes sentados en las escaleras y en los primeros bancos. En ese semicírculo se suman muchachos y muchachas que necesitan verse, contarse sus quehaceres, exhibirse ante los otros con juegos y con fuerzas; allí los más gallitos impiden el paseo a los mayores jugando a la pelota como pretexto para marcar sin complejos su territorio ante todo el grupo, que mira y que asiente como si fuera algo inevitable. Necesitan los jóvenes espacios comunes en los que manifestarse entre ellos. No sé si el mejor sitio es la entrada del Parque de Béjar, pero sí aseguro que, en las noches de verano, es allí donde mejor se expresa esa actitud del joven que necesita tanto la diferencia como la pertenencia a su cuadrilla.
Así que, con cuidado, el paseante se adentra en el paseo central o se abre hacia los laterales. Nunca ha entendido el paseante por qué la primera parte, la más próxima a la Corredera, está siempre más concurrida y tiene los bancos más ocupados que la segunda mitad, aquella que se extiende desde los templetes hacia la Escuela de Ingenieros. Por eso tal vez enseguida apura el paso con ganas de llegar a esta segunda parte y sentirse más en silencio y dentro de la noche.
Pero no es tan sencillo. Con frecuencia, en el paseo lateral norte, un grupo de personas ocupa algún banco y el paseo sin ninguna consideración para con los demás. Tiene todo su derecho a los bancos, pero parece que esa ocupación va a durar toda la noche. Son personas conocidas y del grupo social de los no adaptados (el paseante no sabe qué eufemismo utilizar) a las que poco les importa el paso de los demás y que invitan -sin necesidad de decir palabra- a desviar el camino y dirigirse a otros paseos. Si algún día o alguna noche les diera por ocupar un poco del jardín y dejaran libre el paso, el Parque se haría más grande y más sencillo. No creo que estén en ello.
Así que el paseante se desvía, echa sus pasos hacia el centro o hacia el paseo sur y va dejándose llevar por las sensaciones de la noche y por la brisa que aminora los calores del verano y levanta un poco los ánimos. También en el paseo sur hay personas sentadas en los bancos, pero no son muchas y en poco molestan el paseo tranquilo del paseante. Una terraza hermosa acoge a los que prefieren mirar la noche en calma y sentados alrededor de una mesa. Muy cerca, aún algunos niños disfrutan de los juegos en el mismo Parque.
Y así un giro y otro giro, un “largo” y otro “largo”, sintiendo el latido de la noche desde el interior de la noche.
Cuando las voces se han ido o se han amortiguado allá en la entrada, solo queda el murmullo de los árboles y el frescor del jardín del Parque, de este Parque de Béjar en el que el paseante sueña con sus cosas y de vez en cuando dialoga con los árboles, con todos esos árboles que se quedan perennes y soñando también con no se sabe qué. Ese sí es el momento de un posible diálogo sencillo con el Parque, con sus historias íntimas, con todos sus recuerdos, con el paso del tiempo y la dulce permanencia del espacio.
Los parques tienen su historia, como la tenemos todos, una historia profunda y escondida, pegada y cosida con la tierra pero aspirante al cielo con sus ramas; ellos guardan en silencio la historia de todas las historias, una historia verde y frondosa, callada y misteriosa, de todos los que por su lado han paseado, han charlado, han besado y han sufrido.
El Parque de Béjar de las once de la noche parece querer dormir en su silencio. Dejémoslo en su lecho y vámonos con calma hacia otro sitio.

El paseante deja el Parque por el mismo sitio por el que entró. Al doblar la esquina de la Corredera, mira hacia atrás y ve cómo en la noche las ramas de los árboles parecen despedirle en un adiós sincero y amistoso. El paseante es siempre provisional; el Parque es sólido y siente, permanece y perdura. Mañana será otro día.

martes, 7 de julio de 2015

¿...PARA QUÉ ?


Con cierta periodicidad acudo al médico de medicina interna, con el fin de regular y tener a raya a unas molestias que padezco desde hace algunos años. Me cuesta mi tiempo, mi dinero y mis sofoquinas acudir a Salamanca que es donde pasa consulta este especialista, pero allá que voy.
Cuando salgo de la consulta, mis sensaciones son siempre las mismas. No dudo de la competencia del médico, pero creo que no damos con la fórmula para darle esquinazo a la molestia. Cada día le damos una vuelta a la situación y terminamos con algunos consejos y con algunas indicaciones personales que no vienen al caso.
Con frecuencia aparece la variable del estrés como causa que ayuda poco a la corrección de la molestia y el especialista siempre indica que es algo que influye de manera decisiva. Yo creo que tiene razón, pero pienso que a veces el remedio es peor que la enfermedad. Veamos.
Por supuesto, a nadie tiene por qué importarle mi caso personal. No sé si se puede decir lo mismo del asunto este del estrés, porque lo veo aplicado a todo y parece que afecta a todos. Por eso lo asomo a esta ventana y escribo este apunte. Nunca ha provocado en mí ninguna baja laboral ni nada parecido, como oigo y veo por ahí con frecuencia; solo me interesa como consideración y espero que nunca me acarree consecuencias de otro tipo. Si el estrés es una “situación de tensión provocada por una situación agobiante”, habría que saber cuál o cuáles son esas situaciones agobiantes que a cada hijo de vecino lo colocan en tal estado. Pero sea cual sea la variable que la provoque, el antídoto apunta a la relajación y a la tranquilidad, a la relatividad de las cosas y a “tomarse todo con filosofía”, según expresión popular (¿Por qué usará esta expresión la gente si casi nadie lee filosofía ni la comprende?).
Uno cree estar algo curado de espanto ante muchas de las tensiones que empujan en la escala de valores más normal, esa en la que mandan el dinero, la moda, el famoseo y el no desentonar en lo más mostrenco. Pero tal vez ahí precisamente esté el error. Si uno tuviera capacidad para dejarse llevar por lo más normal y común, por aquello que no desentona, por las acciones más comunes, por dejar que el tiempo vaya diciendo lo que le parezca bien sin tratar de describr, analizar ni arreglar las cosas… Si uno no anduviera con frecuencia peleado con el mundo….
Y si, en esa pelea, el individuo pudiera suplicar el apartamiento y el abandono del roce con esa realidad, que cree tan mal organizada, para perderse en sí mismo y en su realidad más personal… Pero, ¿acaso es esto posible? Y, si el roce es inevitable, ¿cómo puede uno soportarlo con buen ánimo y “con filosofía”, si le duele y desearía cambiarlo? Y no sirve la rendición porque entonces el estrés llegaría precisamente por la mala conciencia del abandono y de la rendición.
¿Será que no hay arreglo? ¿Cuál? Habrá que salir a las plazas con la mente templada, sin que a uno se le vaya la vida en el empeño y no pidiendo a la vida más de lo que esta quiera dar. Pero sin perder el ánimo de cambiar algo. Al menos lo personal y lo más próximo. Lo contrario no anularía el estrés y además aumentaría la desazón y el sentimiento de cobardía.

En la próxima revisión estaré mejor. Seguro.

lunes, 6 de julio de 2015

NICOMEDES MARTÍN MATEOS Y EL LIBERALISMO

        
Hace escasos días asistí a una conferencia en el Casino Obrero de Béjar; en ella, el catedrático de la USAL José María Hernández Díaz, durante un largo rato y de manera muy didáctica y amena, daba a conocer la figura de don Nicomedes Martín Mateos, tal vez el intelectual más importante de la historia bejarana, un jurista, filósofo y enamorado de la enseñanza y la cultura que, el en siglo diecinueve, impulsó ideas, instituciones y prácticas importantes en España y en Béjar.
En un momento determinado citó su adscripción al partido liberal, y se sintió en la necesidad de explicar lo que, en el siglo diecinueve, significaba esta palabra: algo tan distinto a lo que con ella se quiere dar a entender en nuestros días, sobre todo en el ámbito político.
Yo mismo me he referido alguna vez a la prostitución que de este vocablo se ha hecho, como una de las más elocuentes y referencia de lo que es el lenguaje y su uso correcto o incorrecto. El diccionario de la RAE recoge  hasta ocho acepciones de la palabra y no es hasta las números seis y siete cuando se refiere a algo que podría acercarse a su uso actual; y, aun así, creo que de manera equivocada.
La primera que refiere se sujeta al uso latino del término, y reza así: “Generoso, que obra con liberalidad”. Y la liberalidad nos lleva a  una “virtud moral que consiste en distribuir alguien generosamente sus bienes sin esperar recompensa”. O sea, el polo opuesto a lo que se exige en nuestros días por los que se llaman “liberales”.
En su origen, libre, liberal, liberalidad y todas las de la familia léxica nos llevan a las relaciones en igualdad, al reparto, a la generosidad, a lo social, a lo comunitario…, a nada que tenga que ver con las exigencias de propiedad individual sin resquicios, con el orden en defensa de esa propiedad personal y con todo el ejército de prevenciones legales y de fuerza con tal de salvaguardar lo que cada persona posea. De esa manera, ya puede uno suponer quiénes se consideran “liberales” y quiénes aspiran a devolver a la palabra su significado original.
Es verdad que nada es absoluto y que todo ofrece aristas e interpretaciones, pero que no engañen y encima quieran dar lecciones. Por ahí en medio del camino queda todo el asunto de las profesiones liberales, que se ejercen con más libertad y sospecho que con menos control de la comunidad, por ejemplo. O el ejercicio de la liberalidad confundida con el limosneo, la caridad y los días de las banderitas y cestillos.
El léxico se conforma con muchas variables, también con la social; y siempre es un ser vivo que se modifica continuamente. Nadie puede detener su desarrollo y su cambio. Pero una cosa es el cambio y otra el engaño, una cosa es querer ser libre y otra es impedir en la práctica que todos lo seamos en igualdad de condiciones.

Nicomedes Martín Mateos fue un liberal del siglo diecinueve. No creo que hoy se apuntara a esta denominación. Sobre todo con las connotaciones que se le han pegado como las lapas a la hermosa palabra. Y, si no, analicemos sus escritos y deduzcamos. Cada uno hará lo que mejor le ajuste a su conciencia. Sobre todo después de leer. Pero sin engañar.

sábado, 4 de julio de 2015

EN LOOR DE DON QUIJOTE


DEL ACADÉMICO DE ARGAMASILLA
(EN LOOR DE DON QUIJOTE)

Descansa de la lid, buen caballero,
que vienes cabizbajo y enjaulado,
mas nunca prisionero o derrotado,
pues eres entre todos el más fiero.

Reposa y recupera tu cerebro
cansado de sufrir tantos encantos,
engaños, penitencias y quebrantos  
en caminos, atajos y senderos.

Que has de volver a hacer segunda parte
renombrada, gloriosa y memorable
para todos los siglos venideros.

Ni barberos, ni órdenes ni clérigos:
solos tú y Sancho hollando los caminos

y el mundo por montera a tu servicio.

viernes, 3 de julio de 2015

LA ORACIÓN DE MI VIDA


A veces pienso que mi vida es ya casi para  ser leída. Echo la vista atrás y me contemplan varios miles de páginas con negro sobre blanco; en ellas he dejado tal vez un montón de granos de mi manera de ver el mundo y de mis peleas y roces con el mismo. Tal vez no haya casi nada rescatable, pero hay en mis estanterías casi una farmacia de pequeñas píldoras contra diversos males, sobre todo contra el mal de mí mismo. ¿Qué otra cosa puede ser una vida si no es el desarrollo en forma instintiva o reflexiva de uno mismo? ¿Y qué es uno mismo sino su propia vida y la suma de todos esos pequeños momentos?
Tal vez nunca haya desarrollado una teoría completa de nada; sin embargo, tal vez por los años de enredo en esto de escribir unas líneas casi cada día, he dejado opinión acerca de casi todo y, en muchas ocasiones, opinión repetida, lo que no significa exactamente coincidente.
A estas alturas del camino, tengo la sensación de que poseo criterio acerca de muchas cosas. Me pregunto en qué tanto por ciento lo tendré acertado y en cuánto equivocado. Tal vez lo más alto del ser humano sea precisamente ir formando opinión sobre lo que le rodea y sobre lo que es él mismo. Aunque sea cayéndose y levantándose continuamente.
¿Y si mi vida fuera una frase, ¿de qué tipo sería? ¿Tal vez simple, de esas de sujeto, núcleo del predicado y algún complemento simple? Me cuesta creerlo, pues mi duda continua me sitúa más cerca de las complejas con subordinación, con esos añadidos que buscan los detalles porque apenas tienen claro casi nada. No, decididamente, no me complace del todo la oración simple, con esas seguridades tan absolutas y con todo tan claro. No sé si es mejor o peor pero no me veo en ellas.
Me asustan las compuestas, esas que se suman en unidades amplias pero que levantan el cuello y predican su independencia ante todo lo demás. Es verdad que confío en que las etapas de la vida se suman pero no deben superponerse ni quitarse el sitio una a otras. Cuando una puerta se cierra, otra se abre y cada período debe aspirar a ser distinto, sin complejos y sin demasiadas nostalgias. Pero siempre me ha dado miedo todo aquel sujeto que se anuncia como claro y seguro en todo: enseguida se me suelen reproducir sus deficiencias por todas partes. Una oración compuesta, como le sucede a la simple, anda por ahí demasiado altanera y suficiente.
Creo que me quedaré con la oración compleja, con mis curiosidades en los complementos y en los detalles, con mis dudas, con mis inseguridades y con mis deseos de llegar un poquito más allá de lo simple y aparentemente más seguro. Un adjetivo calificador por aquí, un complemento circunstancial por allá, un añadido a un complemento como complemento de segundo orden…, una aspiración con ansias de victoria y con perfil de derrota siempre.
De modo que me gustaría tener un sujeto claro, pero con los ayudantes correspondientes que me explicaran desde el qué, el cuándo, el dónde, la causa y la finalidad. Sé que me perderé por el camino, que miraré y no veré lo que quiero, que me cegaré con frecuencia, que me caeré y me volverá a levantar. Pero intentaré continuar así construyendo la oración compleja de mi vida, esa que no se desentraña ni se explica si no es también en los complementos y en las circunstancias.

Y todo esto aun sabiendo que “al final de la vida, te examinarán del amor”.

jueves, 2 de julio de 2015

VOY A "POSICIONARME"



Mis relaciones con la Caja de Ahorros son muy peculiares. Acudo escasas veces a solucionar algún asunto administrativo, a pagar algún recibo o a retirar dinero. Los empleados se ríen conmigo porque me animan a negociar con algún ahorrilo y yo les respondo que no soy tan pobre como para dedicarme al dinero. Últimamente ya me dejan por imposible y por “irrecuperable” para la causa del negocio.
Esta mañana pasé a retirar dinero con mi cartilla (con la tarjeta lo tengo más complicado pues se me olvida casi siempre el número clave) y me encontré con un ritual nuevo. Introduje mi cartilla y tardó muchos segundos el cajero en anunciarme que la cartilla “se estaba posicionando”. Cuando vi tal frase en la pantalla, maldije todo lo que hay que maldecir y añadí una causa más para no hacer caso al asunto de los negocios y de los intereses. Después todo fueron ruidos, asientos contables y hasta pase automático de hojas hasta dejar todo aquello al día.
¿Qué podría ser eso de que la cartilla “se estaba posicionando”? Hasta ese momento yo entendía que posicionarse tenía en su origen el verbo “poner” o “ponerse”, verbo que originariamente posee el significado físico de colocarse físicamente en un lugar. A partir de ahí, tomar posición a favor o en contra, y ya la majadería de “posicionarse”. Pero es que la imbecilidad de alargar el verbo poner o ponerse al menos había buscado su acomodo en los contextos de definirse, tomar postura, decidirse en un sentido o en otro o apoyar una variable frente a otras. Cuando yo veía en la pantalla el anuncio de que mi cartilla se estaba posicionando, me eché a temblar. ¿Estará mi cartilla a mi favor, o me retirará el saludo y se quedará por ahí dentro y no la volverá a ver?, pensé. ¿Qué le habría yo hecho al resumen de mis ahorros para que me tratara bien o mal? ¿Y si se posicionara a mi favor y apuntara algún detalle que aumentara mi cuenta? Lo que digo: nerviosito y esperando la resolución de la cartilla y pidiendo su bendición.
Mientras esto sucedía, yo no dejaba de oír el ruido que siempre han producido los asientos contables automáticos. Y entonces mi confusión fue aún mayor. Porque si el famoso “posicionamiento” se refería solo a la colocación correcta (plana y en su hoja) de la libreta, ¿a qué coño venía aquello de que “se estaba posicionando”?
Salió la tarjeta, en ella había numerosos apuntes, casi todos de pagos, y no me dijo la pantalla que la cartilla hubiera tomado partido ni por mí ni contra mí. Yo quedé un poco mosqueado y pensando que algo sí que debía de tener en mí contra porque me había restado muchas cantidades. Pero me fui con la duda para casa.
Antes, sin embargo, ajusté un par de cosas. La primera fue la de que, si “posicionarse” significaba “colocarse”, “ponerse”, “situarse”, “ubicarse”, “instalarse”, “alojarse”, “orientarse”…, a otro con esos alargamientos que los más tontos del lugar proponen para tantas palabras pensando que así ganan en apariencia, cuando lo que hacen es poner al aire sus carencias y su falta de báculo. La segunda fue la de indicarle a J.M., empleado de la entidad y amigo, que recordara a los responsables de semejante estulticia, necedad, sandez, bobería o estupidez mi enfado y el deseo que me daba de cambiar mis ahorros a otra entidad algo menos ostentosa en palabras sin sentido. J.M. se reía. Yo también.
Pero me marché pensando en cómo se puede explicar la corrección en el idioma cuando existen enemigos tan potentes dentro de la propia casa, y por qué tienen que cambiar el idioma -algo inevitable, por otra parte- aquellos que menos conocen su estructura. Porque la lectura de ese cajero la hacen centenares de personas a diario y a un profesor le atienden solo los alumnos más espabilados y curiosos.

En fin… Me “pondré” en mi terraza a leer para olvidar, y me seguiré “posicionando” contra los cambios sin sentido de un sistema que ya es pobre de por sí, pero que es el menos malo para intentar sobrevivir y comunicarnos. 

miércoles, 1 de julio de 2015

DE LA VERDADERA VENTA DE DON QUIJOTE


DE LA VERDADERA VENTA DE DON QUIJOTE

Fue el velo de la noche tu aliado,
la ilusión entregada a tu princesa,
la realidad más cierta que creaste
en tu imaginación desconcertada.

No fue Sancho, dormido,
ni fue la realidad de Maritornes,
velluda y maloliente, encamisada
con tela de arpillera y pies descalzos.

Tampoco el arriero, que, privado
del regalo precioso de sí mismo,
se ofrecía y se daba a la llamada
del fogoso placer de la pasión.

El ventero jugaba con sus cuentas
a concertar la pobre realidad
entre el lucro y escaso beneficio
de su venta y su torpe razonar.

Solo en tu soledad viviste un mundo
lejano y verdadero, más diáfano,
desde una realidad baja y confusa,
cambiada en ilusión, sueño y anhelo.

Por eso la arpillera hecha cendales;
las torpes cuentas, orientales perlas;
el mal aliento, aroma perfumado,
y la venta, castillo legendario.

No vuelvas a la venta, don Quijote,
ni atiendas si te llama Maritornes:
tu posada se instala en lo más alto
y en ella Dulcinea es quien te aguarda.

El mundo en el que habitas, don Quijote,
es castillo real de cinco estrellas,
las estrellas que alumbran en el reino

del sueño luminoso de tu imaginación.