Con cierta periodicidad acudo
al médico de medicina interna, con el fin de regular y tener a raya a unas
molestias que padezco desde hace algunos años. Me cuesta mi tiempo, mi dinero y
mis sofoquinas acudir a Salamanca que es donde pasa consulta este especialista,
pero allá que voy.
Cuando salgo de la consulta,
mis sensaciones son siempre las mismas. No dudo de la competencia del médico,
pero creo que no damos con la fórmula para darle esquinazo a la molestia. Cada
día le damos una vuelta a la situación y terminamos con algunos consejos y con
algunas indicaciones personales que no vienen al caso.
Con frecuencia aparece la
variable del estrés como causa que ayuda poco a la corrección de la molestia y
el especialista siempre indica que es algo que influye de manera decisiva. Yo
creo que tiene razón, pero pienso que a veces el remedio es peor que la
enfermedad. Veamos.
Por supuesto, a nadie tiene
por qué importarle mi caso personal. No sé si se puede decir lo mismo del
asunto este del estrés, porque lo veo aplicado a todo y parece que afecta a
todos. Por eso lo asomo a esta ventana y escribo este apunte. Nunca ha
provocado en mí ninguna baja laboral ni nada parecido, como oigo y veo por ahí
con frecuencia; solo me interesa como consideración y espero que nunca me
acarree consecuencias de otro tipo. Si el estrés es una “situación de tensión
provocada por una situación agobiante”, habría que saber cuál o cuáles son esas
situaciones agobiantes que a cada hijo de vecino lo colocan en tal estado. Pero
sea cual sea la variable que la provoque, el antídoto apunta a la relajación y
a la tranquilidad, a la relatividad de las cosas y a “tomarse todo con filosofía”,
según expresión popular (¿Por qué usará esta expresión la gente si casi nadie
lee filosofía ni la comprende?).
Uno cree estar algo curado de
espanto ante muchas de las tensiones que empujan en la escala de valores más
normal, esa en la que mandan el dinero, la moda, el famoseo y el no desentonar
en lo más mostrenco. Pero tal vez ahí precisamente esté el error. Si uno
tuviera capacidad para dejarse llevar por lo más normal y común, por aquello
que no desentona, por las acciones más comunes, por dejar que el tiempo vaya
diciendo lo que le parezca bien sin tratar de describr, analizar ni arreglar
las cosas… Si uno no anduviera con frecuencia peleado con el mundo….
Y si, en esa pelea, el
individuo pudiera suplicar el apartamiento y el abandono del roce con esa
realidad, que cree tan mal organizada, para perderse en sí mismo y en su
realidad más personal… Pero, ¿acaso es esto posible? Y, si el roce es
inevitable, ¿cómo puede uno soportarlo con buen ánimo y “con filosofía”, si le
duele y desearía cambiarlo? Y no sirve la rendición porque entonces el estrés
llegaría precisamente por la mala conciencia del abandono y de la rendición.
¿Será que no hay arreglo? ¿Cuál?
Habrá que salir a las plazas con la mente templada, sin que a uno se le vaya la
vida en el empeño y no pidiendo a la vida más de lo que esta quiera dar. Pero
sin perder el ánimo de cambiar algo. Al menos lo personal y lo más próximo. Lo
contrario no anularía el estrés y además aumentaría la desazón y el sentimiento
de cobardía.
En la próxima revisión estaré
mejor. Seguro.
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