martes, 7 de julio de 2015

¿...PARA QUÉ ?


Con cierta periodicidad acudo al médico de medicina interna, con el fin de regular y tener a raya a unas molestias que padezco desde hace algunos años. Me cuesta mi tiempo, mi dinero y mis sofoquinas acudir a Salamanca que es donde pasa consulta este especialista, pero allá que voy.
Cuando salgo de la consulta, mis sensaciones son siempre las mismas. No dudo de la competencia del médico, pero creo que no damos con la fórmula para darle esquinazo a la molestia. Cada día le damos una vuelta a la situación y terminamos con algunos consejos y con algunas indicaciones personales que no vienen al caso.
Con frecuencia aparece la variable del estrés como causa que ayuda poco a la corrección de la molestia y el especialista siempre indica que es algo que influye de manera decisiva. Yo creo que tiene razón, pero pienso que a veces el remedio es peor que la enfermedad. Veamos.
Por supuesto, a nadie tiene por qué importarle mi caso personal. No sé si se puede decir lo mismo del asunto este del estrés, porque lo veo aplicado a todo y parece que afecta a todos. Por eso lo asomo a esta ventana y escribo este apunte. Nunca ha provocado en mí ninguna baja laboral ni nada parecido, como oigo y veo por ahí con frecuencia; solo me interesa como consideración y espero que nunca me acarree consecuencias de otro tipo. Si el estrés es una “situación de tensión provocada por una situación agobiante”, habría que saber cuál o cuáles son esas situaciones agobiantes que a cada hijo de vecino lo colocan en tal estado. Pero sea cual sea la variable que la provoque, el antídoto apunta a la relajación y a la tranquilidad, a la relatividad de las cosas y a “tomarse todo con filosofía”, según expresión popular (¿Por qué usará esta expresión la gente si casi nadie lee filosofía ni la comprende?).
Uno cree estar algo curado de espanto ante muchas de las tensiones que empujan en la escala de valores más normal, esa en la que mandan el dinero, la moda, el famoseo y el no desentonar en lo más mostrenco. Pero tal vez ahí precisamente esté el error. Si uno tuviera capacidad para dejarse llevar por lo más normal y común, por aquello que no desentona, por las acciones más comunes, por dejar que el tiempo vaya diciendo lo que le parezca bien sin tratar de describr, analizar ni arreglar las cosas… Si uno no anduviera con frecuencia peleado con el mundo….
Y si, en esa pelea, el individuo pudiera suplicar el apartamiento y el abandono del roce con esa realidad, que cree tan mal organizada, para perderse en sí mismo y en su realidad más personal… Pero, ¿acaso es esto posible? Y, si el roce es inevitable, ¿cómo puede uno soportarlo con buen ánimo y “con filosofía”, si le duele y desearía cambiarlo? Y no sirve la rendición porque entonces el estrés llegaría precisamente por la mala conciencia del abandono y de la rendición.
¿Será que no hay arreglo? ¿Cuál? Habrá que salir a las plazas con la mente templada, sin que a uno se le vaya la vida en el empeño y no pidiendo a la vida más de lo que esta quiera dar. Pero sin perder el ánimo de cambiar algo. Al menos lo personal y lo más próximo. Lo contrario no anularía el estrés y además aumentaría la desazón y el sentimiento de cobardía.

En la próxima revisión estaré mejor. Seguro.

No hay comentarios: