No me suelen
interesar mucho los actores como personas. Creo que es por el culto a la
persona y al morbo que tanto se practica en esa profesión y a que tan
solícitamente se someten los actores. Y, si andan por Hollywood, ya importa
hasta el número de pie que calzan.
Mucho más me
interesan los personajes a los que dan vida en las películas o en las obras de
teatro. Y mucho más aún lo que puedan significar esos personajes y lo que
simbolicen para mi concepción de la vida.
Ha fallecido
el actor Sazatornil, Saza. No tengo los datos de su vida, ni me interesan
demasiado. Que me perdone. Pero tengo en mi cabeza la figura de un cabo de la
guardia civil que leía a Faulkner (o Faukner, como él decía) en la impagable
película “Amanece, que no es poco”. O Aquel Jaume Canivell de “La escopeta
nacional”, actualísima siempre y superada tristemente y con frecuencia por la
realidad más sórdida de tráfico de influencias y de trapicheos a gogó en
nuestro país de todos los demonios.
Qué crítica
tan aguda para los “afamados” cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, y qué
bien puesta en la figura de Saza. Cuando en la misma película se juntan la
guardia civil y el clero filosofando en torno al libre albedrío, entonces ni
Platón se atreve a acercarse. Y allí están Saza y Cassen, otro genio ya ido.
Pero claro,
era cine español; no eran estrellas de Origud y eso no tenía gracia. Dónde vas
a parar, por favor.
Aún hoy día,
el papanatismo continúa con todo su vigor y hoy mismo era noticia de telediario
que en Montana, EEUU, o sea, en los Astados Unidos de Norteamérica, habían
ardido treinta hectáreas. Lo han escuchado mis oídos y lo han visto mis ojos. Pobre
país…
Pues que viva
el cabo Santos y que siga leyendo a Faulkner, como todos los vecinos del pueblo
(y eso que eran primarios). Y que no se preocupe demasiado porque gane quien
gane, la guardia civil siempre gana. Esto sigue siendo un sindiós.
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