miércoles, 29 de julio de 2015

SER EN PLURAL Y SER YO MISMO


Quizás en ningún período del año como ahora, verano en plenitud, se manifieste mejor esa cesión del ser humano que casi se diluye en medio de la masa. Los ejemplos son todos elocuentes: piscinas al completo, playas en las que el metro de arena tropieza con el físico del de al lado, carreteras atascadas, legiones de personas en concierto, terrazas con cartel de no hay billetes, festejos populares muy diversos…Todo lo más visible se configura y se conjuga en plural y en masificación. Y quien no participa de estas aglomeraciones como número parece que está fuera de parámetros normales, que no anda en lo correcto, que no ha alcanzado el nivel de la aceptación y de la norma.
Es verdad que, a su lado, en la habitación contigua, habitan soledades incontables, acciones de uno en uno, singulares. Pero esto importa menos para la buena marcha de las cosas. Son esas otras masas las que marcan la escala de valores y hasta la cuenta final de resultados. Son ellas las que imponen el perfil de la sociedad, las que marcan la escala y cantan sin cesar la sinfonía, desafinada o no, de nuestras vidas. Y lo especial no es el número (por más que cada día importa con más fuerza la cantidad inmensa que habita físicamente este pequeño planeta), porque el número, mayor o menor, ya existía. Lo novedoso es la fuerza que han adquirido esas masas de hoy, la imposición que marcan en el por menor de cada hora y de cada día y la orientación que marcan a los poderes públicos para que legislen hasta cubrir el mínimo de todas esas gentes.
En estas aglomeraciones manda la eliminación de lo individual y emerge la importancia de lo que se comparte, de lo más mostrenco en lo que hay que conducirse para que, física y mentalmente, el grupo numeroso pueda seguir. En esta situación, la búsqueda individual se achica, se hace rara y difícil, incomprendida por la masa, situada en el catálogo de lo peligroso; y las perspectivas vitales se tornan colectivas, instintivas y previsibles, la riqueza de matices se oculta y las variables se olvidan en favor de lo sabido y común. Es como si fuera una revolución, porque quiere alcanzar a todos, pero una revolución para que nada sea revolucionario, sino elemental, compartido, previsible y sin ninguna sorpresa. Porque un esquema personal al uso, si se analiza, es eco del de al lado, sostiene las mismas ilusiones y parecidos esfuerzos, soporta los mismos calores y los mismos plazos para pagar las letras; y así, de esta manera, el índice es el mismo, se repite constante y monótono.
Vivir en minoría en medio de la masa tal vez resulte hoy un poco más difícil que en otros tiempos pues todo resulta raro y peligroso, el individuo que no se deja llevar por la corriente no sale en ningún sitio ni pertenece a ningún escalafón y soporta la mirada extrañada de los que pasan a su lado por no ser uno de ellos.
Y no se trata solo de poseer los bienes que permitan la diferencia física del otro. El asunto es más transversal y ocupa a cualquiera, rico o pobre, mayor o más pequeño. Se trata de ser uno, de verse en uno mismo, de compartir los mínimos, pero no de encantarse con los máximos, de marcarse una ruta de tipo personal e intransferible, de imponerse uno el ritmo, de ser curioso siempre ante la vida, de tener las mismas oportunidades pero para poder ser diferentes e individuales, de ensancharse en uno mismo para poder ayudar mejor a los que nos contemplen como seres distintos de los otros, de no ser uno más en la corriente, de no estar porque sí sino de aspirar a ser entre los otros con un poquito de sal propia y de pimienta. Ser masa e individuo, plural y singular al mismo tiempo, amar y retirarse hasta encontrarse distinto y solitario al mismo tiempo, curioso de uno mismo en medio del ágora, trabajador del edificio pero poniendo ladrillos en la casa especial en que uno habita.

No sé si este esbozo de idea me lo comprará alguna cadena hotelera. Lo intentaré.

1 comentario:

Elías Berntsson dijo...

Hola Antonio. Muchas gracias por compartir tus profundas reflexiones. Creo en la importancia de ser uno mismo, tener y respetar su propio espacio, individualidad y diferenciación para no "diluirnos" en el "montón" y perdernos. Creo también que esto no excluye el hecho de identificarnos en varios aspectos con los demás o el grupo, compartir y brindar todo lo mejor a los otros, así como a nosotros mismos. ¡Éxitos!