viernes, 3 de julio de 2015

LA ORACIÓN DE MI VIDA


A veces pienso que mi vida es ya casi para  ser leída. Echo la vista atrás y me contemplan varios miles de páginas con negro sobre blanco; en ellas he dejado tal vez un montón de granos de mi manera de ver el mundo y de mis peleas y roces con el mismo. Tal vez no haya casi nada rescatable, pero hay en mis estanterías casi una farmacia de pequeñas píldoras contra diversos males, sobre todo contra el mal de mí mismo. ¿Qué otra cosa puede ser una vida si no es el desarrollo en forma instintiva o reflexiva de uno mismo? ¿Y qué es uno mismo sino su propia vida y la suma de todos esos pequeños momentos?
Tal vez nunca haya desarrollado una teoría completa de nada; sin embargo, tal vez por los años de enredo en esto de escribir unas líneas casi cada día, he dejado opinión acerca de casi todo y, en muchas ocasiones, opinión repetida, lo que no significa exactamente coincidente.
A estas alturas del camino, tengo la sensación de que poseo criterio acerca de muchas cosas. Me pregunto en qué tanto por ciento lo tendré acertado y en cuánto equivocado. Tal vez lo más alto del ser humano sea precisamente ir formando opinión sobre lo que le rodea y sobre lo que es él mismo. Aunque sea cayéndose y levantándose continuamente.
¿Y si mi vida fuera una frase, ¿de qué tipo sería? ¿Tal vez simple, de esas de sujeto, núcleo del predicado y algún complemento simple? Me cuesta creerlo, pues mi duda continua me sitúa más cerca de las complejas con subordinación, con esos añadidos que buscan los detalles porque apenas tienen claro casi nada. No, decididamente, no me complace del todo la oración simple, con esas seguridades tan absolutas y con todo tan claro. No sé si es mejor o peor pero no me veo en ellas.
Me asustan las compuestas, esas que se suman en unidades amplias pero que levantan el cuello y predican su independencia ante todo lo demás. Es verdad que confío en que las etapas de la vida se suman pero no deben superponerse ni quitarse el sitio una a otras. Cuando una puerta se cierra, otra se abre y cada período debe aspirar a ser distinto, sin complejos y sin demasiadas nostalgias. Pero siempre me ha dado miedo todo aquel sujeto que se anuncia como claro y seguro en todo: enseguida se me suelen reproducir sus deficiencias por todas partes. Una oración compuesta, como le sucede a la simple, anda por ahí demasiado altanera y suficiente.
Creo que me quedaré con la oración compleja, con mis curiosidades en los complementos y en los detalles, con mis dudas, con mis inseguridades y con mis deseos de llegar un poquito más allá de lo simple y aparentemente más seguro. Un adjetivo calificador por aquí, un complemento circunstancial por allá, un añadido a un complemento como complemento de segundo orden…, una aspiración con ansias de victoria y con perfil de derrota siempre.
De modo que me gustaría tener un sujeto claro, pero con los ayudantes correspondientes que me explicaran desde el qué, el cuándo, el dónde, la causa y la finalidad. Sé que me perderé por el camino, que miraré y no veré lo que quiero, que me cegaré con frecuencia, que me caeré y me volverá a levantar. Pero intentaré continuar así construyendo la oración compleja de mi vida, esa que no se desentraña ni se explica si no es también en los complementos y en las circunstancias.

Y todo esto aun sabiendo que “al final de la vida, te examinarán del amor”.

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