domingo, 30 de junio de 2013

PÁGINAS DE SOCIEDAD

A veces, en algunos tiempos muertos, releo páginas de mis composiciones, que guardo debidamente ordenadas. Lo hago sobre todo para revivir algunas sensaciones y para ver en qué andaba ocupada mi mente por aquellos días. Hoy he descubierto un poema de tono social escrito hace ya siete años. Como creo que se refiere a algo totalmente actual y no lo había dado a conocer en esta ventana, lo copio aquí de nuevo.
PÁGINAS DE SOCIEDAD
Son muchos los ancianos
que viven en España:
más de siete millones
según las más solventes estadísticas.
De esos diete millones, más de uno
comparte habitación con las paredes
-no es mala compañía-
y con la voz  impúdica
de algún programa rosa de la tele.
Lo demás es silencio,
en suma, eso que siempre
llamamos soledad.

La caja tonta ofrece
imágenes desnudas
de venus en el mar Mediterráneo,
saliendo de las aguas,
con sus cuerpos dorados
(a poder ser de no más de treinta años),
o deja ver desfiles de muchachas
de talla treinta y seis.

A veces esta gente, los ancianos,
se mueren sin remedio.
Qué desconsiderados: ni siquiera
avisan a las pompas funerarias.
Luego huelen sus cuerpos
y hay que ponerse máscaras
al practicar la autopsia,
mientras aguardan fuera, circunspectos,
los deudos que han llegado de la playa
y que, mira por dónde,
tenían apartamento reservado
hasta final de mes.

Y es que llegar a anciano es cosa seria,
y habría que pensárselo dos veces,
pues no ser altamente productivo
no encaja fácilmente en los registros
y estropea las cuentas
que exige el gran sistema occidental.

sábado, 29 de junio de 2013

HOY FUE OTRA VEZ PIQUITOS

Tal vez no doy noticia suficiente de mis salidas múltiples al campo, aunque sigo sintiéndome en la gloria cuando paseo por él y me dejo llevar por lo que abarco dejando mis sentidos esparcirse como les viene en gana.
Estuve ayer de campo. Fue en la Peña de la Cruz. Y todo fue un festejo de luz y de amistad.
Hoy fue el lugar Piquitos. Otra vez en Piquitos. Esta sierra más chica, de menos corpulencia, se ha quedado con nombre diminuto frente a las otras sierras que la observan desde casi los cielos. Pero es un roquedal maravilloso, con una perspectiva deslumbrante. Alguna vez la he descrito y no he de repetirlo, entre otras cosas, porque no sé muy bien cómo poder hacerlo sin quedarme muy lejos de su hermosa certeza.
Pero sí quiero repetir cuantas veces pueda que hay tres elementos que me llenan de luz en mi conciencia. Es la primera la sorpresa que desde allí se ofrece a la mirada: las llanuras extensas de la amplia Salamanca, la crestería serrana de estos montes y de Sierra de Francia, con Gata en el final del horizonte; Ávila en sus cogotas y en sus sierras, con el Berrueco aislado en la llanura y el Almanzor perdido en las alturas; y los valles más próximos, que le sirven de pie y de asentamiento. Qué hermoso el Sangusín con sus llanuras, qué bello el Cuerpo de Hombre allá en lo hondo. Todo es amplio y regalo para el oficio hermoso de la vista.
La segunda es la mezcla misteriosa de piedras y de plantas. Piquitos es un parque temático de estatuas esculpidas por los siglos en las más duras rocas. Aquí no ha de esforzarse la imaginación para descubrir figuras memorables. Está Unamuno siempre con gesto pensativo; están todos los indios con pluma y con su cinta; hay figuras de altivos faquires que parecen estar casi en un éxtasis; y están los más cercanos: la lenteja, la tortuga, la cabeza del perro; e incluso hasta algún dios se ha convertido en figura de piedra, cual Jano guardando no se sabe qué puerta. No he conocido nunca museo natural más conseguido. Y tiene entrada libre, tan solo hay que subir a contemplarlo.
Y la tercera es suma de sabores. Ningún monte cercano guarda en el ras del suelo olores y sabores como este. Hoy los ofrecía todos pues es la mejor época de venta y de regalo. Allí por todas pares el tomillo -el rey de todo el monte-, sin levantar del suelo otra cosa que su flor blanquecina y su sabor de aromas intensísimos. El suelo está cosido y enhebrado de esta planta aromática y no hay más que pasar junto a la misma, rozarla con tus pies o acariciar su flor con cualquier mano para que todo el ambiente se cargue de un aroma que invita a la más dulce complacencia. Es el tomillo el rey pero su séquito compone toda una corte de especias que alegran todos los sentidos: los cantuesos, la manzanilla, el incipiente orégano, las escobas en flor en este año tardío, la mejorana, los espinos albares con sus flores vestidas de blanco y de inocencia, el agua que humedece algún regato… Y siempre los roquedos caprichosos y la brisa en lo alto, mezclando y dando fuerza a los sabores.
Desayunar allí con buena bota y un té bien aromado, con riego de un chupito de aguardiente, es hallarse en el museo de los sentidos. La vista se engrandece el oído se afina escuchando los aires y los pájaros, el olfato y el gusto se embriagan con especias tan fuertes y sabrosas, y todo se hace tacto pues las manos buscan brizar las matas o dejarse abrazar por las brisas que lo transportan todo.
Y es un museo barato. Tan solo hay que pagar con el billete de dejarse empapar por lo que ofrece ese espacio tan rico y misterioso de la naturaleza. Allí sigue esperando como siempre, mientras nosotros nos vamos alejando con presteza en la línea del tiempo.

viernes, 28 de junio de 2013

MÁS ALLÁ DEL NOMBRE PROPIO

“Bárcenas en la cárcel”. “Navas lleva a España a la final”. “Obama: No voy a sacar los aviones para coger a un pirata de 29 años”. Son solo algunos titulares que recoge un periódico hoy mismo. Se trata del periódico que me parece menos malo, con muchísima diferencia con los demás medios de papel. Si tomara ejemplos de otros, sobre todo de aquellos que se dicen de investigación, esto se multiplicaría por mil.
Bien se advierte la tendencia a personalizarlo todo, a poner imagen individualizada a las noticias, de manera que parezca que todo depende de una sola decisión y que la comunidad no interesa. De ello no salen más que héroes y villanos, ganadores y perdedores, famosetes y paniaguados a los que se desprecia. Y, sobre todo, supone una reducción del asunto tan grande, que lo convierte en algo deslumbrante pero cegador de lo que realmente afecta a todo el mundo y a las causas que puedan haber provocado esa noticia. Las prisa de la vida y la velocidad con la que se superponen nuevos hechos hace que esas figuras dejen de interesar en cuanto aparecen otras nuevas que les quiten protagonismo, que provoquen más morbo y que sirvan al sistema de ventas con más fuerza.
Veamos las tres noticias tomadas al azar. ¿Realmente lo que más interesa es que un señor encanecido y con ínfulas de chulo puta vaya a la cárcel o que, tras todo ello se adivine una financiación irregular y prolongada en el tiempo varios años de un partido que hoy gobierna y que se nutre de las fortunas del país, tras las cuales andan los ricahones de turno, que son sus clientes naturales? ¿No es esta idea infinitamente más extensa porque nos afecta a todos y porque nos debería invitar a pensar quién es quién y en qué grupos sociales nos estamos moviendo, qué democracia es la que estamos alimentando y qué legalismos son los que nos echan por la cara cada día y cada hora?
Ayer vi el partido de la selección española de fútbol en ese campeonato llamado Copa de Confederaciones. Me gustó la lucha general más que la finura del fútbol desarrollado. Navas jugó solo la segunda parte, sus compañeros se dejaron la piel en el campo y todos terminaron extenuados: Seguramente más que él por haber corrido durante más minutos. ¿Cómo, entonces, se puede decir que Navas lleva a España a la final? ¿Pero este no es un deporte de conjunto? ¿Pero no se alaba sobre todo en nuestra selección la suma de ayudas en el desarrollo del juego? ¿Acaso solo es el gol lo que sirve? ¿Y todos los demás jugadores? Si fuera ellos, le diría al bueno de Navas que, en el próximo partido, corriera él solo y llevara el balón desde una portería hasta la otra sin ayuda de nadie.
Es verdad que el sistema de los Estados Unidos de Norteamérica es presidencialista, pero, de ahí a que el presidente haga personalmente lo que quiera, hay mucha diferencia. Se supone que, antes de mandar alguna operación a sus aviones, debería contar con sus asesores, calcular los pros y los contras, fijarse en los beneficiarios o perjudicados y solo después de todo decidir en un sentido o en otro.
Me resulta evidente que, en este sistema de vida, lo que importa es el escaparate, la apariencia, la individualidad, el héroe inventado, la pasarela, la ráfaga de luz, la exclusiva, el destello, la descarga eléctrica… Y, si puede ser, con cara individual. La colectividad no importa; solo es usada para que siga a ese héroe inventado y que tiene los días contados: los mismos que tarde en aparecer uno nuevo que cambie la ráfaga para seguir cegando la conciencia de cada persona como ser capaz de pensar y de convivir en igualdad de condiciones con los demás.
Y buena parte de la comunidad parece estar contenta con la ceguera y con el aspaviento; de hecho lo aplaude con las orejas, y lo hace tanto más cuanto más lo esquilma y lo entontece. Pues qué le vamos a hacer.

jueves, 27 de junio de 2013

IMPORTA EL CAMINO

Todo en la vida fluye sin remedio. A veces lo hace a empujones y a veces nos lleva por delante sin que nos demos cuenta de cómo nos empuja esa fuerza a nosotros. Hay momentos en los que parece que todo se ha anclado y que nada da señales de vida por más que nos empeñemos y por más afán que pongamos en cambiar la situación. Hay otros en los que todo te arrolla, en los que todo viene sin haberlo llamado y te come la tostada antes de que tú te hayas sentado a la mesa. Por eso a veces te sientes desanimado y otras veces te gana la indefensión. Encontrar un equilibrio suficiente tal vez debiera ser tarea para cualquier humano que aspira a no ser nómada ni oveja de piara simplemente. No es fácil ni simple pues la raya no tiene sitio fijo y nada dice la teoría acerca de si siempre hay que embridar las fuerzas o hay que dejarlas sueltas de vez en cuando para que estiren sus piernas y coman de la hierba que se ofrece en los campos. No es fácil, no.
Pero es que, además, las cosas fluyen incansablemente hacia su destrucción y hacia un destino indefinido con un sentido extraño. Todo se ha de quemar; todo caerá en el olvido; todo se perderá en el teatro final del horizonte; todo se irá poniendo, como se pone la tarde y aparecen la oscuridad de la noche; todo se hundirá hasta el fondo del abismo donde descansará por siempre; todo se halla en camino, con destino hacia alguna parte que es ninguna; todo viene profanando el silencio del útero materno y se desnuda en gritos hasta quedarse de nuevo en el hondo misterio de la nada.
Es, por tanto, el camino lo que importa; la senda lo que interesa; la ruta y el viaje los que nos dan la pauta; la vía y el trayecto los que conviene transitar con pie gozoso. En ese tránsito reducido en el tiempo y el espacio se concitan las fuerzas más extrañas, se dan las ilusiones que aspiran a lo eterno, en un afán confuso de libertad total y de esclavitud perpetua, se acumulan algunas esperanzas de saberes que apenas si sustentan la causa general de la existencia, se pronuncian las fuerzas que nos llevan al espacio exterior o nos invitan a la retirada sutil en uno mismo.
Y nosotros mirando sorprendidos ese afán de luchar de tanta energía o ese empeño tenaz de darse a la modorra, sujetos en activa o en pasiva refleja de toda la oración que ensancha nuestra vida en complementos de todo tipo. Vivir para contarlo y contarlo viviéndolo.

martes, 25 de junio de 2013

POR LAS ESCUELAS DE ESPAÑA


En un período más de horas que de días, se me almacenan elementos que tienen que ver con la educación. Otra vez la educación.
El primero es un montaje audiovisual que recuerda los componentes de la antigua escuela, aquella que me tocó vivir sobre todo en los primeros años de mi pueblo natal: el edificio en planta única, el numeroso grupo de alumnos separados por sexo, la disposición del aula, la pizarra en la pared, la cruz y las dos fotos de los dos personajes presidiéndolo todo, el tintero y la esquila como elementos esenciales de la mesa del maestro (iba a escribir profesor), la estufa y las latas como calefacciones central y particulares, los mapas de España con sus provincias y sus productos más representativos, las cartillas y las enciclopedias Álvarez de diversos grados, el catón, el catecismo, las huchas, el cabás, el globo terráqueo, el pizarrín y la goma, las pinturas Alpino para el que tenía posibles, los aros, la peonza, las canicas, el tirachinas… Y siempre todo el futuro por delante y a las espaldas, con el infinito por frontera y sin señales del tiempo y del espacio.
El segundo es el relato que Luis Bello, en los principios del pasado siglo (entre 1915 y 1920), hace en su “Viaje por las escuelas de España”. Paso a paso y metro a metro, va recorriendo las instalaciones educativas de educación primaria de España y de ellas va dando noticia nada menos que en un trabajo voluminoso que abarca cuatro gruesos tomos y más de mil doscientas páginas. Se trata de un almacén de sensaciones de un enamorado de la educación y de un convencido más de que el aspecto educativo y su desarrollo resultan fundamentales en el progreso de cualquier comunidad. El lector puede detenerse en el apartado que más cercano le resulte. Por ejemplo, de mi entorno recoge impresiones de Candelario y Béjar. Algunas de las palabras que le dedica a esta ciudad estrecha son estas: “EL ENIGMA DE BÉJAR: A caballo en su cerro de piedra, Béjar aguarda con inquietud algún peregrino milagroso capaz de decirle si, desde ahora, será definitivamente una gran ciudad de nuestros días o quedará solo como vestigio pálido de la grandeza pasada. Para contestar, no siendo zahorí, es preciso mirar al río. ¿Andan las fábricas? Pues ya empieza a marchar la ciudad. ¿Siguen paradas? Pues las cosas antiguas bastan (…)
Según sea la respuesta, así diremos quién tiene razón en la polémica de Béjar sobre el emplazamiento de las nuevas escuelas. El edificio, más suntuoso que todos los que llevamos vistos, se alza a un extremo de la ciudad. En la calle céntrica, tendida de un cabo a otro, como la espina dorsal del gran plesiosauro berroqueño, está lo más rico y lo más pobre de Béjar: el barrio aristocrático y el barrio obrero. Las escuelas nuevas, junto a la vieja iglesia medieval y el torreón de las murallas, han ido a buscar, no solo el paraje, sino también el vecindario más extremo. Para llegar a ellas sobre el cabo opuesto, los niños deberán andar un kilómetro. ¡Pero si todos los problemas de Béjar fueran tan fáciles de resolver como este! El barrio rico ya se hará otras, además de las que tiene, y si la ciudad vuelve a crecer, no le faltarán recursos para construir locales nuevos. Así plantea Béjar sus conflictos: “!O todo o nada!” Las abejas del escudo no piden más sino que las dejen trabajar”. Y sigue con la descripción.
El tercero es el asunto de las traídas y llevadas Becas del Estado y la actuación del ministro señor Wert. ¡Lo que hay que wert! Parece que el artista anda pensando en dar marcha atrás en sus planteamientos. Tal vez porque sus declaraciones grandilocuentes siempre dan pie a poner de manifiesto las trampas de su ideología. Porque es ideología lo que vende; claro que lo es. Y no seré yo quien se lo critique, porque siempre he defendido que hay que plasmar en las leyes lo que se derive de la ideología correspondiente. Es más, estoy seguro de que cree firmemente en lo que dice y hace. Contra lo que hay que luchar con la palabra no es solo, ni sobre todo, contra el señor Wert sino con la ideología que defiende, esa que separa siempre ricos y pobres, listos y torpes, vencedores y vencidos, jefes y subordinados…, en un sálvese quien pueda y en un mejore usted la especie que así se acaban las dificultades. Y eso que, si yo tuviera que opinar en extenso, lo haría con matices y defendiendo la exigencia en la enseñanza y en la educación; pero para todos en igualdad de condiciones y no de esta manera tan tramposa.  

Y todo esto en los días en los que se termina el curso y ese mundo se marcha a descansar y desconecta de una manera que me parece absolutamente de locos. Como si esto fuera una carrera de vallas y al saltarlas las miráramos con desprecio y las mandáramos enseguida al olvido. Como si la enseñanza y la educación no fueran un placer en el descubrimiento continuo de las cosas ¡Hasta septiembre u octubre! ¡Qué barbaridad!

lunes, 24 de junio de 2013

SALAM ALEIKUM. ALEIKUM SALAM


Esta amplia península que, siempre que la veo en un mapamundi, la imagino encajada en el noreste de los Astados Unidos, de donde se desencajaría vete a saber cómo y cuándo, está, a día de hoy, separada del norte de África por un estrecho muy estrecho, tal vez minado en su suelo y lleno de restos de barcos y de huesos de personas que hayan intentado cruzar a nado las dos orillas. Eso de la historia de la conquista de España por los árabes no es más que un episodio más en la larga carrera de los baños y de los pasos en barca, en una tabla cualquiera o simplemente a nado.
Hoy el asunto anda más fácil. O más difícil, según se mire, porque lo que no expulsan las aguas lo hace ir al fondo cualquier disparo de los vigilantes de la playa. El caso es que tenemos las dos orillas inundadas de ciudadanos de las dos latitudes que se mezclan o se enfrentan según los casos, o que se dan la espalda, como si mirarse de frente y con confianza resultara sencillamente imposible.
Todo lo que se refiere al mundo musulmán nos llega a los occidentalitos de a pie a través de lo que nos regalan los medios de comunicación y, en estos pagos del sur del viejo continente, con lo que ya casi a diario podemos ver por nuestras calles y plazas.
En los últimos meses, además de todas esas imágenes, seleccionadas vete a saber con qué criterios, he tenido oportunidad de acercarme al mundo musulmán a través de tres medios complementarios. Mi visión aún sigue siendo parcial, pero creo que ahora es un poco más fiel y aproximada a lo que realmente late en ese mundo tan amplio como complejo. Alguna vez me he atrevido a decir que, para el siglo XXI, las dos dificultades principales iban a ser el agua y el islam. No he cambiado mucho de opinión. Desgraciadamente.
Las tres fuentes en las que he bebido en estas últimas fechas han sido muy distintas. Una de base absolutamente religiosa: la lectura íntegra del Corán. La segunda ha sido la lectura del libro “La revolución europea. Cómo el islam ha cambiado el viejo continente”, Christopher Caldwell. La tercera ha sido el libro “Yo muero hoy. Las revuelta en el mundo árabe”, Olga Rodríguez. Bastantes más de mil páginas en total.
Creo que algo he dejado dicho en esta ventana de los dos primeros. El primero es el libro sagrado de más de mil millones de personas; el segundo ofrece una visión muy negativa de la influencia que los emigrantes árabes ejercen en Europa, y el tercero es casi una crónica de urgencia y de primera mano de una periodista joven que ha vivido en directo la llamada primavera árabe, y que ha dictado una crónica escrita casi con las tripas en la mano.
De modo que tres patas para un banco: la base religiosa y dos visiones totalmente contrarias de la realidad musulmana.
Para un lector occidental como yo, que tengo referencias casi siempre indirectas con personas árabes (algunas son directas y no son malas), ese mundo se presenta como una amalgama en la que no veo la solución casi por ningún sitio.
Me parece que, para empezar, si los elementos religiosos no se humanizan un poco y se racionalizan (que alguien me diga cómo se hace eso sin entrar en contradicción), ese mundo no puede avanzar por la senda de la modernidad ni del progreso. Y mucho menos de la justicia. De modo que a ver si se ponen de acuerdo y hacen algo comprensible todo eso del profeta, de la guerra contra el infiel, de la fe por encima de la razón, de la función de las mujeres o del sometimiento de la ley positiva a los intereses religiosos interpretados por unos elegidos sin control.
Sobre el sustrato de la religión, se asientan todos los otros elementos de vida real y de estructuras sociales, políticas y económicas que conocemos y que nos presentan un cuadro general en ese mundo de unas desigualdades absolutamente insultantes y unos atrasos históricos que nos sitúan en la Edad Media para nosotros si pensamos en la sociedad general y no en esos exponentes arquitectónicos o de lujos personales que solo ocupan a unos cuantos mientras que el resto se muere de hambre y de incultura.
Nada de ello sería posible sin la superestructura internacional en la que destacan tres o cuatro grandes potencias que mueven todos los hilos y que mantienen la élites opresoras en esos países. A la cabeza de todas, USA, cuyos servicios secretos, subvenciones, sobornos e intereses comerciales marcan la pauta y deciden cambios o continuaciones a su antojo. Las estructuras coloniales del pasado siglo esclarecen también muchas cosas.
Y, en medio de toda esa tormenta, la gente normal, se conformaría con tener algo que llevarse a la boca y que nada tienen que ver con las imágenes que a diario nos proyectan los medios.
La joven y comprometida periodista Olga Rodríguez cuenta de primera mano y en forma de crónica mucho de lo sucedido a diario en las calles de las ciudades del norte de África. Conocedora directa y amiga de muchos de los principales insurgentes, traslada en sus páginas la existencia de esa rabia que se vierte en las calles y en las plazas, muchas veces desde la indignación individual y con los medios de convocatoria más rudimentarios. Tal es el grado de carencia y de indignación que, casi sin esperarlo, se encuentran en la plaza con miles de personas que quieren explotar en común el malestar que les invade el cuerpo y la emoción.
Las primaveras árabes tienen en su eje a personas que simplemente no pueden más y se echan a la calle. Después, en pocas horas, las plazas se llenan y la atmósfera se hincha de humores y de entusiasmos que esperaban irse al aire y a las voces compartidas.
Hossam el-Hamalawy, Lilian Wagdy, Mona Seif, Alaa, Wael Abbas, Nora Yunis, Ahmed el-Masry, Aida Seif, Hossam Shukralleh, Jaled Said… son solo nombres que se han multiplicado por muchos miles en Egipto, en Túnez, en Libia, en Siria y en otros países de religión musulmana del norte de África y del Oriente Medio. Algún fuego ha prendido en todas esas regiones que no sé si no va a guardar ya para siempre un rescoldo dispuesto a reavivarse en cualquier momento.
Frente a ello y sus escasos medios, por desgracia, se siguen moviendo los lastres de la religión y de los poderes casi infinitos de esas minorías establecidas desde siempre, en el mundo árabe y fuera de él. La realidad no es demasiado halagüeña a la vista de cómo se van desarrollando los acontecimientos. Los llamados genéricamente Hermanos Musulmanes en realidad nunca han estado al frente de ningún cambio significativo y su acumulación de poder implica un retroceso que a muchos hace pensar si no sería mejor quedarse en Guatemala antes de caer…
Un mundo muy complejo este de los países árabes y de la religión musulmana como base y superestructura. Tampoco desde el mundo occidental les ofrecemos ejemplos que les puedan entusiasmar. La mejor prueba es de qué manera los más extremistas nos rechazan con cualquier método.
Cada día me convence un poquito más un esquema de vida en el que el principio del sentido común, resultado de la racionalidad entendida como un esfuerzo por encontrar algunos principios de convivencia razonables, se suma a la buena voluntad para todos los casos en los que ese sentido común se dé cuenta de que la razón no alcanza todo y de que la convivencia exige serenidad y cesión por parte de todos. Claro que, para ello, debemos admitir que la persona, por el hecho de serlo, es igual a todos sus semejantes, y tiene los mismos derechos y los mismos deberes. Y esto ya anda complicado. Ufffffffffffffff

domingo, 23 de junio de 2013

UN SONETO MIEDOSO PARA EL MIEDO

UN SONETO MIEDOSO PARA EL MIEDO
De todo lo que guardas y almacenas
es el miedo la más soberbia muestra,
el que impone sus garras y su aliento,
el animal doméstico más fiero.

Él te impone sus filias y sus fobias,
los dioses y los santos, las congojas
que pueblan tus anhelos, tus dolencias
y el ángulo más laxo en tu conciencia.

No cobijes al miedo cual si fuese
un exiliado más y te pidiese
una morada en la que guarecerse.

Si lo acoges, verás cómo domina
todo lo que te inventas día a día,
cual señor absoluto de tu vida.

viernes, 21 de junio de 2013

HOY OLVIDÉ LAS RUTAS

HOY OLVIDÉ LAS RUTAS
Hoy licencié mis pasos y cultivé tus huellas,
la lentitud sabrosa de tus surcos,
la brisa y el placer de tus montañas.
Giré sobre mí mismo hasta olvidarme
y encontrarme de pronto por tus calles.

Tus labios en el frío de los míos
se hicieron blanda brasa y se acombaron
como un feliz paréntesis del agua.
Navegué por los mares de tu boca
y fueron las mareas un encuentro
de dos pasiones juntas, el banquete
de extraños navegantes solitarios
que, llevados de euforia, se devoran
en lenta ceremonia de autofagia

Mandé en expedición a mis diez dedos
por las ocultas caras de tu cuerpo,
resbalé por tu espalda,
rozando lentamente tus caderas,
y di la vuelta al templo,
y encontré los paréntesis del tacto,
y naufragué en el mar de los sargazos,
y realicé inmersión y me ganaron
las ansias de perderme
en aquel temporal tan agitado.

Y terminé a tus pies, desfallecido,
como quien ha hecho cumbre
y mira y se complace en el silencio,
después de darlo todo en la subida.

Hoy olvidé las rutas y eliminé los mapas,
esos que tantas horas me contemplan
hollando otros senderos
menos satisfactorios, menos ricos.

jueves, 20 de junio de 2013

UNA IMAGINACIÓN DE CUENTO

Asistí esta mañana a la entrega de premios de un concurso literario para niños convocado por el colegio María Díaz. Hace escasos días habíamos fallado este concurso después de una larga tarde de lectura y de intercambio entre tres profesores del citado colegio y yo mismo.
Me satisface y me llena de alegría ver que aún quedan reductos en los que se promociona la lectura y la escritura con el señuelo de premios, de menciones y de reparto de regalos para todos.
Siempre que asisto a un acto de este tipo se me reaparecen un par de consideraciones que tienen que ver conmigo mismo y con la ciudad estrecha en la que vivo.
Este concurso es de promoción privada y son los profesores los que se buscan la vida para participaciones y para regalos. Esta mañana estaban todos los niños y todos los profesores (tan solo habían dejado a los más pequeñines en las aulas porque no parece que el acto fuera adecuado a su edad). La promoción y la participación habían llegado a todos los colegios de la ciudad y de la comarca. De hecho, los premios también estaban repartidos entre alumnos de diversos centros y lugares. Se leyeron los cuentos ganadores. Los niños atendieron razonablemente bien y tuve la impresión de que todos salieron contentos y dispuestos a participar en próximas ocasiones. Y, en medio de la lectura, oh milagro, una chica joven traducía al lenguaje de sordomudos todo lo que allí se decía. Un niño recibía atento las señales y yo me emocionaba con lo que veía. El ayuntamiento tan solo había cedido el local para la entrega. ¿Dónde estaba en empuje de la concejalía de cultura? No se necesita apenas dinero, solo ilusión y algo de imaginación para promocionar la participación en la cultura y ahormar un premio con participación general de todos los niños. Pero es que hay la escala de valores que hay y a ella nos tenemos que atener. Por parte del ayuntamiento y por parte de toda la sociedad.
La segunda consideración me resulta más personal y más dolorosa aún. Vuelvo la vista atrás y me avergüenzo -una vez más- de lo escaso de las actividades culturales y específicamente literarias que se llevaron a cabo en mi instituto. Seguro que una parte de culpa me la tenga que atribuir a mí mismo. Es posible. Pero, a poco que se rastree, se verá que mi nombre anda en las iniciativas y en las realizaciones conseguidas, que realizamos algunos talleres de creación, por ejemplo, y conseguimos la publicación de tres libritos de participación colectiva; que la revista, más mal que bien, terminaba componiéndose cada curso con el impulso sobre todo de mis alumnos y con mi propia participación; que los recitales los preparaba yo… Y anoto estos asuntos no por ningún mérito personal: era mi trabajo y era mi vocación. Lo hago por el erial departamental en el que casi siempre me sentí, por la sequedad que me transmitía el contexto más próximo y por la ceguera que creí notar cada vez que quería abrir los ojos a mi alrededor. Tampoco estoy del todo seguro de que en otros centros el asunto fuera mucho mejor. Poco me importa: me sentía entonces mal, y me siento ahora igual de mal al recordarlo. Y no concretaré más, que ya lo he hecho para el buen entendedor.
Si solo prestamos atención al PIB y al POB, estaremos creando una sociedad de tontos útiles solamente. Útiles para quienes son útiles, por supuesto, y no precisamente para esos tontos.
Me invitaron a saludar en público a todos los chicos. Apenas les desbrocé esta idea: “Os podrán quitar todo, os podrán manipular casi cualquier cosa, querrán conduciros por donde mejor les convenga…, todo está en peligro si no andáis alerta. Pero hay algo intocable, algo que nadie jamás podrá robaros, algo que os pertenece de manera personal e intransferible, algo que os hará dioses si queréis y esclavos si lo deseáis… Es la imaginación, vuestra imaginación. Explotadla, cultivadla y vivid a partir de ella”.
Creo que lo entendieron, a pesar de su corta edad. Y me vine contento para casa pensando en ellos, en el colegio y en todos los niños. Después le saqué punta y… ya veis.

martes, 18 de junio de 2013

UNA TEORÍA ESPECIAL DEL CAOS

Supongamos, que esto todavía sigue siendo gratis, que un día de estos nos vamos de tonda, o sea, a robar cerezas a los montes de Hervás. Supongamos que acertamos con el tiempo porque ha dejado de llover y de empeñarse el tiempo en no consentir que el sol se apodere del paisaje y de que suelte los cuerpos al calor y al despendole. Supongamos que yo me sigo encargando de los asuntos atmosféricos porque tengo algo de vara alta en los asuntos celestiales, aunque no haya manera de encontrar hilo directo con los representantes eclesiales de la zona. Supongamos, además, que las cerezas se hallan en su punto, con ese colorete oscuro y denso que provoca a las manos y las hace alargar como sarmientos en busca de las paredes. Supongamos, incluso, que los andares se nos hacen llevaderos por esas cuestas que ascienden hasta la base del Pinajarro y que llegamos hasta bien arriba, hasta donde los regatos se desploman como cervatillos saltando por las peñas, sin saber exactamente adónde van. Bueno, no sé si no es ya mucho suponer. Pero es que habíamos dicho que eso de la suposición todavía era gratis, y encontrarse con algo regalado incita a almacenar de su sustancia para las horas difíciles y para los momentos de escasez.
Pues bien, ya hemos supuesto y estamos en cuesta abajo, a la vera de una finca llena de árboles cargaditos de cerezas pidiendo ser recogidas y liberadas de la invasión de los pájaros. Acaso es un día de diario pues los de fin de semana suelen andar por ahora cargados de hijos y familiares de las capitales que vienen en ayuda de los nativos para hacer más liviana la carga del alivio de los cerezos, y ahora, en medio de la semana, a pesar del paro y del buen tiempo, acaso los campos anden más solos. Acaso. Tal vez, a esas alturas serranas, el señor mayor del valle se haya cansado de subir y hasta se haya olvidado de aquellos cerezos que cultivaba con tanto mimo hace tan solo unos años, pero que ahora, con los años que se van echando encima y los precios bajos que se le ofrecen por cada cesta o caja de cerezas, puede que piense que no merece la pena andar subiendo y bajando, extendiendo y encogiendo manos, apañando y desapañando fruto.
Tal vez entonces sea el momento de poner en marcha la teoría de las causalidades, esa que viene a demostrar que la realidad parece un caos extraño y siempre caprichoso, pero que, en realidad, no lo es tal porque todo sistema tiene sus excepciones y se justifica precisamente por esos casos especiales, de modo que son esos momentos extraños que no obedecen a la lógica abstrusa de los razonamientos los que aseguran que la teoría es buena y aplicable, si bien conviene no abusar de ella ni en tiempos ni en repeticiones.
En tal caso, nos situaremos cerca de un cerezal abundoso y reluciente, nos elevaremos sobre una pared, hasta la que habremos subido tranquilamente pero oteando el horizonte, abocinaremos la boca con las manos y, primero suavemente y luego con toda la fuerza posible, invocaremos la presencia de un posible dueño con nombre un tanto extraño -o al menos escaso, pues esto de la globalización lo está poniendo todo por los suelos-. Con Anselmo no suele dar malos resultados. No es necesario invocarlo más de dos o tres veces. Si no responde nadie, todo el monte será desde ese momento orégano; si responde alguien, habrá que ser ágil para pedir disculpas y entender el equívoco como única manera de seguir el camino e intentar la jugada un trecho más allá. La costumbre y la agilidad mental siempre se ponen de tu parte si no alteras tu ánimo.
Pero la teoría de las casualidades implica demasiadas variables para que se dé la segunda de las posibilidades. Vamos a ver. ¿Por qué tiene que saber el dueño que el cielo no le va a jarrear encima? ¿No puede pensar que mejor está sentadito a la sombra en su jardín en vez de andar por esos campos de Dios? ¿No se acordará de lo poco que van a pagarle por el esfuerzo que va a tener que realizar durante toda la jornada? ¿Pero el buen hombre de Dios va a tener que llamarse Anselmo precisamente? ¿Seguro que tiene familiares en Madrid o en otras ciudades? ¿Por qué tienen que venir a ayudarle y menos en un día de diario? Y para remate, si tiene que encontrarse con algún furtivo que le lleva las cerezas de su campo de frutas, ¿por qué ha de ser con nosotros y no con los que habían pasado antes o han de venir más tarde? No hombre, no, hasta ahí podíamos llegar. Poca mano he de tener yo en eso del azar y de las teorías del caos controlado o a nosotros no nos tiene que tocar la china, pues todas son coincidencias realmente triviales, pero todas a la vez no se pueden presentar.  
Lo malo de todo es que con que se salten la línea del azar a la torera dos variables ya me descabala todo el proceso y me arruinan la mañana. Porque lo cierto es que las tierras están allí, que algún dueño han de tener, que alguna vez subirá a verlas y tal vez a coger las cerezas, que por qué no va a tener algún familiar que se preste a ayudarle en estos días primaverales, y que alguna persona se llamará Anselmo. Es más, lo mismo ese día no va nadie por esos caminos salvo nosotros en busca de las cerezas. Qué sé yo, se dan tantas casualidades…
En el fondo,  es lo mismo que me pasa y nos pasa en la vida diaria y en cualquier ocasión, que andamos tentando la suerte y nos encontramos sorprendidos en cuanto se altera la sucesión de hechos y nos hacen pensar en las razones de esa ruptura.
Así que ya veremos si venimos con cerezas robadas o del mercadillo. Porque no se completaría la teoría del caos si al bajar no nos acercáramos a comprar unos kilos de cerezas en el pueblo. Tal vez al mismo dueño de la suerte en la que hemos saciado nuestras ganas de ir de tonda y de embaular cerezas hasta el hartazgo.

domingo, 16 de junio de 2013

EL TIEMPO INTEMPORAL


EL TIEMPO INTEMPORAL
El tiempo intemporal, he ahí su truco,
su vara y su chistera, el espejismo
que anula toda lógica mostrenca.
Él juega a la ruleta sin pasión,
quema la noche con cualquier pretexto,
dispone al organismo en orden cuartelero
contra cualquier sujeto, y lo elimina
con el antiguo mal del almanaque.

Son sus apariciones viejas luces,
pequeñas variaciones
de la tenaz paciencia de la monotonía:
es la luna que cambia de apariencia,
el orinal que se hace necesario
cuando menos lo piensas
al lado de la cama
y te hace ver la noche para siempre
con la forma especial del recipiente,
o es, de pronto, la falta de apetito
y el espejo maldito que devuelve
esa figura extraña que se parece a ti
pero que apenas si la reconoces.

Todo, al final, se achica en tu presencia,
las cosas del vivir son menos cosas
y todas se conforman en fotos parecidas.

El tiempo, mientras tanto, anda a su aire,
sin mirar el reloj
ni saciarse del mundo de las horas;
nos engaña con trucos de segunda mano.
tal vez porque nosotros no sepamos
plantar cara a los ojos de la nada.

Si hay que morir, se muere: al fin y al cabo
tal vez sea la respuesta más sincera
a esa burla del tiempo, que se empeña
en marcharse desierto y silencioso
mientras nos deja en celo y al cuidado
de tanto empeño inútil
de las pequeñas cosas
que nacen y se mueren con los días contados.

viernes, 14 de junio de 2013

UN GUION DE REYES MAGOS

Eso que llaman novela histórica anda siempre rondando y asomándose al borde de los anaqueles y de los escaparates, como en una invitación continua al cógeme y léeme, como si fuera un placebo para rellenar tardes y ratos del tiempo perdido, ese que se pierde quieras o no quieras pero que nos empeñamos en que de algunas maneras parezca que le damos como cuerpo y consistencia, como si el final fuera a ser otro distinto del prefijado.
Si a esa novela la tintas con elementos religiosos y tratas de fundamentarla en chismes de carácter extraño y oblicuamente evangélico, el asunto suele funcionar muy bien y las páginas se compran y se leen como rosquillas. Al fin y al cabo, seguimos empeñados en dar carta de naturaleza a aquello que se nos va de las manos en brazos del tiempo y del espacio y que se desploma más allá del horizonte, en cualquier atardecer decorado tal vez con telas barrocas propias del mejor espectáculo.
De todas las fuentes bíblicas no sé si no sería de las mejores aquella que mana olores y colores de los reyes magos. Tengo para mí que se desgrana este asunto en tantas variantes que el autor que lo encarara se perdería en un cuerpo de no menos de 500 páginas, sin contar los agradecimientos ni las aclaraciones con dibujos y grabados, que tan socorridos resultan últimamente.
Por ejemplo, se podría bucear en el origen geográfico de los coronados. Y en esta variable caben todas las posibilidades. Ya se sabe que entre las más próximas a la pureza formal vaticana está aquella que los hace caminar nada menos que desde los extremos de Europa, exactamente desde las costas gaditanas. Pero vete a saber qué impide colocarlos en camino desde lo más profundo de la India o desde las faldas frías del Everest, o incluso desde cualquier lugar del otro lado del charco. Aunque, dándole vuelos al asunto, traerlos desde alguna galaxia lejana los pondría más al día y los actualizaría que no veas.
¿Y qué decir del camino hasta Belén? Porque no es lo mismo ir costeando que pasando sed por los desiertos, ni traspasar ciudades que aterrizar en lugar público o privado y descender de una nave majestuosa ella y en forma de hongo. Y las distancias, claro, las distancias. Sobre todo si hay que andarlas en camellos, o se nos estropea la nave. Anda que no da eso para que la imaginación no se despliegue.
¿Y qué seguían? Una estrella. Vete a saber. ¿Y por qué no un OVNI? Claro que todo esto hay que ordenarlo un poco porque seguir, por ejemplo, un OVNI con un camello… Vamos, no me digas, pobres camellos.
Y todo ello dando por bueno que fueran tres los susodichos reyes magos, porque no está nada claro esto del número. De hecho hay apuntes y fuentes para todo tipo de cuadrilla: tres, seis, doce. Es verdad que son más manejables tres que seis, pero dan mucho más juego seis que tres. Por ejemplo haciéndolos salir desde distintos lugares a cada uno de ellos. ¿En qué lugar confluirían para comerse la primera merienda juntos? ¿Habrían quedado ya por móvil o por facebook? Para esta gente todo es posible; y mucho más en misión divina. ¿Qué se contarían al verse?
Tampoco es asunto baladí eso del rey de color negro. Esto de quedarse en minoría étnica el negro no está tan claro ni cumple lo políticamente correcto en estos tiempos. ¿Por qué no poner uno de cada raza? O uno del color arco iris. Por ejemplo el que viniera del espacio exterior. Huy, esto no se puede despachar así como así, que luego puede haber protestas y la distribución del libro se resentiría.
¿Y aquello de la degollina de los niños por cuenta de Herodes? Es que vaya una manera de irse de la lengua estos extraños reyes en el palacio de Herodes. Por su culpa se produjo una degollina terrible. Este se podría dulcificar de alguna manera, de forma que en la mente de los padres no quedara para siempre esa imagen de acusicas y en los niños esa imagen de miedo, como si les pudiera tocar a ellos también. Es más, en este ambiente de miedo no sé si no se resentirá también el cupo de regalos del 6 de enero. Y todo ello dependiendo de la fecha exacta en la que los coloquemos cerca del portal porque, o las cuentas no salen, o eso de matar a todos los niños menores de dos años parece indicar que cualquier medio de transporte andaba retrasado ya entonces y los reyes llegaron cuando el buey y la mula ya andaban pastando por los prados después de cumplida su función de alentar en el pesebre.
¿Y la adoración, eh? ¿Y la adoración? Porque esto del pesebre con varios coronados en la cola no es fácil de escenificar ni de visualizar. Que son varios y todos traen séquito. Y ninguno está acostumbrado a las estrecheces. De hecho, mira qué regalos tan cumplidos le traen al niño. ¿Y varios reyes en un pueblo pequeño? Qué jaleo y qué revolución entre las gentes. Ordenar todo esto no debe de resultar sencillo, no. Qué va, ni mucho menos: intendencia, seguridad ciudadana, alojamientos para personas y para animales… Vaya lío. Y sin saber para cuánto tiempo son las reservas, porque unos reyes tienen que descansar al menos unos días antes de la vuelta.
La vuelta, ¿hacia dónde?, ¿de qué manera? Otra vez vuelta a la imaginación y a las posibilidades diversas. De aquí salen varias novelas y varias películas. Un éxito total de ventas en todos los países. Y algún óscar de esos de Hollywood.
Por cierto en la biblia esto se cita casi de pasada en Mateo y en alguno de los evangelios apócrifos. No importa, así hacemos más a nuestro antojo otro cuarto u otro quinto milenio. Al que lo intente yo le animo a que deje a los reyes magos de vuelta juntos y en un lugar en el que sus restos comiencen otro ciclo de alucinaciones y de entretenimientos.
Al fin y al cabo, en algo hay que emplear el tiempo para matarlo y para matarnos nosotros con él. Algo así como lo que llevo haciendo desde hace un rato esta mañana calurosa de junio en un vaivén sin causa de mi mente y de mi reloj. Quizás para convencerme un poco más de que desde cualquier tontería se puede tejer toda una serie de secuencias y de pequeños hitos, señuelos de ilusiones y de espejismos.
Ah, y todo esto si es que no son los padres, porque yo cada año lo tengo menos claro. Vale.

jueves, 13 de junio de 2013

REPOSABA DON QUIJOTE...


Tengo atrasadas algunas sensaciones que debería anotar en esta ventana casi diaria porque, si no lo hago, se marcharán al aire y se harán nada en poco tiempo, dejándome la pregunta sobrecogedora aquella del fin de las cosas: “Cuando el amor se acaba, ¿sabes tú dónde va?”.
Una de ellas es la de la imagen del caballero y del escudero a los que, de nuevo -y van…- he dejado encerrados, a uno en su sepultura y al otro en su casa gastándose los escudos sobrantes de sus correrías y soñando con la ínsula mejorada en la que ejercer con el mismo brío pero con mejor resultado económico y corporal.
Tengo anotadas cinco lecturas en los cinco últimos años, desde la última edición de las varias que poseo del inmortal libro del caballero don Quijote. Antes no sé cuántas veces lo habría leído ya. Tampoco sé si lo volveré a desempolvar alguna vez más o se quedará mirándome desde alguno de los lugares en los que descansan las ediciones que poseo. Creo que de esta obra ya conozco muchas cosas y estoy seguro de que sigo desconociendo muchas más. Cada lectura es un cúmulo de verdades y un rocío de emociones nuevas o cargadas con distintos matices. Siempre llueve paro nunca de la misma manera. Y yo sigo acercándome al libro con la misma devoción y eso me enriquece y enriquece la lectura.
Seguramente es verdad que lo que siempre se cuenta es lo más duradero y esencial: esas posturas ante la vida, complementarias entre los dos personajes fundamentales de la obra; esa enseñanza y esa certeza de que todos somos un poco la suma de lo inmediato y del ideal a largo plazo, del egoísmo y del desprendimiento, de la obcecación y de la sensatez, de lo singular y de lo plural, del futuro y del presente.
Pero a mí, desde hace muchas lecturas, me viene interesando más la manera en que se concretan esas sensaciones y esas verdades; y me entusiasma la manera en la que el autor -cada día tengo menos claro con qué grado de consciencia o de inconsciencia- va glosando y va dando cuerpo a estas ideas. Porque sigo pensando que en el Quijote está absolutamente todo, que representa un almacén en el que todo se acumula y se conserva para el que quiera ir a buscarlo. Y estoy seguro, además, de que todo lo presenta con un tono tan burlón e irónico, que es casi imposible no dejarse llevar por el camino que el escritor quiere, hasta incluso dejarse ablandar y llegar a justificar, y hasta a divertirse, con los aparentemente injustificables desajustes que en la novela se producen.
Quédese don Quijote dormido, que su muerte no es posible, aunque Cide Amete Benengeli y su amanuense Cervantes dicen que “entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu, quiero decir que se murió”. Quédese Sancho haciendo pucheros ante su amo desfallecido. Y queden los familiares y amigos de don Quijote satisfechos con su aparente retorno a la cordura.
Ninguno de ellos puede atajar la sangría de entusiasmos y de empujes que sigue produciendo en sus lectores y en todos los que desde entonces encuentran -encontramos- ejemplos sin fin para poner los pies en la vida y no llenarlos de fango con cada paso. Y poco importa que andemos con paso de fiesta o con camino de seriedad. Para todo hay remedio en el libro inmortal.
De modo que le daremos tal vez un año de reposo -ese que deberíamos dedicar a la labor pastoril que ahora él y sus allegados no pueden ejercer- para resucitarlo de nuevo y volver a la correrías y a convertirlo y convertirnos en caballeros de esos “que a las aventuras van”.
No sé si no será demasiado tiempo.