EL TIEMPO INTEMPORAL
El tiempo intemporal, he ahí su truco,
su vara y su chistera, el espejismo
que anula toda lógica mostrenca.
Él juega a la ruleta sin pasión,
quema la noche con cualquier pretexto,
dispone al organismo en orden cuartelero
contra cualquier sujeto, y lo elimina
con el antiguo mal del almanaque.
Son sus apariciones viejas luces,
pequeñas variaciones
de la tenaz paciencia de la monotonía:
es la luna que cambia de apariencia,
el orinal que se hace necesario
cuando menos lo piensas
al lado de la cama
y te hace ver la noche para siempre
con la forma especial del recipiente,
o es, de pronto, la falta de apetito
y el espejo maldito que devuelve
esa figura extraña que se parece a ti
pero que apenas si la reconoces.
Todo, al final, se achica en tu presencia,
las cosas del vivir son menos cosas
y todas se conforman en fotos parecidas.
El tiempo, mientras tanto, anda a su aire,
sin mirar el reloj
ni saciarse del mundo de las horas;
nos engaña con trucos de segunda mano.
tal vez porque nosotros no sepamos
plantar cara a los ojos de la nada.
Si hay que morir, se muere: al fin y al cabo
tal vez sea la respuesta más sincera
a esa burla del tiempo, que se empeña
en marcharse desierto y silencioso
mientras nos deja en celo y al cuidado
de tanto empeño inútil
de las pequeñas cosas
que nacen y se mueren con los días contados.
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