jueves, 28 de febrero de 2013

LAS OREJAS AL LOBO



Me sigue pareciendo un hecho histórico este asunto de la renuncia del Papa. Por lo inusual en todos los siglos y por las verdaderas causas que hayan podido motivar esta dimisión.
He visto las imágenes de su salida del Vaticano y su traslado a Castel Gandolfo (Vaya un lugar paradisíaco para descansar, para leer, para pensar, para escribir, para mirar, para respirar, para amar, para…). Las he visto en un par de canales de los del TV Party, o sea, de los que emiten ad maiorem papae gloriam. Creo que los otros canales generalistas no las han transmitido y me parece que se equivocan en este caso porque el asunto tiene algo más de importancia que un sarao barriobajero.
En la que depende directamente de la iglesia de España, directamente lo han echado todo a perder con esas caras melifluas que se arrodillan y se mueren de gusto solo con que el Papa mire para cualquier sitio, o comentan como milagro cualquier nimiedad. En la otra habían incluido a un agnóstico y a un par de católicos menos meapilas y el presentador se las veía y se las deseaba para contenerlos y para que no le chafaran el festejo. En todo caso, lograron colar algunas reflexiones sencillas pero muy enjundiosas, por si acaso se podían oír y acaso pensar en ellas.
En ambas cadenas, todo se adornó con llamadas de espectadores que no hacían otra cosa que poner la guinda melosa al pastel de caramelo que se estaba degustando. Tampoco se podía esperar demasiado de este sector de participantes telefónicos.
Creo que terminan consiguiendo -una vez más- lo contrario de lo que seguramente buscan. Y no tengo por qué pensar que fingen sus exaltaciones e hipérboles; seguramente se lo creen y viven felices en esos parámetros. Mejor para ellos. Pero a mí me producen una sensación de desánimo que no consigue otro resultado que apartarme un poco más de esas prácticas y de esos esquemas.
Tal vez hoy no fuera el mejor día para reflexionar acerca de las razones que han llevado al abandono del líder de más de mil millones de personas, que, aunque en distintos grados, son muchas personas, y por eso este fenómeno es histórico e importantísimo. Pero es que esta es la clave. Por otra parte, el susodicho líder no desaparece, seguirá con el halo de misterio y de peregrinación hasta las puertas de su casa.
Alguien, creo que el más sosegado de todos los contertulios, agnóstico él, vino a recordar que la iglesia católica está bastante afectada por asuntos de todo tipo: pederastia, homosexualidad, asuntos de dinero, luchas por el poder, esquemas eclesiales, dogmas ininteligibles, iglesias vacías, auge de otras variantes religiosas, falta de participación y de democracia… Suponía él -y supongo yo- que este pontífice le ha visto las orejas al lobo -o mejor a los lobos-, ha dado una patada en la mesa y sencillamente ha abandonado ante la imposibilidad de arreglar tanto desaguisado. Es como si viniera a decir algo así como esto: Esta barca hace aguas por muchas partes y hay mucho que arreglar en ella. Si no nos ponemos todos a la obra, esto tiene difícil solución. Yo no puedo, vosotros veréis qué se puede hacer. ¿SE ME ENTIENDE?
Supongo que en esa casa hay muchas orejas abiertas. Tal vez para haber escuchado lo que no era necesario que hubieran escuchado. No sé si para escuchar y hacer caso también a estas reveladoras palabras de confesión.
Lo peor es que el asunto afecta a demasiadas personas en el mundo. Y esto lleva dos mil años de rodaje.

miércoles, 27 de febrero de 2013

SI PRONUNCIO TU NOMBRE

SI PRONUNCIO TU NOMBRE
Si digo rosa estoy poniendo nombre
a todos los rosales de la tierra,
a toda podadera que dio forma
a la ornada presencia del rosal,
a la simiente, al flujo de la lluvia,
a la semilla hundida entre la tierra
y a quien soñó algún día su existencia.

Porque decir tu nombre es dar certeza
a todos los demás nombres del mundo,
a todos los recuerdos del pasado
que habitaban el sueño del olvido;
es desencadenar una tormenta
de todo lo que fue antes cielo y nube,
tejido desgastado por el uso,
restos entre los restos de los restos
e ilusiones perdidas en el fluir del tiempo.

Porque hacerte presente en la palabra
significa tocarte con los labios,
libar de los sonidos que te encarnan
y sembrarte de luz y crecimiento,
es recoger en forma de sentencia
la plenitud, el ser definitivo.

Hoy digo rosa, nieve, amor, alondra,
y pronuncio tu nombre
como fiesta suprema de los nombres,
como noble resumen
de todo lo que quiero que llene mi conciencia.

martes, 26 de febrero de 2013

UNAS GOTAS DE NOSTALGIA


Confieso que hay asuntos que me cansan y que me causan hastío. Por más que procuro evitarlos, me los encuentro por todas las esquinas. Estoy hasta el gorro de Urdangarín y de Barcenas. Ambos me parecen dos indeseables, pero ya he afirmado muchas veces que me parece más indeseable la sociedad que permite y jalea que existan estos tipos y que solo se rasga las vestiduras cuando la justicia los pone en la picota. Por estar harto lo estoy hasta de los medios de comunicación pues sigo pensando que actúan siempre al servicio de sus intereses económicos hinchando o pinchando globos según les conviene.
En tales situaciones no sé dónde esconderme ni con qué distraerme.
Hoy ha venido en mi auxilio la lectura de un ensayo de cerca de doscientas páginas titulado “La revolución divertida”. Es su autor Ramón González Férriz. Analiza las principales revueltas sociales desde los años sesenta hasta nuestros días.
Estoy en desacuerdo con algunos elementos secundarios, pero me parece que acierta en la tesis central: Todas las pretendidas revoluciones se han forjado como intento de remover el sistema social pero han terminado diluyéndose en el propio sistema; incluso las últimas ni siquiera en la teoría han proclamado su deseo de cambiar el sistema. El futuro no se presenta más esperanzador. Parece como si la única diferencia entre la derecha y la izquierda es la mayor sensibilidad con que la izquierda gestiona en capitalismo. Otra cosa es proponer salirse de él.
Por las páginas del ensayo circulan los esquemas del mayo francés, y los posteriores destinos de sus principales dirigentes; los hippies y los yippies americanos; los beatniks y los Beatles; todos los movimientos contraculturales y anarquistas; la movida madrileña y los libertarios catalanes; los nacionalistas; los llamados intelectuales en todas sus variantes; los movimientos antiglobalización; la aparente revolución de internet; y hasta el 15-M. El libro solo tiene un año pero hoy ya podría recoger todos los movimientos espontáneos más actuales.
El autor defiende que, en el fondo, todos los intentos de revolución desde el 68 son burgueses; o al menos se tornan en algún momento burgueses. No es nada nuevo: ya lo sabíamos. No creo que eso les quite ni les añada ningún elemento de verdad ni de mentira, simplemente los describe.
Hay una idea externa que a mí me llama mucho la atención. Es la de que el propio sistema capitalista es revolucionario en sí mismo y por ello es capaz de engullir cualquiera de estos movimientos. Los movimientos anticapitalistas aspiran a partir de la libertad del ser humano para que todo se coloque a su servicio como principio y como fin. El propio capitalismo ha ido desarrollando en su publicidad la bondad de la individualidad como elemento positivo y de distinción frente a los demás. Por eso ha podido con todos los intentos y se los ha comido arrebatándoles aquello que era su propia esencia.
Habría que añadir inmediatamente que el capitalismo  produce industrialmente y eso de la exclusividad es solo un señuelo. Pero funcionar claro que funciona. A las pruebas me remito en vestidos, calzados, automóviles…
Y una idea más personal por lo que me afecta como sufridor o beneficiario más directo. Esto dice el autor: “Volver a rebelarse en las calles, volver a convertir la provocación en un arma liberadora… , y creer que después de eso vendría un mundo nuevo y más justo ha sido una estrategia ineficaz. No porque no sea natural y en cierta medida hasta buena y liberadora en sí misma; puede que sea incluso una constante histórica que por alguna razón creemos que se ha acentuado ahora. Pero en cualquier caso, eso no impide ver un rasgo, muy singular y muy llamativo, en la nueva cultura juvenil: ha vuelto la mirada al pasado; no para conocerlo y aprender de él, sino para envidiarlo y querer volver a él: Los jóvenes de los sesenta se divirtieron tanto, consiguieron tanto, y luego tuvieron tantas comodidades, que no hay un futuro mejor que volver a repetir su experiencia”. Pg. 180-1 Yo no soy precisamente un prototipo, pero el parrafito tiene una enorme carga explosiva para parte de mi generación. Y para mí mismo en varios apartados.
Y esto otro: “El mundo a principios del siglo XXI  es una mezcla asombrosa de estética rebelde y ortodoxia económica, de discurso revoltoso y adoración del confort material. Y a consecuencia de ello, los individuos más afortunados de ese mundo afortunado, especialmente si son de izquierdas, sienten una tensión entre su “éxito material” y su “virtud interior”. No es que duden de la legitimidad con que han conseguido lo que tienen -a fin de cuentas, en muchos casos, es fruto de logros políticos como la educación pública o con becas, la progresiva no discriminación por sexos, la meritocracia o en España simplemente la democracia-, peor aun así hay cierta brecha entre sus aspiraciones a un mundo más radicalmente igualitario y su satisfacción personal con el bienestar que les ha sido concedido. Naturalmente hay centenares de causas justas por las que seguir luchando. Pero la mayoría de estos viejos soisante-huitards ya no pueden salir a la calle -excepto, quizá, en ocasiones especialmente clamorosas- para gritar y correr ante la policía. Su expresión del disenso se produce mediante el voto, pero también mediante decisiones de consumo en general y de cultura en particular. Sin duda, a su modo de ver, esos muchachos que se manifiestan ante las grandes instituciones económicas y políticas tienen mucha razón, y hasta es posible que a los viejos revolucionarios les dé cierta envidia no poder estar en su lugar armando una buena protesta. Pero ahora su papel es otro. Quizá compran café del comercio justo, optan por un coche poco contaminante, le hacen un contrato a la chica inmigrante que les ayuda con los niños, donan una parte de sus merecidos ingresos a una ONG, firman manifiestos o escriben airados artículos”. Pg. 176-7
Estas y muchas más cosas. Para pensar y revisar. Y para actuar también.

domingo, 24 de febrero de 2013

sábado, 23 de febrero de 2013

LA VUELTA DEL LABERINTO


LA VUELTA DEL LABERINTO
De aquellos laberintos que guardaban
el paso hasta el jardín definitivo,
hoy solo quedan huellas. Fue la noche
y la intensa zozobra la que hizo
que me sintiera escaso, mutilado,
pues ignoré la muerte y toda travesía
del cero al infinito rumiando
los pasos intermedios, tan sabrosos;
me volví indiferente ante mí mismo
y no supe cifrar los dulces límites
del reino del dolor. Mi corazón
no guardaba conciencia
de la moralidad de mis acciones.

Aquel amplio deseo del olvido,
del cese en el quedarse sin saberse
de toda ciencia humana trascendiendo
tantas veces buscado y avistado
hoy fueron mi redoble de conciencia,
mi empuje hacia el placer del pensamiento,
mi vuelta hasta el dominio de lo escaso,
de lo mortal, de todo lo impreciso,
de todo lo que duele y causa herida,
de ese río con aguas que acumula
lodo y tierra, placer de nieve y frío.

Hoy vivo en la omisión del laberinto,
en la amnesia de la escondida cueva
donde se pierde todo lo ganado,
en el sabor cambiante de lo mío,
en el caer y ver que estoy sin fuerzas,
mas puedo levantarme lentamente
y seguir poco a poco mi camino.
Mañana Dios dirá: será otro día.

viernes, 22 de febrero de 2013

LA LENGUA VENENOSA


Las cosas no por obvias dejan de ser menos verdaderas, y recordarlas alguna vez debería removernos, agitarnos y quitarnos la modorra de encima. Una obviedad es que, después de la tempestad, vuelve la calma; o que después de la noche torna la mañana. Ya digo, obviedades.
Se lo decía a mi esposa hace un par de días, cuando veía a Rubalcaba dando réplica a la exposición del presidente del Gobierno en el llamado debate sobre el estado de la nación: “Veo a este hombre un poco más confuso que en otras ocasiones, lo noto un poquito menos ágil en su exposición y como si estuviera algo más inseguro”. Entre nosotros dos aquello no era algo importante, pero sí curioso: lo habíamos visto siempre como un parlamentario brillante y agudo, y, sobre todo, sabíamos que lo que realmente importaba e importa es si las ideas que defiende son mejores o peores para la sociedad. Le predije a mi esposa que los medios de derechas -vuelvo a decir que son prácticamente todos, y de estos son de extrema derecha casi todos- se le iban a echar encima como lobos.
Aquella misma noche y al día siguiente pude comprobar que, por desgracia, no me había equivocado. Pero me había quedado corto en la apreciación: no era como lobos sino como hienas o como cuervos sobre la carroña o la carne muerta. Vi a un presentador de telediario de TV 13, emisora de la iglesia católica, que ensartó sinónimos degradantes hasta que se quedó sin respiración. El pobre hombre no se ahogó de milagro. ¡Y todo en horario de información y en emisora de la iglesia! Después las televisiones, emisoras y periódicos competían en descalificar groseramente al jefe de la oposición.
Lo peor de todo, según entiendo, es que este es su método, esta es su manera de actuar y en ella se mueven como pez en el agua. Por ello, no debemos esperar otra forma. Su escala de valores es ganar o perder, triunfar o ser humillados, ser los jefes o no acordarse ni de dónde está la fábrica si no lo son. Su fundamento es enfrentarse para ganar, para mandar, para ser superiores a los demás, para humillar si se puede, para ganar a cualquier coste. Por eso los fines en ellos justifican los medios y los emplean en cualquier sentido con tal de que les favorezcan; por eso siguen hablando de competitividad en lugar de buscar la competencia; por eso desprecian las luchas de clases para quedarse ellos en la que disfruta de los beneficios; por eso maldicen a los que ponen de manifiesto las diferencias entre ricos y pobres con tal de que las riquezas estén a su nombre; por eso se burlan de los que diferencian derechas de izquierdas mientras ellos se afirman en la derecha más rancia; por eso se reúnen en los guetos de seguridad de chalets exclusivos y de cuentas bancarias mientras se aprovechan de los desahucios y de los negocios incalificables del ladrillo; por eso -esto es lo que más me duele a mí- se manifiestan con esas formas tan chulescas y perdonavidas; por eso…
Como si lo que se juzgara en aquel hemiciclo fuera un enfrentamiento pugilístico entre dos boxeadores más o menos noqueados y ellos fueran los ultras que jalearan cualquier puñetazo al hígado del contrario.
Este país no se merece ser golpeado de esa manera, no es la vaquilla de feria que corren los tontos del pueblo para darle bajonazos, ni la verbena de verano con dos terrazas, una para los que toman la bebida en la barra y otra en la que son los camareros los que llevan reverencialmente las bebidas hasta las mesas mientras los señoritos hacen sonar una escasa propina en la bandeja.
Las noches pasan y vuelven los días; el invierno se va y vuelven a zurear las palomas en lo alto de las ramas buscando el amor… La vida sigue, y, con ella, la cruda realidad de cada hora, las necesidades acuciantes, los lloros y las risas, las angustias y las satisfacciones, el trabajo que no llega y las facturas que no dejan de venir, el discurrir sin pausa de la vida.
A todos estos hooligans que los encierren y que les saquen tarjeta roja. O simplemente que los alfabeticen porque, si no, la convivencia se hace muy difícil. Ah, y que la iglesia vaya tomando nota y no se queje después de lo que le pasa y le seguirá pasando cada día más.
N.B. La reflexión se aplica con la misma base para los hinchas del otro fondo si el partido o la pelea cambian de rumbo. Creo que he dejado muestras de ello en esta misma ventana.

miércoles, 20 de febrero de 2013

HOY QUIERO PRESUMIR: BUSCO TRABAJO


Durante los dos últimos años he asistido en el Buen Pastor a la comparecencia de muchas personas que se acercaban a dejar su currículo, por si acaso quedaba algún resquicio y encontraban allí un hueco con el que llenar su deseo de trabajo y de sueldo con el que seguir vivos. Es fácil adivinar que, prácticamente siempre, sin ningún éxito. Allí he visto lágrimas y peticiones de todo tipo, como corresponde a la situación en la que estamos metidos y al sistema social que no revisamos y que, mucho menos, estamos dispuestos a cambiar. En el pecado llevamos la penitencia.
Todo el mundo ha aprendido a completar un currículo con sus apartados de identificación, de preparación académica, experiencia y otros datos diversos. Como si oyen llover: eso no da trabajo.
Con alguna frecuencia reviso los currículos, sobre todo académicos, de algunas personas de las que me interesa alguna cosa. En la red está casi todo.
En todos los casos me llama la atención lo cuidados que están y lo engordados y de buen año que se presentan siempre. En ellos se apunta cualquier mínima experiencia, cualquier charla, todos los cursillos y cursos, las asistencias a cualquier lugar..., todo, todo. Así salen páginas y páginas en un desfile interminable.
Entiendo que cada cual haga lo que estime más oportuno, pero reivindico la presencia en los currículos de otras cualidades y elementos que me parecen mucho más valiosos y que nadie apunta.
Como he dejado mi voluntariado en el Buen Pastor y “estoy en paro”, echo mi vista atrás y lo primero que advierto es que no tengo un currículo bien elaborado, de modo que no sé si podré buscar otro empleo, y menos encontrarlo.
El pudor me impide confesar la edad pero aún puedo moverme sin dificultades y soy persona válida: no es poco. Por lo demás, los datos están en esa ventana universal que es la red social.
No tengo apuntadas mis intervenciones públicas y esto achica mi expediente mucho. Qué pena. Pero, por si alguien me quiere creer, no son pocas. Lo siento, tenía que haberlas apuntado, con día, hora, tema y asistentes.
Sí tengo por las paredes unos papeles de esos que firma el rey en forma de títulos universitarios: Licenciado en Filología Románica; Licenciado en Filología Hispánica; Graduado Social; Cursos de Doctorado en la Universidad de Salamanca…, y muchos, mucho cursos de esos de menos duración.
Por si el trabajo tuviera que ver con la enseñanza, recuerdo mi experiencia dando clases en Cursos Internacionales de la Universidad de Salamanca; Clases de lengua y literatura en mi cátedra del instituto Ramón Olleros de Béjar; un curso, ya lejano, en el colegio Nuestra Señora del Castañar de Béjar; Cursos en la Universidad de la Experiencia; varios cursos de profesor en la UNED. No está mal, pero me interesaría que se conociera la calidad de las clases, el grado de satisfacción de los alumnos, el desarrollo de los temas, la incidencia posterior en esos mismos alumnos… ¿Cuánto cuenta eso y cómo se puntúa? Es que nunca lo veo apuntado en los currículos. ¿Y vale lo mismo dar clase durante treinta años en el mismo organismo que un año en veinte organismos diferentes? ¿Cómo se valora eso en los expedientes?
Como se suele hablar de otras aficiones y experiencias, apuntaré algunas de las mías. ¿Cuánto valen mis cortas experiencias en el monte, siguiéndole la pista al cisco y al carbón y durmiendo en el chozo al amparo de la luna? ¿Y los miles de horas de clases particulares con las que ganarse unas perras para seguir en la brecha? Recuerdo mi  participación en aquel grupo de amigos y de música que se llamó Oro Viejo; en la creación del Grupo Cultural San Gil; mis pasos por el Casino Obrero en dos juntas, una como presidente; no se me olvidan los años en los que acudí al ayuntamiento en representación de la izquierda de esta estrecha ciudad, ni tampoco los dos últimos años en el Buen Pastor, entre otras cosas.
Me quedaron algunas fuerzas para escribir varios libros y estudios, y para expresar mis pensamientos en centenares de artículos de prensa. Desde hace doce años vengo escribiendo casi cada día algún esquema de idea y de ellos dejo constancia en mi blog personal. Son varios miles de páginas de las que espero que se salven unas cuantas al menos. Si alguno quiere contratarme, que las lea, por si acaso. Me sigue apasionando la lectura y escribo cada día, la naturaleza me atrae cada vez un poco más y en ella encuentro paz y acomodo como en casi ningún otro lugar; me puedo pasar horas y horas con solo la lectura y la música de fondo, y en lo alto de mi escala sigue ondeando la idea que me guía: SOLO QUIERO QUERER Y QUE ME QUIERAN.
Y ahora tendría que describir esa larga fila de aportaciones en charlas o conferencias, o en otras asociaciones, pero no guardo referencia de ellas. Qué le vamos a hacer.
En realidad, a mí me gustaría que se contratara -también a mí- fijándose en otros elementos que tampoco veo en los currículos, tales como la bondad o maldad de la persona, su forma de pensar, las aspiraciones que tiene, el carácter que lo sostiene, las habilidades sociales, su idea de la justicia y de la vida…, en fin ese último fondo en el que vacía cada día y cada hora su formación y sus capacidades.
Ahora veo que no he confeccionado un currículo con los apartados oficiales y que me he ido del guion establecido. Sospecho que lo voy a tener difícil para encontrar ese trabajo que busco. Tal vez volveré la mirada a mí mismo y buscaré ocupación en mis propias manos y en mi cabeza. A ver si pillo al menos un contrato a tiempo parcial.

martes, 19 de febrero de 2013

ALGUNAS EXIGENCIAS A LAS LEYES


Por tanto, si puedo exigir que sea alguien distinto del legislador el que tenga que juzgar los delitos, si los delitos sobre los que juzgar deben ser los que se hallan en las leyes, con todas sus deficiencias y olvidos, y si el fin de las posibles penas impuestas por esos delitos solo tienen que perseguir la recuperación del juzgado y no la venganza, algo debería yo poder exigirles tanto a las leyes que salen del legislador como a los jueces que las juzgan.
Por ejemplo la claridad y concreción de las mismas. Lo contrario es dar facilidad a los leguleyos y a los numerosos bufetes de abogados que solo pueden pagar los ricos para que las interpreten con dilaciones y recursos sin fin siempre a su favor y solo a su favor.
Por ejemplo, que la interpretación del juez, al fin inevitable, sea siempre la más benévola y tendente a la recuperación. ¿De qué pueden servir las penas capitales o las penas de cadena perpetua, pongo por caso?
Por ejemplo la imposibilidad de la tortura como método de declaración.
Por ejemplo, la necesidad de la presunción de inocencia, incluso en los casos más evidentes y socialmente más escandalosos.
Por ejemplo la necesidad de fijar límites para la presentación de pruebas. También lo contrario favorece casi siempre a los más poderosos, como se puede observar cada día.
Por ejemplo el castigo más frecuente por acusación temeraria.
Por ejemplo que el castigo haga visible el intento de eficacia y de utilidad para la prevención y para la recuperación del reo.
Por ejemplo la necesidad de mantener la posibilidad del indulto pero solo para casos excepcionales en los que la pena sea muy desproporcionada y en aquellos en los que el reo se halle absolutamente arrepentido y dispuesto a la integración social. Conseguida la recuperación del reo, no queda más que venganza.
Por ejemplo que en la pena se tenga en cuenta el mal que se haya producido a la sociedad pues es la sociedad la que castiga.
Por ejemplo que no hay mejor cura de un delito que su prevención.
Que para ello nada hay más saludable que el conocimiento, la ilustración, el sentido común y la buena voluntad de las personas. La sabiduría popular ya lo dejo cifrado: “tengas juicios y los ganes”. ¿No se puede volver a gritar aquí y ahora que la inversión más rentable es la que se aplica a la enseñanza y a la educación?
Supongo que los juristas habrán analizado estas y otras características y habrán desarrollado todas sus bondades y maldades.
A los que no somos juristas nos bastaría con tener algún esquema claro de lo que hay y de lo que queremos. Tal vez aplicarlo a lo que vemos cada día nos daría otro enfoque algo más pausado y un poquito más certero.

lunes, 18 de febrero de 2013

DE NUEVO ENTRE LOS PINOS


Mi nieta Sara, esa cosa tan pequeñita a la que tanto quiero -y no la quiero más `porque no sé cómo hacer para quererla más, aunque estoy dispuesto a hacer un cursillo- tiene tres años y dice que su cumpleaños es “cuando la primavera vaya acabando”.
Es verdad que las estaciones huelen a división del año, a cambio de actitud, a mirada diferente.
Esta mañana he salido a pasear por los pinos a las ocho y media de la mañana. Hacía meses que no respiraba su aire ni sentía su aroma. Tal vez desde el otoño. Estamos en invierno y, además, por estos pagos, “primavera tarda”; pero algo había en el ambiente que me reconfortaba.
Tal vez las sensaciones , cuando son multisensoriales, empiecen por la vista, pero enseguida interviene el olor y, si la intensidad lo permite, termina siendo el sabor el que lo invade todo.
La ladera suroeste de la subida a los pinos sigue pelada, aunque la vegetación baja se ha ido asentando lentamente desde el último incendio; incluso algunos robles han arraigado y empiezan a dejarse ver, aún con las hojas secas del último año. Alguien tendría que ocuparse de la repoblación de esta pendiente para que la escasa tierra no se desplome hasta el río, allá en lo hondo.
La mirada se alza de forma natural hacia la sierra. Allí luce la nieve en lo más alto, descansando de la noche cara al cielo y esperando los rayos del sol que poco a poco la van despojando de sus vestiduras hasta quedarse desnuda en piedra y sol. Estos son los mejores meses del año para la nieve en Béjar, cuando está más limpia y despejada. Lástima que no sea demasiada y que el velo no luzca en todo el lomo de la loba.
El ambiente está fresco y el suelo conserva la humedad de las lluvias pasadas. Su contacto con los primeros rayos de sol que asoman por lo alto de la montaña provoca un olor especial a pino. Porque los pinos siguen allí perennes y obstinados, altivos y esbeltos ante la noche y ante el día. Parece como si por ellos no pasara el tiempo. Los árboles de hoja caduca, sin embargo, se muestran desnudos y a la espera de que la naturaleza les devuelva sus ropajes en los que colgar su pudor y el ritmo de la vida.
Qué bien se entiende aquí cualquier oxímoron; sobre todo aquellos de “la música callada”, “la soledad sonora”. Aquí solo es la brisa la que se mueve apenas mientras se escucha un fondo de música de pájaros que saludan al día y tal vez a algo más. Por la doble cascada del regato apenas baja agua en una época en la que tendría que lucir un caudal generoso. No sé cuál es la causa.
Los pinos están limpios y a su base han nacido pequeños retoños que aspiran poco a poco a engrandecer su presencia antes de que sean trasplantados o simplemente talados. Así, el aspecto del bosque es siempre más agradable.
Como hago siempre, en cada fuente bebo un sorbo de agua, de esa agua limpia que viene de la sierra y que se remansa en hilos que dejan su sonido pertinaz en la base de la fuente, en un responso lento y eterno. Yo respiro y bebo, bebo y respiro. Y en ese ambiente imagino y pienso, siento y me complazco; a veces hasta me olvido y me dejo en sensaciones agradables.
Esta mañana, cuando terminaba mi paseo y estaba a punto de dejar el pinar, contemplé con agrado cómo un par de palomas jugaban en las ramas de un árbol junto al río. Sus saltos de rama en rama, persiguiéndose mutuamente, eran la mejor imagen y la mejor lección de que la naturaleza empieza a dar muestras de la nueva estación que ya presiente, de que la vida se renueva y de que hay un hálito especial en el ambiente. Los pinos hoy me dieron un avance. Todo se hará con la lentitud y el ritmo que la naturaleza quiera, pero ya nos manda sus primeros recados.
Hoy tuve sed de pinos y los pinos me dieron el aire para respirar y el agua para beber. Y yo quedé saciado y satisfecho.

domingo, 17 de febrero de 2013

MI VOLUNTARIADO EN EL BUEN PASTOR

                   
Hoy. Día diecisiete de febrero de dos mil trece, finaliza mi pertenencia como voluntario a la junta directiva del Buen Pastor de Béjar. Han sido dos años largos, desde aquellos comienzos de dos mil once, cuando me incorporé, sin tener ni idea de lo que me aguardaba y con la única intención de ayudar en lo que pudiera a los ancianos que allí vivían y viven.
La experiencia ha sido todo un cúmulo de sensaciones, casi todas positivas. Creo que, para que esto se produzca, lo mejor es partir de no pedir ni esperar nada; de esa manera, todo lo que sucede es como si te lo dieran por añadidura y todo pasa a engrosar el saco de los recuerdos positivos. En este caso, no es difícil que esto se produzca pues no se me alcanza qué es lo que se podría esperar de allí.
El Buen Pastor es una institución privada sin ánimo de lucro, que nació con fines caritativos a mediados del siglo diecinueve y que se ha mantenido desde entonces al servicio de las gentes más necesitadas de Béjar y de su comarca. Por sus juntas directivas han pasado muchas personas y cada una ha dejado la impronta de su trabajo y de su voluntad.
Apenas he dejado constancia de mi labor en esta ventana informática. No sé cuál puede ser el motivo. Tampoco me importa demasiado. Sí sé que he dedicado muchas, muchísimas horas a este voluntariado y que mi conciencia está contenta consigo misma. No es poco.
A estas alturas creo que sé bastante, o tal vez incluso mucho, de los entresijos del Buen Pastor. Tal vez eso me lleve a organizar datos y experiencias en algún escrito estructurado que podría ver la luz en algún medio para conocimiento sobre todo de los bejaranos. Veremos qué pasa. Porque creo que, a pesar de todo, muchos vecinos de aquí no conocen ni la estructura, ni los fines ni el funcionamiento real de algo que consideran suyo.
Por ejemplo, mucha gente sigue considerando que aquello es simplemente un centro de caridad. De hecho, popularmente es conocida como Casa de Caridad. Hoy mismo, en la asamblea de socios, una mujer se quejaba -con toda la razón- por el uso abundante que se hace de este apelativo. Es verdad que, a comienzos del siglo veintiuno, hablar de caridad poco tiene que ver con lo que la realidad imponía en los dos siglos pasados. Pero es que esto nació en los ambientes sociales, culturales y religiosos en los que nació, y aún quedan muchos restos de todo aquello; como quedan en otros ámbitos de la vida.
Todo lo que suene a caridad es fiel reflejo de la ausencia de justicia; por ello, habrá que concluir que todo el que reside allí tiene los mismos derechos que cualquier otra persona y, por tanto, está por justicia y no por caridad. No es menos cierto, sin embargo, que los costes son mucho menores que los que se exigen en otros centros de ancianos. Hay socios que ayudan, hay bancos de alimentos de donan alimentos, hay voluntarios que entregan sus horas de forma gratuita, y hay cuotas mensuales que pagan los residentes  Todo ello explica la realidad compleja del centro.
Y, entre los voluntarios, los hay con más o con menos disponibilidad, con distintas capacidades, con diferentes actitudes, con mayor o menor intensidad, con ideas diferentes… Por encima de todas estas variables queda siempre la buena voluntad que he observado en todos ellos.
Por lo que a mí respecta, solo sé decir que he dado muchas horas y creo que he puesto mi mejor voluntad. Y creo que los residentes lo saben y lo han apreciado.
La realidad que uno encuentra en la residencia es variable y de todos los matices: hay personal laboral diverso, hay familias de todas las clases, hay residentes de muy distintos caracteres y todos ancianos, hay administraciones, hay entornos variables, hay caracteres e ideologías…, hay un poco de todo.
Cada cual sabrá con qué demonios tiene que lidiar. El resultado sé que es bueno y que el tópico de que se aprende más de lo que se enseña es real.
Atrás voy a dejar centenares de realidades y de situaciones especiales, retratos de ancianos que ya van a componer para siempre páginas del álbum de mi vida, abrazos con los que tan sencillo ha sido alegrar el día a muchas personas, gestos y sonrisas que han valido lo que no está en los papeles, y muchísimas anécdotas de todo tipo. A veces, me enorgullece reconocerlo, he parecido como un cura en un confesonario, o, en términos más actuales, un mediador en conflictos entre ancianos niños.
Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar, / que es el morir; / allí van los señoríos / derechos a se acabar / e consumir”.
Y todos somos ríos, con mayor  o menor caudal y con mayor o menor agua limpia o sucia.

viernes, 15 de febrero de 2013

UNA PLAZA LEGISLADA



La terraza más pequeña de mi casa, que ahora uso bastante, da a una plaza cuadrada, tal vez una de las mejores de la ciudad estrecha encaramada en este cerro oblongo. Su historia es muy extensa y daría para un relato muy largo: en ella se han dado cita ignorancias, intentos de soborno, olvidos políticos, diversiones, aparcamientos a gogó…
En las últimas semanas han cercado la mitad -tras un acuerdo con algunos de los vecinos- con una valla metálica de unos dos metros. En el interior de esa mitad podrán jugar los niños por el día. Por la noche podrán aparcar coches. A los lados también han limado una de sus partes y han creado más plazas de aparcamiento. En definitiva, han dado prioridad a los vehículos frente a la necesidad de espacio de las personas, sobre todo del juego de los niños.
Cuando miro me dan ganas de tirar pan a los niños que veo enjaulados. Como si de un circo se tratara. A mí me parece una vergüenza y una muestra más del sesgo que le estamos dando a la escala de valores en la que andamos metidos.
¿Qué puedo yo invocar para modificar esta situación, contraria a mi pensamiento?
No puedo hacerlo llamando a las leyes reveladas; entre otras cosas porque, en esos asuntos de revelación no sé si existirán los vehículos, y eso que muchos de los defensores de esta nueva situación son verdaderos meapilas y tendrían vara alta, supongo. Por ahí no podemos ponernos de acuerdo.
Tampoco puedo invocar las leyes de la naturaleza, como no sea la del sentido común, que se acercaría a una lógica simple pero universal: el sentido común es el menos común de los sentidos. Otro camino cegado.
Solo queda la fuente de las leyes positivas, ese fárrago de leyes, reglamentos, artículos y versículos en los que el ser humano tiene que afanarse para poder sobrevivir.
Porque la ley no debe de ser otra cosa que una escapatoria del ser humano ante la inseguridad de sus relaciones con los demás desde posiciones diferentes. La libertad individual absoluta termina siendo también el miedo continuo a la libertad absoluta del de al lado. Por ello existe la necesidad de prescindir de parte de esa libertad individual, con tal de tener alguna seguridad de que las actuaciones van a ser respetadas en el futuro, según un patrón acordado en común. Con la parte de libertad cedida por cada uno se organiza ese territorio común por el que andar con una pizca de serenidad y de confianza. Y en ese territorio aparece la ley.
Pero enseguida se me surge una duda que no sé hasta dónde pueden ser salvable; es la duda de si la ley, por muy perfecta que sea, puede recoger todos los aspectos de la vida, o esta -la vida- es algo mucho más rico y plural que el articulado de una ley. De hecho, la ley anda siempre a la caza de la realidad, siempre cambiante y movediza. Por eso las necesarias interpretaciones de la misma, y los beneficios que obtienen los espabilados de turno y los que poseen más medios para pagar a interpretadores de la misma.
Y también extraigo dos consecuencias importantes. La primera es que las leyes han de referirse solamente a la parte de libertad que han dispuesto ceder los ciudadanos, y no al resto; lo demás ha de ser particular y personal. La segunda es que la ley ha de buscar como fin la defensa y la libertad del ciudadano individual frente a los demás.
Por eso, solo se puede juzgar positivamente y dictar penas sobre aquello que está en la ley, los juzgadores tienen que ser distintos a los legisladores y la pena debe orientarse siempre a la recuperación del individuo, si no, se convertirá en venganza, y no se me alcanza qué bien puede producir esta.
También estos principios -aunque creo que tienen un alcance universal- me tienen que servir para el asunto nimio de mi plaza, por más que bien me gustaría encerrar en la jaula a más de uno. Y a más de dos.

jueves, 14 de febrero de 2013

NOCHE MENOS OSCURA DEL ALMA


Como no he descubierto ninguna aproximación exacta al amor, me conformo con aquellas que acaso mejor se acercan a algo tan desconocido, tan inasible, tan esencial y tan dado a interpretaciones diversas. A pesar de tantos intentos.
Sencillamente copio y admiro una de esas cimas que a mí más satisfecho me dejan siempre y que más me gusta compartir. Llevo mucho rato hoy, y muchos años hasta hoy, leyendo poesía amorosa y me sigue dejando satisfecho y hasta olvidado.
“En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

A escuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a escuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía,
sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
a donde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos sus sentidos suspendía.

Quedeme y olvídeme,
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo y déjeme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado”.
Juan de Yepes   San Juan de la Cruz

miércoles, 13 de febrero de 2013

FUENTES PARA BEBER



Solemos gastar el tiempo en discusiones acerca de la bondad o la maldad de los hechos y de las normas que regulan nuestro paso por la vida. En ellas ponemos nuestros mejores esfuerzos y nuestro diverso poder de convicción. Porque defender nuestras posturas ante algo es no solo autoafirmarnos sino ganar territorio ante los demás. O al menos sentir que la comunicación y la relación se produce. Aquello de quién anda por ahí, por si puede y quiere responderme y compartir conmigo algo.
Tal vez no estaría de más pensar en los orígenes de esas leyes que ya vemos concretadas en principios o en hechos y ante los cuales nos enfrascamos con mayor o menor altura de miras.
No seré nada original si afirmo que, en resumen, tres son las fuentes de donde saca el ser humano los principios que han de sustentar las leyes y las acciones que los visualizan cada día.
Una tiene -y sobre todo ha tenido- que ver con las revelaciones. Es todo ese mundo confuso, borroso y enmarañado que conforma lo que llamamos las religiones. Para los fieles más convencidos, incluso se sitúa en primera línea de salida y en el vértice de la pirámide, y todas las otras fuentes tienen que ser manantiales secundarios de ella. Por eso tantas discusiones entre fe y razón, y por eso tantas guerras y tanto fanatismo por la Historia.
La segunda manaría agua de lo que se llama ley natural. Y natural tiene que ver con naturaleza. Y naturaleza nos evoca cambios lentísimos, casi imperceptibles e incluso como por encima de los cambios sometidos a la mente humana. En todo caso, la naturaleza se puede estudiar, aunque no sea fácil cambiar. Y en ese estudio puede participar cualquier mente humana; es decir, que la ley natural, en lo que se refiere a su conocimiento y a su seguimiento, se democratiza, se hace humana, se doma y se asimila, por más que todo ello se haga con dificultad. Pertenece, por tanto, más al dominio humano, es un pozo más asequible para nuestras mentes.
La tercera y última es la que se basa en las convenciones sociales, en eso que llamamos leyes, desde las más generales, como puede ser la declaración de derechos humanos, hasta los reglamentos más particulares.
¿Cómo hacer conjugación de estos tres niveles? ¿Cómo hacer ver a los fieles de una religión que lo que no es accesible a la razón humana no puede ser impuesto como manera de comportamiento a todos los ciudadanos? ¿Cómo separar campos y tiempos de actuación entre los preceptos revelados y los de las leyes humanas? ¿De qué manera discriminar cuando las leyes humanas no coinciden con las reveladas? En separar ambos campos y en intentar hacer entender que, cuando haya contradicción, hay que aplicar la ley humana, como general y universal, ha consistido, en esencia, todo eso que llamamos modernidad. Aún andamos en ello y no con demasiado éxito.
Los creyentes de religiones monoteístas tienen un esquema muy sencillo, lo que no quiere decir que sea el más acertado. Con afirmar que la naturaleza y sus leyes proceden de su dios y que tienen que ser semejanza de él, lo tienen arreglado. En el escalón inferior se sitúa al ser humano, que, en mayor medida aún, es imagen del dios y ha se someter sus leyes a las reveladas. En esta jerarquía inmovilizada, en cuanto cambiamos la naturaleza del dios, aparecen los enfrentamientos inevitablemente, y con ellos las guerras más feroces. La Historia nos enseña infinitos capítulos de la misma estructura.
En cuanto aspiramos a dar protagonismo al ser humano, a todos, por su capacidad intelectiva, la pirámide se derrumba y aparece otra nueva edificación y otras morales y éticas diferentes. La virtud religiosa no es la misma que la virtud natural o que la virtud política. Esta última es cambiante según los intereses de la comunidad y esos cambios rechinan siempre en los otros pozos de la naturaleza y de la revelación. Por eso los fanatismos, las resistencias, los inmovilismos, los escándalos, los fariseísmos y los blindajes ante cualquier cambio, la pervivencia de las costumbres más rancias…
¿Por qué, por ejemplo, hay tanta gente que apenas cumple mínimos de civilidad, es decir, de ética social y de comportamiento, y a la vez no falla a ninguna expresión de práctica religiosa?
Todavía andamos en época de hacer entender a muchos que existen diversas morales, diversas formas éticas, y que ya no es posible aquello de conmigo o contra mí, o aquello otro de fuera de mí no hay salvación. Y no es fácil avanzar: se caerían demasiadas torres. Y muchos palos del sombrajo.

martes, 12 de febrero de 2013

CHIRIGOTAS EN MADRID


               
“Rajoy, bájate del guindo, por favor, que España no aguanta más; // bájate del guindo, por favor, que España ya está aruiná”. Estribillo de una copla chirigotera cantada en la Plaza de la Villa en Madrid, el 10-02-2013.
Los hechos concretos solo adquieren carta de naturaleza cuando se instalan en la costumbre y se realizan sin intención específica y concreta. Cuando esto sucede, sencillamente se hacen y no se discuten porque han pasado a formar parte de lo normal en la vida de la gente. La gente, por ejemplo, no se plantea demasiado la bondad o la maldad del casamiento (o no se lo venía planteando) porque estaba en el código genético de las costumbres. De hecho, alguien respondió teatralmente a una pregunta al respecto con que se casaba por lo mismo que otros iban al fútbol los domingos.
El ejemplo no sé si es el más actual, pero poco me preocupa.
El fin de semana pasado estuve en Madrid (¿estuve o he estado?, porque duran sus consecuencias sicológicas en mí: de hecho me ha sugerido estas líneas). Como siempre, aproveché las horas en diversas actividades: visitas, compras, teatro, cenas, paseos…
El domingo asistí a una representación teatral extraordinaria. La Plaza de la Villa acogió una muestra de danzas y chirigotas carnavaleras. Entre mil y dos mil personas asistimos, durante casi tres horas y sufriendo un frío invernal, a un espectáculo excepcional. Con las chirigotas y murgas subieron al escenario los más conocidos personaje públicos y de allí bajaron en cueros y escarnecidos sin casi barreras ni límites.
La casa real, los políticos más conocidos, los apandadores más actuales, los tontos del reino… Toda la parentela desfilando sin máscara y sometida a juicio público y popular. Bajo el balcón del ayuntamiento de Madrid, la alcaldesa se desembotelló y se vertió en líquido corrosivo por el suelo de los madriles. Allí mismito, en el sitio de mando. El Palacio Real no estaba mucho más lejos, y la Moncloa tampoco.
Yo pasé tres horas envuelto por la emoción y la risa desatada. Y todo gratis.
El ambiente carnavalesco lo permite casi todo en un tono popular.
Y, sin embargo, estoy seguro de que, una vez resuelto el espectáculo, cada cual se fue rumiando lo visto para su casa, ajeno e individualizado ya, y sin el ambiente propicio para seguir el tono y la expresión crítica.
Madrid es una ciudad muy grande y todo allí es espectacular, pero también lo diluye todo como en un mar de olas.
Supongo que Madrid no tiene en su código genético la expresión de las chanzas del carnaval, con sus letras burlescas y afiladas, populares y directas, pero también fáciles de entender y sin rodeos. Tampoco conozco esas expresiones en otros lugares que no apunten al sur de España.
Tal vez en el centro y en el norte de la Península se reserven esas consideraciones para un ambiente y para un formato más refinados. Tal vez. Lo cierto es que dejar todo al disfraz y al baile más o menos procaz me parece demasiado pobre y elemental. Y no me gusta nada.
Asistir, aunque fuera arrecido de frío, al espectáculo de crítica basado en la música y en la letra, muy por encima del disfraz, en aquel escenario me reconcilió con el significado último del carnaval.
Tal vez porque Madrid es rompeolas de todas las Españas acoge las mareas más llamativas, pero también las deja diluir mar adentro y las pierde hasta la siguiente pleamar.

lunes, 11 de febrero de 2013

!!!ENORME SORPRESA!!!



Hace tan solo un par de horas que he conocido la noticia de que el Papa Benedicto XVI renuncia a ejercer su cargo porque dice: “He de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio”. Aquí copiar las palabras es un ejercicio de exactitud pues nadie puede pensar que no han sido muy bien meditadas antes de hacerlas públicas.
Me miro y me remiro y no salgo de mi asombro. Esta es práctica desconocida en la historia de la iglesia católica. Nada menos que 600 años desde el último caso. Y circunstancias favorables para que esta posibilidad, escondida en algún canon lleno de polvo, se hubiera ejercitado sobran: repasar la historia de tantos y tantos pontífices invita a pensar no solo en la renuncia sino en consecuencias mucho peores.
El último Papa se arrastraba casi literalmente y hasta mostraba su cara encendida de enfado por no poder casi ni balbucir unas simples palabras. Pero no cejó en el empeño hasta el último día.
¡Qué habrá visto el buen hombre para tener que tomar esta extraordinaria decisión!
En este tipo de instituciones hay un conglomerado de doctrinas, de liderazgos, de apariencias, de inspiraciones de palomas y, en definitiva, de práctica diaria, que impiden casi absolutamente que esto pueda suceder.
No soy ningún experto en ese mundo eclesial, ni tengo interés en llegar a serlo, pero es claro que hay asuntos que no encajan en absoluto y que, sea como sea, esta es noticia que afecta a todo el personal que en el mundo se mueve. A unos por la curiosidad, a otros por reflexiones de tipo social, y a muchos casi por hinchazón mística. De hecho, en esta sociedad de la piel de toro, por ejemplo, ya ha dado un gran respiro al asunto de la corrupción y de la crisis y, durante el próximo mes, no habrá día en el que no nos desayunemos con alguna variante de la noticia, del proceso de renuncia y de la elección del nuevo Papa.
La posibilidad de que todo se reduzca a la convicción de que, a cierta edad, es bueno dar paso a otras manos y a otras mentes existe, pero no es fácil de entender para el caso, sobre todo teniendo en cuenta los antecedentes históricos que hay. Será, sin duda, la que traten de ofrecer las gentes de la jerarquía y los fieles más dóciles. Allá ellos. Aventuro incluso que se apresurarán a clamar que en la iglesia sí que se ofrecen ejemplos y práctica de dirigentes que dimiten y lo dejan, como ejemplo para todos los demás. No hace falta ser muy listo para adivinarlo. Es práctica común a lo largo de la Historia. Niegan todo y, en cuanto aparentan cambiar el rumbo una vez, se proclaman adalides de esa práctica. Hay ejemplos a millares.
Qué sencillo sería entender que la biología impone lo que impone como algo normal e inevitable. Pero entonces las cosas se harían más creíbles y el halo misterioso y celestial se caería  y nos vendríamos a la razón y al sentido común. Y eso no encaja ni cabe en las religiones. Solo existen en tanto que se siguen escondiendo en el misterio y en las inspiraciones oscuras y accesibles solo a la jerarquía, que, curiosamente, es la que tiene que interpretarlas.
Se me ocurren otras dos vías de explicación y de exploración. Solo como indicios.
La primera tendría que ver con la situación de esa iglesia en el mundo. Este Papa tiene la losa de todas las religiones monoteístas: dogmatismo a discreción. Pero no es precisamente de los menos dotados entre sus congéneres. Él es el jefe supremo de una iglesia con sedes vacías, con menos fieles cada día, con los curas envejecidos en todos los lugares, con muy pocas vocaciones, con casi toda la juventud alejada de sus prácticas y con un futuro bastante incierto y siempre a la baja. Hay que suponer que sus obispos le tendrán al corriente de lo que sucede, por más que no hay más que abrir los ojos para verlo.
Sería entonces una mirada más humanizada y un poco más racional la que le habría empujado a tirar la toalla y a reconocer su incapacidad para continuar sin conseguir el éxito.
La segunda -tal vez en relación no alejada de la anterior- nos llevaría a considerar la situación interna de la Iglesia y de su jerarquía. Este es un mundo siempre cerrado y en busca del poder de muchos de los que merodean el Vaticano. ¿Quién puede conocer de verdad lo que anda por ahí metido? Mejor casi ni intentar imaginarlo.
Acaso haya algo de todo y la suma dé una losa que abruma hasta al mismo ungido por el Espíritu. Porque lo más extraño para mí es que ellos suscriben, en un botellón místico eterno, la iluminación del Espíritu y, en cuanto una persona es nombrada para la jerarquía, ven en ella al mismo cielo en persona y se echan a sus pies como si aquello fuera el éxtasis.
¿Cómo bajar del pedestal a un Papa en vida? ¿Y el Espíritu y su iluminación? ¿Y la sumisión que exigen las religiones monoteístas? ¿Y dos Papas vivientes y vivos? ¿Adónde dirigir la peregrinación y los vítores?
De momento, la sensación predominante en mí es la de la sorpresa y la de la falta de explicación razonable de este hecho absolutamente único e histórico. Ya se irán conociendo detalles.
Tampoco es difícil aventurar que el sucesor recorrerá los mismos caminos, porque la base es la que es y los posibles pastores están cortados por el mismo patrón: es difícil encontrar una institución más arcaica en las formas y en las prácticas y, sobre todo, tan varada en elementos irracionales y dogmatizados. De modo que poco nuevo se puede esperar.
Me gustaría estar en la mente del ciudadano Ratzinger para saber qué conjeturas y qué premisas conforman sus silogismos. Sobre todo en él, que parece que tiene demostrada la capacidad para producirlos.
Veremos.

jueves, 7 de febrero de 2013

DE AHORA Y DE SIEMPRE


Cesare Beccaria Bonesana es un autor italiano que, en el S XVIII reflexionó por escrito acerca de los fundamentos y la práctica del Derecho. En su breve obra “De los delitos y las penas”, recoge hasta cuarenta y dos breves meditaciones, en forma de capítulos, que dan pautas sensatas sobre los diversos apartados que componen el difícil y farragoso mundo de la teoría y de la práctica del Derecho. Una buena selección de sus ya breves textos nos daría una certera muestra de muchos de los fundamentos en los que se asienta el mundo jurídico, ese compendio, cada día más extenso y farragoso, que aspira a dar consistencia a nuestra convivencia y de cuya interpretación -tantas veces extraña y sorprendente- depende buena parte de nuestra forma de andar por la vida.
En el capítulo VIII reflexiona acerca de “los testigos” en la práctica del Derecho. De él solamente copio dos párrafos:
1.- “La credibilidad de un testigo, pues, debe disminuir en proporción del odio, o de la amistad, o de las estrechas relaciones que existan entre él y el reo. Es necesario más de un testigo, porque mientras uno afirme y otro niegue nada hay de cierto, y prevalece el derecho de cada hombre tiene a ser creído inocente”.
2.- “Finalmente, la credibilidad de un testigo es casi nula cuando se trate de un delito de palabras; porque el tono, el gesto, todo lo que precede o lo que sigue a las diferentes ideas que los hombres atribuyen a las mismas palabras, alteran y modifican de tal manera lo dicho por un hombre, que es casi imposible repetirlo precisamente tal y como fue dicho. Por otra parte, las acciones violentas fuera del uso ordinario –como son los verdaderos delitos- dejan su huella en multitud de circunstancias y en los efectos que de ellas derivan; por ello, cuanto mayor número de circunstancias se aduzcan como prueba, tanto mayor, tanto mayor será el número de los medios que se proporcionan al reo para que se justifiquen. Pero las palabras so permanecen más que en la memoria infiel y a menudo seducida, de los oyentes. Es, por tanto, mucho más fácil una calumnia sobre las palabras que sobre las acciones de un hombre”.
Las dos indicaciones se muestran de aplicación inmediata en cuanto pensamos en los acontecimientos que estos días llenan todos los medios de comunicación y buena parte de las conversaciones de la calle.
A mí me vuelve a interesar más su aplicación en los hechos menos de pasarela y más callados que jalonan la vida de todo hijo de vecino. Me refiero, una vez más, a los malos entendidos y al valor que hay que concederle a la lengua hablada y escrita. Casi todos los conflictos  terminan sustanciándose en esa mala interpretación de las palabras, en su reproducción inexacta y fuera del contexto inicial. De ese modo, lo que era una mota se convierte en la interpretación en un agujero negro y lo que no fue otra cosa que una gota de agua que el sol hubiera evaporado en un momento se transforma en la desembocadura del Amazonas.
Como no vayamos a los hechos con un poco de sentido común y de buena voluntad, todo se nos volverá dificultoso y la convivencia se hará más difícil siempre, todo se nos tornará graveza aunque no haya llegado el arrabal de senectud.
En el contexto vital de cada uno se verán los hitos marcados por esos malos entendidos, que proceden de la inexactitud de la palabra, pero también -y sobre todo- de la falta de sentido común y de la buena voluntad siempre necesarios.

miércoles, 6 de febrero de 2013

¿Y AHORA QUÉ?


En medio de esta turbamulta, de sobres y de robos, de cuentas y de cuentos, y hasta de descuentos, de defensas patéticas de lo indefendible y de desilusiones generales, el mundo sigue girando y las tardes vuelven al horizonte imperturbables y cada día con más luz, la gente continúa en su día a día, poblando las aceras y rumiando las cosas de la vida. La vida sigue y seguirá sin pausa cumpliendo sin descanso sus quehaceres, la intrahistoria seguirá forjándose en silencio y todos nos dejaremos ir en el rumor del tiempo y del espacio.
Los medios de comunicación continúan marcando el ritmo y seleccionando las páginas en las que quieren que fijemos nuestra atención. El medio sigue siendo la noticia, como dijo el estudioso del tema y puede comprobar cualquiera desde el sentido común, y todo lo demás se rebaja hasta la sordina y hasta casi el silencio.
Hace tan solo un par de días leí en un periódico provincial que aquello de “Los papeles del archivo de Salamanca” se había terminado de juzgar en el Supremo con veredicto favorable para la administración y para los catalanes que se los llevaron a sus tierras. Había perdido el ayuntamiento de Salamanca, y habían perdido sus arcas municipales una pasta gansa.
Ni me gusta ni me disgusta la sentencia, pero echo la vista atrás y no puedo menos de escandalizarme de nuevo con lo que tanto me escandalizó en aquellos días.
Apenas fuimos unos muy poquitos -al menos que yo sepa- los que nos atrevimos a denunciar por escrito la demagogia a raudales que se practicaba con este asunto desde los poderes públicos locales y provinciales en Salamanca. Cuando incluso los representantes regionales vociferaban considerándose maltratados por los poderes centrales del Estado y resaltando la supuesta alta dignidad de los castellanos en este asunto, escribí un artículo de opinión en El Adelanto de Salamanca con este expresivo título: “Aquí un castellano indigno”. En él venía a describir que no me sentía en absoluto indigno por el hecho de que se llevaran a otras tierras esos papeles en el proceso de una recuperación de algo que había sido expoliado muchos años antes y que debía volver a su sitio. Creo que este artículo fue una de las razones por las que me “invitaron” a dejar de escribir opinión en ese periódico.
No es el caso de recordar las circunstancias en las que estos hechos se producían y que justificaban mi opinión y mi postura. Tampoco me puede extrañar que hubiera personas que defendieran la unidad del archivo: sus razones tendrían. Tampoco despiertan en mí demasiadas simpatías las partes demandantes de dichos papeles precisamente. Nada puedo decir contra el hecho de que, después, se haya peleado jurídicamente por esos papeles.
Lo absolutamente asqueroso e insoportable fue el mar de demagogia que se desbordó y que anegó a infinidad de personas e instituciones locales, provinciales y regionales. Hubo manifestaciones pagadas, autocares y bocadillos gratis, discursos absolutamente babosos desde el balcón del ayuntamiento (aún tengo en la retina la imagen de un tal Alfonso Ussía en aquel balcón y siento asco), pancartas aireadas por gente que no sabía ni leer, cambio de nombre de calles en el peor de los estilos matones y barriobajeros, retransmisiones en directo de desfiles procesionales en pie de guerra por las calles de Salamanca y todo tipo de triquiñuelas y despropósitos que, solo porque la distancia pone pátina de olvido en su recuerdo, no provocan de nuevo vómitos y diarreas cuando se vuelve sobre ellos. Yo creo que no he asistido nunca a un proceso tan gruesamente demagógico y vergonzoso como lo fue aquel durante varios años.
Tengo la certeza moral de que muchos de los que azuzaban estas expresiones con dinero público sabían que no tenían razón, y mucho menos en las prácticas y en los tonos que utilizaban. Poco les importaba. Bien sabían que poner en pie de guerra a una población para defender un archivo de cuya existencia no tenían ni idea, y mucho menos de sus contenidos y de su funcionamiento, les concedía réditos electorales abundantes. Y a ello se agarraron. No sabían, pobrecitos -y ahora estoy pensando sobre todo en la derecha salmantina-, que en esta ciudad y en esta provincia no necesitan de estas puñaladas para conseguir victorias electorales, pues ponen de candidato a un palo y saca mayoría absoluta, por desgracia.
Pero ahí están los hechos. Ahora casi nadie se acuerda de ellos. Hasta los mismos medios que llenaron portadas demagógicas por toneladas, con tal de vender periódicos e ideas rastreras, recluyen la noticia desfavorable para ellos a un rinconcito de sus páginas. La propiedad de los periódicos es de quien es y así nos va.
Y la Historia y la historia son lo que son. Creo que voy a pedir un medallón en la plaza mayor de Salamanca. Para vigilar desde él la cantidad de sinsentidos futuros que se seguirán produciendo.