Como no he descubierto ninguna aproximación exacta al amor, me conformo con aquellas que acaso mejor se acercan a algo tan desconocido, tan inasible, tan esencial y tan dado a interpretaciones diversas. A pesar de tantos intentos.
Sencillamente copio y admiro una de esas cimas que a mí más satisfecho me dejan siempre y que más me gusta compartir. Llevo mucho rato hoy, y muchos años hasta hoy, leyendo poesía amorosa y me sigue dejando satisfecho y hasta olvidado.
“En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
A escuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a escuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía,
sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
a donde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos sus sentidos suspendía.
Quedeme y olvídeme,
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo y déjeme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado”.
Juan de Yepes San Juan de la Cruz
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