martes, 19 de febrero de 2013

ALGUNAS EXIGENCIAS A LAS LEYES


Por tanto, si puedo exigir que sea alguien distinto del legislador el que tenga que juzgar los delitos, si los delitos sobre los que juzgar deben ser los que se hallan en las leyes, con todas sus deficiencias y olvidos, y si el fin de las posibles penas impuestas por esos delitos solo tienen que perseguir la recuperación del juzgado y no la venganza, algo debería yo poder exigirles tanto a las leyes que salen del legislador como a los jueces que las juzgan.
Por ejemplo la claridad y concreción de las mismas. Lo contrario es dar facilidad a los leguleyos y a los numerosos bufetes de abogados que solo pueden pagar los ricos para que las interpreten con dilaciones y recursos sin fin siempre a su favor y solo a su favor.
Por ejemplo, que la interpretación del juez, al fin inevitable, sea siempre la más benévola y tendente a la recuperación. ¿De qué pueden servir las penas capitales o las penas de cadena perpetua, pongo por caso?
Por ejemplo la imposibilidad de la tortura como método de declaración.
Por ejemplo, la necesidad de la presunción de inocencia, incluso en los casos más evidentes y socialmente más escandalosos.
Por ejemplo la necesidad de fijar límites para la presentación de pruebas. También lo contrario favorece casi siempre a los más poderosos, como se puede observar cada día.
Por ejemplo el castigo más frecuente por acusación temeraria.
Por ejemplo que el castigo haga visible el intento de eficacia y de utilidad para la prevención y para la recuperación del reo.
Por ejemplo la necesidad de mantener la posibilidad del indulto pero solo para casos excepcionales en los que la pena sea muy desproporcionada y en aquellos en los que el reo se halle absolutamente arrepentido y dispuesto a la integración social. Conseguida la recuperación del reo, no queda más que venganza.
Por ejemplo que en la pena se tenga en cuenta el mal que se haya producido a la sociedad pues es la sociedad la que castiga.
Por ejemplo que no hay mejor cura de un delito que su prevención.
Que para ello nada hay más saludable que el conocimiento, la ilustración, el sentido común y la buena voluntad de las personas. La sabiduría popular ya lo dejo cifrado: “tengas juicios y los ganes”. ¿No se puede volver a gritar aquí y ahora que la inversión más rentable es la que se aplica a la enseñanza y a la educación?
Supongo que los juristas habrán analizado estas y otras características y habrán desarrollado todas sus bondades y maldades.
A los que no somos juristas nos bastaría con tener algún esquema claro de lo que hay y de lo que queremos. Tal vez aplicarlo a lo que vemos cada día nos daría otro enfoque algo más pausado y un poquito más certero.

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