viernes, 31 de enero de 2020

MUNDO Y MUNDOS


MUNDO Y MUNDOS
Ya nadie discute que la globalización es una realidad cada día más evidente. De hecho, todo indica que la teoría de la mariposa, según la cual hasta un simple movimiento de alas de este insecto lepidóptero ejerce influencia en todo el universo, responde a lo que realmente sucede. Si le hacemos caso, tengo para mí que no moveríamos ni un dedo, por temor a las consecuencias que de ello se pudieran derivar.
Sin embargo, seguimos actuando y decidiendo cada hora y cada día, hacemos y dejamos de hacer, como dando de lado a casi todo lo que sucede por ahí, tan cerca y a la vez tan lejos de nosotros.
Ayer estuve en Ávila. Con mis hijos y con mis nietos. Fui a buscar a mis nietos al colegio, jugué con ellos, los besé un montón de veces, los noté contentos y yo me sentí feliz a su lado… Después, como siempre, me puse un poquito triste cuando los dejé. Hice mi pequeño mundo, lejos de todo lo que sucedía en otros lugares.
En otros lugares se extendía una gripe peligrosa, se decía una cosa y su contraria por parte del Gobierno acerca de no sé qué reunión, Cataluña era solo un territorio más que se asoma al Mediterráneo, como lo es Castilla sin mar, pero con cielo, o la nieve se hacía líquido en la sierra por efecto de las temperaturas.
Quiero decir que, al lado del mundo mundial, existe y existió mi mundo particular, aquel que más me rozaba y en el que yo me podía extender y en el que podía participar más activamente. En ese mi pequeño mundo, una sonrisa valía mucho más que un tratado, y una broma o un consejo era más importante que un Consejo de Ministros, o incluso una caricia valía más que toda una terapia contra el coronavirus.
Existe un mundo y existen a la vez muchos mundos. Todos son importantes y de ninguno podemos escapar, pues somos parte de todos. Solo quiero decir que ese mundo más reducido y próximo, ese que parece que afecta solamente a unos poquitos, está siempre ahí, a nuestro lado, y ese lo podemos domar y domesticar con más probabilidades de no morir en el intento.
Tengo la sensación de que gastamos mucho más tiempo en los esquemas generales que nos trasladan los medios de comunicación que en los de nuestro día a día, en los que sostenemos con los de al lado, con nuestra familia y con nuestros vecinos y amigos. De tal manera que los generales sirven para tapar y velar los particulares, para engañar y engañarnos a nosotros mismos.
Me miro y me remiro a mí mismo, y siento como una especie de contradicción, pues ando siempre clamando por la necesidad de levantar la mirada y ver algo más allá de nuestras narices. Tal vez me contradigo. Tal vez no. No quiero negar el pensamiento y los principios, el esquema general que explica los particulares. Claro que no. Solo quiero mostrar mi adhesión a la felicidad que produce un mundo próximo bien articulado y sentimentalmente bien ordenado. Y señalar mi preocupación por el peligro que supone dejarnos llevar por lo que seleccionan cada hora y cada día los medios de comunicación para nosotros, olvidándose y olvidándonos de que existen los mundos particulares y próximos, ricos e intensos, personales e intransferibles.
Tal vez, de nuevo, una sabia mezcla de lo que nos decía el filósofo poeta Unamuno no vendría mal: “Piensa el sentimiento, siente el pensamiento…”  

miércoles, 29 de enero de 2020

TURNO DE PALABRA



TURNO DE PALABRA

Sucede poco a poco, sin destellos
que cieguen la visión en un instante.
El tiempo va encogiéndose en sus límites
y lo que fue un ensayo
que no fijaba límites ni horarios
se va haciendo pequeño y cotidiano.

Entonces,
yo jugaba a la vida en todo tiempo
y nunca era a destiempo, pues las horas
no marcaban ninguna obligación.
Ellos habían prestado
la mezcla del deseo y de la sangre
y yo quedé fijado para siempre
en las manos confusas del azar.
Vivía a la deriva porque todo
era revelación, descubrimiento.

Ahora
ha pasado ya tiempo, mucho tiempo
de préstamo gratuito del azar.
Empiezo a conjugar en el pasado.
¿Se han cumplido mi tiempo y mi palabra?
¿He de ceder el turno a otras miradas?
¿El turno de palabra es ya de otros?

martes, 28 de enero de 2020

DESAHOGO


 DESAHOGO
Alivio de la pena, trabajo o aflicción. Manifestación violenta de un estado de ánimo. Ensanche, dilatación, esparcimiento. Desembarazo, desenvoltura, descaro. Todo eso y mucho más, según el DRAE. ¿Cuál es mi pena, mi aflicción, mi estado de ánimo, para que tenga que aliviarme, manifestarme violentamente o ensancharme y desenvolverme con descaro? Veamos.
La cosa tal vez no es para tanto. Puede que yo sea un tiquismiquis y ponga demasiados puntos sobre las íes. Puede también (aunque esto es muy difícil: dónde vas a parar) que muchos la tengan floja y pendulona, y den por bueno casi todo. Puede.Pero creo que me puedo permitir de vez en cuando algún pequeño lujo. Por supuesto, soy consciente de que por esto no se va a interesar nadie o casi nadie; ni siquiera aquellos que, por profesión o por conocimientos, andan más cerca del asunto. Esto me produce algo más de pena, pero uno anda acostumbrado a ello.
¿Cuál es este asunto? Veamos. Parecerá una insignificancia, pero es un síntoma de cómo andamos y cuál es el nivel que nos ponemos o la escala de valores por la que nos regimos y hasta aplaudimos.
De nuevo este año me senté en el sillón para ver la gala de los Goya. Esa burda imitación de los Óscar del Imperio en la que todo se nos sigue yendo en focos para vestidos, para enseñapechos y para señuelos de discursos de agradecimiento en los que no se llega ni a balbucir tres palabras seguidas con sentido. Estoy seguro de que el cine es mucho más  -muchísimo más- que la pobreza que muestran sus “estrellas” estrelladas contra el lenguaje. Ne seguiré por ese camino.
¿Se han fijado ustedes en la entonación de los que anuncian los seleccionados (nominados dicen ellos) para cada uno de los premios? Busquen en los medios y escuchen. Y no se asusten, por favor. Pues ahora llega lo mejor: “Y el Goya es PARA……. X”. ¿Han reparado en el valor que se le da a esa preposición PARA? Habrá que recordar que, en español, las preposiciones tienen una entonación átona, y se pronuncian apoyadas en la palabra siguiente, esta sí, con valor tónico y con valor semántico. Se enseña en los primeros niveles de análisis de la lengua. Esto exige, en su pronunciación, mantener el tono y no bajarlo ni elevarlo, precisamente en espera de la sílaba tónica de la palabra que le sigue. ¿Se puede hacer silencio entre la preposición y la palabra siguiente? Por supuesto, pero SIN SUBIR NI BAJAR EL TONO NI LA CURVA DE ENTONACIÓN. La ´paradiña´ nos añade intriga ante el desconocimiento de lo que viene a continuación. Supongo que por eso se paran ellos también ¡Pero es que esa parada se puede hacer -si hace falta hasta para comerse un bocadillo- sin alterar la entonación correcta!
No tienen ni idea. Solo les vale el color del vestido, la turgencia de los pechos y el balbuceo de quien está aprendiendo las primeras sílabas. O sea, la apariencia, la pasarela y el vacío, el vacío del mundo en la oquedad de su cabeza. Y la realidad no puede ser tan negativa como la que se empeñan en trasladarnos; ellos mismos tienen que valer muchísimo más que lo que dejan ver y oír, y que aquello por lo que se dejan arrastrar. Estoy completamente seguro de ello. Acaso por ello me duele más… y me desahogo.
No es una anécdota sin importancia, es muestra y símbolo de todo lo que hay detrás, de un mundo de lentejuelas y de mentira, de modas inconsistentes y de aspectos siempre superficiales. La comunicación tiene unos modelos. Su cumplimiento hace más fluida esa comunicación y nos acerca a un mundo algo mejor y más llevadero. Ya está bien de aplaudir tonterías y de vestir reyes que andan claramente desnudos. En este caso incluso en el sentido literal.
Ahora trasladen este mismo asunto a otros medios. Señalaré solo un par de ellos. Oigan y escuchen (si tienen aguante) al locutor que retransmite los partidos de la selección de balonmano en Teledeporte. Hagan lo mismo con los que, en La Sexta, ponen voz en off en los programas de deportes o de investigación. No hace falta ser más explícitos. Después de ese ejercicio de ascesis, de mortificación, extraigan sus propias conclusiones.
Por último, exijan a los profesores que enseñan a sus hijos que les eduquen en una pronunciación correcta y con unas curvas de entonación justas y sensatas, sencillamente aquellas que hemos acordado como referentes para todos. A ver cómo lo pueden conseguir con estos modelos.
Y no se enfaden, por favor, como parece que he hecho yo en estas breves líneas. Claro que me he enfadado. Con la estulticia, con la imbecilidad mental y con la apariencia como valor supremo. Era, y es, un desahogo.

lunes, 27 de enero de 2020

EN LAS FECHAS OSCURAS DEL INVIERNO



EN LAS FECHAS OSCURAS DEL INVIERNO

En las fechas oscuras del invierno,
me gusta oír noticias de la noche.
Necesito el silencio y un poquito
de amable oscuridad y de abandono.
En esta situación, abro las puertas,
desnudo de cortinas las ventanas
y dejo que la brisa me acaricie.
.
Poco a poco, me llegan,
como pidiendo paso y asustados,
los ecos de las cosas de allá afuera:
de donde duerme un niño tiernamente;
del amor que hace suyos unos cuerpos;
o de la soledad, que sigue triste
buscando hacerse amor en esos cuerpos.

Observo cómo todo
se va quedando mudo y en silencio,
y el mundo se suspende por un rato,
como dándose tiempo
para volver con fuerza al nuevo día.
Hay tantas ilusiones que se duermen,
que es mejor no tratar de molestarlas
y desear que la noche no se acabe
por no volver a ver que todo es sueño.

Yo también soy un eco en esas noches,
un eco de mí mismo en que me siento
sonido que me suena en la conciencia
y me deja temblando en esos sueños
que son noche y son vida. En su regazo
me duermo como un niño que se mece
en las caricias plácidas del tiempo.

viernes, 24 de enero de 2020

*TOPÍAS Y UTOPÍAS


*TOPÍAS Y UTOPÍAS
Escribe Jesús Majada sobre utopías y utópicos. Lo hace con la precisión, la claridad y la templanza que le caracterizan. Firmo debajo de lo que en este escrito se expone.
Me gustaría, no obstante, extraer alguna consecuencia y añadir alguna consideración.
Las utopías, por definición, no se cumplen: lo son precisamente porque no vemos en el horizonte su cumplimiento. Caminante, no hay camino…; Aunque sepa los caminos, yo nunca…; etc.
Pero los intentos se repiten y las ilusiones no se pierden; unas duran más y otras se despeñan con mayor estruendo por el precipicio. Ahí siguen los compendios teóricos y los hechos sociales y políticos que se han producido. Quizás más importante sea comprobar que sí se han dado pasos, y que estos se consideran ya casi irreversibles. Es decir, que se sigue caminando.
En el mismo escrito se viene a concretar la alabanza en personas (Anguita, Gerardo Iglesias) que han dado vida a esos esfuerzos y han dejado el ejemplo de la honradez y de la convicción en esos deseos de un mundo mejor para la comunidad. También lo firmo. Para esas personas y para muchas más, también para las más desconocidas.
Me parece, no obstante, que esa es una prueba de lo que quiero añadir para la consideración. La idea se ha encarnado y ha tomado nombre y apellidos; le hemos puesto cara de proximidad a lo que solo estaba en nuestro entendimiento y en nuestra imaginación. Y de ahí emana su fortaleza y su atractivo mayor. En absoluto tiene que invalidar esto los fundamentos teóricos, pero con este retrato adquieren más fuerza y colorido.
Y es ahí donde tal vez podamos pasar de las utopías a las *topías (me permito el neologismo). Quiero decir pasar de las musas al teatro, de la teoría a la práctica y de las ideas a los hechos. Hay lugares y tiempos acotados (topoi) en los que el individuo puede dejar un poquito más de huella personal que marque dirección y camino hacia la utopía. De este modo, las utopías se hacen tal vez mucho más numerosas y algo más accesibles.
Por lo demás, ¿qué vida sería esta sin *topías y utopías personales e individuales? No serán todas arquitecturas teóricas como las de Tomás Moro, Platón o Marx, pero tendrán encarnadura y empujarán a otros por el camino del ejemplo diario y de la honradez.
Acerca de los insultos y palabrería de tantos y tontos, mejor no gastar mucho tiempo y esfuerzo. Oír y escuchar, pero no poner malos gestos ni gastar malos humores. De ahí y por ahí vamos a sacar poco.
Vale.

jueves, 23 de enero de 2020

NOS QUEDA LA PALABRA... Y MÁS


NOS QUEDA LA PALABRA… Y MÁS
Leo un artículo de Adela Cortina en El País, que trata de mostrar el valor de la palabra y del diálogo como forma de estar en la vida y de solucionar diferencias y dificultades. A esta pensadora he acudido con frecuencia y siempre me ha ofrecido confianza, por su solvencia racional, por su sensatez y por sus siempre sanas intenciones.
Copio de su artículo las siguientes palabras: “Pero la palabra puesta en diálogo tiene por meta la comunicación entre las personas y para alcanzarla ha de tender un puente entre el hablante y el oyente, o los oyentes. Un puente que, según acreditadas teorías, exige aceptar cuatro pretensiones de validez que el hablante eleva en la dimensión pragmática del lenguaje, lo quiera o no. Son la inteligibilidad de lo que se dice, la veracidad del hablante, la verdad de lo afirmado y la justicia de las normas”.
Toda una teoría de la comunicación y, si es de la comunicación, lo es, por tanto, de la convivencia y del bienestar.
El acto comunicativo resulta un hecho complejo, lleno de trampas y de dificultades. Está bastante estudiado y esta afirmación no se hace a humo de pajas. Pero resulta incuestionable que el elemento de intermediación es la palabra, ese elemento que es capaz de dar cuerpo a una imagen que nos hacemos de los hechos externos.
Pero no deberíamos olvidarnos de que son varios los elementos de esa comunicación. Aquello de emisor, receptor, código… Y cada elemento mejora o empeora el acto comunicativo según su estado: una sordera, el viento, un estado de enfado… Vale.
Como se advierte en el párrafo elegido, Adela Cortina implica en el valor de la palabra elementos externos a ella. Hace bien porque no se concibe palabra sin alguien que la emita, y se vuelve absurda si otro no la recibe.
No resulta sencillo concretar el grado que se puede considerar aceptable de cada una de las cuatro pretensiones. Sirva la primera como ejemplo: la inteligibilidad. Porque la palabra ha de ser entendida, pero el nivel de conocimiento y de actitud ante la palabra no son los mismos en el hablante y el oyente. Nos tenemos que conformar con un grado de aproximación aceptable que salve los mínimos y nos permita seguir en la tarea sin morir en el intento. Algo parecido sucede con las otras tres pretensiones apuntadas. ¿Quién le pone el cascabel al gato en concretar la veracidad del hablante, la verdad de lo afirmado y la justicia de las normas? Tarea costosa, sin duda.
Pues, sin embargo, todas son precisas en un grado reconocible. ¿Qué puede salvar las deficiencias inevitables de cada una de las pretensiones? De nuevo nos asomamos al campo del sentido común y de la buena voluntad, esos apagafuegos que nos sirven lo mismo para un roto que para un descosido, que están siempre a nuestra disposición y a los que tal vez acudimos pocas veces.
La palabra es una pobre representación verbalizada de la idea que tenemos en nuestra mente de la realidad. Por el camino, entre las estaciones de la realidad y de la palabra, se pierde mucha precisión. Razón de más para no maltratar a la palabra; pero, sobre todo, para acompañarla con las rectas intenciones y con los deseos de que la comunicación fluya como mejor remedio para una vida mejor.
A Adela Cortina le duele el uso innoble, torticero y poco veraz que se hace de la palabra en estos tiempos. A mí también.

miércoles, 22 de enero de 2020

LA TEOGONÍA DE MI BARRIO



LA TEOGONÍA DE MI BARRIO
En su obra Teogonía, nos ofrece Hesiodo toda una lista interminable de dioses, de héroes y de mortales. Sin entrar en datos técnicos de influencias orientales u otras consideraciones, lo cierto es que se trata como de un índice que marca el paso del caos al orden, que planifica el origen y el establecimiento de la vida. Es inevitable el recuerdo de todos los conocimientos (entiéndase “conocer” en sentido bíblico) que se establecen en la Biblia hasta llegar a José y a Jesús. Pues algo así en Hesiodo.
No sé si existe alguien que tenga en la memoria tanto nombre ni tanta descendencia. Me parece tarea al menos de Titanes, así, con mayúscula. No sé, por otra parte, qué utilidad tendría dicho esfuerzo.
Sí me resulta más interesante indagar cómo se va pasando de lo inconcreto a lo concreto, del caos al mito y de este a los elementos más próximos a lo humano, cómo se va tomando tierra hasta rozarse con ella y darse de bruces con los altibajos que comporta. Lo mismo que me parece importante el nombre que se va poniendo a cada uno de los personajes, pues suelen corresponder con muchos de los conceptos que mantenemos en nuestros días. No hay más que repasar, por ejemplo, el nombre de las Nereidas, esos seres mitológicos, ninfas de las agua, para comprobarlo: Glauca (la Azulada), Proto (la Primera), Dinámene (la Potente)…  Hay un porcentaje elevado de conceptos que proceden del mundo de la mitología griega y que mantienen plena vigencia en nuestros días. Buen trabajo para alguien más interesado y que tenga tiempo de analizarlo.
Pero, sin ir tan lejos, me parece interesante observar cómo a cada uno de los dioses o héroes se les conoce y se fija su memoria por una de sus cualidades. Los mismos ejemplos de arriba nos sirven de muestra. O Aquiles, el de los pies ligeros; o Ulises, el astuto
Este hecho se repite en toda época y viene a expresar la necesidad de simplificar la imagen hasta centrarla en un rasgo destacado que pueda permanecer más fácilmente en nuestra memoria. Existen ejemplos por todas partes. Ahí está nuestro Cid, con sus atributos: (el Campeador; el que en buena hora ciñó espada); Calos II (el Hechizado); y tantos más.
Sin embargo, no hace falta recurrir a ejemplos tan notables para reconocer que este hecho se cumple entre los miembros de cualquier comunidad. Y esto resulta ser mucho más interesante. ¿Qué otra cosa son, si no, los motes? Uno es conocido como el Orejones, otro como el Mochuelo, la de más allá como la Pechugona… Y en este plan. De modo que la cultura popular viene a recoger como algo suyo esa costumbre que se hunde en la niebla de los tiempos y que ya utilizaban los primeros que intentaron la tarea casi imposible de explicar la presencia y el orden o desorden de la vida y del ser humano en el mundo.
Cada cual puede hacer memoria de los motes que utiliza. Tal vez alguno se refiera precisamente a él, o a ella. No se aconseja su abuso ni su carga despectiva, pero tampoco su rechazo. Es una muestra más de las tretas de que nos servimos para mantener en la memoria algo que, de otra manera, andaría ya en los caminos neblinosos del olvido.
Tengo la impresión de que tal vez no conozcamos ni los motes de las gentes de nuestro barrio. Acaso porque la comunicación entre nosotros no sea la más fluida. Mal asunto.

martes, 21 de enero de 2020

GRACIAS A UN DÍA DE MUCHO FRÍO



                        GRACIAS A UN DÍA DE MUCHO FRÍO
Como el frío arrecia y el ambiente resulta desagradable, me mantengo en casa y termino la lectura de Epicteto. Me propongo concretar en algo los principios de esta filosofía. Me pongo a ello.
¿Depende de mí que haga más frío o más calor? Resulta evidente que no. La conclusión inmediata es la de despreocuparme de ello y no echar culpas a nadie de que así sea. Los principios naturales se cumplen y eso es todo.
Una vez que me asomo a la terraza, me aseguro de lo frío del ambiente y lo entiendo como algo natural, procedo a mi relación con ese hecho. Puedo pensar que salir bien abrigado a la calle es bueno para respirar aire puro. En ese caso, siento que tengo un deseo de salir. ¿Depende de mí la actuación sobre ese deseo? Claro que sí. Lo mismo para desear salir como para desear quedarme en casa. Puedo aniquilar ese deseo. Está claro que el deseo no me lo puede arrebatar nadie, ni siquiera si me ataran a una silla y no me dejaran ni ver la calle: soy yo únicamente quien puede aceptarlo o rechazarlo.
Sobre el deseo, acaso me asalte el impulso de ponerme en movimiento y de coger el ascensor. O tal vez de lo contrario. ¿Depende, por tanto, de mí la actuación sobre ese impulso? Por supuesto. El impulso, en sentido positivo o negativo, lo tengo en propiedad y nadie me lo puede arrebatar, aunque me priven de la cosa que me provocaba el impulso.
Por último, sobre el deseo y el impulso tiene que actuar el asentimiento intelectual. Es decir, que tengo que valorar los pros y los contras de tomar una decisión u otra. ¿Depende de mí un asentimiento intelectual en un sentido o en otro? Parece evidente que así es. Aunque todo lo exterior me niegue cualquier actuación al respecto. La formación de ese intelecto también depende de mí y hacerlo de una manera o de otra acarreará unos juicios más o menos justos y equilibrados. Pero, repetiré una vez más: aceptar o negar algo desde mi intelecto es propiedad inalienable de mí mismo y en ello debo mandar y decidir, aun a costa de cualquier consecuencia. Lo exterior me puede coaccionar, pero yo lo puedo aceptar o despreciar y rechazar.
Por fin junto deseo, impulso y asentimiento intelectual y deduzco que en casita y con calefacción se está mejor. Pero alguien me podía haber obligado a salir por las calles, abrigado o sin abrigar. Nada importa eso. Mis deseos, mis impulsos y mis asentimientos intelectuales (mis convicciones) seguirán estando en los terrenos de mi propiedad.
Y así con cualquier asunto de la vida. De este modo, dicen los estoicos, nos acercamos o incluso conseguimos la serenidad y hasta la imperturbabilidad. Que no es poca cosa. Imaginemos este sencillo esquema referido a la muerte, al amor, al dolor, a las desgracias, a los éxitos… y hasta a la cesta de la compra.
No resulta extraño que a Epicteto se le atribuya esta anécdota: “Epafrodito sometía a suplicio a su esclavo (Epicteto fue esclavo de Epafrodito, luego manumitido y liberto) maltratándole en la pierna. Epicteto, con la serenidad del estoico, le hacía ver: “Me la vas a romper”. Epafrodito persistió en la aplicación del suplicio y le rompió la pierna. Epicteto, imperturbable, no dijo sino: “¿No te lo advertí?”. Puede parecer un disparate. No parece sencillo recomendar esto a nadie a primera vista. Pero aplíquese el esquema referido antes y tal vez nuestra opinión ya no sea tan contundente. Por cierto, ¿les suena aquello de poner la otra mejilla?
Sobre conexiones entre filosofías y religiones hay mucho que contar. Pero no ahora.

lunes, 20 de enero de 2020

LO QUE DEPENDE DE MÍ



                                              LO QUE DEPENDE DE MÍ
Con alguna frecuencia vuelvo a los estoicos, a su lectura y a la reflexión que siempre me provocan. Zenón, Crisipo, Marco Aurelio, Epicteto, Séneca.
Ya sé que todo sistema filosófico aspira al valor universal y poco distingue de tiempos y espacios. Sin embargo, pienso que el estoicismo parece que encaja mejor en una edad en la que ya se ha conseguido lo que se podía conseguir y uno ha llegado a aquello que quería ser. Tal vez a eso que llamamos madurez. Hasta me atrevo a sugerir que es una teoría que se abriga mejor con el invierno y con las situaciones de desajuste en la vida y de decaimiento moral.
Sea cual sea la variable que se elija (ahora ando engolfado en las páginas de Epicteto, o más bien de su discípulo Arriano, que recogió para nosotros sus pensamientos, como hizo Platón con su maestro Sócrates), todo se ordena hacia el fin supremo: alcanzar la serenidad y la imperturbabilidad, desde el dominio del deseo, del impulso y del asentimiento intelectual. Y ello desde este principio. “Hay unas cosas que dependen de nosotros; otras no dependen de nosotros. (…) Lo que depende de nosotros es, por naturaleza, libre; mientras que lo que no depende de nosotros es débil, esclavo, sometido a impedimentos ajenos”. Ante tal situación, solo nos queda este mandato: “Aparta, pues, tu rechazo de todo lo que no depende de nosotros (de ti) y ponlo en lo que no es acorde con la naturaleza y depende de nosotros (de ti)”. De todo ello se deriva una moral restrictiva y orientada siempre hacia uno mismo.
El estoicismo ha configurado la personalidad de seres extraordinarios, dignos de ser admirados y reconocidos. Valga como ejemplo el caso de Séneca. Y, como él, tantos otros. Aunque solo fuera por eso, debería despertar en nosotros la curiosidad.
Pero siempre me sucede lo mismo: me atasco en la tarea de separar aquello que depende de mí mismo de lo que no depende de mí. El pleno siglo veintiuno, con la población que vive en este planeta, con la interrelación creada por los medios técnicos o simplemente observando el desarrollo biológico del individuo, ¿cuáles son los restos que me quedan como dependientes solo de mi albedrío y de mis decisiones? Aunque tal vez precisamente esas mismas variables me traigan la certeza de la necesidad de preservar lo que me corresponde como ser humano con inteligencia y libre albedrío.
Sea cual sea el número de elementos y de situaciones que me corresponden, sí parece claro que es en ellos en los que debo centrar mis esfuerzos. Lo que no depende de mí no puede ser mejorado por mí, solo lo que depende de mis fuerzas y de mi dominio. Estas son las palabras reveladoras de Epicteto: “Si quieres que tus hijos y tu mujer y tus amigos vivan para siempre, eres bobo. Pues quieres que dependa de ti lo que no depende de ti y que lo ajeno sea tuyo. (…) Pero si quieres no fallar en tus deseos, eso puedes conseguirlo. Ejercítate en eso, en lo que puedes. Es dueño de cada uno el que tiene la potestad sobre lo que él quiere o no quiere para conseguírselo o quitárselo. Así que el que pretenda ser libre que ni quiera ni rehúya nada de lo que depende de otros. Si no, por fuerza será esclavo”. Como se ve, no se corta y ejemplifica con las situaciones más hirientes.
¿Qué consecuencias tiene esto en el comportamiento de cada uno de nosotros en la vida? Ya se adivina que son infinitas y de aplicación diaria. Que cada cual abra la ventana y se airee como quiera: el campo es inmenso y se presta a muchísimas consideraciones. Por ejemplo, a aquella que apunta al equilibrio con uno mismo y con la naturaleza. Otros buscan esa relación con algún dios. O la que se refiere a la participación, en cantidad y calidad, en la res publica general o más próxima.
Porque hay muchos que afirman que esto de la filosofía es para unos pocos y que nada tiene que ver con la vida práctica. Imbéciles.
En fin, allá cada cual. Una pasadita por los estoicos resulta muy reveladora y consoladora.

viernes, 17 de enero de 2020

SU PATRIA ES MI PATRIA


                                                 SU PATRIA ES MI PATRIA
La memoria desfigura los recuerdos cuando actualiza el pasado. Los hechos pueden ser los mismos, pero la mirada ya es otra. Y lo que ve es más grande o más pequeño, más hondo o más superficial que lo que fue por primera vez. Cuando pasa el tiempo, los hitos se desdibujan aún más y la niebla se adensa y ocupa un lugar más extenso.
Hoy me he reservado un espacio para mí, aunque he pensado que esto mismo debe de suceder a los demás. De vez en cuando, repaso los papeles y objetos que guardo de mi madre. Me vengo abajo cada vez que lo hago: son diez años ya y mi dolor sigue sin extinguirse. Pero necesito reducir, no el recuerdo, pero sí el número de elementos que me mantienen vivo ese recuerdo.
Mi madre fue poco tiempo a la escuela, pero tenía una intuición extraordinaria. Gastó su vida en criar nada menos que nueve hijos en una familia de carboneros que pasaba los días en el monte. La imagen de este contexto me ahorra explicaciones. Yo quería y quiero mucho a mi madre. No es nada especial que así sea. Ella también me quería mucho a mí. Tampoco creo que sea nada extraño.
A veces anotaba, con su caligrafía tan clara, y con sus errores ortográficos, lo que le llamaba la atención. Y lo guardaba como si fuera un tesoro. Para ella lo era. Para mí también. Hoy he encontrado entre sus papeles, en una hoja blanca de no más de diez centímetros por cinco, esta joya: Queriendo yo un día saber qué es mi patria, me dijo un anciano que mucho la amaba: La patria se siente, no tiene palabras; es claro lo expliquen las lenguas humanas. Allí donde, en tierra bendita y sagrada, abuelos y padres los restos descansen, allí está la patria.
De mis ojos se desprendieron un par de lagrimones (o acaso más) por todo lo que encierran estas palabras y por el recuerdo de las manitas arrugadas que las escribieron en este sencillo papel. No alcanzo a saber cuál es el poeta que las compuso, pero sí sé que mi madre las hizo suyas con tanta fuerza, que las quiso guardar como recuerdo sin fin.
Claro que patria tiene que ver con padre, y con madre. Claro que la patria es un sentimiento. Claro que la tierra donde descansan los antepasados es y tiene que ser siempre sagrada. Claro que allí está la verdadera patria.
Algún día escribí estas palabras en un poema: Yo quisiera morir / como mueren las hojas en otoño (…) /En ese baile absurdo con el viento, / vestido de amarillo, / quisiera regalar todos mis versos / a los que más me amaron / y a los que amé también en un intento / de jugar al amor, / como final feliz de todo juego. // Después, muy lentamente, / con esa lentitud / del ocaso sereno de las tardes, / me gustaría posarme / en los brazos abiertos de la tierra / y fundirme con ella / en un abrazo eterno e infinito. // La tierra me hará hueco / al lado de los otros, / de los restos sagrados de mis muertos, / con los que quiero estar / para siempre y por siempre / en los amables brazos del olvido.
Esta es para mí también la verdadera patria, aquella que imaginaba mi madre en los versos que copió en un papel pequeñito y que conservó para mi recuerdo, para mi admiración y para mi amor.
Las demás patrias me interesan menos y no puedo entender tan gran empeño en andarlas buscando a torta limpia y, sobre todo, renegando de la patria de los antepasados padres y abuelos.
Mi madre era muy sabia. Yo guardo su recuerdo en mi recuerdo.
N. B. A veces se me escapan erratas en estas consideraciones. Lo siento y pido disculpas. Ayer, sin ir más lejos, animaba a Aranguren y a Ullastres con un “Urra” que no levantaba el ánimo precisamente. Hoy sí alzo la voz de nuevo: “HURRA” por ellos.

jueves, 16 de enero de 2020

PERO...


PERO…
Otras opiniones también merecen la pena, si son templadas, organizadas y bien trabadas.
Ayer recogía unas palabras de Aranguren acerca de la postura y de la labor del intelectual. Del mismo contexto, reescribo hoy otras palabras de Alberto Ullastres, aquel embajador que conocimos en nuestros años más jóvenes y que, tal vez, por el contexto histórico, por nuestros impulsos juveniles y por el rechazo general e impetuoso a las circunstancias políticas de aquel momento, lo rechazamos sin considerar si es razonable o no lo que dice. Por desgracia creo que es algo similar a lo que sucede ahora mismo con aquellos que no piensan como nosotros, que los rechazamos sin siquiera escucharlos, solo porque comen en mesa diferente. Pena.
Vamos a ellas: Pregunta S. Pániker: “¿Usted lee mucho?”. Responde A. Ullastres: “Menos de lo que quisiera. Los hombres se dividen en dos clases: los que leen más que piensan, y los que piensan más que leen. Yo soy de los segundos. Pero, además, vivo; e intensamente.”. Y respondía a otra pregunta: “Yo entré en la vida pública española a los 43 años (…) Desde que entré en la vida pública me hice menos teórico. Las teorías, sean económicas o sociales, parten de supuestos muy simplificados: unos cuantos datos y unas cuantas variables. Luego se encuentra uno en un mundo en evolución donde todo son variables. La vida pública me ha quitado la soberbia intelectual del universitario que cree que la teoría lo domina todo. A pesar de lo cual sigo creyendo que sin teoría no se va a ninguna parte”.
Muchos elementos para considerar. Quedémonos con el que nos viene interesando. Otra vez la posible diferencia entre la idea y la obra, entre el pensamiento y la acción, entre la teoría y la práctica… El compromiso del intelectual con la actividad diaria y con la política, con la res pública. Y el peligro del que advertía Aranguren.
Tal vez se podría comenzar por el final del párrafo: Sin teoría no se va a ninguna parte. Yo lo suscribo de la A a la Z. Es verdad que hay diversos niveles de conocimiento teórico, pero ¿a dónde se encaminan los que tienen dificultades para crear siquiera un silogismo en BARBARA y solo se dejan llevar por el impulso y la alegría de la derrota del adversario político? ¿Y esa mirada alta y de alcance, que ve algo más allá que lo que deja ver el hecho concreto y singular? ¿Y el espacio de la buena voluntad como reconocimiento de que las verdades absolutas o no existen o no son alcanzables por el ser humano?
¿Existe la soberbia intelectual? Pues seguramente algo de esto también sea cierto y se viva más cómodamente en la pureza que en el barro. Ojo, por tanto, a los exquisitos.
Las teorías, al pasar de las musas al teatro, es decir, en el momento en que han de ser aplicadas, ¿se encuentran con muchas más variables? Pues uno tiene la impresión de que sí, de que también sucede eso.
Por último, ¿hay que leer mucho, pensar mucho y vivir mucho? ¿Son compatibles las tres cosas? Necesitaría muchas palabras y páginas para explicar lo que pienso al respecto. En este formato reducido, me quedo con la afirmación, en voz baja, de que las tres cosas se necesitan unas a otras para que la vida sea fecunda.
Como se ve, estas consideraciones tienen poco que ver con los trepas, con los conseguidores, con las gentes llamadas “de partido” y con los que se agarran a un clavo ardiendo con tal de que les asignen un puesto. Si puede ser bien remunerado, mejor. Y gentes de estas las hay en todas las tendencias. Y de las otras por supuesto que también; y muchas. Ahí están las indicaciones de Aranguren y de Ullastres para demostrarlo.
Hurra por ellos.

miércoles, 15 de enero de 2020

EL INTELECTUAL Y EL PODER


EL INTELECTUAL Y EL PODER
Leo un libro de entrevistas y coloquios con intelectuales de los años sesenta y setenta del siglo pasado. Lo escribe Salvador Pániker y se llama Conversaciones en Madrid. Uno de los conversadores es el profesor José Luis Aranguren. Recojo alguna de sus opiniones: “El intelectual lleva una sobrecarga crítica –por eso es intelectual- que le inhabilita para la acción”. Y sobre esta pregunta: ¿No le parece que el divorcio entre la inteligencia y el poder puede ser peligroso?, esta respuesta: “Podría no ser tan grave con un acercamiento entre esa instancia crítica y la instancia del poder. Entonces, no serían los intelectuales quienes gobernaran, pero sí unos discípulos de los intelectuales. Yo no veo cómo un auténtico intelectual pueda siquiera pertenecer a un partido político. Me parece que un partido político es siempre una especie de corsé en el que el pensamiento no queda libre. El intelectual tiene que estar criticando continuamente”.
Acaban de tomar posesión de sus cargos los ministros del nuevo Gobierno. Me parece que las palabras de Aranguren resultan muy oportunas. Implican muchas variables. Están pronunciadas en unos años en los que la democracia tan solo se atisbaba y todo, absolutamente todo tiene que ser analizado según el contexto en el que se produce.
Pero la relación del intelectual con el poder sigue pendiente de la cucaña y no resulta fácil subir hasta arriba para bajarla hasta el suelo.
Sigo sin conocer una definición de intelectual que me satisfaga y aquí cualquiera se apunta a ese grupo, porque no queda mal el marbete que te ponen. Me conformo con la etimología que apunta a todo el que utiliza el intelecto como modo de pensamiento y de actuación en un grado constante y reconocible. A partir de ahí, vete a saber cómo y en quién se concreta. Quizá todo sea cuestión de grados.
Con todas las dudas que la definición ya supone, nos acercamos a la relación del intelectual con el poder. ¿Es verdad que un partido político es siempre una especie de corsé? Me parece algo evidente. ¿El intelectual tiene que estar criticando continuamente? Por supuesto. Y que el bobo de turno entienda, por favor, que criticar significa someter todo al pensamiento, con el ánimo positivo de mejorar, no de derrotar a nadie ni de dejar en evidencia a ninguno. Por si acaso. ¿Esto imposibilita la pertenencia del intelectual a un partido político y la participación activa en la política? Me parece claramente que no. Ya se encargan las estructuras partidistas de poner palos en las ruedas a quien encuentra aristas y no dice amén a todo. Pero esas personas son necesarias para que no se dé todo por hecho y por bueno. Necesitamos poner en cuestión todo para no dormirnos en los laureles, para dar cabida a otras opiniones y visiones del mundo y para afinar cada día más entre el concepto y la actuación, aun a costa de perder por el camino eso votos necesarios en las disputas electorales.
Al lado de esto, necesitamos también que el intelectual se manche las manos y se exponga a la impureza que supone pasar de la idea a la acción, del concepto a la práctica, de la teoría al cuerpo real y a la aplicación de la ley. Siempre con la sombra de la duda, pero a la vez con la necesidad de tomar decisiones y de someterse a la posibilidad de equivocarse.
Creo que se pone de manifiesto que estas breves consideraciones a quienes únicamente excluyen es a los trepas de turno y a los que someten todos los medios al fin de conseguir el poder, sin el pudor de someter los medios al razonamiento. ¿Cuántos hay sumando trepas e impúdicos? Hagan el recuento ustedes mismos.
Me quedo con el recuento de los intelectuales, con los que recelan del peligro que suponen las estructuras encorsetadas de los partidos y también con el de los que se manchan las manos en busca no del bien individual sino el bien común. Suerte.

lunes, 13 de enero de 2020

ANIVERSARIOS


ANIVERSARIOS
Se suelen echar cuentas, cuando comienzan los años, de los acontecimientos que van a resultar importantes durante los mismos. Y se seleccionan aquellos que van a tener más resonancia social. No es más que otra muestra de que somos seres sociales y de que nos dejamos llevar en buena parte por lo que el grupo selecciona. Para este año, verán como las miradas se dirigen hacia las celebraciones deportivas (campeonatos, olimpiadas…), acontecimientos políticos (gobiernos, elecciones…) y catástrofes llamativas. No resulta sencillo salirse de ese esquema: la riada te arrastra y te devora.
En un plano mucho más oscuro quedarán noticias y hechos que afectan a menos personas o que, aun afectando a todos, tienen menos lustre y apariencia externa. Son todas aquellas que no alcanzan brillo en la escala de valores de la apariencia que todo lo domina. Porque el clima es general y el sol sale para todos, la desigualdad se ceba con demasiadas personas, o el tiempo nos va arrastrando sin distinción de clases. Pero estas consideraciones merecen menos atención, no entran en los resplandores de las pasarelas ni alcanzan los seguidores suficientes. Qué pena.
Todavía se oculta un poco más un plano particular, más personal, más único, más intenso y atractivo. Se trata de aquel que nos afecta específicamente a cada uno de nosotros de manera especial, porque conforma nuestra vida, o nuestros afectos, o nuestro entorno más cercano. Los hechos que se incluyen en este nivel apenas interesan, ni al vecino de enfrente, y pocos tendrán noticias de ellos. Pero a ellos tendríamos que dedicarles nuestra atención y nuestro cuidado. A la mierda los espectáculos y las estrellas vacías de contenido, al estercolero las pasarelas de la moda y de las luces fugaces que solo destellan, pero que no tienen sustancia sino solo la oquedad del mundo en su cabeza.
Y, como recordaba la canción, “cada uno a lo que hay que hacer: Tú a…, tú…, tú…” Solo desde esa atención a nuestras pequeñas cosas y a nuestros aniversarios podremos construir unas vidas más sustanciosas y un mundo más real y menos engañoso.
Yo seleccionaré alguno de esos hechos que me merezcan la pena, por recordarlos como aniversarios, o porque merezcan, en otros años posteriores, ser recordados como aniversario. Como son personales, me los guardaré. Cada cual hará su elección personal.
Pero como no podemos hurtarnos de todo lo que pasa por ahí, al menos seleccionemos con cuidado y con provecho. Por ejemplo, al lado de los acontecimientos deportivos, podemos recordar que este año se celebran el centenario de la muerte de Pérez Galdós, quien tanto nos enseñó acerca de la novela y de lo que aconteció en el siglo diecinueve, y el centenario del nacimiento de Miguel Delibes, que tanto nos dejó dicho acerca de lo que significa la naturaleza para el ser humano. Tal vez ahora que tan de moda está eso de la España vacía y vaciada muchos deberían volver a él y a sus libros para sentir la emoción y la verdad de lo que dice. Yo ya he vuelto estos primeros días del año a la emoción de su enternecedora obra El Camino.
Son solo dos ejemplos de aniversarios que merecen la pena. No tanto como los de cada cual, pero más que algunos que nos van a imponer machaconamente. Pues eso.

sábado, 11 de enero de 2020

POR SI QUISIÉRAMOS MIRAR


POR SI QUISIÉRAMOS MIRAR
En estas horas tensas en las que todo el mundo anda pendiente de la composición del nuevo Gobierno, con reparto de carteras ministeriales y de funciones, de regateos y de previsiones (catastrofistas unas, ilusionadas otras), de dimes y diretes, y de penúltimas intenciones de sacar tajada de todo, uno se remansa cuando se da de bruces con datos de otros lugares en los que se confirma que viven en los países “más felices del mundo”. Tal es el caso de Finlandia según casi todos los indicadores y estudios.
Nadie sabe en qué consiste exactamente eso de ser feliz. Habrá que contentarse y entender que estamos hablando de situaciones concretas y perecederas en las que la gente no se siente del todo mal. O, si se quiere decir en vía negativa, se trata de comunidades menos infelices. Es lo mismo que cuando afirmamos que la democracia es la mejor de las formas políticas de convivencia, cuando en realidad deberíamos conformarnos con defender que es la menos mala. No hay más que abrirla un poco en canal para darnos cuenta de la cantidad de carencias que contiene. Pero, a pesar de ello, es la menos mala.
Acabo de leer un amplio reportaje, elaborado con datos de presencia directa, de la sociedad finlandesa. Nihil novum sub sole. Los condicionamientos naturales, geográficos, de densidad humana, etc. no son los mismos, pero nos sirve el ejemplo. Corrobora lo que ya se sabía. Educación como base de todo; no escandalosa desigualdad entre los ciudadanos; servicios sociales abundantes; confianza de los ciudadanos hacia los demás y hacia las instituciones; sentido de pertenencia a una comunidad en la que hay ideales comunes y el bienestar de uno es bienestar de todos.
No hay más. Ni menos. Y tal vez ordenado como se ha hecho aquí. Porque una buena educación ya nos da una escala de valores y una preparación adecuada para todo lo demás; una proximidad en igualdad de los ciudadanos nos proporciona confianza y autoestima; un estado de bienestar nos estimula para seguir contribuyendo a la justicia y al bienestar común; una confianza en los demás y en las instituciones nos permite la buena fe, la buena voluntad y la eficacia; y, por fin, un sentido de pertenencia a una comunidad con ideales comunes nos evita envidias, centrifugaciones, recelos y disgregaciones.
Uno lee estas páginas, se imagina esas sociedades y traslada la mirada a la situación de esta España en la que uno vive y respira. Y el ánimo se viene al suelo. Y no porque no crea en la existencia de valores positivos ni de logros importantes en ella. Pero estas bases… Si lográramos sustentarnos en estas bases…
A lograrlas tendríamos que contribuir todos los ciudadanos, cada uno en su puesto y en su lugar. Pero también las instituciones públicas, empujando iniciativas que animen a ello, dibujando estructuras que lo visibilicen, fomentando el desarrollo de estos valores.
Tal vez serían buenos estos momentos para pensar primero en los valores y luego en las personas que pueden estar al frente del desarrollo de los mismos. Hay, sin embargo, tantos intereses que atender y tantos egos que satisfacer…
No es sencillo organizar la convivencia de territorios amplios y de comunidades millonarias, sobre todo si las fuerzas se nos van en disgregar y en recelar unos de otros. Influyen muchos factores que condicionan el organigrama y su desarrollo. Pero no actuar con esos objetivos en el horizonte es andar a tientas y con el peligro de no acertar nunca.
Los principios no son muchos. Su organización y jerarquía resulta fundamental, La racionalidad para glosarlos e impulsarlos es básica. El acompañamiento de todos nosotros se hace imprescindible. El resultado no será el mejor, pero será, sin duda, el menos malo.

jueves, 9 de enero de 2020

BUEN SIRVIENTE, PERO MAL AMO


 BUEN SIRVIENTE, PERO MAL AMO             
Se atribuye a Óscar Wilde la siguiente afirmación: “Cuando era joven, pensaba que el dinero era lo más importante en la vida; ahora que soy mayor, sé que lo es”. De forma más popular, se oye con frecuencia esto: “El dinero no vale mucho, pero lo demás está todo tan caro…” Y así de mil maneras.

Qué frases tan lapidarias si responden a la verdad. Pues con frecuencia tiende uno a pensar que realmente así es. Porque resulta que hasta la muerte tiene un precio y las personas terminan vendiéndose por un puñado de dólares. (Sí, las películas del Oeste me gustan: algo tengo que salvar de Origud). Casi todo en la vida tiende a regularse por el patrón del dinero. Y mucho de lo que se opone a ello, en pensamientos y en acciones sociales y políticas, es precisamente para intentar que ese patrón no se desmande y provoque resultados inasumibles para la comunidad. O sea, que vuelta al dinero como regulador.

¿No se puede salvar nada de este aparente naufragio? Pues acaso dependa del cristal con que se mire, por más que cualquier cristal mantiene un tufillo que nos lleva siempre al dinero. Son muchos los creadores que han sentenciado acerca del dinero. Los hay para todos los gustos. He aquí media docena:
-        -  Mateo Alemán: “Mejor es hombre necesitado de dinero que dinero necesitado de hombre”.

-          -Del Refranero: “Quien nunca tuvo un apuro no sabe lo que es un duro”.

-         - B. Franklin: “De aquel que opina que el dinero puede hacerlo todo, cabe sospechar con fundamento que será capaz de hacer cualquier cosa por dinero”.

-          -Voltaire: “Cuando se trata de dinero, todos son de la misma religión”.

-          -Juvenal: “El dinero huele bien venga de donde venga”.

-          -G. B. Shaw: “El dinero no es nada, pero mucho dinero, eso ya es otra cosa”.

Como se puede suponer, la lista puede ser aumentada con facilidad. Cada uno contiene una buena carga de profundidad y dispara con bala; merecería un comentario de desglose. Pero es fácil imaginar que todos los comentarios terminarían rumiando en el prado de la importancia que tiene este señor tan especial.
Acabamos de pasar unas fiestas en las que los bolsillos se han tenido que rascar un poco más. Afrontamos las rebajas y la cuesta de enero, esas etapas que la sociedad de consumo y del dinero nos imponen en su calendario. No sé qué tal de espacio le hemos dejado al dinero en nuestros bolsillos. Tratádmelo bien y que no se enfade, porque desembarazarnos de él, por su presencia o por su ausencia, nos va a resultar imposible.
Si al menos el puñetero se quisiera refugiar de una manera más equitativa en los bolsillos… Se conoce que algunos lo deben de tratar mejor que otros y por eso a unos les llena las carteras y a otros ni se digna saludarlos. Qué le habrán hecho los pobres…
Terminaré con unas palabras de Henry G. Bohn: “El dinero es un buen sirviente, pero un mal amo”.
Tal vez eso lo explique casi todo.

miércoles, 8 de enero de 2020

AMANECER



AMANECER  

El sol se levantaba
como un hondo altavoz del universo.
Sus ojos, somnolientos, lentos, torpes,
expresaban nostalgia de los sueños.

Lo vi salir con calma y asomarse
al umbral que domina la montaña,
donde la piedra linda con el cielo
y el viento ensaya valses con la nieve.

Me miró con dulzura. Me hizo un guiño.
Yo le correspondí con la sonrisa
que produce el asombro y el contento.

Me llené de su luz. Le di un abrazo.
Se deshicieron todas las palabras.
Y juntos nos perdimos de la mano
por los anchos caminos del espacio.

martes, 7 de enero de 2020

DECÍAMOS AYER



O antes de ayer, que para el caso es lo mismo, si no se enfada fray Luis. El caso es que el paréntesis de las Navidades ha tocado a su fin y que iniciamos otro período anual, ese extraño segmento en que dividimos el tiempo, tal vez porque no sabemos vivir sin estas particiones y porque no nos convencemos de que el tiempo realmente somos nosotros y nuestras cosas. Y nada más.
Tal vez el presente no sea más que el compendio del pasado en un recuelo que nos deposita un café con leche que tenemos que digerir con los azucarillos que queramos añadirle. Esa digestión lenta nos producirá los hechos del nuevo año que ya quita sus primeras hojas del calendario.
No sé hasta qué punto debemos abrir la puerta de par en par a lo pasado. Seguramente las distintas edades exigirán más espacio o menos, según sean más alargadas o más cortas. La biología, los hechos.
No tengo obligación ni necesidad acuciante para desvelar intenciones personales ni propósitos propios. Ya se irá viendo y se irá lidiando como se pueda, que el mundo no se agota en uno mismo ni todo está ni conmigo ni contra mí: no soy tan importante.
Pero soy ser social por necesidad, por obligación y hasta por abundancia; algo menos por carácter. Y la res pública me afecta como yo afecto a la res pública, siempre pasada por el tamiz subjetivo de mi conciencia. Qué le vamos a hacer, en esos parámetros me tengo que mover.
Pues a seguir dándole vueltas a lo que llega a mi mente.
Tal vez, para empezar, no está de más anotar lo de la elección de presidente del Gobierno. Hoy mismo, hace tan solo unas horas. Como me sucede en tantas ocasiones, estoy ilusionado, pero no me hago ilusiones. Estoy expectante, esperanzado y hasta ilusionado por ver de qué manera se legisla en los aspectos sociales. Pero soy bastante pesimista en lo que al asunto territorial se refiere. Y debo decirlo una vez más: No hay desarrollo legislativo ni social que arraigue sin un territorio claro en el que aplicar dicha legislación. Es algo previo. No se puede comenzar la casa por el tejado.
La consecuencia inmediata, y creo que lógica, es que ando sumido en una confusión que no me deja asegurar casi nada. Ojalá todo se encauce con serenidad y se dediquen los esfuerzos a reducir la desigualdad entre los miembros de la sociedad. Sería ese el mejor y más importante logro. La otra ventana, por desgracia, sigue ahí, entreabierta y expuesta a cualquier tormenta o mal aire. Y creo que hay gentes con ganas de crear tormentas y nublados por todas partes. Salvo que asistamos a renuncias programáticas o a interpretaciones retorcidas del cuerpo legal.
Veremos.
Por lo demás, amanecerá Dios y medraremos.