jueves, 16 de enero de 2020

PERO...


PERO…
Otras opiniones también merecen la pena, si son templadas, organizadas y bien trabadas.
Ayer recogía unas palabras de Aranguren acerca de la postura y de la labor del intelectual. Del mismo contexto, reescribo hoy otras palabras de Alberto Ullastres, aquel embajador que conocimos en nuestros años más jóvenes y que, tal vez, por el contexto histórico, por nuestros impulsos juveniles y por el rechazo general e impetuoso a las circunstancias políticas de aquel momento, lo rechazamos sin considerar si es razonable o no lo que dice. Por desgracia creo que es algo similar a lo que sucede ahora mismo con aquellos que no piensan como nosotros, que los rechazamos sin siquiera escucharlos, solo porque comen en mesa diferente. Pena.
Vamos a ellas: Pregunta S. Pániker: “¿Usted lee mucho?”. Responde A. Ullastres: “Menos de lo que quisiera. Los hombres se dividen en dos clases: los que leen más que piensan, y los que piensan más que leen. Yo soy de los segundos. Pero, además, vivo; e intensamente.”. Y respondía a otra pregunta: “Yo entré en la vida pública española a los 43 años (…) Desde que entré en la vida pública me hice menos teórico. Las teorías, sean económicas o sociales, parten de supuestos muy simplificados: unos cuantos datos y unas cuantas variables. Luego se encuentra uno en un mundo en evolución donde todo son variables. La vida pública me ha quitado la soberbia intelectual del universitario que cree que la teoría lo domina todo. A pesar de lo cual sigo creyendo que sin teoría no se va a ninguna parte”.
Muchos elementos para considerar. Quedémonos con el que nos viene interesando. Otra vez la posible diferencia entre la idea y la obra, entre el pensamiento y la acción, entre la teoría y la práctica… El compromiso del intelectual con la actividad diaria y con la política, con la res pública. Y el peligro del que advertía Aranguren.
Tal vez se podría comenzar por el final del párrafo: Sin teoría no se va a ninguna parte. Yo lo suscribo de la A a la Z. Es verdad que hay diversos niveles de conocimiento teórico, pero ¿a dónde se encaminan los que tienen dificultades para crear siquiera un silogismo en BARBARA y solo se dejan llevar por el impulso y la alegría de la derrota del adversario político? ¿Y esa mirada alta y de alcance, que ve algo más allá que lo que deja ver el hecho concreto y singular? ¿Y el espacio de la buena voluntad como reconocimiento de que las verdades absolutas o no existen o no son alcanzables por el ser humano?
¿Existe la soberbia intelectual? Pues seguramente algo de esto también sea cierto y se viva más cómodamente en la pureza que en el barro. Ojo, por tanto, a los exquisitos.
Las teorías, al pasar de las musas al teatro, es decir, en el momento en que han de ser aplicadas, ¿se encuentran con muchas más variables? Pues uno tiene la impresión de que sí, de que también sucede eso.
Por último, ¿hay que leer mucho, pensar mucho y vivir mucho? ¿Son compatibles las tres cosas? Necesitaría muchas palabras y páginas para explicar lo que pienso al respecto. En este formato reducido, me quedo con la afirmación, en voz baja, de que las tres cosas se necesitan unas a otras para que la vida sea fecunda.
Como se ve, estas consideraciones tienen poco que ver con los trepas, con los conseguidores, con las gentes llamadas “de partido” y con los que se agarran a un clavo ardiendo con tal de que les asignen un puesto. Si puede ser bien remunerado, mejor. Y gentes de estas las hay en todas las tendencias. Y de las otras por supuesto que también; y muchas. Ahí están las indicaciones de Aranguren y de Ullastres para demostrarlo.
Hurra por ellos.

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