PERO…
Otras opiniones también
merecen la pena, si son templadas, organizadas y bien trabadas.
Ayer recogía unas
palabras de Aranguren acerca de la postura y de la labor del intelectual. Del
mismo contexto, reescribo hoy otras palabras de Alberto Ullastres, aquel
embajador que conocimos en nuestros años más jóvenes y que, tal vez, por el
contexto histórico, por nuestros impulsos juveniles y por el rechazo general e
impetuoso a las circunstancias políticas de aquel momento, lo rechazamos sin
considerar si es razonable o no lo que dice. Por desgracia creo que es algo
similar a lo que sucede ahora mismo con aquellos que no piensan como nosotros,
que los rechazamos sin siquiera escucharlos, solo porque comen en mesa
diferente. Pena.
Vamos a ellas: Pregunta
S. Pániker: “¿Usted lee mucho?”.
Responde A. Ullastres: “Menos de lo que
quisiera. Los hombres se dividen en dos clases: los que leen más que piensan, y
los que piensan más que leen. Yo soy de los segundos. Pero, además, vivo; e
intensamente.”. Y respondía a otra pregunta: “Yo entré en la vida pública española a los 43 años (…) Desde que entré
en la vida pública me hice menos teórico. Las teorías, sean económicas o
sociales, parten de supuestos muy simplificados: unos cuantos datos y unas
cuantas variables. Luego se encuentra uno en un mundo en evolución donde todo
son variables. La vida pública me ha quitado la soberbia intelectual del
universitario que cree que la teoría lo domina todo. A pesar de lo cual sigo
creyendo que sin teoría no se va a ninguna parte”.
Muchos elementos para
considerar. Quedémonos con el que nos viene interesando. Otra vez la posible
diferencia entre la idea y la obra, entre el pensamiento y la acción, entre la
teoría y la práctica… El compromiso del intelectual con la actividad diaria y
con la política, con la res pública. Y el peligro del que advertía Aranguren.
Tal vez se podría
comenzar por el final del párrafo: Sin
teoría no se va a ninguna parte. Yo lo suscribo de la A a la Z. Es verdad
que hay diversos niveles de conocimiento teórico, pero ¿a dónde se encaminan
los que tienen dificultades para crear siquiera un silogismo en BARBARA y solo
se dejan llevar por el impulso y la alegría de la derrota del adversario
político? ¿Y esa mirada alta y de alcance, que ve algo más allá que lo que deja
ver el hecho concreto y singular? ¿Y el espacio de la buena voluntad como
reconocimiento de que las verdades absolutas o no existen o no son alcanzables
por el ser humano?
¿Existe la soberbia intelectual? Pues seguramente
algo de esto también sea cierto y se viva más cómodamente en la pureza que en el barro. Ojo, por tanto, a los exquisitos.
Las teorías, al pasar de
las musas al teatro, es decir, en el momento en que han de ser aplicadas, ¿se
encuentran con muchas más variables?
Pues uno tiene la impresión de que sí, de que también sucede eso.
Por último, ¿hay que leer mucho, pensar mucho y vivir mucho?
¿Son compatibles las tres cosas? Necesitaría muchas palabras y páginas para
explicar lo que pienso al respecto. En este formato reducido, me quedo con la
afirmación, en voz baja, de que las tres cosas se necesitan unas a otras para
que la vida sea fecunda.
Como se ve, estas
consideraciones tienen poco que ver con los trepas, con los conseguidores, con
las gentes llamadas “de partido” y con los que se agarran a un clavo ardiendo
con tal de que les asignen un puesto. Si puede ser bien remunerado, mejor. Y
gentes de estas las hay en todas las tendencias. Y de las otras por supuesto
que también; y muchas. Ahí están las indicaciones de Aranguren y de Ullastres
para demostrarlo.
Hurra por ellos.
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