MUNDO Y MUNDOS
Ya nadie discute que la
globalización es una realidad cada día más evidente. De hecho, todo indica que
la teoría de la mariposa, según la cual hasta un simple movimiento de alas de
este insecto lepidóptero ejerce influencia en todo el universo, responde a lo
que realmente sucede. Si le hacemos caso, tengo para mí que no moveríamos ni un
dedo, por temor a las consecuencias que de ello se pudieran derivar.
Sin embargo, seguimos
actuando y decidiendo cada hora y cada día, hacemos y dejamos de hacer, como
dando de lado a casi todo lo que sucede por ahí, tan cerca y a la vez tan lejos
de nosotros.
Ayer estuve en Ávila. Con
mis hijos y con mis nietos. Fui a buscar a mis nietos al colegio, jugué con
ellos, los besé un montón de veces, los noté contentos y yo me sentí feliz a su
lado… Después, como siempre, me puse un poquito triste cuando los dejé. Hice mi
pequeño mundo, lejos de todo lo que sucedía en otros lugares.
En otros lugares se
extendía una gripe peligrosa, se decía una cosa y su contraria por parte del
Gobierno acerca de no sé qué reunión, Cataluña era solo un territorio más que
se asoma al Mediterráneo, como lo es Castilla sin mar, pero con cielo, o la
nieve se hacía líquido en la sierra por efecto de las temperaturas.
Quiero decir que, al lado
del mundo mundial, existe y existió mi mundo particular, aquel que más me
rozaba y en el que yo me podía extender y en el que podía participar más
activamente. En ese mi pequeño mundo, una sonrisa valía mucho más que un tratado,
y una broma o un consejo era más importante que un Consejo de Ministros, o
incluso una caricia valía más que toda una terapia contra el coronavirus.
Existe un mundo y existen
a la vez muchos mundos. Todos son importantes y de ninguno podemos escapar,
pues somos parte de todos. Solo quiero decir que ese mundo más reducido y
próximo, ese que parece que afecta solamente a unos poquitos, está siempre ahí,
a nuestro lado, y ese lo podemos domar y domesticar con más probabilidades de
no morir en el intento.
Tengo la sensación de que
gastamos mucho más tiempo en los esquemas generales que nos trasladan los
medios de comunicación que en los de nuestro día a día, en los que sostenemos
con los de al lado, con nuestra familia y con nuestros vecinos y amigos. De tal
manera que los generales sirven para tapar y velar los particulares, para
engañar y engañarnos a nosotros mismos.
Me miro y me remiro a mí
mismo, y siento como una especie de contradicción, pues ando siempre clamando
por la necesidad de levantar la mirada y ver algo más allá de nuestras narices.
Tal vez me contradigo. Tal vez no. No quiero negar el pensamiento y los
principios, el esquema general que explica los particulares. Claro que no. Solo
quiero mostrar mi adhesión a la felicidad que produce un mundo próximo bien
articulado y sentimentalmente bien ordenado. Y señalar mi preocupación por el
peligro que supone dejarnos llevar por lo que seleccionan cada hora y cada día
los medios de comunicación para nosotros, olvidándose y olvidándonos de que
existen los mundos particulares y próximos, ricos e intensos, personales e
intransferibles.
Tal vez, de nuevo, una
sabia mezcla de lo que nos decía el filósofo poeta Unamuno no vendría mal: “Piensa el sentimiento, siente el
pensamiento…”
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