martes, 7 de enero de 2020

DECÍAMOS AYER



O antes de ayer, que para el caso es lo mismo, si no se enfada fray Luis. El caso es que el paréntesis de las Navidades ha tocado a su fin y que iniciamos otro período anual, ese extraño segmento en que dividimos el tiempo, tal vez porque no sabemos vivir sin estas particiones y porque no nos convencemos de que el tiempo realmente somos nosotros y nuestras cosas. Y nada más.
Tal vez el presente no sea más que el compendio del pasado en un recuelo que nos deposita un café con leche que tenemos que digerir con los azucarillos que queramos añadirle. Esa digestión lenta nos producirá los hechos del nuevo año que ya quita sus primeras hojas del calendario.
No sé hasta qué punto debemos abrir la puerta de par en par a lo pasado. Seguramente las distintas edades exigirán más espacio o menos, según sean más alargadas o más cortas. La biología, los hechos.
No tengo obligación ni necesidad acuciante para desvelar intenciones personales ni propósitos propios. Ya se irá viendo y se irá lidiando como se pueda, que el mundo no se agota en uno mismo ni todo está ni conmigo ni contra mí: no soy tan importante.
Pero soy ser social por necesidad, por obligación y hasta por abundancia; algo menos por carácter. Y la res pública me afecta como yo afecto a la res pública, siempre pasada por el tamiz subjetivo de mi conciencia. Qué le vamos a hacer, en esos parámetros me tengo que mover.
Pues a seguir dándole vueltas a lo que llega a mi mente.
Tal vez, para empezar, no está de más anotar lo de la elección de presidente del Gobierno. Hoy mismo, hace tan solo unas horas. Como me sucede en tantas ocasiones, estoy ilusionado, pero no me hago ilusiones. Estoy expectante, esperanzado y hasta ilusionado por ver de qué manera se legisla en los aspectos sociales. Pero soy bastante pesimista en lo que al asunto territorial se refiere. Y debo decirlo una vez más: No hay desarrollo legislativo ni social que arraigue sin un territorio claro en el que aplicar dicha legislación. Es algo previo. No se puede comenzar la casa por el tejado.
La consecuencia inmediata, y creo que lógica, es que ando sumido en una confusión que no me deja asegurar casi nada. Ojalá todo se encauce con serenidad y se dediquen los esfuerzos a reducir la desigualdad entre los miembros de la sociedad. Sería ese el mejor y más importante logro. La otra ventana, por desgracia, sigue ahí, entreabierta y expuesta a cualquier tormenta o mal aire. Y creo que hay gentes con ganas de crear tormentas y nublados por todas partes. Salvo que asistamos a renuncias programáticas o a interpretaciones retorcidas del cuerpo legal.
Veremos.
Por lo demás, amanecerá Dios y medraremos.

No hay comentarios: