FIN DE AÑO
He de
cerrar de nuevo el calendario
de mis
días sembrados en el tiempo
de dos
mil diecinueve.
Todo es
memoria ya. En estos meses
he
alzado la mirada y el misterio
me
sorprendió sumido en el asombro.
Lo que
era piedra o nube, por ejemplo,
se
convirtió en amor, bajo el amparo
de lo
que le prestaba mi mirada.
Fui
creador, adivino, brujo, mago,
alquimista
de todas las sustancias.
He
abierto el pecho al paso de los días
y jugué
al escondite muchas tardes
con las
cosas sencillas.
Quizás
he amado poco y es posible
que no
esté en condiciones
de aprobar
el examen de la tarde,
cuando solo
es amor lo que interesa.
(Tal vez
soy un quejica
y me
quejo de vicio:
no lo
tengáis en cuenta).
He visto
pasar horas infecundas,
he
conquistado cimas imposibles,
he
buceado hasta el fondo, con peligro
de
ahogarme muchas veces,
y otras
he sucumbido a la indolencia.
Tengo a
la vista un cuadro panorámico
con
varias tachaduras y otra parte
con
figuras mejor elaboradas;
en él he
trabajado todo el tiempo.
Hoy ya
le pongo marco y esta firma
que
tiembla al contemplar que, acaso pronto,
será
pasto del tiempo, del espacio,
y, si el
azar no acude en su socorro,
acaso
del olvido.
No lo
dejéis que muera
solitario
y frío.
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