miércoles, 18 de diciembre de 2019

EN EL TALLER DE ARISTÓTELES


 EN EL TALLER DE ARISTÓTELES
¿Merece la pena leer a Aristóteles en el siglo veintiuno? Puede parecer una insolencia solo el hecho de formular la pregunta. Mucho más si quien la propone es alguien que, como yo, es aficionado a la filosofía y al pensamiento, pero en ningún caso un especialista académico en la materia. El caso es que, por una razón o por otra, sigo salteando lecturas filosóficas de mi biblioteca de esta materia.
Aristóteles es, como se sabe, el tercer coloso de la trilogía formada por Sócrates, Platón y él mismo. De uno al otro, y del segundo al tercero, el pensamiento va conformándose en la Grecia Antigua hasta dejar formado un corpus de pensamiento cuyo influjo llega hasta nuestros días.
De manera general, a mí me parece que Sócrates es quien enciende el fuego, Platón el que lo atiza y Aristóteles quien cocina en él. Quiero decir que me parece que Sócrates encarrila la forma de pensar, Platón concreta esa forma en los conceptos y Aristóteles intenta su aplicación a los elementos de la vida externa. Ya sé que es mucho simplificar, pero me mantengo en este esquema.
He dedicado horas en los últimos días a la lectura de Acerca de alma, obra de Aristóteles. Nada menos que acerca del alma. La verdad es que, ya bien entrado el siglo veintiuno, uno no sabe qué pensar acerca de la vigencia de lo que en ella se expone. Que nadie piense que se trata de concretar en qué consiste eso del alma, como algo espiritual que ha de llevarnos a Dios. El meollo se presenta en dilucidar la naturaleza del alma como si estuviéramos en una clase de ciencias naturales. Se trata de analizar la realidad de los seres vivientes y no vivientes y las diferencias que los separan. Esa diferencia entre unos seres y otros (vivientes y no vivientes) nos encamina ya hacia la concreción de eso que llamamos alma. El alma sería, pues, la forma específica del ser viviente. El alma termina identificándose con el concepto y con la realidad de la vida. No extrañan, entonces, estas palabras de Aristóteles: “El alma es la entelequia primera de un cuerpo que en potencia tiene vida”.
La relación con esa vida llega a través de los sentidos. Es por ello por lo que el filósofo analiza en esta obra las características de cada uno de los sentidos y rastrea los seres que pueden ser portadores de tales sentidos y de cuáles. Es, vuelvo a decir, casi un tratado de ciencias naturales.
A partir de las definiciones conocidas de potencia y acto, el alma, como la concibe Aristóteles, es también acto y también vida. Pero es acto de una potencia, de una posibilidad preexistente. El desarrollo y la concreción de esa potencia o posibilidad se realiza en actos concretos de la vida: nutrición, sensaciones… Son estas actividades las que llama potencias o facultades del alma. En su realización se proyecta el acto del alma, el alma se hace actividad, realidad, certeza comprobable.
Como se ve, se dibuja un concepto del alma muy lejana a la que siempre se nos reclama desde un contexto religioso tradicional. Ya dije que Aristóteles ya cocina en el fuego alimentos de verdad.
De nuevo la pregunta del principio: ¿Merece la pena leer a Aristóteles en el siglo veintiuno? Ufff, ha llovido tanto desde entonces…
Me parece que la formulación ya no puede ser la misma, y, sin embargo, la inquietud sigue ahí. Eppur si muove. ¿Cómo se concreta esa especie de impulso vital que nos empuja a seguir ahí, cada segundo de la vida, en el camino, con ánimos de no salirnos de la conciencia, de ser muerte y vida continuamente?
Los procesos químicos tienen mucho que decir, claro que sí. Pero ¿y el impulso para que se produzcan esos procesos químicos?, ¿y el empeño en seguir buscando el impulso vital primigenio? Nietzsche o Bergson podrían contarnos muchas cosas al respecto.
Yo, desde luego, no lo tengo resuelto. Me parece que, en realidad, nadie da con la tecla definitiva. Mientras tanto, Aristóteles sigue, erre que erre, después de dos mil quinientos años. Claro que ya no es el mismo magisterio que en la Edad Media o en el siglo dieciséis, pero ahí continúa por si alguno quiere salir a su encuentro. Yo ya lo hice y mis dudas siguen latiendo. Será tal vez eso que llaman la vida. O el alma quizás Quién lo sabe.

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