Para
las comidas y cenas de estos días -sobre todo para las sobremesas-, siempre hay
algo que llega en nuestro auxilio y que nos ayuda a dejar de lado aquellos
asuntos que más nos rozan por proximidad familiar y que conviene dejarlos olvidados
en el desván.
Este
año, no es difícil adivinar que el asunto de los dirigentes catalanes,
Junqueras, Puigdemont… nos traerá de cabeza y que lo mezclaremos con cualquier
sorbito de licor o con cualquier dulce. Así es la vida. Como si nosotros
pudiéramos solucionar algo que nos excede y que incluye cabos sueltos y
escondidos de todo tipo. Sería bueno serenarse -porque el cuarto a espadas lo
vamos a echar igualmente- y no querer llegar más allá de lo que podemos y,
sobre todo, sabemos. Calma, pues. Y, ahora sí, también ahora, sobre todo ahora,
sit and talk, please. O sea, serenidad y sosiego. Vamos.
Esos
señores de los que tanto hablamos y de los que tanto vamos a hablar durante
todas estas comidas están implicados en un proceso jurídico. Lo que se ha
dictado tiene que ver con las formalidades que tiene que cumplir todo proceso,
no con las penas que se tengan que imponer o no en él. No deberíamos, pues,
poner el punto de mira en objetivos que no son tales. Que ni nos engañemos ni
nos engañen.
Como
de un proceso judicial y jurídico se trata, será bueno dejar que sean los
técnicos en la materia los que opinen y nos guíen en nuestros conocimientos y
en nuestras opiniones. No queramos solucionar cualquier detalle porque nos
podemos perder en el camino y llevarnos cualquier desilusión. La justicia dirá.
En cualquier sentido que se pronuncie. En cualquier sentido. Y después,
acatamiento y cumplimiento de ese dictado. Esa es la garantía de un estado de
derecho y no de emociones primitivas.
Pero
ya verán, algo sí que podemos asegurar y defender.
Porque
alguna cosa sí hay clara, incluso para los más profanos: no es lo mismo
inmunidad que impunidad. Y, en el caso que nos ocupa, estamos hablando de
inmunidad, no de impunidad. El tribunal europeo -que, por serlo, también es
español- parece que discute la inmunidad, sobre todo por cuestión de fechas,
pero nunca ha sentenciado en contra del fondo de la sentencia del TS español.
Es
vedad que la inmunidad podría cuestionar la impunidad, pero solo por cuestiones
formales, no de fondo; o, lo que es lo mismo, el proceso nunca quedaría
agotado, aunque quedara condicionado y hasta obligado a la repetición. Son
formas y son tiempos, es garantía de la justicia para todos los ciudadanos,
incluso para aquellos que quieran saltársela a su capricho.
Calma,
pues, que las olas y el temporal también amainan, y siempre que ha llovido ha
escampado.
Es
verdad que en algo contribuye todo esto a enlodar el panorama político, tan
embarrado ya por sí mismo; pero la carrera es más de fondo y cada campo debería
estar mejor delimitado y sembrado por semillas distintas. Y todo ello, con
independencia de las opiniones políticas y sociales que cada uno tenga. Yo
mismo confieso, de nuevo, que, en mi conciencia, lo que sucedió en Cataluña fue
un golpe de Estado, pero tengo que acatar lo que dictaminó el TS y admitirlo
como verdad jurídica, que es la que debe operar en un estado de derecho. Y,
para ser más contradictorio aún, añadiré que no tengo ningún interés en que
nadie esté en la cárcel. Tampoco estos señores. Entre otras razones, que en
este formato no caben, porque no creo en un sistema solo punitivo. Solo quiero
ver a todo el mundo con buena voluntad y con deseos de quererse entre ellos y
de inventarse fines comunes que animen y que ilusiones a todos.
Así
que ya ven cómo está el panorama. Tómense las uvas y el cava o el champán con
calma, brinden por la felicidad de todos, también por la de estos señores, ¿por
qué no? Y, luego, vean cómo pasa el tiempo, cómo las estrellas siguen en su
sitio, sin importarles nada nuestras preocupaciones, y cómo el tiempo y el
espacio, esos conceptos que hemos inventado para poder vivir y explicar nuestra
existencia, nos van llevando a todos en su seno, como si fuéramos niños
peleándonos por un quítame allá esas pajas.
Venga,
que no merece la pena. A brindar mirándose a los ojos y felices fiestas.
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