jueves, 31 de marzo de 2016

¿SI VIS PACEM...?


Tengo la certeza de que el principal beneficio del que ha gozado mi generación es el de que no ha intervenido en ninguna guerra clásica como contendiente principal. Pero también ha sufrido como pocas las inconveniencias de una dictadura, producto de una guerra; y, por si fuera poco, (in)civil. La Historia demuestra que este es un hecho excepcional pues toda ella está plagada de guerras y más guerras; como si no aprendiéramos nunca de sus males y de sus miserias; o tal vez no entre dentro de nuestra lógica (al menos de la mía) que las guerras son consustanciales con la propia Historia.
¿Cuántos elementos de avance técnico y científico se deben a la llamada industria de la guerra? ¿Qué tanto por ciento de eso que llaman el PIB es atribuible a la industria de la guerra? Es terrible reconocerlo, pero es alto, muy alto. Los experimentos bélicos después pasan en muchos casos a la vida diaria, como aplicaciones generales que pierden su referente bélico inicial. Y son elementos de muy distinto tipo. Yo mismo vivo en una pequeña ciudad cuya historia no se explica si no es con el referente de las distintas guerras españolas. La producción de paños, con los adelantos técnicos correspondientes y la riqueza respectiva, se ha mantenido, ha florecido y ha casi desaparecido al compás de las luchas y de los mamporros entre unos y otros. Acabado el período bélico, descenso de la producción, atraso, paro y pobreza. Más guerra, vuelta a la producción, a la maquinaria nueva, al trabajo y a la riqueza material. Es un hecho tan desgraciado como constatable.
Si reducimos esta descripción al absurdo, estaremos en disposición de pedir más guerras y más conflictos en tiempos de penuria como estos. No tengo ningún interés en seguir por ese camino porque, por analogía, haríamos de otras realidades auténticos despropósitos. Pero tampoco quiero esconder la descripción ni meter la cabeza debajo del ala: es postura poco honrada.
La guerra tiene, para bien y sobre todo para mal, muchas implicaciones, tal vez no todas confesables ni políticamente correctas. Y si, además, damos un repaso por los distintos tipos de guerras, desde los primerizos del palo y el puñetazo hasta los más sofisticados de la actualidad, las causas y las consecuencias se nos multiplican. Porque hay guerras a palos, con espadas, con bombas, químicas, bacteriológicas…, pero también psicológicas, publicitarias, económicas… y de todo refinamiento imaginable.

Es tal vez la naturaleza humana, que no acaba de aprender, que no escarmienta, que da dos pasos adelante solo cuando la empujan, o que no atiende acaso más que a las necesidades que se le van presentando para asegurar su supervivencia. Pena.

No hay comentarios: