lunes, 8 de abril de 2019

MALDITOS



En la creación literaria siempre han gozado de un halo especial aquellos escritores que, o bien en su trayectoria vital, o bien en sus escritos, o bien en ambos casos, han mostrado una especial ruptura con lo noble o lo políticamente correcto o aceptado. Las últimas muestras apuntan a eso que se llama realismo sucio y aledaños, moda literaria que hunde sus raíces en autores americanos, de la Generación beat sobre todo, y que en España tiene representantes reconocidos (Carmelo C. Iribarren, Roger Wolf…).
No tengo ganas ni capacidad para enmendarle la plana a nadie, pero sí razones para tomarme ese morbillo con algo de serenidad y hasta de desmitificación. Un ejemplo muy claro es el de Charles Bukowsky. De él acabo de leer La senda del perdedor, esas páginas crudas, de estilo directo en la forma y en el contenido, en las que se revive su autobiografía, con las licencias que se quieran suponer, pero biografía al fin.
Hay una parte -la más importante sin duda-, que refleja el contexto en el que se tiene que desenvolver la infancia, la juventud, o cualquier otra etapa de la vida, de aquellos que no resultan precisamente muy beneficiados por el entorno: familia desestructurada, falta de recursos económicos…, falta de proyecto de vida en suma. Todo esto parece incontestable y, cuando se presenta de una forma descarnada pero verosímil, nos da cuenta de una realidad realmente sucia y degradada. Hasta aquí todo parece acusación sin tapujos de todos esos elementos que impiden al individuo un desarrollo vital satisfactorio.
Achacar todo esto a lo de fuera me parece una simplificación poco creíble. Porque repasar la aportación personal a ese contexto certifica que no es fácil salvarla de la quema. Desidia, licores, drogas, horarios, sexo, exclusiones de casi todo, negación absoluta sin razonar ese rechazo, falta de esfuerzo, alumbrar una vida solo sustentada en el deseo y en la apetencia personal… Son demasiadas trabas y termina siendo una acumulación de desánimo y de desafecto para los protagonistas.
Y lo que aún resulta menos consistente: encima parece que otras formas de encarar la vida no tuvieran su justificación y que resultaran todas impostadas y falsas.
Me resulta agradable leer creaciones encuadradas en este formato mental: son como una torrentera que te cae encima y que no te deja nada sin mojar. Pero lo hago con precaución y procurando no dejarme llevar por el impulso que genera una primera lectura. La vida tiene mucho trazo grueso y hay barro en casi todos los caminos. ¿Quién puede negar tal cosa? No sé si con el rechazo absoluto se puede arreglar algo. Sobre todo, si se presenta de manera tan descarnada y, con frecuencia, desagradable. Hasta la realidad más gruesa puede subir al escenario de la literatura. Este asunto es muy viejo (Edad Media, Quevedo, canciones y literatura popular…) y nadie descubre casi ningún mediterráneo. Son las formas y las intensidades, los panoramas y las actitudes los que se ponen a prueba. Y no estoy seguro de que siempre superen el examen.
La estructura social de los Estados Unidos de América del Norte (que americanos son muchos más) explica muchas cosas; otras realidades geográficas y personales, también. Pero apoyarse en ello para todo… Ummmm.
Claro que, como siempre, esta es mi opinión, que, de nuevo, se mueve en el territorio de la duda. Otros ojos verán otras realidades en esas páginas y en esa literatura.

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