En la creación literaria siempre
han gozado de un halo especial aquellos escritores que, o bien en su
trayectoria vital, o bien en sus escritos, o bien en ambos casos, han mostrado
una especial ruptura con lo noble o
lo políticamente correcto o aceptado. Las últimas muestras apuntan a eso que se
llama realismo sucio y aledaños, moda
literaria que hunde sus raíces en autores americanos, de la Generación beat
sobre todo, y que en España tiene representantes reconocidos (Carmelo C.
Iribarren, Roger Wolf…).
No tengo ganas ni capacidad para
enmendarle la plana a nadie, pero sí razones para tomarme ese morbillo con algo
de serenidad y hasta de desmitificación. Un ejemplo muy claro es el de Charles
Bukowsky. De él acabo de leer La senda
del perdedor, esas páginas crudas, de estilo directo en la forma y en el
contenido, en las que se revive su autobiografía, con las licencias que se
quieran suponer, pero biografía al fin.
Hay una parte -la más importante
sin duda-, que refleja el contexto en el que se tiene que desenvolver la
infancia, la juventud, o cualquier otra etapa de la vida, de aquellos que no
resultan precisamente muy beneficiados por el entorno: familia desestructurada,
falta de recursos económicos…, falta de proyecto de vida en suma. Todo esto
parece incontestable y, cuando se presenta de una forma descarnada pero
verosímil, nos da cuenta de una realidad realmente sucia y degradada. Hasta
aquí todo parece acusación sin tapujos de todos esos elementos que impiden al
individuo un desarrollo vital satisfactorio.
Achacar todo esto a lo de fuera
me parece una simplificación poco creíble. Porque repasar la aportación personal
a ese contexto certifica que no es fácil salvarla de la quema. Desidia,
licores, drogas, horarios, sexo, exclusiones de casi todo, negación absoluta
sin razonar ese rechazo, falta de esfuerzo, alumbrar una vida solo sustentada
en el deseo y en la apetencia personal… Son demasiadas trabas y termina siendo
una acumulación de desánimo y de desafecto para los protagonistas.
Y lo que aún resulta menos
consistente: encima parece que otras formas de encarar la vida no tuvieran su
justificación y que resultaran todas impostadas y falsas.
Me resulta agradable leer
creaciones encuadradas en este formato mental: son como una torrentera que te
cae encima y que no te deja nada sin mojar. Pero lo hago con precaución y
procurando no dejarme llevar por el impulso que genera una primera lectura. La
vida tiene mucho trazo grueso y hay barro en casi todos los caminos. ¿Quién
puede negar tal cosa? No sé si con el rechazo absoluto se puede arreglar algo.
Sobre todo, si se presenta de manera tan descarnada y, con frecuencia, desagradable.
Hasta la realidad más gruesa puede subir al escenario de la literatura. Este
asunto es muy viejo (Edad Media, Quevedo, canciones y literatura popular…) y
nadie descubre casi ningún mediterráneo. Son las formas y las intensidades, los
panoramas y las actitudes los que se ponen a prueba. Y no estoy seguro de que
siempre superen el examen.
La estructura social de los
Estados Unidos de América del Norte (que americanos son muchos más) explica
muchas cosas; otras realidades geográficas y personales, también. Pero apoyarse
en ello para todo… Ummmm.
Claro que, como siempre, esta es
mi opinión, que, de nuevo, se mueve en el territorio de la duda. Otros ojos
verán otras realidades en esas páginas y en esa literatura.
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