lunes, 26 de marzo de 2018

RAZÓN MORAL Y RAZÓN TÉCNICA



El sintagma doble se lo robo a Adela Cortina, mujer lista donde las haya que a mí me ha enseñado mucho. La usa, siempre que habla de ética, para reconocer la supremacía de la razón moral sobre la razón técnica y para avisarnos de los peligros que acechan cuando se olvida esa razón moral y se vive al dictado de la razón técnica.
Me parece que tiene mucha razón, aunque no veo muy fácil la concreción de esa idea. En el mundo en que vivimos, la razón técnica domina todo. O parece hacerlo. Cuando, por ejemplo, a un empleado de la City londinense se le pregunta por su valoración de la ética y la moral, suele dibujar una mueca y esbozar una sonrisa que dicen como un tratado completo. La moral y la ética son conceptos que viven en otro sitio, pero no en las manzanas y oficinas en las que se doman el presente y el futuro de la técnica y de las finanzas.
Y, sin embargo, sin razón moral, el futuro es un caos y el presente un turbión de despropósitos. Siendo así que ajustar una moral de mínimos que alcance en obligación legal a todos los seres humanos resulta muy complicado -por la variedad de seres y las múltiples escalas de valores-, ¿cómo obrar para dar cuerpo y existencia a esa moral imprescindible? ¿Será por el lado de las mayorías en votaciones democráticas? Como los elementos morales no formen parte y sean la base de los programas políticos y estos se ocupen solo de números y asuntos económicos, no se ve claro cuál puede ser el resultado. Mucho menos se hará si no alcanzamos siquiera esos mínimos comunes y universales. ¡Qué caos y qué suma de injusticias se adivina así! ¡Pero es lo que se oye decir! ¿Qué significa, por ejemplo, aquello de que “todo lo que no son cuentas son cuentos”?
¿Por dónde transitar, entonces? La razón técnica es imprescindible. La razón moral resulta asimismo irrenunciable. ¿Qué hacer en esa encrucijada? La propia Adela Cortina apunta hacia algo que tal vez no resuelva del todo este enredo, pero que al menos anuncia un camino por el que transitar con ilusión. Se trata de entender que la supremacía la tiene la razón moral. Si se quiere decir de otra manera más sencilla, todo lo que se apunte en el discurrir técnico tiene que apuntar a la satisfacción del ser humano como tal ser humano, es decir, respetando y estimulando su naturaleza humana y satisfaciendo su pertenencia a una comunidad de seres humanos. Otra vez el recuerdo del maestro Antonio Machado: “Por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor más alto que el valor de ser hombre.”
Nadie conoce el futuro, pero la revolución técnica nos apunta caminos, y, en ellos, la persona como tal parece que se aparta del proceso productivo, con la cantidad de incógnitas que ello anuncia. Si no conocemos el futuro, sí deberíamos tener claro al menos hacia dónde hay que apuntar con la revolución tecnológica. Al final del camino debería seguir estando el ser humano, la persona, con sus debilidades y con sus virtudes. Si no sucede esto, acaso esta nueva revolución tecnológica nos lleve al despeñadero y nos haga pagar un precio aún más caro que el de las anteriores. Y estas ya se cobraron un botín demasiado doloroso para el ser humano.

2 comentarios:

mojadopapel dijo...

Yo creo que la razón técnica no es humana es matemática y se regula por números yo prefiero la lógica matemática que tiene que ver más con las letras, y la expresión humana.

Antonio dijo...

Quizás