El sintagma doble se lo robo a Adela Cortina,
mujer lista donde las haya que a mí me ha enseñado mucho. La usa, siempre que
habla de ética, para reconocer la supremacía de la razón moral sobre la razón
técnica y para avisarnos de los peligros que acechan cuando se olvida esa razón
moral y se vive al dictado de la razón técnica.
Me parece que tiene mucha razón, aunque no veo
muy fácil la concreción de esa idea. En el mundo en que vivimos, la razón
técnica domina todo. O parece hacerlo. Cuando, por ejemplo, a un empleado de la
City londinense se le pregunta por su valoración de la ética y la moral, suele
dibujar una mueca y esbozar una sonrisa que dicen como un tratado completo. La
moral y la ética son conceptos que viven en otro sitio, pero no en las manzanas
y oficinas en las que se doman el presente y el futuro de la técnica y de las
finanzas.
Y, sin embargo, sin razón moral, el futuro es
un caos y el presente un turbión de despropósitos. Siendo así que ajustar una
moral de mínimos que alcance en obligación legal a todos los seres humanos resulta
muy complicado -por la variedad de seres y las múltiples escalas de valores-,
¿cómo obrar para dar cuerpo y existencia a esa moral imprescindible? ¿Será por
el lado de las mayorías en votaciones democráticas? Como los elementos morales
no formen parte y sean la base de los programas políticos y estos se ocupen
solo de números y asuntos económicos, no se ve claro cuál puede ser el
resultado. Mucho menos se hará si no alcanzamos siquiera esos mínimos comunes y
universales. ¡Qué caos y qué suma de injusticias se adivina así! ¡Pero es lo
que se oye decir! ¿Qué significa, por ejemplo, aquello de que “todo lo que no
son cuentas son cuentos”?
¿Por dónde transitar, entonces? La razón
técnica es imprescindible. La razón moral resulta asimismo irrenunciable. ¿Qué
hacer en esa encrucijada? La propia Adela Cortina apunta hacia algo que tal vez
no resuelva del todo este enredo, pero que al menos anuncia un camino por el
que transitar con ilusión. Se trata de entender que la supremacía la tiene la
razón moral. Si se quiere decir de otra manera más sencilla, todo lo que se
apunte en el discurrir técnico tiene que apuntar a la satisfacción del ser
humano como tal ser humano, es decir, respetando y estimulando su naturaleza
humana y satisfaciendo su pertenencia a una comunidad de seres humanos. Otra
vez el recuerdo del maestro Antonio Machado: “Por mucho que valga un hombre, nunca
tendrá valor más alto que el valor de ser hombre.”
Nadie conoce el futuro, pero la revolución
técnica nos apunta caminos, y, en ellos, la persona como tal parece que se
aparta del proceso productivo, con la cantidad de incógnitas que ello anuncia.
Si no conocemos el futuro, sí deberíamos tener claro al menos hacia dónde hay
que apuntar con la revolución tecnológica. Al final del camino debería seguir
estando el ser humano, la persona, con sus debilidades y con sus virtudes. Si
no sucede esto, acaso esta nueva revolución tecnológica nos lleve al
despeñadero y nos haga pagar un precio aún más caro que el de las anteriores. Y
estas ya se cobraron un botín demasiado doloroso para el ser humano.
2 comentarios:
Yo creo que la razón técnica no es humana es matemática y se regula por números yo prefiero la lógica matemática que tiene que ver más con las letras, y la expresión humana.
Quizás
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