¿Cómo no decir algo en este día,
en el que todos andan arreglando el mundo por las calles? Algo habrá que decir
que venga al caso. Me gusta mucho más darle reposo y definirme después de la
tormenta, pero hoy me salto todo y me dejo llevar por el bullicio.
Hace no más de tres semanas ya
dejé algunas notas generales. Hoy diré alguna más mirándome a mí mismo y a mis
cosas, a mi círculo próximo, que es el que más me importa porque sobre él puedo
ejercer más fuerza.
Antes solo una frase de tipo
general. Hay más de mil razones para ponerse en huelga (de la forma que sea,
incluso trabajando) si consideramos la historia desde el punto de vista
femenino. Y el camino que resta es aún muy largo. Menos claro lo tengo cuando
de concretar los pasos se trata. Incluso a veces pienso que hay maneras de
plantear las cosas que hacen flaco favor a aquello que tan evidente es como
principio.
Pero hoy quiero mirar hacia mí
mismo. Y he de reconocer que soy machista, sin precisar el grado en demasía. Miro
hacia mi pasado y veo mi niñez, mi adolescencia y mi juventud en los brazos de
una generación en la que todo era separación y oficios acotados, todo bajo el
dominio de una conjunción de valores religiosos, morales y políticos que
anulaban el cambio y favorecían los roles tan distintos entre hombres y
mujeres. Ni siquiera en las aulas universitarias se respiraban aires de
igualdad. La explicación es larga y el poso hay que buscarlo en tantos siglos
de distancias y de costumbres arraigadas en lo más impulsivo y más arcaico.
Los que tenemos años sabemos
que el avance ha sido mucho en los últimos tiempos. Mas todo eso es historia,
lejana o más reciente. Y del pasado no se vive, si no es para el contraste con
lo que da el presente. Y hacia el presente vamos.
Han pasado los años, las
lecturas constantes, las reflexiones amplias, los contrastes de ideas, los
quehaceres diarios, los planes compartidos o distantes, la educación continua
de los hijos, los trabajos, las aficiones varias… Todo lo que compone ese
quehacer diario en el que nos movemos y nos vamos gastando con el ritmo del tiempo.
Los repaso deprisa y observo
claroscuros evidentes, fallos gruesos y, a veces, también alguna cosa
complaciente.
Y vuelvo al día a día más
cercano. Y vengo a declarar que hay muchas cosas en las que puedo mejorar
comportamientos. No voy a enumerar caso por caso, por pudor y por guarda de lo
que solo a dos les pertenece. No saco mala nota en todo lo que a ayuda se
refiere. Pero siento que es el nivel de ayuda aquel en el que me he instalado y
me cuesta saltar la valla para entender que no se trata de la ayuda sino de
compartir lo que es de igual obligación. Serán todos los posos y los restos de
esa historia repleta de actitudes y de normas cargadas de machismo. Tal vez
pueda ser eso. Quién sabe.
Tengo bastante claro que la
transformación es labor de todos y que es en el campo de las normas, de la
educación y del hogar donde se fraguan los cambios más profundos. Pero yo ya no
tengo ni vigor ni edad para empujar con fuerza en esos ámbitos. Tal vez no
debería confesarme rendido, lo confieso, pero esto es lo que hay.
Me queda el ámbito de mí
mismo, el de yo, me, mi, conmigo. Y el de lo más cercano a mi presencia. Tendré
que repasar mis actitudes hasta encontrar el rol igualitario. Venga, vamos a
ello.
1 comentario:
Qué tengamos conciencia de ello y hagamos examen de conciencia es un paso Antonio... de todas formas, a nuestra edad, que venimos de vuelta de casi todo el mejor exámen que podemos hacer al mirar atrás, es reírnos de nosotros mismos con las múltiples situaciones discriminatorias existentes. Y los jóvenes ... que tomen el relevo con fuerza para la igualdad que ya es hora.
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