Con mucha frecuencia doy vueltas
y rumio aquella idea formulada por Ortega: Yo
soy yo y mis circunstancias, cada vez me atrevo más a dar un paso adelante
afirmando que, en realidad, yo soy mis circunstancias. Suscribo que algo de
opinión y de fuerzas le pueden quedar a uno como para modificar algo las
circunstancias que conforman un presente y un acto, pero es que enseguida me
observo en unas nuevas circunstancias, que me moldean y no sé si no me definen también.
Bueno, algo es algo si puedo moldear el paso de una circunstancia a otra; pero
confieso que no sé concretar y cada vez me veo menos protagonista de mí mismo.
El caso es que sigo con la
ilusión del primer diente en lo que a aprender y a aprehender se refiere, creo
que mantengo cierto grado de curiosidad, y sé que eso me mantiene vivo y
activo.
Esta actividad produce ciertas
cosas, como las produce en cada una de las personas. Como decía la canción de
Serrat, y cada uno a lo que hay que
hacer. Tú enciende el mar, tú…
Me dio por pensar esta tarde cuál
de todas las artes sería la más humana y la más atractiva. Y se me fue la
imaginación a la pintura, a la escultura, a la música, a la literatura. Y me parecieron
todas positivas, dignas y páginas hermosas del libro de la belleza. Pero terminé
mirando y dejando ir la vista hacia el horizonte y hacia lo alto de la tierra y
del cielo. Y descendí con ella hasta el río y el valle, hasta la geografía
humana y urbana. Y me sumergí en el verde y en el amarillo esplendentes del mes
de mayo. Y ya no supe qué más hacer con la mirada, salvo dejarla sola como un
potrillo por los prados. Y pensé si no sería la más humana de las artes la de
la contemplación.
No sé, tal vez es que sea mayo y
la naturaleza es más naturaleza. Tal vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario