LEOPOLDO ALAS “CLARÍN” (1852-1901)
El 27 de septiembre de 1868 está fechado este breve escrito, recogido
por Clara E. Lida e Iris M. Zavala en La
revolución de 1868. Historia, pensamiento, literatura. En él Clarín, joven
crítico, se expresaba acerca de lo que literalmente comenzaba en España. Apenas
es una página y merece la pena reproducirla entera:
AL CAER LAS HOJAS
Ay, que el otoño ha llegado.
Pasó el estío y pasó sin que yo ni la reina tuviésemos novedad en nuestra
importante salud. Me he colocado antes, faltando a la buena educación, pero
pueden ustedes colocarme después si les parece, porque de todos modos estaré
mal.
La salud pública en España no
se alteró cosa mayor y eso que hubo tanto calor y lo que es más raro, al orden
público le sucedió lo mismo.
Parece increíble.
Porque los pobrecitos
españoles estábamos acostumbrados, si no a pronunciamiento por barba, que eso
sería demasiado, a pronunciamiento por verano, que todavía es bastante.
Pero pasó el verano de 1868 y
los revoltosos (qué epíteto tan hermoso) no se movieron.
¡Qué felicidad! Lo digo de
veras. ¡Qué felicidad!
Pero, ¡ay!, el otoño ha
llegado.
Y se caen las hojas y los
tísicos se mueren y se armó la… flaca.
¡Qué felicidad! Digo, no:
¡qué barbaridad!
Cuántos acontecimientos en
tan poco tiempo.
Regocijaos, españoles, que ya
tenéis de qué hablar: ya no os aburriréis por unos días; pero no os regocijéis
porque os va a dar un empacho de regocijo y otro de acontecimientos.
Cayó González Bravo (vamos al
decir) y ojalá se hubiera roto las narices al caer.
Pero subió Concha… ¿qué es
eso, lector, te has atragantado? Un hueso, ¿verdad?
Como decía, subió el señor
Marqués de la Habana.
Y ¿por qué sucedió todo
esto?, preguntará el lector, si es que el lector vive metido en una cueva,
porque de otro modo demasiado sabrá él por qué sucedió…
La Marina, sí señor, aquella
que en el Callao hizo tanto bueno, se sublevó en Cádiz.
Y el fuego pasó del mar al
continente y se extendió por toda Andalucía, y después dando unos saltitos
llegó a Santander y sabe Dios dónde irá a parar o parir, que todo puede
suceder. Y ¿qué parirá? Regularmente nada, o cuando más una milicia nacional… Y
para esto ¡tanta sangre…!
Si vence la Revolución
formándola elementos tan heterogéneos, ¿qué nos sucederá? Tener una revolución
y otra y otra, hasta que no quede ni gato ni perro, ni hombre, que hasta
hombres andan en la danza, que lo pueda contar.
Y ¿si no vence?, más vale no
pensar en ello. De todos modos, bonito porvenir.
Señores liberales, las
revoluciones ya no se hacen así.
Bien debían saberlo; y
ustedes mismos lo están diciendo todos los días.
27 de septiembre de 1868
En este breve texto, cargado de ironía, la postura que se observa no es
la del conservadurismo, sino la de una revolución “ordenada”, con fines
concretos y homogénea. La acusación de “chapuza” a los liberales nos permite
adivinar algunas reticencias del autor de La Regenta a lo que estaba
estallando. Se trata de una postura reflexiva y no contraria en los fines, pero
sí en las formas. Es una posición ilustrada que no es fácil que ajuste bien con
la realidad de una revolución, sobre todo en lo que a subvertir el orden se
refiere. En buena medida recuerda lo que sucedió más tarde con Ortega y con
Unamuno en situaciones semejantes, si bien es verdad que estos intelectuales se
pronunciaban en mirada retrospectiva, mientras que Clarín lo hacía en tiempo
real.
Hay, pues, cierto distanciamiento y lejanía de la línea primera de
combate, y una advertencia clara de los males que podía acarrear la revolución
si no se conducía con orden y unidad.
MANUEL DEL PALACIO (1831-1906)
Poeta de la segunda mitad del siglo
diecinueve, representa con claridad la posición más decidida a favor de la
revolución. Escribió numerosos poemas que así lo atestiguan. Recogemos este
soneto como muestra de ello.
DE LA BATALLA DE ALCOLEA
Hoy hace un año que a la luz del día,
Armados de furor y frente a frente,
Se vieron el pasado y el presente,
Gigante el uno, el otro en agonía.
Como buenos lucharon a porfía,
Y el vencido lo fue como valiente;
Mientras medrosa y cínica y demente
Firmaba su baldón la dinastía.
¡Paz a los muertos! ¡a los vivos gloria!
Nunca manchada el universo vea
La página mejor de nuestra historia.
Al calor de la fe brote la idea,
Y si hace alguno estéril la victoria,
¡Caiga sobre él la sangre de Alcolea!
Madrid 1968
(Tomado de cervantes virtual.com)
Como se puede apreciar, destaca el enfrentamiento entre dos concepciones
que apuntan en sentido totalmente contrario y en situación totalmente
diferente: “Gigante el uno, el otro en agonía”. Como la victoria cae del lado
que se defiende, importa destacar la fuerza y las cualidades de la lucha. Es lo
que se hace en los seis primeros versos, sobre todo en los números cinco y
seis. Cuanto más valor se le dé al vencido, más se sobreentenderá para el vencedor.
Los tercetos apuntan al futuro y la revolución ya se ve como completa y en el
pasado. Se concretan tres consideraciones: “la paz y la gloria”, verso nueve;
la consideración de página gloriosa, versos 10 y once; el deseo del entusiasmo
y de la reflexión, verso doce. El soneto se cierra con la advertencia contra
aquel que se atreva a conspirar contra la victoria, amenazando con otro
levantamiento como el de Alcolea. La analogía con Béjar no ofrece ninguna
dificultad.
Las tres posturas que aquí se han apuntado tienen seguidores múltiples y
viene a mostrar cómo acontecimientos como el de la Gloriosa suscitan visiones
diversas y no del todo incompatibles siempre.
Sabemos que en Béjar la participación en la sublevación fue muy
generalizada y que en los hechos participaron ciudadanos de toda clase.
Desconocemos cuántos fueron menos fogosos en ese contexto de agitación; pero no
es difícil imaginar que los hubo y que se mezclarían posiciones más impulsivas
con otras más comedidas, que tal vez coincidían en el fondo, pero no tanto en
la forma. O acaso eran opuestas al levantamiento.
Sea como sea, y muy por encima de todo, el valor y el simbolismo de todo
lo sucedido en Béjar, y en general en España, acarreó unos cambios sociales y
políticos esenciales en el futuro del país. Y a ello acudieron, cada uno a su
manera, también los creadores y los intelectuales a través de la palabra
escrita. Sirvan estos simples ejemplos de contribución y recuerdo de todos y de
todo lo ocurrido en Béjar y en los demás lugares de España.
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