Hasta hace no mucho -quiero confiar en que aún se conserve esta escala
de valores en alguna minoría-, se buscaba la existencia de la verdad como algo
referente y universal -por encima del tiempo y del espacio- a lo que sujetarse
y desde lo que interpretar la realidad, hasta que otra idea razonada viniera a
sustituirla con el mismo valor universal. Hoy bien puede uno afirmar que tal
hecho o no existe o al menos se ha encogido en el espacio y en el número de
personas que aspiran a ello. Buena parte de la explicación que de la realidad
se hace tiene que ver con los números que la sustentan y con los seguidores que
tiene, como principal valor y única justificación..
Desde la concepción y admisión de esa verdad lógica, se han venido
desarrollando eso que llamamos sistemas filosóficos y concepciones de vida, que
se defendían en tratados y se organizaban en teorías. Desde ellas se discutía y
se analizaba su consistencia y se intercambiaban posturas tratando de convencer
a los demás. Toda la ristra de filósofos y pensadores en general no han hecho
otra cosa que organizar las estructuras de esa aproximación a la VERDAD con
mayúscula, por más que todos, de una manera o de otra, fracasaran en el camino.
Pero el camino seguía existiendo, y la ilusión también. Creo que, incluso en
eso que llamamos postverdad, el intento sigue existiendo, al menos entre las
personas más solventes y menos esnobistas y tontilocos, que de todo hay.
Hoy, sin embargo, creo que cada vez cobra más fuerza la idea de que lo
verdadero es lo que más adhesiones concita. Además, lo verdadero y lo bueno se
han convertido en sinónimos. Y confundir cantidad con calidad no sé si es
precisamente lo mejor. ¿Quién se atreve hoy a defender que acaso no es peor una
película menos vista que aquella que llega del imperio y que lleva ganados no
sé cuántos tropecientos millones de euros después de otros tantos de publicidad?
¿No vemos a todas horas que los medios de comunicación anuncian obras llamadas
artísticas por la cantidad de dinero que llevan recaudada, sin hacer ninguna
mención a alguna de sus posibles cualidades? ¿No se nos llena la boca con que
esta temporada se lleva tal o cual prenda de vestir y nos empeñamos en ir a la
moda con aquello que dicen que es más de ahora mismo? ¿Quién razona acerca de
la calidad de una camisa o de un zapato? ¿Y cuántos lo hacen acerca de si la
puntera es así o asao o si es el mismo que lleva don nosequién? ¿Cuántos
programas de radio -y mucho más de televisión- se anuncian por los famosetes
que en ellos participan, sin tener en cuenta ninguna otra variable? ¿No sucede
algo similar en el mundo social y político? Pues, si nos acercamos al espacio
más próximo, ¿cuántos pasan desapercibidos y cuántos son ensalzados simplemente
porque sus palabras o sus hechos son privados o se dan a la luz y se hacen
públicos?
Vivimos al dictado de la moda, somos seres sociales y rebaño, todo,
hasta la justicia, parece funcionar por comparación. Pero hay un singular que
tiene fuerza, que apunta hacia uno mismo, que no se puede ahogar en ese tráfago
ni en las olas del piélago, que tiene que anhelar asirse a un vértice desde el
que poder mirar el horizonte sin peligro constante de despeñarse, que ha de
hacer el camino por su cuenta y con sus propias fuerzas…, que no debe dejarse
llevar por la fuerza de la corriente, o de la moda, o de los simples números.
Entre otras razones poderosas, porque esa brisa de bondad aparente está
empujada casi siempre por vientos de cola oscuros y confusos, por fondos
submarinos y corrientes que buscan intereses inconfesables, por buitres
carroñeros acechantes, por intenciones torvas y artimañas confusas.
De nuevo ese difícil balanceo entre la voluntad concreta, los empujes
sociales, las modas atractivas, las sumas y los números, el halago buscado o
recibido, el sentirse admitido por la tribu…, y esa necesidad de hallar un
punto que huela a la verdad, a algo de referencia y por encima de gustos y
apetencias personales, de instintos y placeres momentáneos, de un esquema de
ideas conjugadas de recorrido amplio y no solo de ráfagas y globos de colores.
La moda es la verdad que se pasea
en coches fulgurantes de carrera;
la verdad toma el sol tranquilamente
contemplando la luz del horizonte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario