Hay calendarios diversos que sirven perspectivas diferentes. El del Año
Nuevo, el litúrgico, el astronómico, el escolar, el judicial, el deportivo…
Uno de los más importantes es el que abre sus páginas cuando llega
septiembre. Agota vacaciones, regula la educación, señala expectativas,
comienza actividades judiciales, hace rutina de las competiciones deportivas,
ordena los horarios… Ufff, cuántas cosas a la vez.
Los ciclos se presentan necesarios para ordenar la vida y darle
perspectiva a nuestras cosas, para marcarle límites a nuestro recorrido, para
levantarnos en un nuevo esfuerzo, para tratar de engañarnos pensando que tal
vez las cosas sean por una vez nuevas y mejores, para poner en pie las
ilusiones, para avistar las metas…, para dar algún sentido personal a esto que
llamamos vida.
Y lo hacemos en un doble ámbito (un pobre tonto diría “a un doble
nivel”), en el personal y en el colectivo. Me guardo para mí lo que me
pertenece y el pudor me impide describirlo, y atiendo a lo colectivo, a eso
que, se quiera o no se quiera, tiene que ver con todos y con todo. Anoto algún
apunte, que, sospecho, servirá de índice en los próximos meses.
1.- Cuando se ganó la moción de censura parlamentaria, apunté que lo más
coherente y hasta honrado habría sido poner plazo fijo y casi inmediato a la
celebración de elecciones generales para que el panorama se aclarara y cada
cual supiera a qué atenerse. Sigo pensando lo mismo a estas alturas. Cada día
con menos dudas. Creo que todos perdemos con la incertidumbre y al Gobierno
puede salirle la jugada poco bien. Veremos.
2.- El asunto catalán sigue estancado en el mismo fango de siempre. No
veo perspectivas ni de mejora ni de empeoramiento. No sé cómo se puede
empeorar. Las posiciones soberanistas son siempre de máximos y quien no lo vea
así solo aportará buena voluntad, pero ninguna solución. La buena voluntad está
muy bien, pero la perspectiva de razón no se puede olvidar y todo tiene sus
límites.
Lo diré una vez más: si no se ataca la raíz, esto solo puede enconarse
aún más. Y la raíz está en el sujeto de soberanía. En quién tiene capacidad
para decidir, si una parte del territorio o todo él. Las demás son todas
derivadas de este asunto. Por lo demás, este soberanismo de ricos y excluyente
me parece que tiene tintes de prefascismo, o al menos de fanatismo, y así no sé
cómo se puede poner uno a razonar.
3.- Sigo sin entender cuál es la concepción territorial que del Estado
tienen los partidos de izquierda. Llevo sin entenderlo en los últimos treinta
años. Sin esa concepción clara, no se puede discutir de leyes que organicen la
vida en él. Y así le va yendo a la izquierda.
4.- Miro al conglomerado de PODEMOS y no logro entender de qué manera se
puede mantener cosida una formación tan diversa y plural. El tiempo y el
ejercicio del poder, cuando este tenga que ser ejercido para un territorio
amplio y no para una ciudad, dará la medida de lo que apunto. No veo su consistencia.
5.- El PP parece que se escora a la derecha, en una oposición frontal y
sin reparos. No me extraña nada: es su condición, son sus intereses, que, según
veo, son exactamente sus ideas. Dicho de otro modo, me parece que carecen de
ideas, pero poseen todos los intereses del mundo. Y hay que reconocer que se
los trabajan puerta por puerta. Mientras los asuntos territoriales sigan sin
solucionarse, tendrán las urnas casi llenas sin necesidad de mucho
predicamento.
6.- Es curso de elecciones regionales y locales. En este territorio
mesetario, no hay muchas esperanzas de cambio. La población dispersa, la falta
de industria y de organizaciones obreras fuertes, el carácter retraído y hasta
la desconfianza, las complacencias históricas, la distribución de tierras, los
pequeños propietarios… y tantas cosas más invitan a pensar en la frase del
Dante: lasciate ogni speranza.
7.- Y queda lo más próximo, lo de aquí mismo y de ahora, lo de Béjar,
donde vivo y escribo. En esta población estrecha y larga, todo está en punto
muerto, la decadencia es clara y cada día me hablan de nuevas puertas que se
cierran. Hay ambiente de desánimo y esto es lo peor, hay mucha gente que no
sabe ya ni engañarse a sí misma. La realidad es más compleja que todo eso y hay
muchas variables que observar. Sigo pensando que existen individualidades muy
valiosas, que siguen a su bola su camino. Falta que se valore su trabajo, que
cambie algo la escala de valores y que surja algún aplauso para aquellos que
piensan en lo colectivo y lo hacen con sentido común y sin descalificaciones
absolutas. No quiero ni gobierno que excluya a los demás partidos (y mucho
menos con artimañas groseras y sin una pizca de educación) ni oposición que
ante cualquier asunto se oponga: hay que oponerse en aquello en lo que no se
esté de acuerdo y apoyar aquello en lo que se coincida. Y todo, desde las dos
partes, con altura y razones, sin buscar el descuido ni el aquí te he pillado
como única meta.
8.- Me gustaría notar que todos pensamos algo en lo que podemos hacer
por la comunidad y algo menos en lo que la comunidad puede hacer por nosotros.
9.- Me conformo con que se cumplan algunas de las reglas que adornan al
buen ciudadano, que son aquellas que tienen que ver con la comunidad sobre
todo. Lo de la bonhomía personal está muy bien, pero no se puede imponer a nadie.
¿Qué tal empezar por la circulación y los aparcamientos? O con el pago de los
impuestos. O por el uso de los espacios públicos, por ejemplo. Luego podemos
seguir con la puntualidad, con la participación, con…
10.- En el décimo mandamiento dejamos velado todo lo que afecta a cada
uno como persona individual. Es demasiado extenso y tan variado como cada cual
quiera.
De modo que aquí de nuevo, viendo pasar el tiempo, mirándose a uno mismo
en ese tráfago y viviendo el milagro de la vida cada día que sale el sol y
vemos que hay más gente por casa y por la calle. Vamos.
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