Habrá que doblar el mapa y gritar que el norte también existe. De él
vuelvo contento, después de pasar algunos días en la ciudad de Oviedo. Asuntos
familiares me han llevado hasta ese paraíso natural llamado Asturias, a ese
vergel siempre verde y limpio en el que Juan Pablo sigue gastando muchos meses
dando cuerpo al traspaso de un proyecto informático del que apenas entiendo
casi nada. Es igual, poco importa: él sigue a sus asuntos y nosotros únicamente
le acompañamos con nuestra presencia. Así recargamos pilas familiares,
conocemos los valles y los pueblos, paseamos por la ciudad, cuando esta no
duerme la siesta, y vamos viendo pasar el tiempo y tal vez añorando próxima
cercanía. Son días que me sacan de la rutina, perezosa y a la vez agradable, en
la que me encuentro y me airean la vista y la certeza de que cada vez me encojo
más en mi familia y en mi círculo más reducido. Acaso como signo de
escepticismo y de desconfianza en demasiadas cosas que por ahí circulan y me
rozan.
El caso es que regreso y ya me pongo al día. Estamos en octubre y el
verano se alarga, por más que los días se acorten y las mañanas empiecen a
sugerir la presencia del frío.
HACE hoy exactamente un año, se vivieron en Cataluña los peores sucesos
de todo el período democrático. Y veo que la gente anda de celebración y de
protesta en las calles. Los hechos vienen a demostrar que estamos igual o peor
que entonces. No tengo madera de gobernante ni sé qué coño encontrarán en el
poder los políticos que se agarran a él como si les fuera la vida. Pero, sea
como sea, tienen que ejercer o marcharse. Y no lo tienen fácil.
De todo lo que sucedió sigo teniendo medio claras algunas cosas.:
Los gobernantes catalanes dieron un golpe de estado, por más que no
hubiera violencia física.
Este hecho acarrea unas consecuencias legales que tienen que determinar
los poderes judiciales de acuerdo con la legislación vigente. Ellos y nadie más
que ellos, con independencia, sin presiones y lejos de cualquier manifestación
verbal de los ciudadanos. A mí, por ejemplo, también me gustaría que los
encarcelados no estuvieran en prisión provisional; pero no soy juez ni me
corresponde aplicar las leyes.
No tengo nada claro que los ciudadanos lesionados pasaran del millar: no
sé dónde están los certificados médicos o atestados que los confirmen. No tengo
pruebas para afirmar lo contrario, pero no me creo el relato de los dirigentes
catalanes. Ganarían el relato de los hechos con quien lo ganaran, pero no
conmigo.
Si la acción de la policía fue desproporcionada, en un estado democrático
tiene dos soluciones. La primera es judicial e implica la denuncia de los que
mandaron a los policías y la resolución judicial que corresponda. La segunda
tiene carácter político y tiene que ver con el aplauso o la reprobación de esos
mismos dirigentes en los lugares de representación pública.
La raíz de todo el conflicto -esto sí lo tengo más claro- es de origen
político y tiene que ver con el sujeto de soberanía, con el reconocimiento de
quién puede decidir y sobre qué puede decidir.
Si el ámbito de decisión es estatal, no entiendo qué impedimento tiene
nadie para promover un cambio en la constitución para que ese sujeto pueda ser
modificado. Una democracia lo permite perfectamente.
Si se cambiara el sujeto de soberanía, se pondrán a la cola otras
comunidades o territorios más pequeños que el total para pedir que a ellos se
les concedan los mismos derechos. De otra manera, si solo se concede esta
posibilidad a un territorio menor, el efecto de agravio parece más que evidente
e invitaría a pensar enseguida en que solo territorios ricos ejercerían tal
derecho.
Prefiero que el clima sea más relajado, si es que acaso lo es, como
dicen. Pero me pregunto en qué es más relajado. Los sucesos de hoy no confirman
precisamente eso.
Finalmente, una observación para el futuro. La buena voluntad del PSOE
en este proceso corre un peligro doble. El primero es el de que la falta de
avances dé alas a los más radicales y empeore todo el contexto en una marcha
atrás irreversible. El segundo es el de morir políticamente en el intento: hay
demasiados ejemplos históricos como para pensar en ello. A pesar de mi visión
de las cosas, menos me importaría el segundo que el primero.
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