No sé si no pecamos de exigentes, de planificadores, de dirigir los años
y los días al compás de los golpes de alguien que marcara nuestro paso. Y tal
vez no sea malo tener algún cuidado no siendo que todos vayamos al fracaso.
¿Quién no se ha parado en jarras a mirar si funciona correctamente en aquellas
variables que forman nuestra vida? Nos exigen de todo y por todas partes: hemos
de ser buenos hijos, después también buenos padres, buenos amigos, perfectos
profesionales, apreciados vecinos, buenos ciudadanos… Nos exigimos todo y no
nos damos cuenta de que cumplir con todo resulta poco menos que imposible. No
es poco que seamos, sin tanta adjetivación, con las miserias y las limitaciones
a cuestas y siempre en la mochila, con el eco del egoísmo tirando siempre de
nuestras entretelas, con el runrún continuo que a algunos nos invita a escapar
de los ruidos y murmullos de las concentraciones.
No sé cuánto hay de fuerza que nos lleva a pensar que en el centro está
cada individuo y cuánto que nos muestra la importancia de lo que nos rodea. Sé
que todo es verdad y todo cuenta, que ambas cosas son reales e importantes. No
sé dónde está el límite ni dónde se entrecruzan las dos líneas. La cuerda sigue
tensa y cruje a veces soportando el empuje de esas fuerzas opuestas.
Cuando se juntan todas esas variables, me acongojo y me rindo, me pongo
de rodillas contra la pared, en el rincón de pensar y me pido perdón por mis
miserias, por mis fuerzas tan débiles, por mi falta de empeño, por desdecir tan
pronto de la vida, por mirar hacia dentro y olvidarme de lo que me sacude los
oídos y da vueltas conmigo en esta noria. Hago compartimentos, concentro
actividades, me propongo mejorar apartados, no dejarme llevar por lo primero
que deduzco, abrir mucho los brazos y cerrarlos con algo entre las manos, ser
consciente de que hay otras miradas diferentes de las cosas, de que, aunque
cuente en uno, soy solo uno entre tantos, de que a veces me encuentro saciado
de existencia, pero debo seguir viendo salir el sol y el nuevo día…
Me abruman tantas cosas en mi mente y vivo en el peligro de no aprobar
la prueba cada día.
Menos mal que hay un faro que me guía y me da luz bastante para seguir
en pie y mirar al frente. Sé que la última prueba no puede ser numérica, ni he
de sacar la nota por responder mejor a una pregunta que vale no sé cuánto.
Cuando todo oscurece y nada asienta en sólidos cimientos, cuando el sol se hace
sombra y ya no hay día, cuando todo es posible y nada es cierto, hay un centro
con luz muy trasparente: el examen de instancia más segura solo tiene que ver
con el amor. Esa es la asignatura y ese es el aprobado y el que pasa de curso
con expediente limpio. Hablo de amor que tiene su presencia en algo tan hermoso
y tan sencillo como eso que llamamos el sentido común, y esa otra cosa tan
aparentemente vulnerable apellidada buena voluntad.
A ver si los aprendo y los aplico. Para poder salvarme y no verme
agobiado con tantas exigencias tan complejas. Me vuelvo a mis apriscos y a mis
lemas: Solo quiero querer y ser querido.
Bien sé que, a primera vista, eso parece poco; pero tengo la certeza de
que resulta suficiente.
1 comentario:
Totalmente suficiente y cuando te apremien las tontunas, sal al monte, solo o acompañado y que se aireen las ideas
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