Bueno, a ver si me explico. Con frecuencia leo opiniones que aconsejan
dedicar más esfuerzo, en la enseñanza y aprendizaje de la lengua, a la
consecución de habilidades prácticas que a la glosa de elementos teóricos. Yo
me apunto sin reservas a esta manera de ver las cosas; de hecho, me condeno a
mí mismo por no haber roto más barreras en esta dirección mientras he ejercido
la enseñanza de nuestro idioma. Cada ciencia posee un corpus terminológico que
hay que dominar, pero este no es otra cosa que una herramienta para conseguir
otros fines superiores. Hay, claro, diccionarios de términos filológicos, como
los hay de términos literarios. Hoy mismo andan reunidos en Salamanca
académicos de ambos mundos tratando de impulsar este apartado. Sea, pero sea en
sus justos términos
Sirva, como casi siempre, un ejemplo.
No tengo muy claro que un hablante medio atienda a la definición de marcador lingüístico; sin embargo, los
utiliza continuamente. No está de más aclararle qué es eso de marcador lingüístico y procurar que no
se asuste; pero mucho más productivo resulta enseñarle a usarlos bien en su
conversación diaria.
Un subgrupo de los marcadores
lingüísticos, que no son jugadores de fútbol ni señales de ordenador, es el
de las muletillas. ¿Quién no las utiliza desde la mañana hasta por la noche,
todos los días de la semana y todas las semanas del año? Se definen como
aquellas frases que se repiten mucho por hábito y que, en realidad, no aportan
novedad ni significado a la comunicación. Las utilizamos con varios sentidos,
pero, sobre todo, para darnos pausa antes de comenzar o de continuar nuestro
discurso o para confirmar que nuestro interlocutor nos sigue atendiendo y
entendiendo. La comunicación es cosa de dos y, cada dos por tres, necesitamos
asegurarnos de que seguimos ahí, en la onda, en la relación con los otros.
Su lista es interminable y su empleo depende de cada usuario de la
lengua. A poco que hagamos examen de conciencia, nos sentiremos representados
por alguna de ellas: ¿vale?, ¿me
explico?, ¿me entiendes?, ¿comprendes?, o sea, bueno…, por consiguiente, tío,
sí o sí, vamos a ver, O.K., ¿no?, ¿qué te iba a decir?, a ver, pero fíjese (que
no se le cae de la boca al presidente del Gobierno)… O para los más atildados: you know?, tu vois?...
No se trata aquí de pasarse de listo, ni de recriminar nada a nadie; tan
solo se advierte de lo que entorpece la comunicación el uso excesivo de estas
muletillas y de animar a no abusar de ellas. Cada cual sabrá cómo debe hacerlo.
A mí me corresponde mejorarme a mí mismo. ¿Vale?
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