Leo en El País (y mi amigo Jesús Majada me lo confirma en Facebook) que
la iglesia ortodoxa rusa rompe su dependencia del patriarca de Constantinopla
(Estambul) Un cisma más de los que la Historia conoce bastantes. Seguramente la
noticia no causará impacto en los países de lo que llamamos Occidente. A pesar
de la teoría del efecto mariposa, ni falta que hace que lo provoque.
¿Entonces, a qué la glosa en esta ventana tan particular?
Hace tan solo unos meses estuve en Athos por segunda vez con mis amigos
Jesús Majada y Antonio Merino. Athos es una península situada al noreste de
Grecia, bañada por el Egeo, donde se asientan nada menos que una veintena de
monasterios ortodoxos, casi todos griegos, pero también uno ruso, otro búlgaro
y otro creo que serbio. El lugar es muy especial y las características que lo
rigen, en lo religioso y en lo civil, son muy peculiares. Aunque aquello está
muy cambiado, parece querer guardar las esencias y las tradiciones más “puras”
del mundo ortodoxo. Todo, absolutamente todo es allí muy especial. Como se
trata de una península casi isla, las entradas y salidas están muy restringidas
y controladas. Ya escribí de todo ello en mi primera visita. Tan solo he de
añadir que esta segunda me causó menos impresión que la primera y que me dejó
un poso como de desengaño y de desencanto, a pesar de la belleza de los lugares
y de la aventura que supone recorrer sus caminos estrechos y reposar en los
monasterios para compartir unos días las costumbres y los usos de los monjes
que los habitan. Desde un punto de vista racional, un despropósito todo
aquello.
Pero de la experiencia personal hoy no quiero hablar hoy. Me interesa
pensar en cómo, una vez más, se mezclan los elementos religiosos con los
políticos y económicos. Con distintas intensidades, siempre ha sido así y no
hay que poner cara de circunstancias al leer estas noticias. Lo que importa es
entender por qué se produce esa mezcla rara de intereses. Y tal vez ocurra
porque la mezcla no sea tal, sino que se trata de los mismos intereses. Por
detrás del telón asoman su cabecita Rusia y ese extraño personaje llamado
Putin, Ucrania y el asunto de Crimea. Si a eso le sumamos las vanidades,
también las religiosas, tal vez empecemos a entender los secretos del sabor de
la ensalada. Por si fuéramos pocos, no conviene olvidar que el poder de la iglesia
en los países ortodoxos aún es mayor que la que ejercen en nuestros países
occidentales.
Cuando se da la vuelta a la península y de rastrean las laderas del
monte Athos, que, surgiendo directamente del mar, se eleva casi hasta los
cielos, uno no puede dejar de pensar que en su cima debe de esconderse Zeus, o
Júpiter, o Yahvé, o Alá, o cualquier otro dios imaginado. No sé si ahora mismo
no les estarán echando una buena bronca a todos los que contribuyen a estos
cismas. O acaso están todos ellos jugando a las batallitas o a los dados y no
se enteran de lo que vale un peine. Quién sabe.
Como me apuntaba Jesús Majada, vamos a tener que volver por allí de
nuevo a poner orden y calma.
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