MIRANDO LAS ESTATUAS
La transparente luz de la
mañana
va esculpiendo tu cuerpo
con esa lentitud del artesano
que mira y se conmueve
con cada limpio golpe de
piqueta.
Talla tu cara limpia y cada
gesto
se va reconociendo y se
complace;
después, con la mirada
sorprendida, recorre a baja
altura
toda la geografía de tu cuerpo
con el asombro propio del
rocío
cuando el sol se aparece de
repente.
Yo te miro asombrado, me
deleito,
vuelvo a sentir que todo
se hizo para el fulgor de las
estatuas,
y el tiempo de la luz te
pertenece.
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