Tengo que repetirme. Tengo que
repetirme. Y tengo que volver a repetirme. ¿Por qué asustan tanto las
religiones? ¿Por qué sus dioses están siempre con la espada en alto,
repartiendo el temor por todas partes y asustando a los pobres humanos, que no
se ven libres nunca de la pesadilla del castigo?
He releído estos días el Libro
de la Vida, texto en el que Teresa de Jesús -a instancias de algunos
eclesiásticos y como forma de alejarla de complicaciones con aquel aparato terrible
llamado inquisición- cuenta sus peripecias vitales de al menos sus primeros
cincuenta años. Creo que es el mejor homenaje que se le puede hacer en el quinto
centenario de su nacimiento.
Hablan mis impresiones: Pobre
mujer, que calvario el suyo, qué botellón mental el de su cabeza, que cauterio,
aunque se le tornara suave según sus palabras; qué desazón; qué oxímoron entre
sus privaciones y sus gozos internos, y entre estos y las amenazas continuas de
los demonios y de los infiernos. Eso no
puede ser vida, sino películas de terror que asustan a cualquiera. Qué sesiones
de sadomasoquismo, qué manera de ver brujas por todas partes, y rabos y fuegos,
y qué forma de vivir siempre en la duda y en el agotamiento. Pero si Dios, si
tiene que ser algo, solo puede ser gozo y alegría, compasión y esperanza.
Una mujer con las energías de
esta monja andariega y contemplativa a la vez quedaba transida ante la duda
eterna del mal y del pecado. La ortodoxia de aquel tiempo, en manos, como
siempre, de unos pocos, apenas permitía ningún grado de libertad y de
convencimiento. Pero contemporáneo era Juan de la Cruz y yo no veo ni en su vida
ni en su obra tanta angustia ni tanto temor, sino más alegría y más gozo, más
seguridad y más convencimiento, más serenidad y más complacencia.
Los arrobamientos y todos los
otros fenómenos paranormales, vistos desde el contexto del momento presente, se
quedan algo pobres y escasitos, se ven como algo no del todo sólido sino más bien cerca del
estado gaseoso y oculto, misterioso y oscuro.
Pero no le quitaré yo ni un
gramo de honradez a la monja, ni tampoco nada de hondura y de búsqueda en el
interior, en su interior, en la parte de allá del filo de la razón y hasta de
la sensación.
Me sigue interesando esta
figura como mujer con un carácter recio y a la vez cargada de tópicos y de sometimientos
religiosos y sociales. Tampoco lo que hoy hay que ver por ahí fuera me invita a
mí a demasiados desparrames exteriores. Y eso que a veces suceden cosas cerca
de uno que reclaman la atención y que le sacan de la rutina diaria. Pero de eso
hablaré otro día.
1 comentario:
Buenas noches, profesor Gutiérrez Turrión:
No se preocupe por las repeticiones. Copio, de la
CARTA QUE LA SANTA ESCRIBIÓ AL PADRE GARCÍA DE TOLEDO REMITIÉNDOLE “LA VIDA” (a continuación del último capítulo)
Jhs.
[...]No había acabado de leerlo después de escrito, cuando vuestra merced envía por él. Puede ser vayan algunas cosas mal declaradas y otras puestas dos veces; porque ha sido tan poco el tiempo que he tenido, que no podía tornar a ver lo que escribía. Suplico a vuestra merced lo enmiende y mande trasladar, si se ha de llevar al Padre Maestro Avila, porque podría ser conocer alguien la letra[...]
Qué energía, la santa andariega, conversadora, pensadora y escritora...
¡Cuántas fundaciones!...
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En el ejemplar de las OBRAS que tengo, (quinta edición):
Imprimatur
LUCIANO, Arzobispo de Burgos
Burgos, 24 de Diciembre de 1952.
leo:
CARTA DEL EMMO. SEÑOR CARDENAL BENLLOCH, ARZOBISPO DE BURGOS
M.R.P. Silverio de Sta. Teresa, C. D.
Burgos, 16 de abril de 1922
[...] Con el mayor gusto concedemos también doscientos días de indulgencia a los que lean algún capítulo de esta edición.
Y ahora, en prueba de mi paternal afecto, le envío mi bendición.
J., CARDENAL BENLLOCH,
ARZOBISPO DE BURGOS
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Espero leer la continuación de esta su entrada.
Saludos.
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