Unas veinte mil personas se manifiestan en Cáceres exigiendo unas
comunicaciones dignas para Extremadura; las asociaciones vecinales de Béjar
(Juan Hernández me ha tenido bien informado) han recogido miles de firmas, que
han entregado al consejero correspondiente para pedir una mejor atención
sanitaria en Béjar; varias asociaciones de la provincia de Ávila se manifiestan
contra la explotación de minas contaminantes en varias de las comarcas
provinciales; numerosas organizaciones humanitarias trabajan sin descanso
preparando las fiestas de Navidad y pensando en cómo distribuir pequeños bienes
y alimentos que mitiguen algo las necesidades de sus convecinos; los pueblos se
han quedado sin habitantes, como cada otoño y cada invierno; las residencias de
ancianos se llenan cada día más y viven desajustes constantes…
La cadena de ejemplos se puede ampliar sin dificultad ninguna y al
antojo de cualquiera. Es esto lo que realmente pasa en la calle y no los
sucesos que acontecen en la rúa.
La verdad es que dudo de que sea ya esto la realidad y de que no estemos
desbordados por otra realidad más tópica e impuesta.
Cuando un ciudadano se levanta, con las preocupaciones de cada cual y de
cada día, se encuentra con un cartel enorme en el que reza el guion de aquello
que se le impone para que llene su mente y le preocupe durante la jornada. Será
la televisión, tal vez será la radio, acaso lo sean los periódicos o los otros
medios más al uso. Da igual, en todos ellos el cartel nos impone los asuntos en
los que hemos de ocuparnos en nuestras conversaciones. Y, si miramos varios,
pronto comprobaremos que no difieren mucho en sus propuestas; tan solo, si
acaso, en los enfoques. La realidad ha sido disfrazada, se nos ha dado cuarto y
mitad de lo más cómodo y en eso se nos tiene, amarrados y quietos en el redil
creado.
¿Cuál es la realidad seleccionada? Sea cual sea la elegida, habrá que
concluir que partimos con toda desventaja, que andamos engañados y que todos
somos manipulados, bien sea por selección y olvido de todo lo que no ha sido
elegido, bien por repetición incontrolada, bien por el sesgo que a la
información seleccionada se le dé.
¿Cuántas primeras páginas vemos con un estudio del tipo de comercio en
nuestras calles? ¿Y dándonos noticia de la organización de nuestras horas o del
cuidado o descuido que ofrecemos a nuestros mayores? Esto interesa poco o casi
nada. Parece un despropósito que así sea pues es cosa de todos y afecta a todo
quisque.
Aquí solo interesa (y hablamos de los grados de interés, no de la verdad
o falsedad de lo publicado) si hemos pillado a uno en un renuncio y podemos
adjudicarnos la primicia del presunto renuncio. La cosa tiene morbo y se reduce
a indagar sentaditos en la mesa, con teléfono a mano. Y mueve mucho rédito, y
share y anuncios, y pasta como fin de casi todo. Y, si esto no nos cuadra (la
verdad es que se lo ponen a huevo y no dan abasto), para eso está la lucha de
los líderes, que se pueden sacar en las noticias con imágenes fáciles y tontas.
Como si la vida fuera tan sencilla y se redujera a simples fogonazos.
La vida es algo más y se traduce en venta al por menor, en toma y daca
de risas y de lloros, de trozos de tristeza y alegrías. No son las dos Españas
del maestro, son todas las Españas que conforman los días de todos los
ciudadanos, con sus pequeños logros, con sus diarios fracasos, con ese
discurrir oscuro y lento de las calles estrechas, y con los empujones a
destiempo en esas avenidas virtuales en las que nos encierran y nos llevan sin
saber bien ni adónde ni a qué cosa.
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